Un encuentro diferente

No nos conocíamos de nada, sólo habíamos intercambiado un par de mails donde nos habíamos confesado alguna que otra fantasía erótica. Tanto ella como yo estábamos casados y nuestras parejas respectivas no sabían nada de los mails que nos cruzábamos. Fue ella quien propuso que nos viésemos en un hotel del centro de la ciudad. Yo no me atrevía, de hecho a ella le costó mucho vencer sus creencias y encontrarse con un desconocido. Pero después de todo éramos dos adultos de casi cuarenta años que querían sentir el morbo de lo diferente.

El trato era sencillo y sin compromisos, nos encontraríamos en el bar del hotel para tomar una copa y decidir si seguíamos adelante. Ninguno de los dos quería tener contacto físico, como si tocarse fuese pecado pero mirarse no. Lo que habíamos planeado era muy sencillo, ella quería ser espectadora de un hombre masturbándose y él quería ver una mujer teniendo un orgasmo provocado por ella misma. No haría falta que nos tocásemos mutuamente, sólo debíamos mirarnos, exhibirnos y masturbarnos uno frente al otro. Queríamos saber si seríamos capaces de superar nuestra propia vergüenza. A situación era llegar a un alto punto de morbosidad y lujuria sin caer en lo vergonzante o escatológico. Todo debía ser llevado con la máxima educación y respeto.

Y, sí, decidimos hacerlo.

Quedamos un día según lo convenido, no nos habíamos visto nunca y no nos conocíamos más que por referencias de los mails que habíamos cruzado. Ella era una mujer elegante de cuarenta años, vestía traje chaqueta gris con una blusa de seda blanca, zapatos de medio tacón y medias negras. Se veía una persona educada y segura de sí misma, la verdad es que me impresionó mucho. Yo iba con americana oscura y corbata. Nos reconocimos enseguida y nos saludamos con un apretón de manos. Los dos estábamos nerviosos así que pedimos unas bebidas. Ninguno de los dos sabía cómo empezar la conversación. Empecé yo hablando del tiempo y la buena temperatura que estaba haciendo para la época del año en que estábamos.

– Bonito día.

– Sí, realmente lo es.

– – – Te importa si te digo lo atractiva que eres.

– – – Claro que no, además si nos vamos a mirar desnudos, mejor será que llevemos la conversación hacia temas más picantes.

– – – Empieza tú si quieres.

– – – Me gusta el aspecto que tienes, tus cuarenta años también están muy bien llevados. Estoy empezando a excitarme sólo de imaginar como te coges el miembro.

– – – Bueno, eso es empezar fuerte, ¿puedo preguntarte de qué color llevas la ropa interior?

– – – De seda negra para esta ocasión.

– – – ¿Te depilas el sexo?

– – – Normalmente sólo me lo recorto y arreglo, pero no te preocupes que luego lo verás. Me encantará enseñártelo.

– – – Joder, esto si que es una conversación subida de tono.

– – – De eso se trataba, no. Por cierto cuando quieras vamos subiendo a la habitación, ya tengo ganas de verte la polla.

– – – También sería gracioso que ahora con los nervios no se me ponga dura.

– – – No pienses en ello y disfruta del momento, después de todo a eso hemos venido, a pasarlo bien y sin agobios.

– – Recogimos la llave en recepción y subimos en el ascensor a la cuarta planta. Dentro del ascensor cada uno se puso frente al otro en esquinas opuestas. Ella no se cortó para nada cuando al cerrarse las puertas se abrió la chaqueta y con la mano derecha empezó a darse masaje en sus tetas al mimo tiempo que me decía:

– – – Venga cabrón a ver cómo te sobas el paquete.

– – – Oye, oye, sin insultar.

– – – Perdona, solo lo decía para excitarte, me encanta decir estas cosas.

– – – Vale, conforme di lo que quieras pero mantengamos la educación y el respeto.

– – En ese momento el ascensor llegó a su destino y se abrieron las puestas. Nuestra habitación quedaba justo enfrente. Era la típica habitación de hotel con una cama de matrimonio, una silla frente a un escritorio y un silloncito en una esquina.

– – Sin más preámbulos me quité la chaqueta y la corbata, me senté en el borde de la cama he hice lo mismo con los zapatos y calcetines. Ella por su parte había dejado el bolso sobre la silla y mirándome directamente a los ojos se quitó su chaqueta, se giró la falda, bajó la cremallera, y dejó caer la falda sobre el suelo, descubriendo unas bonitas piernas oscurecidas por las medias que acababan en unas bragas de encaje negro. Dio dos pasos hacia atrás y se sentó en la butaca diciéndome:

– – – Recuéstate contra el cabezal de la cama, quítate ya la camisa y los pantalones estoy deseando verte ya la polla.

– – Hice lo que me pidió y quedé totalmente desnudo ante ella, separé un poco las piernas y mi pene quedó en semierección encima de mis huevos. Ella no quitaba ojo de mi aparato al tiempo que se quitaba la blusa y empezaba a cogerse los pezones por encima del sujetador negro a juego con las bragas. Lentamente empiezo a tocármela, tiro de la base y descapullo el glande, la erección es total cuando me sujeto los huevos con la otra mano. Me ensalivo dos dedos y con ellos me froto suavemente el capullo, en la punta a parece una gota de líquido preseminal que esparzo por todo en glande. Le estoy mirando directamente a los ojos mientras ella mira mi polla. Mis huevos han subido y están duros apretados contra la base de mi polla.

– – Ella está excitada, con una mano se pellizca con fuerza los pezones y con la otra se esta tocando el coño por encima de las bragas. Respira con fuerza, separa un poco más las piernas y aparta las bragas para acceder directamente a sus labios vaginales. Lleva el vello púbico arreglado y se le nota la humedad incipiente previa al orgasmo.

– – – ¿Te gusta mirarme el coñito?

– – – Sí, mucho

– – – Venga, machácate con fuerza la polla, quiero ver como eyaculas y salen tus chorros de semen. ¿Has probado tu semen alguna vez?

– – – Pues la verdad es que no.

– – – ¿Y no te gustaría?

– – – Si te hace ilusión lo puedo hacer pero no me apetece demasiado.

– –

Ahora ella está nerviosa, seguramente no llegará al orgasmo hasta después del mío, está ansiosa por ver las eyaculaciones de semen, no para de frotarse el clítoris, ahora me mira a los ojos, entreabre los labios y se los humedece, yo hago lo mismo, además me ensalivo dos dedos y vuelvo a frotarme el glande, me estoy masturbando lentamente quiero correrme sin apenas frotar mi polla.

– – Noto que mi orgasmo no tardará mucho en llegar, realmente ahora la tengo muy dura, ella me dice que quiere ver cómo eyaculo, se levanta de la silla y se acerca, no dejo que me toque, con un par de movimientos más me correré, ahora estoy muy caliente noto cómo me llega el placer, me voy a correr, ella verá mi orgasmo a un metro de mí. El semen empieza a subir y sale disparado una, dos, tres, cuatro veces, he eyaculado sobre mí mismo, mi leche ha llegado hasta mi pecho, también por mi vientre, mi mano tiene semen, respiro nervioso sigo excitado, ella también quiere correrse, esta de pie a mi lado, ha separado un poco las piernas y se frota el clítoris con furia, flexiona un poco las piernas y se mete dos dedos en la vagina, los mueve rápido, entrando y saliendo, sus dedos están empapados con sus jugos tira la cabeza hacia atrás está gimiendo de placer, no puede controlarse y se corre entre espasmos de placer, su orgasmo es largo, intenso, tiene el placer pintado en el rostro. Sus ojos desprenden lujuria, quiere alargar el momento.

– – Ella acerca sus dedos a mi pecho, quiere recoger un poco de semen, lo quiere probar, se unta dos dedos y se los lleva a los labios, saca la lengua y lo deposita en ella, paladea mi semen, ni le gusta ni le disgusta, pero le excita que mire como lo hace. Después de probado se adelanta y empieza a lamerme directamente el pecho recogiendo mi leche con su lengua, no lo traga lo guarda en su boca, se acerca a mi, yo entreabro mi boca, ella quiere que nos besemos y nos intercambiemos los restos de mi corrida, lo hacemos nos besamos e intercambiamos nuestros fluidos.

– – Ya estamos más relajados, ha sido excitante y morboso, sólo de recordarlo nos excitamos, queremos alargar el encuentro y no sabemos cómo continuar, pero se lo ocurre algo:

– – – Oye, y si nos duchamos por turnos, mientras uno se ducha el otro mira.

– – – Bueno, por qué no. Empieza tú que estas más cachonda, además, yo necesito más tiempo para recuperarme.

– – – Pues siéntate en el banquillo que te voy a enseñar cómo se masturba una mujer en la ducha.

– – Vaya si me lo enseñó, consiguió que me recuperase antes de lo previsto y no tuve ningún problema en correrme por segunda vez mientras ella llegaba a su tercer orgasmo mirándome directamente a los ojos.

– – Una hora más tarde nos despedíamos en la recepción del hotel satisfechos los dos de haber hecho realidad una fantasía de esas que hacen la vida más alegre, pues sólo con el recuerdo la sensación de placer vuelve. Tal vez algún día le envíe otro mail para quedar con ella, si ella también quiere.