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La chica de la limpieza y los vestuarios del polideportivo

La chica de la limpieza y los vestuarios del polideportivo

Siempre me gustó bastante el deporte y sobre todo ir a correr por el polideportivo de mi barrio.

Como soy bastante exhibicionista y voyeur, nunca tuve problemas en ducharme en las duchar públicas del polideportivo, al contrario de mis amigos que les daba mucha vergüenza.

Yo soy hetero y actualmente tengo novia, aunque me dio siempre bastante morbo cambiarme en las duchas públicas porque allí entraban un montón de gente que sólo iba a beber agua o al servicio y me daba morbo ser observado desnudo por mucha gente que conocía y no se desnudaba.

Bueno, al grano, resulta que ese año tuve que cambiar mi turno de instituto de mañana a tarde, por lo que ya no podía ir a correr por las tardes.

Así pues, decidí que todas las mañanas bien temprano iría a correr para después poder estudiar o hacer ejercicios antes de ir a clase.

Y así lo hice, iba a correr prácticamente a la misma hora que abrían el polideportivo.

Rápido me acostumbré al horario matutino en mi práctica deportiva, pero noté un cambio bastante importante.

Resulta que la chica de la limpieza que se encargaba de los vestuarios principales los limpiaba precisamente a primera hora de la mañana porque no los usaba nadie, y la mayoría de los días estaba ella liada con la limpieza del vestuario masculino justo cuando lo necesitaba.

Ella bastante joven en relación con las empleadas de la limpieza que había visto en otros polideportivos.

Tenía 23 años, de nacionalidad peruana, un cuerpo bastante bonito y una cara que la quitaba edad aún.

Recuerdo que el primer día pasé un corte terrible.

Yo aún no la había visto por los alrededores de los vestuarios porque debió de llegar tarde y entré ya para ducharme, y justo cuando estaba totalmente desnudo apareció ella.

Al verme se sonrojó, pidió disculpas y salió rápidamente.

Ya fuera se disculpó otra vez, aunque yo le resté importancia, ¡total, es sólo carne!, ¿no?.

Al día siguiente ella ya estaba dentro de los vestuarios fregando cuando iba a entrar yo.

Al ver que iba a ducharme me dijo que salía, pero yo la respondí que no se preocupara, que no quería molestarla en su trabajo y que me daba igual, que no pasaba nada, que iba a playas nudistas y que porque fuera hombre no pasaba nada. En el fondo me daba un morbazo enorme la situación.

Nunca había sido visto desnudo en unas duchas públicas por ninguna mujer, sólo por tíos, y no quería que se tuviera que salir esta chica, ya que además, como iba todos los días, no quería que me mirase mal y todo eso.

Ella se cortó un poco. No sabía que responder, pero bajo mi asombro, ya que pensé que rechazaría lo que la dije y se esperaría fuera a que me duchara, me dijo que vale, que a ella no le importaba y que total, que mientras que fregaba no veía nada.

Y así, la gran mayoría de días que me duchaba allí ya no estaba sólo, estaba “en compañía” de Laura, que es así como se llamaba ella.

Los primeros días Laura no quería mirarme cuando estaba desnudo.

Lo evitaba completamente por vergüenza aunque ya me vio la primera vez por accidente.

Todos los días en el vestuario, mientras yo me duchaba y ella lo limpiaba entablamos una bonita amistad.

Nos íbamos contando nuestras vidas y todo eso.

Ella ya iba tomando más confianza con la situación y ya no evitaba el pasar junto a mí cuando estaba desnudo.

Es más, ya tenía hasta bastante confianza como para bromear acerca de la situación y sobre mi desnudez.

Pero hubo un día que nunca olvidaré. Ella no estaba aún cuando fui a correr.

Llegó algo tarde. Ya estaba yo en los vestuarios desnudándome para ir a la ducha cuando veo que entra.

Me sorprendió verla vestida de calle, ya que lo primero que hace es ponerse el uniforme del polideportivo en el vestuario femenino.

Pero ese día, para mi asombro y felicidad se iba a cambiar en mi vestuario. Me preguntó si no me importaba. ¡¡¡Qué me va a importar!!!

Su cuerpo era precioso. Llevaba un sujetador blanco de encaje bastante sexy y unas braguitas también blancas y de encaje a juego.

Ella notó cómo quedé embobado mirándola en ropa interior. Yo estaba en calzoncillos ya. Me sobrevino una fuerte erección en ese momento.

Todavía no había tenido ninguna en los días que Laura me había visto desnudo en las duchas.

Ella se percató y me peguntó si me gustaba lo que veía, cuando al compás de su pregunta se desabrochó su sujetador para dejar libres a mi vista sus increíbles pechos.

Su tamaño era perfecto. Estaba erguidos y sus pezones estaban bastante erectos. Estaba también tan excitada como yo.

No alcancé a alabar la preciosidad de su cuerpo cuando ella vino sobre mí y me bajó el slip. Mis 18 cm. de pene en erección quedaron libres a su vista.

Ella lo agarró y se lo llevó a su boca. Me dijo que había estado esperando este momento durante bastantes semanas, ya desde aquél día que me vio por primera vez desnudo en los vestuarios.

Me la chupó como nunca me la habían chupado, y cuando ya estaba a punto de correrme paró en seco de chupármela. Se quitó sus braguitas y me llevó con ella a las duchas.

Mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos desnudos hicimos en amor durante un buen rato hasta que cuando estaba otra vez a punto de correrme me hizo dejar de penetrarla porque quería que me corriera en su boca.

Y así lo hice. Ella cogió de nuevo mi pene y me lo chupó de nuevo hasta que me corrí y derramé mi semen en su boca.

Fue un momento mágico el que pasé ese día con ella en la ducha.

A partir de entonces mantuvimos otras muchas prácticas sexuales “a escondidas” en el vestuario solitos los dos, hasta que Laura dejó de trabajar en el polideportivo para volver a su país.

Desde entonces nunca supe nada más de aquella linda chica que me acompañó todas las mañanas tras mis sesiones de footing.

Como es lógico, guardo muy buen recuerdo de ese año que cambié de turno de mañana a turno de tarde en el instituto.

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