Cuando era estudiante, hace ya algunos años, tenía una estrecha amistad con Sabino, para esta época él ya falleció, pero le recuerdo con el cariño que siempre le tuve, un cariño muy sincero y leal, incluso nuestras familias eran amigas.
Yo me quedé muy nervioso con ganas de llamarle y decirle que quisiera perderme en sus brazos fuertes, total que quise olvidar el rato y me fui al baño, eran como las 11 de la noche, cuando me entra una cachondez y me decido ir a buscarlo me puse unos jeans y una playera y subo a la azotea, llegó y está abierto su cuarto,
Mi negocio se había fundido y debía ya dos meses de alquiler y ya no sabía que hacer, por que no me alcanzaban las horas del día para trabajar y reunir el dinero que necesitábamos. Un amigo me comentó que yo podía obtener buenas sumas de dinero pero tenía que dar algo a cambio.
El trayecto transcurrió en silencio, llegando a nuestro destino en menos de media hora. Mónica, así se llama la señora, bajó del coche no sin antes recordarme que debía estar allí a las cinco en punto para recogerla. Mientras entraba en el edificio, la miré y pude observar que no era tan joven como aparentaba. De unos cuarenta y pocos, muy bien formada. En su juventud debería haber sido una mujer de bandera. Seguía conservando buena parte de la belleza original, pero con el añadido de la elegancia en todo lo que hacía que le habrían dado los años.
Después de un buen desayuno y de mostrarme la que sería mi habitación, mi compañero me enseñó lo que sería mi lugar de trabajo o, al menos, dónde estaban mis herramientas. Debo reconocer que aluciné bastante en cuanto vi el parque móvil de la casa. Según Andrés vivía en ella una sola persona, pero tenía tres coches y... ¡dos motos!, eso sin contar el que se había llevado hoy mismo.
Luego, sin pensármelo dos veces, le quité los calzoncillos, y me puse a chupar esa polla peluda y huevona, sin ser extremadamente grande, más bien pequeñita, 15 cm., hasta que él me dio unos golpecitos en la cabeza para que parara. Él ya la tenía dura como una piedra, y a mí me había encantado sentir una polla dentro de mi boca por primera vez.
En la búsqueda del placer experimentado por una mujer, un joven juega a introducirse un consolador en el ano, adquiriendo unas sensaciones novedosas que le fascinan y le hacen interrogarse por sus inclinaciones homosexuales.
Una noche en que ambos primos comparten cama por causa de unas visitas imprevistas, su sexualidad explota y deciden iniciarse en el camino del goce homosexual.