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Mi dulce niña

Nos desnudamos, y yo empece ha acariciarme los muslos, suavemente, a acariciarme entre los pechos, ella, estaba sentada con las piernas abiertas, justo delante de mi, repitiendo lo que yo hacia, y esa visión, me excitaba por momentos.

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Pero tanto va el cántaro a la fuente que termina por romperse. En su enésima interrupción, calculo mal y se extrajo mi polla de la boca justo cuando yo comenzaba a correrme, y aunque inmediatamente volvió a metérsela para tragar hasta la última gota, no pudo evitar que le llenase toda la cara con mi esperma.