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Una noche loca

Una noche loca

Era viernes y terminaba mi jornada a mediodía, como muchos otros después de comer, hice una buena siesta antes de prepararme para salir, normalmente voy con unas amigas, pero de vez en cuando, me apetece ir a algún lugar donde no me conozcan, a desmelenarme un poco.

Sin ser una súper belleza, me considero atractiva, a mis 26 años, una estatura de 1.73, 65 Kilos y un 89-64-90 medidas casi de libro y con una agradable sonrisa, una cabellera pelirroja hasta media espalda, me siento a gusto conmigo misma, y muy afortunada.

Me puse una minifalda negra brillante, de corte bajo y un top blanco, con un generoso escote sin sujetador, encima un abrigo ligero gris, no hacia demasiado frío, pero no quería que me vieran salir o entrar con ese atuendo.

Sobre las diez salí del apartamento donde vivo, cerca de la calle Marqués de Larios, es en el mismo edificio de despachos donde trabajo, la antigua vivienda de los porteros, pasado el vestíbulo.
Fui a una discoteca que hay a unos ocho kilómetros, cerca del aeropuerto. Esperaba no encontrar a ningún conocido.

Ya había ido otras veces y siempre hay muy buen ambiente, bailé un rato yo sola y aunque no suelo beber porque conduzco, tome un refresco y descanse un poco, pronto volví a la pista y enseguida se me planto un chico delante con una graciosa sonrisa.

Sonó una “lambada” se pegó a mí, le seguí el juego y al instante tenia a otro pegado a mi espalda, entre los dos me pusieron a mil, se restregaban conmigo sin ningún recato, pero no me molesto, era lo que andaba buscando.

Después de un rato “muy agradable” comenzaron a pasarse, el de delante me sujetó por las caderas y me restregaba el paquete como si quisiera penetrarme allí mismo, cada vez estaba más empalmado, en otras circunstancias no sé hasta donde habría llegado con él.

El de detrás, pasó de rozarse “accidentalmente” a restregarse conmigo a fondo, metiendo las manos bajo el top y magrearme el culo, besarme en la nuca y cogerme las tetas como algo natural, me las estrujaba como si yo fuera algo suyo, eso me mosqueo bastante, una cosa es un arrambón y otra muy diferente lo que estaban haciéndome.

Me mosqueé y di el juego por finalizado, les dije que me iba al baño y a sentar un poco para descansar, entré al baño y note que tenía el tanga chorreando, estaba súper caliente pero me resistí a la idea de hacerme un dedo allí mismo, estaba más cabreada que caliente y desistí a pesar de que era lo que más deseaba.

Me senté en una mesa a tomar otro refresco, había alguna gente que me miraba, es algo que realmente me importa poco y los chicos que serían de mi edad, vinieron a ver si me apetecía “bailar” un poco más.

Les dije que ¡No! y se fueron sin más, me sorprendió pues suelen ser más insistentes, pero podía ser que esos fueran algo más “civilizados”, comenzó a llenarse el local de gente que no me gustaba y pronto, antes de lo habitual me fui, subí al coche y marche para casa, pensando que había sido una noche “desperdiciada”, con mis amigas al menos estaríamos riéndonos de cualquiera.

Circulaba despacio y muy atenta al tránsito, los viernes por la noche hay que prestar atención, mucha gente bebe sin pensar en las posibles consecuencias. Al llegar a casa encere el coche en el parking, al abrir el portal una mano me tapo la boca y note un frío metálico en la garganta, una áspera voz dijo.

Abre de una vez y no se te ocurra hacer tonterías.

Abrí, entramos y sujetó la puerta algo abierta, oí como llegaba alguien, era uno de los chicos de la disco con dos cascos de motorista, cerró la puerta detrás suyo y me dijo el que tenía detrás.

Vamos a tu casa, que te vas a enterar.

No tenía opción, avance hasta el fondo del vestíbulo y abrí la puerta, entro primero el otro para comprobar que no había nadie más, después entramos nosotros, entonces pregunte.

¿Qué queréis de mí, si es el coche ya sabéis que está en el parking y dinero o joyas no guardo en casa?

El de los cascos los soltó encima de la mesa del salón, antes de que me diera cuenta ya me había dado unas cuantas palmadas en las tetas que me doblo de dolor, cuando me protegí con los brazos, me empujo y caí sobre el sofá, me clavo la rodilla en el vientre, que parecía que me fuera a incrustar el ombligo en la columna, me dolían los ovarios más que con una mala regla, con una mano enorme me apretaba el cuello. La mar de tranquilo me dijo.

Hemos venido a seguir bailando, no has querido allí pero aquí nosotros marcaremos el ritmo. ¡Desnúdate!

Tal como me tenía sujeta se levantó y tiro de mi cabeza hasta quedar de pie.

Me quede helada, esos bestias me iban a violar, cuando me soltó para que me desnudara, hice intención de acercarme a la puerta y el de la navaja solo me la mostró, entonces comprendí que todo lo que dicen en las clases de prevención, no sirve de nada en según qué circunstancias, y esa era una de esas.

Mutuamente se llamaban “Juan”, para distinguirlos el de la navaja es más bajito que el otro y parecía que el más alto era quien llevaba la voz cantante, le dijo al otro que cerrara con llave y la guardara donde él supiera.

Frente a ellos me quede quieta, el de la navaja me la puso en el obligo y pregunto.

¿Te desnudas o te rajo la ropa?

Me saqué el top y lo dejé sobre una silla, después hice lo mismo con la mini, cuando me quede en “tanga” se echaron a reír los dos, fue cuando me di cuenta que aún estaba empapado, desde el “tute” que me dieron en la disco.

El alto me cogió del cuello otra vez, me hizo arrodillar enfrente de él, se bajó la cremallera y me dijo.

Ahora me la sacas y a mamar, mucho cuidadito con morder, no quiero romperte el cuello.

Alguna vez desde que practico sexo, he chupado un poco alguna pero nunca, lo que se dice una mamada completa. De forma torpe trate de metérmela un poco en la boca, pero ese bestia sin soltarme del cuello me tomo del pelo y comenzó una follada, que me llegaba a la garganta cada vez.

Me dieron arcadas y tos en varias ocasiones, trate de retirarme para no morderlo instintivamente, pero no me lo permitió, cuando note la primera descarga de semen contra mi paladar, no la aguanté y logre escupirlo todo, solo soltó otras dos, me la saco de la boca y otras tres fueron a parar a mis pechos y cara.

Cuando lo pude mirar a la cara vi que la tenía roja de rabia y le dijo a su compañero que me controlara, mientras daba una vuelta por la casa para ver que encontraba. Cuando se acercó el compañero, ya estaba desnudo y me asusto, siendo el más bajo de los dos tenía una polla exagerada, no pensé que algo así pudiera existir, parecía uno de esos consoladores exagerados que hay en algunos sex shop.

Llego el alto y traía algunas cosas distinguí nada más que el cinturón del albornoz y un rollo de papel de precinto, me hizo poner de pie, cruzo mis muñecas a la espalda, y las ato con el cinturón del albornoz, entonces le dijo al otro que me llevara al baño, que estaba hecha una cerda.
Al minuto apareció el también desnudo, me tiro del pelo hasta que quede mirando al techo y tirando de la barbilla me abrió mucho la boca y me introdujo la parte giratoria del molinillo que tengo para rallar los frutos secos.

Cuando trataba se cerrar la boca me clavaba las “lengüetas” metálicas que arrancan los pedacitos, entonces me hizo entrar en la bañera, me hizo arrodillar y tras quitar la alcachofa a la ducha comenzó a “enjuagarme” con el chorro del agua tibia, tirando a caliente (menos mal que no era fría), cuando le pareció que ya no estaba “hecha una cerda” me dijo.

Ahora sabrás lo que es tragar, entérate una mamada sin tragar no es mamada.

Metió la punta del flexo en la boca por el agujero del “molinillo” y dio toda la presión a la ducha, no podía con todo eso, pero no contento me pinzo la nariz con dos dedos, tosía y me atragantaba hasta que se le ocurrió sacarla y ya que estaba se dedicó tapando más de media boquilla con el dedo a dirigir el chorro que ya no era caliente a los pechos, donde tocaba se hundía más de un centímetro y cuando se dedicó a los pezones parecía que me los arrancara. Entonces pregunto.

¿Ya te has enterado como se hace una mamada? Me importa un huevo si te da asco, tu a tragar.

Después le dijo a su amigo, secaos los dos y después que te la mame pero bien, voy a subir la calefacción que aquí hace demasiado frío.

El más bajo me acercó el albornoz y secó lo que se había salpicado con una toalla, después me dijo en un tono muy conciliador y pausado.

Es que no haces las cosas como debes, a las buenas no tendrás muchos problemas, pero a las malas te hartaras, no te saques el albornoz, no sea que vayas a coger frío, pero hazme una mamada en condiciones, déjame a gusto, que le pueda decir a Juan que ya la mamas bien.

No entendía nada, ¿hacían de “poli bueno, poli malo”? pero por si acaso, hice de tripas corazón y comencé a mamársela como nunca pensé que sería capaz, solo de pensar lo mal que lo había pasado y que se podía repetir, se me fueron todas las manías, cuando comenzó a descargar trague, la primera fue directa a la garganta y no tuve que saborearla, pero EL MUY CABRON saco media polla para que el resto me fuera quedando en la boca, esas sí que las tuve que saborear y hacer esfuerzos por tragarlas venciendo las arcadas, más por miedo que por otra cosa.

Cuando regreso el más alto me saco el albornoz y se me puso la carne de gallina, no sé si de la temperatura que aún no había subido, o del miedo por no saber que sería lo próximo.
Llegamos al salón y vi la mesa despejada, es alargada de cristal, me acerco a una de las puntas y me hizo doblar poniendo todo el torso encima, el otro me sujeto del pelo desde la otra punta, pensé que me iba a penetrar, lo que no imagine es que pretendía hacerlo por el culo. Hacía más de dos años que por ahí no entraba nada, antes sí que había tenido alguna experiencia pero hacía ya tiempo.

Aparto algo los cachetes y cuando apunto el capullo y dio un par de empujones, viendo que no entraba se puso a jurar en Arameo.
Me pusieron sobre la mesa boca arriba, del baño el más bajito había traído el cinturón del albornoz y me ato con él una muñeca, lo paso por debajo de la mesa y me ato la otra quedando con los brazos en cruz, entonces me pusieron una silla para que apoyara los pies y tiraron de mí hasta que medio culo lo tenía fuera de la mesa.

El más alto, simplemente se fue sin decir nada y regreso con algo que por la postura no podía ver, después de meterme en la boca una esponja para que no gritara, note como me separaba los cachetes otra vez y como me introducía por el culo, unas bolas chinas que tenía en la mesilla de noche y que no empleaba desde hacía tiempo.

Me dolieron bastante al entrar, brotaron unas lágrimas, en parte de dolor y también de impotencia, su tamaño era grande, de unos 3Cm. de diámetro, fue por lo que deje de emplearlas, me resultaban incomodas incluso para la vagina, pero como las empujaba con algo a él no le costó.

Después note algo más que no identifique hasta que lo saco mucho rato después.
Exactamente 40 minutos, fue el tiempo que le había puesto a este “gracioso” reloj de cocina con forma y dimensiones de un huevo de madera de los que se empleaban antes para zurcir.

Me dolía horrores, cuando intente mover la pelvis a los lados para evitar que entrara, puso su mano sobre el vientre y apretó con todas sus fuerzas para inmovilizarme, parecía que quisiera chafarme.

Eso sí que fue muy doloroso, a pesar de estar untado con algo a modo de lubricante, ya no eran lagrimas sueltas, era realmente llanto provocado por el fuerte dolor, me dolía mucho y parecía que la carne se fuera a abrir en cualquier momento, pasada la entrada, siguió doliendo.
Lentamente lo fue metiendo, hasta el máximo que pudo, sin que desapareciera el cordón de las bolas, mirándome a los ojos controlando para evitar que me desmayara de dolor.

Para empujarlo todo, usó el cepillo del pelo que empleo para desenredar mi larga cabellera.

Con el mango fue empujando y cuando su amigo rió el también riendo aclaro.

No me voy a despellejar la polla porque esta tía sea una “estrecha”. Vamos a comer y mientras veremos si el culo da un poco más de sí.

Estando ya de esta guisa el más bajo, primero para asustarme me la enseño.
Era una mano de almirez de madera.

Con ella “acaricio” mi coño, que aunque húmedo no estaba para nada receptivo, cuando lo apoyo en la entrada de la vagina, comencé a temblar y note después, que estaba impregnado de algo viscoso.

Trate de gritar a medida que empujaba, al principio no entraba, después con más fuerza lentamente consiguió que fuera entrando, cada centímetro se hacía más doloroso, abriéndose camino entre mis carnes como si me fuera a partir por ahí.

El vientre me dolía horrores, tenía el culo ocupado y notaba como los objetos casi chocaban entre sí.
Un chirrido como si de dos metales en fricción se tratara, era lo único que se oía.

La esponja que tenía en la boca, cumplía sobradamente su labor.
Entonces entre risas dijo.

¡Solo! por si es también “estrecha de coño”.

Lo fue metiendo con cuidado de no hacer ningún desgarro, pero el muy canalla llego al cérvix y después retrocedió un poco advirtiéndome.

Si se te sale alguna cosa lo pasaras aun peor.

Me estuve todo lo quieta que pude, sintiendo punzadas de dolor por todo el cuerpo. Entre risas oí al más alto como decía al otro.

Ahora mientras esperamos vamos a comer, antes he visto en la nevera unas cuantas cosas, para chuparse los dedos.

Tenía los ojos cerrados, como si así concentrándome pudiera aligerar algo el sufrimiento que me causaban las “penetraciones” de esos salvajes, oí como depositaban una bandeja sobre la mesa, parecía que funcionaba, pero cuando note como esparcían sobre mi cuerpo nata.

Al abrir los ojos, pude ver como sobre ella colocaban unas cuantas cerezas en almíbar, que tenía para adornar un pastel que pensaba hacer el sábado por la mañana, me di cuenta del tipo de “zumbados salidos” que tenía en casa.

El más alto le dijo al otro.
Solo comeremos una cada vez y sin emplear las manos, después tenemos que recoger la nata a lengüetazos, pero también solo uno cada vez.

A lo que el otro respondió que de acuerdo pero que del segundo plato se encargaba él.
Cuando note sus labios sobre mi piel comencé a estremecerme, a pesar del dolor me estaba excitando y los muy cabrones lo sabían.

Sorbían una cereza cada uno, pero se entretenían como si se les escaparan, por fin llegaron a las que habían quedado justo alrededor del ombligo, esas para mí fueron las peores, note que me estaba mojando como una perra.
Ellos también lo notaron, porque cuando le tocó el turno a la que tenía justo en el hoyo del ombligo, jugaron con ella hasta hacerme cabecear a los lados, me corría de gusto contra mi voluntad, pero era un hecho.
Para mí desgracia quedaba una, la voz del más alto sonó.

Te ha tocado macho, hemos dicho que una cada uno y esa es tuya.

Note como desde el ombligo una lengua se dirigía hacia mi coño, lo llevo depilado casi del todo, solo con una sombrita en la parte superior.

Precisamente ahí es donde había quedado “anclada”, la última cereza sobre una capa de nata, fue lamiendo hasta pasar de largo, con el trato que había recibido, estaba muy caliente a pesar de todo lo demás, mi clítoris ya de por sí algo más grande de lo normal, sobresalía lo suficiente como para que con un par de “toques”, se mostrara más, sobresaliendo bastante del prepucio.

Con poco que insistió, el muy cabrón consiguió a pesar de todo, que experimentara uno de los orgasmos que recuerdo más intensos, no me dejaba terminar, comenzó a mover un poco la mano del “almirez” adentro y afuera como un vasto consolador y es que me derretía.
Cuando por fin se comió la cereza le dijo al compañero.

¿Qué hacemos la follamos o seguimos comiendo?
A lo que el más alto respondió.

No ira a ningún sitio, vamos a seguir comiendo.

Continuara.

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