Utiliza un método para convertir a su mujer en exhibicionista como él
Un día se me ocurrió depilarme el pene y los testículos; por la noche me acosté antes que mi esposa, desnudo, comencé a masturbarme para que cuando ella entrara me viera desnudo y con el pene bien erecto.
Entró, me vio y solo dijo ¿qué haces? Estás loco. ¡Pero no se enojó! Luego se me hizo costumbre estar desnudo en la cama, masturbándome.
Me calentaba enormemente que me viera, aunque no me venía.
En una ocasión ella estaba haciendo un trabajo en la computadora yo, seguía con lo mismo, cuando entró al cuarto me preguntó: ¿cuántas veces te has venido?, ninguna, le contesté.
Esa pregunta me dio más confianza.
La siguiente vez que entró al cuarto y me vio haciendo lo mismo, le pedí que me trajera papel higiénico, me lo llevó y delante de ella tuve una venida de película.
Luego se me ocurrió andar desnudo por la casa, le dije que me había vuelto nudista.
Pero como no tengo un cuerpo atlético solía utilizar una playera que me dejaba al descubierto mi miembro por delante y mis nalgas por detrás.
Esto se hizo costumbre.
¿Han oído hablar de la programación neurolingüística?…
Bueno, si ustedes se la pasan diciéndole a una persona que es tartamuda, muy probablemente se vuelva tartamuda, depende que tanto se lo dicen y depende también de su personalidad.
Ahora bien, hay un estado mental en que este sistema es más eficiente, ese estado es como cuando despiertan y se sienten muy a gusto, quedándose un rato en la cama, no sienten frío, ni calor, ni cansancio ni preocupaciones.
Pero también al estar dormidos están en un estado mental en el que la programación puede dar resultado. Este último estado fue el que utilicé para programar a mi esposa para que también se volviera exhibicionista.
Poco a poco fue dando resultado; comenzó por no ponerse brasier y utilizar playeras semitransparentes en la casa; luego, usaba las mismas playeras pero sin nada abajo, al igual que yo.
La programé también para que aceptara todo lo que se refiere al sexo, por degenerado que fuera, exceptuando claro, eso de zurrarse arriba de la persona o comer mierda.
Lo que sí, fue el orinarse encima, pero solo cuando nos bañamos.
Se volvió más atrevida que yo.
Un día agarró una playera de las que no tienen mangas, la cortó de tal forma que cuando se la puso apenas le tapaba sus pechos, desde abajo la vista era maravillosa.
Para el siguiente sábado me dijo que subiéramos a la azotea a lavar la ropa.
Me adelanté con la primera tanda y cuando subió me quedé con los ojos cuadrados: se había puesto esa playera y de falda agarró un pedazo de tela, que no le alcanzaba a dar vuelta a su cadera, le faltaba como un centímetro, pero la unió con un seguro, de lado se le veía toda la pierna y por abajo se le alcanzaba a ver el inicio de sus nalgas, no traía calzones y se había depilado su sexo.
Cuando colgó la primer prenda se le salieron los pechos, se cubrió, a la segunda prenda se le volvieron a salir, ya no se cubrió, así siguió tendiendo la ropa.
Tal vez escondidos tras alguna puerta, algunos vecinos la estaban viendo, no lo sé.
Por mucho tiempo seguimos haciendo locuras.
Vale decir que todo eso nos excitaba de tal forma que por las noches teníamos sexo en forma brutal y divertido.
Como era de esperarse, las cosas fueron subiendo de tono.
Mi esposa tenía una bata casi transparente, la usaba antes de acostarse, sin sostén pero con calzón.
En una ocasión en que estaba con esa bata tocó uno de mis cuñados que iba a pagarle un dinero que le debía.
Ella creía que era su hermana y le abrió la puerta, no se inmutó ¡y así lo atendió!
Me dio coraje pero a la vez excitación, se le notaban claramente sus pechos y el calzón, de hecho todo el cuerpo se veía.
Eso me hizo tener una plática con ella en donde comentamos la posibilidad de que ella tuviera relaciones sexuales con otros.
Me dijo que a lo mejor un día me daba la sorpresa.
Para su cumpleaños se me ocurrió regalarle un pene artificial que vibra.
Me preguntó si eso me iba a sustituir a mi, le dije que no, que iba a complementar nuestros juegos amorosos.
La primera vez que lo usamos quedó maravillada: yo la penetraba por delante y por detrás le metí el pene artificial, lo puse a vibrar y le encantó.
Lo usamos muchas veces hasta que un día le pregunté lo que sentía teniendo eso dentro de su ano.
Me dijo que se sentía rico pero que si de verdad quería saber lo que se siente que yo me lo metiera, estás loca, le dije.
Ándale, no seas miedoso, me insistió, a lo mejor te gusta, además ¿qué tiene de malo? solo tu y yo lo sabremos; ya me estaba poniendo molesto con esa insistencia y dejó de molestarme.
Para lograr que le entrara habíamos comprado un líquido lubricante especial, con el cual la penetración era suave y sin dolor.
En una ocasión teníamos de visita a su sobrina, que en ese entonces tenía entre 28 y 30 años. Yo me metí a bañar.
En el baño tenemos un cancel transparente que divide la tina de la tasa y el lavabo. De repente a su sobrina le entraron unas ganas enormes de orinar, pero yo me acababa de meter.
Mi esposa le dijo que se metiera y que cerrara los ojos y a mi me gritó que iba a entrar y que cerrara también los ojos.
Entró su sobrina, yo no cerré los ojos, ella tampoco, su mirada se dirigió a mi pene y luego a mis ojos, me dijo voltea para otro lado ¿si? Seguí bañándome sin cerrar los ojos, pero viendo a otro lado, luego que ella terminó, mientras se lavaba las manos me estaba viendo por el espejo, yo tenía mi pene parado y durísimo por la excitación.
Por la noche le comenté a mi esposa, nos pusimos calientes y comenzamos a hacer el amor.
Ella agarró el pene artificial y el lubricante, pero extrañamente lo puso sobre un buró a un lado de la cama.
Mientras la penetraba en la posición del misionero, extendió su mano, destapó el frasco del lubricante y lo untó al pene, luego, sorpresivamente me untó en el ano el lubricante y sin esperar más me lo acercó al ano, me lo restregó un rato y poco a poco fue introduciéndomelo hasta que lo sentí todo dentro de mi, lo encendió y a la vez que vibraba me lo sacaba y metía, al igual que hacía yo con ella.
Tuvimos un orgasmo casi simultáneo, pero muy intenso de mi parte.
¿Te gustó? Me preguntó luego ella, si, le dije, pero eso no se hace, ni que fuera joto; no te pases, me espetó, no es necesario ser joto para gozar el sexo, sea como sea, cuando quieras úsalo si te gusta.
A la siguiente noche mi sobrina se metió a su cuarto a dormir, mi esposa entró a platicar un rato con ella.
Aproveché para desnudarme y acostarme en la cama, prendí la televisión y comencé a masturbarme.
Había dejado la puerta abierta, por si pasaba al baño la sobrina tal vez me vería.
De repente pensé en el pene artificial, fui por el, lo preparé, me coloqué una almohada debajo de mi cintura y me lo metí, lo puse a vibrar y al compás de la masturbada lo metía y sacaba, se sentía muy rico.
El volumen de la televisión estaba un poco alto, por eso no me di cuenta cuando mi esposa entró al cuarto y me encontró desnudo, masturbándome y con el pene entrando y saliendo de mi culo.
Me lo saqué de inmediato y le dirigí una mirada nerviosa. ¿No que no te gustaba? me dijo, síguele, pero voy a cerrar la puerta, no te vaya a ver Karina.
¡Tenía su permiso para hacerlo! Con una excitación nunca antes sentida, mientras ella se preparaba para acostarse, yo seguí masturbándome y metiendo y sacando de mi culo ese enorme pene de plástico, sentí que mi pene estaba más grande, grueso y duro que nunca, ella de vez en cuando volteaba a verme y solo se sonreía.
Se acostó desnuda, me preguntó si ya me iba a venir, le dije que ya casi, te ayudo, me dijo, yo quería que me la chupara, pero no, con su mano derecha me masturbaba y con la izquierda me acariciaba los pezones, mientras yo metía y sacaba el pene vibrante.
Lo que yo estaba haciendo, lo que ella me estaba haciendo, sus ojos clavados en los míos y su sonrisa de aprobación me excitaron a tal grado que cuando me vine los espermatozoides me llegaron hasta la cara y pelo. Ve a limpiarte y lavas esa cosa, me dijo.
Karina se regresaba al siguiente día, no podía dejar que se fuera sin hacer algo más atrevido. Así que me puse de acuerdo con mi esposa.
Por la mañana del día que se regresaría acordaron que irían ellas a comprar algunas cosas para llevar a su pueblo. Cuando bajaron a la cochera yo me desnudé, me acosté en la cama, prendí la televisión y comencé a masturbarme.
Mientras mi esposa sacaba el coche le pidió a Karina que fuera a la habitación y buscara en el buró la credencial de una tienda que a propósito había olvidado.
Todo eso yo lo sabía, estaba tan excitado que ya la cabeza de mi pene estaba empapada con el líquido seminal, de tal forma que hacía un chasquido audible cada que bajaba y subía el prepucio.
Por fin entró al cuarto, se le quedó viendo a lo que yo hacía y luego mirándome a los ojos me dijo que la mandó mi esposa por la credencial de la tienda, yo, sin dejar de masturbarme, le dije que buscara en el buró; encontró la credencial y me dijo que al rato volvían, se acercó a despedirse de beso en la mejilla, luego se sentó en la cama, me acarició ambos pezones, yo le quise tocar sus pechos y no me dejó, me dijo que eso lo hubiera hecho antes, luego me agarró el pene y mientras lo acariciaba me dijo: ustedes están bien locos, nos vemos al rato y se fue.
Todo el tiempo anduve desnudo, cuando vi que regresaron, me acosté en el sillón de la sala y prendí la televisión, como siempre masturbándome.
Entraron y ni se inmutaron, nada me dijeron, iban y venían preparando las cosas de Karina a la vez que haciendo algo de comer.
Cuando estuvo la comida, me lavé las manos y me senté desnudo a la mesa, comimos, regresé a la sala a seguir con lo mío.
Luego mi esposa me dijo que la iba a llevar a tomar el metro, me paré y le di a Karina un fuerte abrazo de despedida, mi pene estaba sobre su abdomen.
Antes de irse, mi esposa subió a buscar boletos del metro; Karina aprovechó para sentarse en el sillón, a mi lado, me preguntó que veía y le dije que un programa de concursos, luego me preguntó: ¿qué nunca dejas en paz a tu cosa? ¿porqué no te vienes?, ¿quieres ver?
Le contesté, si, me dijo, se acercó aún más para ver como me salía la leche y aprovechó para acariciarme el pecho, de repente me vine, el semen salió con tanta fuerza que le mojé una mano, me sonrió y fue al baño a lavarse.
¿Qué haces? le preguntó mi esposa, y ella le contestó: me estoy lavando las manos pues tu marido me las ensució de leche.
Ahora si se despidió de a de veras y se fue.
Su compañero de trabajo, Ismael, nos ofreció un teclado música a muy buen precio, pasaron a la casa por mi y nos fuimos en nuestro coche a la de él para ver el teclado, por cortesía mi esposa se fue atrás con el, yo manejaba. Iban jugando muy confianzudos, riéndose y muy juntos.
¿Tienen algo que ver ustedes dos? les pregunté, como crees, me dijo mi esposa, a la vez que tenía el pene de Ismael en su mano, masturbándolo.
Pero esa es otra historia que luego les contaré.