Mi marido me pedía que tuviéramos sexo con otras parejas y yo consentí. Mi primer intercambio.
Sólo un cuento. Un ejercicio de imaginación. Un viejo castillo y un mago poderoso con la capacidad para convertirse en el animal de su elección.
Mi esposa tendría la última palabra en lo referente al sexo, se haría lo que ella aceptara o rechazara, no podría Lalo forzarla ni yo impedir ninguna acción. Yo sería meramente figura decorativa, mi función se limitaría a cubrir las apariencias y transportar a mi esposa.
Carlos, se agachó a nuestras espaldas y nos levantó el vestido hasta la cintura a las dos. Elena no llevaba bragas pero yo sí, aunque eso no fue un impedimento, puesto que mis braguitas rojas fueron quitadas de inmediato con mi ayuda.
Lo único que encontró su mano fue el tieso y goteante miembro de Rodrigo, aferrándose de él como si de ello dependiera su vida, se le notaba que se aproximaba al clímax, y en medio de la excitación busco llevarse ese pene a la boca, quedando los dos enlazados en un perfecto 69.
Habíamos quedado con Jesús y Pepa para cenar en un restaurante de la costa.
Les voy a contar una historia que me sucedió hace un par de años. Yo estoy casado hace 4 años y con mi esposa somos muy felices, nos gusta hablar mucho y más cuando se trata de sexo ya que no nos reprimimos nada.
La parejita vuelve a la casa donde sus amigos están también disfrutando en una habitación. Después de la comida se juegan a suertes quien lava los platos. Nuestra protagonista y el novio de su amiga salen a dar un paseo. Al volver, los que quedaron en la casa están follando. Y ellos se suman a la diversión, juntos en el mismo salón.