Mi esposa y yo en el metro

El siguiente es un relato verídico.

Somos un matrimonio de 40 años ambos, tenemos tres hijos y veinte años de casados. Nuestra vida como pareja ha sido como la de muchas, con altas y bajas en todos los aspectos. Laura es morena clara, de estatura regular, muy bonita, con un cuerpo perfectamente proporcionado y a pesar de la edad está muy bien cuidada, lo que más llama la atención de ella son sus piernas muy bien torneadas así como sus nalgas que son bien redonditas y bastante paradas y que independientemente de la ropa que use se antoja acariciarlas (por lo menos).

Ella es sumamente femenina, por lo general yo soy quien le escoge su ropa íntima, en lo que ambos siempre estamos de acuerdo, como por ejemplo: ligueros, prendas de encaje, transparentes, pantaletas que dejan al descubierto gran parte de sus nalgas, en fin el tipo de ropa que a cualquier hombre le encantaría ver en una mujer.

Nuestra vida íntima fue bastante normal hasta que queriendo ponerle algo de sal y pimienta empezamos a fantasear en la cama sobre los más diversos temas.

A mí me encanta que se vista de manera provocativa sin llegar a la vulgaridad en ningún momento. Cuando vamos en el coche me gusta subirle la falda hasta más de medio muslo por lo que muchos hombres se han dado un buen taco de ojo.

En algunas ocasiones cuando caminamos, hasta se han atrevido a decirle algún piropo relacionado con su liguero, prenda que muchas veces se delata ya sea por lo entallado del vestido o bien por la transparencia de la tela.

Nuestras fantasías generalmente eran sobre el hecho de que ella hiciera el amor con otro hombre, lo que derivó en cierto momento en que ella pensara que eso lo hacía yo para poder tener una excusa para estar con otras mujeres o bien porque no la amaba. Afortunadamente ambas cosas con el tiempo se fueron borrando, y empezaron a realizarse poco a poco nuestras fantasías.

Muchas veces habíamos comentado lo que ambos veíamos en el metro de la ciudad de México, donde sucedían cualquier cantidad de cosas. Un día ella aceptó ser el motivo de excitación de algunos hombres en el metro. Fue a mediodía cuando el metro se encuentra en horas pico, lo abordamos en la estación Insurgentes con dirección a Pantitlan, Laura llevaba un vestido blanco corto, con una abertura como la que tienen casi todos los vestidos en la parte baja de atrás, sólo que esta abertura era un poco mayor que el promedio, llevaba también zapatillas blancas y toda su ropa interior del mismo color incluyendo el liguero. El vagón no iba demasiado lleno en un principio y ella se colocó delante de un hombre como de unos cincuenta años a una distancia bastante prudente y yo enfrente de ella, ya para la estación Balderas había subido una buena cantidad de gente por lo que ella poco a poco fue quedando cada vez más cerca de aquel hombre y yo por mi parte me acercaba aún más a ella con la intención de que el contacto se produjera lo más pronto posible lo que sucedió antes de llegar a la siguiente estación, ella me indicó con un gesto que sus nalgas ya habían hecho contacto con el hombre que se encontraba detrás de ella. Él se notaba un poco nervioso dado que sabía que ella iba conmigo. Al saber que ya había contacto, me pegué más a Laura con lo que inevitablemente sus nalgas ya empezaban a presionar la herramienta de aquel hombre, en un momento dado, ella abrió lo ojos en una forma que inmediatamente comprendí que su posición en relación con él había empezado a surtir los efectos naturales en cualquier hombre, ella me confirmó que no sólo se le había parado la verga sino que también sentía cómo él mismo la movía como queriéndole dar unos golpesitos en las nalgas, esto me hizo que me calentara muchísimo, para completar el cuadro, el metro se detuvo en Isabel la Católica un buen rato y ahí estábamos, yo súper caliente acariciando discretamente el sexo de mi esposa sobre el vestido y un hombre completamente pegado a sus nalgas indicándole con los movimientos de su verga que lo tenía bien excitado. En eso estábamos cuando el metro reanudó la marcha, entonces empecé a ver que aquel hombre hacía discretos movimientos con su mano derecha más o menos en dirección donde estaban las nalgas de mi esposa, ella abrió nuevamente más los ojos cuando me dijo muy bajo: me está tocando con el dorso de su mano, a lo que sólo respondí con una sonrisa, en esos momentos la tomé de la cintura y discretamente le subí un poco el vestido, creo que en ese momento el hombre entendió que podía continuar sin ningún problema, debido a la abertura del vestido, pronto quedó franca la entrada a las partes íntimas de mi esposa por la parte posterior, en determinados momentos veía al hombre quien estaba súper excitado y como que no dando crédito que yo estuviera permitiendo que le metiera mano a mi esposa, ahora él ya había metido su mano por la abertura del vestido y dado que el fondo que llevaba también estaba abierto de esa parte, lo que encontró de inmediato fueron sus piernas ya directamente sobre su piel ya que había rebasado la parte que cubren las medias, y sólo unos centímetros más arriba su pantaleta que era de nylon con encaje en las orillas, muy probablemente se encontró también con el liguero porque su cara era de ir de sorpresa en sorpresa, después mi esposa me comentó que en esos momentos le estaba agarrando totalmente las nalgas con toda la mano y que efectivamente había notado el liguero metiendo de vez en cuando su mano por el tirante y también en ocasiones por las medias.

Lo que más me gustaba era que mi esposa estaba disfrutando de eso. Nuevamente el metro se volvió a detener ya no sé en qué estación y en ese momento noté que él quitó su mano de las nalgas de mi esposa para concentrarse en colocarle el tremendo bulto que ella sentía aún dentro de su pantalón exactamente en medio de sus nalgas, vi su mano a un lado de la cadera de mi esposa sujetándola y apretándola hacia él para que sintiera absolutamente toda su erección, yo facilité las cosas apretándome contra Laura y ahí estábamos los dos haciendo sentir a mi esposa dos vergas súper dispuestas a satisfacerla en todo lo que ella quisiera.

En esa posición nos fuimos el resto del trayecto y al llegar a la estación Balbuena, que es donde nos teníamos que bajar, le acomodé el vestido a Laura, y viendo él que íbamos a bajar, le dio un buen apretón de nalgas a mi esposa y se bajó en esa misma estación. Una vez fuera de ahí nos abordó y con mucha educación se presentó mencionando que estaba seguro que lo ocurrido no había pasado desapercibido por nosotros, y que era la primera vez que a él le pasaba algo semejante, que éramos una bonita pareja y que si ahí quedaba todo estaba muy bien pero que si más adelante podía contactar con nosotros le daría mucho gusto (claro cómo no iba a darle mucho gusto volver a agarrarle las nalgas a mi esposa y ponerle su verga y tal vez hasta llegársela a coger), me dio su tarjeta y quedamos de comunicarnos en posterior ocasión. Se despidió de mí con un fuerte apretón de manos y de mi esposa con un beso en la mano, que más bien creo hubiera querido dárselo en medio de las nalgas aunque fuera como la tuvo unos momentos antes: sobre su pantaleta.