Nuestra intención era hacer de ese piso nuevo, nuestro lugar para vivir y el negocio para seguir con la profesión de Alexia, puesto que como ella dice: "yo soy prostituta de los pies a la cabeza y jamás dejare de serlo. Me gusta mucho mamar, que me la metan y meterla".
Un nuevo y extraño caso que se desarrolla en una mansión...
La ordene que se quitara la blusa- no sería que la fuera a estropear, pues cara me costo y en bragas- bueno, más bien en medio tanga, pues ambos cachetes de su trasero estaban casi al aire- y sujetador blanco, se quedó.
El profesor de informática que me daba clases en aquel año, era un poco mayor, bueno, yo ya tenía 27 años, era la mayor de la clase, y asistía a esta cuando terminaba mi jornada laboral, aún no tenía PC, y estaba deseando comprarlo, pero debía manejarlo bien, por eso me apunte al curso nocturno de informática, aquel profesor que llegue a conocer pero que muy bien, tendría unos 48 ó 50 años.
Acto seguido y como su erección persistía, quité el antifaz a Laura y le mostré a su marido y cómo le sujetaba a sus pezones dos pinzas. Como mi calentura continuaba y se acentuaba, ordené a la mujer que se colocara de rodillas en el sofá e indiqué a Carlos que le humedeciera su culo con su saliva, cosa que hizo al instante.
Las esclavas esposaron mis extremidades a una cruz en forma de aspas que se encontraba plantada en el centro de la habitación sobre una tarima; pasaron una soga por mi cintura de forma que mis caderas quedaran inmovilizadas sobre el madero y mis genitales sobresalieran generosamente expuestos a una altura de metro y medio del suelo.
Ella salió de inmediato a cuatro patas, se detuvo ante su amo, de inmediato inclinó la cabeza y empezó a lamer sus botas con adoración. A él le complacía aquella muestra de adoración, le excitaba verla así, con su culo al aire al agacharse a sus pies. La aceptó como esclava sobre todo por su trasero, el cual encontraba firme y deseable, bonito y sobre todo sin marcas, quería ser él quien pusiera las marcas del látigo en sus nalgas y culo.
Mis rodillas estaban sobre la alfombra, note su pie entre mis rodillas, como las empujaba hasta separarlas, me sentía bien, cómoda sintiendo su fuerza sin dureza, su pie salió de entre mis rodillas, por un momento no supe donde se encontraba, hasta que note como la parte libre del cinturón de seda comenzaba a atarse a mis tobillos, mientras sus manos acariciaban mis piernas desnudas.
Un hombre posee por entero a sus esclavas. Es su Amo y ellas lo saben y lo aceptan, intentando satisfacer todos sus deseos. Los más refinados castigos son su placer. Y en la obediencia y la sumisión encuentran su delirio...
La devoción de un esclavo por su ama puede llevarle a situaciones en las que puede poner en peligro su vida, o incluso ofrecérsela a su ama.