Intercambio

Otra noche más en que salgo con mis amigos y no conseguimos ligar con ninguna tía.

Esto es lo que me pasa siempre cuando salgo los fines de semana.

Según me dicen los amigos, no se tratarlas (ellos tampoco). Ellas dicen que se me nota demasiado que estoy salido y que debería disimularlo. Pero es que tengo mucha necesidad.

La verdad es que no soy un mal tipo. Más bien todo lo contrario.

Les hago esta pequeña introducción para que comprendan la experiencia que les voy a relatar y que me sucedió el verano pasado.

Obsesionados mis padres con la idea de que yo aprendiese a relacionarme; a abrirme a la gente habían quedado con unos amigos de Brasil en enviarme a un familiar, un chaval, para que pasase el mes de Agosto conmigo. Mis padres se iban a la playa de vacaciones y yo me quedaba estudiando por haber suspendido los exámenes.

Fui a recibir al invitado al aeropuerto y no encontraba a nadie esperándome, salvo una maciza rubia, algo mulatoide, de la que como comprenderéis no podía quitar la vista de encima. Llevaba unos vaqueros ajustados que mostraban un culazo impresionante y una camisetilla corta , de la que se transparentaban sus abultados senos. También me gustaba mucho su ombligo.

Se dirigió a mí, chapurreando en español, mezclado con portugués. Sacó un papel y me enseñó un nombre. Era el mío.

Entonces, se trataba de una chica. Esta vez mis padres habían acertado. Una estupenda chica brasileña. Habría sido cosa de mi padre que por fin habría entendido mi problema.

Me la lleve a casa.

Lo primero que hizo al llegar, es andar por toda la casa con un corto bikini. Esto hizo que mi corazón se acelerase y se me pusiera dura. ¡Que buena que estaba!. ¡Era imposible que tuviese frente a mí un culo así, tan ancho y mostrándome sus nalgas!.

Era también la ocasión de intentar conversar con ella. Le hablaría y la llevaría al Museo del Prado. Todo el mundo lo hace. El problema es que no nos entendíamos casi. Hablaba muy poco español.

Hubo un momento que cogió el teléfono y habló con alguien. Me parece que había quedado para salir. Yo estaba a punto de proponerle que se viniera con nosotros.

Nos echamos una siesta y cuando me levanté la vi meterse en la ducha. Llevaba una toalla solo de cintura para abajo. Pude ver sus pechazos.

Eran increíbles. Entra en el baño y de golpe abre la puerta. Esta vez completamente desnuda. Me quedé anonadado. ¡Tenía pene!. Era una transexual brasileña de esas. Seguro que que lo había hecho a propósito para que yo la viese.

El caso es que salvo ese detalle, no se notaba absolutamente nada. Parecía una chica de portada de revista erótica. Pero aquello me cortó del todo. Así que no la invité a salir esa noche. Además, afortunadamente había quedado con otras personas.

La noche terminó como siempre. Sólo y borracho. Al día siguiente tendría una resaca monumental. Esos días son precisamente los que más me masturbo.

Me levanté mareado pero bien del estomago. Comí sin molestias. La brasileña ni siquiera se había levantado.

Por la tarde estallaba mi lujuria. No podía más. Oí que su habitación se abría, luego escuche la ducha. Abrí la puerta de mi habitación.

Miré el pasillo. Salió ella. Oliendo a fragancias. Llevaba un tanga y una camisetilla. Entro en su habitación y se puso a hacer la cama.

Vi su culo bamboleante, tapado sólo por una tirilla de tela. No pude más. Entre en la habitación y la agarre por detrás. Yo sólo estaba en calzoncillos. Apreté mi paquete contra su culo.

Y agarré sus pechos por encima de la camiseta. Luego en mi desenfrenó metí mis manos por debajo, tocando su espalda y sus pechos deliciosos.

– No puedo más- dije.

Ella se quedó quieta sin decir nada.

Después se echó hacia atrás y creí que me iba a recriminar por lo que había hecho. Entonces se quito la camiseta enseñándome sus tetas.

– Espera.- me dijo.

Se agacho. Abrió una bolsa. Sacó algo. Debió ser un enema.

Cuando iba a salir de la habitación en dirección al baño se quedó mirándome en el marco de la puerta. Vio que la tenía dura. Entonces volvió se agacho, me bajó el calzón y se metió mi picha en la boca. ¡Como me la succionaba!. Su boca parecía la ventosa de un pulpo.

Enseguida volvió a salir y entro en el baño. Oí tirar de la cadena y espere unos instantes. Estaba desnuda. Tenia todo el culo aceitoso. Se la metí. Fue divino. Tenía mucha ansia. Yo jadeaba y sudaba. Y embestía con cierta fuerza. Notaba la presión y me hacía daño. Pero gozaba.

– Cariño, sigue, mi amor, no pares…te dejo…no te pido nada…cariño- me decía.

Eso fue lo que me excitó una barbaridad. Me decía todo el rato: «cariño, cariño, cariño, te quiero, te quiero, puedes.

Mi corrida fue muy caliente. Ella lo debió notar.

Me quede con mi pene dentro.

– Espera – me dijo-. Entonces se masturbó. Note que se agitaba. No tardó demasiado en correrse.

No volvimos a tener ninguna relación sexual más hasta que se marchó pero si que hablamos y la lleve al Museo del Prado.

Debo decir que sigo siendo heterosexual.