Ella con los dientes me fue bajando los calzoncillos y yo con las manos su bombacha. Empezó a chuparme la pija de manera bestial, bajaba y subía por mi falo de una forma que me hubiera hecho acabar enseguida.
Todo comenzó cuando empecé a sentir un molesto ardor en mi vagina que me preocupaba, pero no quería alarmar a mis padres así que un día en que ya no lo soportaba más, se lo comenté a mi profesora de Matemáticas que es con la que mejor relación tengo.
Esa noche fuimos todos a tomar unas copas y al quedar solos tal cual yo quería, me invito a su casa, como la verdad quería sudar, eso hicimos, utilice mi mejor repertorio, primero ya desnudos, me arrodille ante su miembro, mamándolo como su tamaño y mi calentura lo requerían, estábamos fornicando, cuando alguien toco la puerta de la quinta, sobresaltada interrogándolo con mis ojos, encontré un rostro de extrañeza, en el marco de la puerta del dormitorio, estaba una mujer de unos cuarenta años, morocha, ojos moros
Mientras le regalaba aquellas exquisitas caricias, en el momento en que pensé que se derramaría en mi boca, él se retiró sacando su verga, que quedó abierta y expectante, queriendo ser llenada nuevamente.
Como yo vivo sola y muchas de mis amigas aún viven con sus padres es común que algunas se queden a dormir en casa los fines de semana, después de que volvemos de bailar. Este particular Sábado iba a venir una de mi mejor amiga, Vicky, a eso de las nueve de la noche para vestirnos juntas y después ir a un boliche donde nos íbamos a encontrar con otras amigas.
Entonces se acercó a mi oreja para susurrar que deseaba follarme, así lo hizo, sacó un preservativo y lo enfundó en un pepino. Al verlo sentí miedo, pero a la vez un gran deseo, esperaba para ser ensartado, inesperadamente la trayectoria de aquel falo se desvió, hasta mi boca y ella me obligaba a chuparlo