Capítulo 2

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Al día siguiente, me dirigí a la oficina un poco nerviosa. La vuelta a casa había sido una odisea intentando que las cámaras de seguridad no captarán mi rostro cubierto de fluidos, la blusa con manchones húmedos y pegajosos que destacaban o la falda con parte de restos de lo que había sucedido. No fue hasta que salí del edificio en mi vehículo que me atreví a limpiarme un poco, al menos, para que, si me cruzaba con mi hijo, no viera así a su madre. Me sentía sucia por aquello, y, ahora, mientras caminaba por los pasillos del edificio, no podía evitar sentirme igual.

Aquella mañana había visto la ropa y había optado por vestir de una forma más discreta, con una falda y chaqueta color crema, con una blusa negra. El resto igual, medias y zapatos de tacón. También opté por reducir un poco la cantidad de maquillaje y recogerme el cabello en una coleta para estar más cómoda. Por lo demás, parecía un día tranquilo dentro de una oficina estándar. Murmullos, alguna voz, teléfonos sonando. Incluso desde los pasillos fuera de las oficinas se podía describir que algo sucedía en cada despacho. Nada fuera de lo inusual. No, aquello era lo normal. Era yo la que no estaba normal.

Entré en mi despacho con la mente algo distraída, sin saber bien en que pensar. Necesitaba centrarme, dado que había varias juntas y conferencias aquel día, y tenía que asegurarme que no tenía ningún problema.

– Buenos días, ¿qué tal se encuentra, Sra. Vergara? – la pregunta me sacó de mi estupor al pasar por delante de la mesa de mi auxiliar.

– Eh… sí, sí, Quique. Todo está bien. – intenté responderle con rapidez, obviando su mirada, la cual notaba en mi comportamiento algo raro. – Ayer… uf… salí demasiado tarde de la oficina y no he dormido nada. – hice un gesto con los hombros a modo de relajación, dando a entender que simplemente estaba tensa por la falta de sueño. Una excusa barata, intentado aparentar algo de normalidad.

– Eh… entiendo… – me dijo mi auxiliar, con una voz de duda ante mis palabras. Fue entonces que caí en la cuenta de que sus palabras solo eran cortesía, y no se había dado cuenta de nada hasta que mis palabras inusuales en mi trato habían captado su atención.

– Sí… eh… buenos días. – dije ya con un tono frío y revisé su escritorio impoluto además de su aspecto. – ¿No te da vergüenza tener todo en un lugar de trabajo tan… desorganizado? – le dije, sacándome la primera frase que se me ocurrió para mostrar frialdad y enojo a la par. – Te recuerdo que lo primero que se ve de mi área de trabajo es tu mesa. Y tiene que estar perfecta… sí… eso… – le doy una regañina rápida, antes de meterme dentro de mi despacho sin esperar una réplica por su parte.

Una vez dentro de mi despacho, lanzó un suspiro… dado que en verdad eso serviría para que estuviera entretenido buscando que mejorar en su ya impoluta mesa en vez de intentar desentrañar el porqué de mi actitud. O así lo veía yo.

después de aquello, me centré, y pensé en lo que tenía que hacer hoy. Tenía que acabar todos aquellos documentos, el informe mensual que había que entregar mañana. Un suplicio, que quería haber hecho ayer… con más calma. Tal vez esta tarde podría… ¡No, no podía! Me acordé en ese momento que mi hija volvía a las cinco de la tarde, y tenía que ir a buscarla. Dios, ¿qué clase de madre soy que me olvido de algo tan importante?

Respiré profundamente, y simplemente me tranquilicé. No pasa nada. Tu hija es mayor y no es una niña que tengo que estar detrás de ella todo el día. No pasa nada si me olvido de algo tan… ¿A quien quería engañar? Era lo más importante con diferencia. Intenté no mortificarme y centrarme en el trabajo, empezando por encender el ordenador y mirar el correo… y ver el mensaje de ayer… joder… un nudo se me hizo en la garganta, acojonada por si este hijo de puta hiciera algo… volví a respirar, me quité la chaqueta, y empecé el trabajo.

Las horas pasaron lentamente, esperando a cualquier señal después del acontecimiento de ayer. Me esperaba cualquier cosa. Un correo, una llamada, un mensaje. Cualquier tipo de comunicación. Durante las reuniones, tenía el miedo constante de que cuando me descuidará, se me comunicaría que debía presentarme en algún lugar. Podía ser cualquier cosa. Sin embargo, nada llegaba. Los minutos pasaban como si fueran horas, y poco a poco la hora de fin de actividad se acercaba.

Despues del almuerzo, a eso de las 3 de la tarde, parecía que todo iba bien. No había recibido ningún mensaje, y había cumplido todas las expectativas. En unas horas estaría en casa, y me prepararía para ir a recoger a Victoria. Todo salía a pedir de boca… o así sería, hasta que, mientras empezaba a cerrar los programas, la puerta de mi despacho se abrió, para dejar ver al último que quería ver.

Allí estaba él, con aquella vestimenta descuidada, un aspecto desaliñado y un cuerpo poco atractivo. Incluso cuando entró, el olor a cerdo inundó mis fosas nasales. Sin embargo, al verle solo pensaba una cosa… ¡Oh… no! Me levanté rápidamente, con intención de confrontarlo, de echarlo de mi despacho, pero antes de que pudiera echarle, me supero y se dedicó a revisar mis pertenecías.

Manuel se movía de forma segura por mi despacho. El ambiente estaba tenso, pero solamente por mi parte. Para él, aquello no difería de entrar en su habitación o salón… si se podía permitir un salón en casa. Su rostro parecía sonriente y confiado, mientras se dirigía al minibar.

– Uhm… no tienes Monster… muy mal ahí. – dice con una mueca marcada, antes de volver a mirarme. – Tienes que sustituir todos estos alcoholes baratos por bebidas útiles, Patri… – De sus palabras, no sabía que era lo que me pesaba más. El hecho de que actuara con esa actitud confiada, que dijera que aquellas botellas de más de 300 euros la botella, o que tuviera la indecencia de llamarme por un acortamiento de mi nombre de pila…

– ¿Qué haces aquí? – le pregunté, casi como una reacción involuntaria a una situación que no quería que sucediera.

– ¿Cómo? ¿No se te ocurre? – se sentó en la silla del despacho, con un aire de superioridad, dueño de aquello sin acabar de entender el porqué. – Pensaba que los ejecutivos que estaban en cargos altos tenía algo más que dos neuronas en la cabeza. –Se hizo un silencio incómodo, mientras nos mirábamos atentamente. Mientras, el jugueteaba con su teléfono, haciendo que se me pusiera la piel de gallina por lo que podía significar. – Simplemente, hay cosas que ayer no pudimos… conversar, y necesitan ser habladas. Por ejemplo, te he hecho una nueva cuenta de correo. –

Levanté una ceja, pero entonces, mi móvil sonó. Al mirarlo, ví que en mi correo de trabajo había una nueva cuenta de correo adjunta. Al revisar aquello, mi cara se puso pálida. El nombre del correo era esclavadelasletras@gmail.com.

– Se que ahora estás sorprendida, además de asustada. – continuó con calma, mientras se recostaba en mi sillón. – Pero, no te preocupes. El correo es personal, y salvo el gestor de correos, es decir, yo, nadie podrá saberlo. Incluso si no fuera el caso, también habría que saber lo que se está buscando para que se encontrara… así que puedes estar muy tranquila. –

– Pe… pero… – mis palabras se trababan al salir, notando que todo iba demasiado rápido. Demasiado fuera de mi control.

– Oh… ¿alguna vez te han dicho que estás más bonita callada? – Entonces empezó a reírse, con un sonido porcino que me resultaba desagradable… – Siempre he querido decir eso, y más a alguien que solo suelta mierda por la boca. Bien, ahora… te voy a decir lo que vamos a hacer. – su dedo me señalo, y justo después señaló delante de él. – Tú, ahora, vas a ponerte de rodillas y a darle un uso práctico a esa boquita que tienes. Así prácticas un poco, mientras te voy contando lo que va a pasar. –

Me quedé plantada en el sitio, mirándole con asco… pero, al final, simplemente me aclaré la garganta para hablar. – No. –

– Uhm… creo que no te he oído bien… –

– He dicho que no. No voy a hacer eso, y fuera de mi despacho. –

– Cariño, no lo pillas, ¿verdad? El momento de tener una opinión ya pasó. Ahora mismo, tu posición solo es obedecer órdenes. Así que obedece, porque el tiempo pasa. –

– ¿Cómo que el tiempo pasa? – me sorprendió con sus palabras, y la intriga me carcomía ¿Sabía lo de mi hija? Era imposible… no podía ser eso…

– Oh, lo entenderás si te pones a trabajar de una vez, puta. No me hagas repetirlo. –

Apreté los puños y me acerqué a él, sumisamente. Lo siguiente fue casi en automático. Me arrodillé frente a él, notando como se clavaba el frío suelo de madera en mis rodillas, a la vez que empezaba a bajarle el pantalón. El aroma hediondo de su polla me empezó a afectar, sorprendida por su tamaño además por lo descuidado que era ¿Es que no se dio una ducha después de lo de ayer? Hice de tripas corazón, y a la vez que empezaba a masturbar el grueso tallo, intenté introducirme la cabeza en la boca.

El sabor salado y amargo inundó mi boca, y me hizo lagrimar un poco. Sin embargo, el sabor no se sintió como ayer, sino de una forma más ¿agradable? No sabía como explicarlo. –Hey, mírame mientras chupas. – me dijo a la vez que me dio un pequeño tirón del pelo, el cual agarró por la nuca, evitando que pudiera echar hacía atrás la cabeza. Miré hacía arriba, para ver la desagradable visión de su rostro. –Así mejor… ahora, escucha, pero no dejes de chupar. – noté como empujaba su mano hacía su entrepierna, con lo que empezó a pasar más de su polla a mi boca. Justo en el punto donde empezaba a notar un poco de arcadas, se detuvo, posiblemente porque se dio cuenta de ello y me dejó así.

Parte de mi cuerpo quería escupirlo fuera, echarlo… pero, otra parte de mí me hizo empezar a chupar y succionar lentamente, mientras mi mano seguía pajeando con suavidad. Mis ojos no perdían contacto con su rostro, esperando a sus palabras. – Bien, mmm… empecemos por lo más simple. – dijo con una voz calmada, pero que se notaba que había un ligero temblor en ella. – Te he puesto un correo privado para poder comunicarnos con tranquilidad. La verdad, estoy muy orgullo hasta del nombre. “Esclava de las letras”… porque eso serás. Esclava de las letras que haya en ese correo. – noté que en sus palabras había un claro interés por reconocimiento, pero en verdad parecía un patán pomposo. No pude evitar cerrar los ojos y concentrarme un poco en seguir chupando. – Bueno, te enviaré un correo por la cuenta del trabajo. Ahí tendrás la contraseña. Quiero que esa sea la contraseña, no otra. Así te puedo seguir vigilando. – Poco a poco, subí el ritmo en la mamada, empezando a mover la cabeza un poco sin dejar que me empujara. El sabor ya no se sentía desagradable… y notaba como me empezaba a humedecer. – Y… a partir de ahí, me comunicarás todo. Quiero tener acceso a tus cuentas del banco, y quiero que me pases diariamente tu agenda… mmm… joder… y no se te olvide mi porcentaje. No quiero mentiras. – Seguí chupando, con más intensidad, lamiendo la punta de su polla a la vez que apretaba más con mi mano. – ¡Oh! Y querrás saber también lo del tiempo, ¿no? – Eso captó mi interés, y me detuve en ese instante, abriendo los ojos y mirando hacía arriba. Al hacerlo, ví al gorrino, pero tenía las dos manos levantadas. No entendía… pero entonces me dí cuenta que ya no me empujaba la nuca. Me había dejado a mi aire. – ¿Qué? ¿Pasando un buen rato? –

–Mmmfffmmm… – Intenté defenderme en el acto, solo para que mis palabras se ahogaran en su polla.

– Ja… veo que no aprendes… – Me dijo, y antes de que sacara su polla de mi boca, me volvió a agarrar la nuca. – No, no, no… sigue chupando, que ahora te lo explico. – Se recostó, y aflojó su agarre. Tenía dudas, pero, al final, simplemente obedecí y seguí chupando. – Ahora mismo, está programado un mensaje a los jefes, donde tengo toda la información. Este mensaje… pues… lo puedo cancelar antes de ser enviado… pero, obviamente, tienes un tiempo límite. – Miró su reloj… y sonrió. – Y deberías apurarte más… pero, no te preocupes, solo tienes que conseguir satisfacerme, justo lo que parece que disfrutas de hacer, ¿qué te parece? –

Su sonrisa solo me produjo asco, pero, el objetivo era claro. –Gggmmfff…– dije a la vez que asentía con la cabeza, dando a entender que lo entendía. Empecé a chupar con más intensidad, a la vez que pajeaba ala unisono su polla. Ya no me importaba nada. Ni mis doloridas rodillas, ni el sabor, que curiosamente ya empezaba a sentirse bastante agradable, ni nada de lo que hiciera. Solo quería que se corriera. Quería su corrida. Quería toda su leche en mi boca. Quería que sus bolas se vaciaran dentro de mí… por terminar esto ya… sí… por eso… solo por eso…

Podía oír sus leves gemidos de placer… pero, al final, me agarró con fuerza del pelo y me sacó la polla de la boca.

–Coff… coff… ¿qué? – pregunté atontada, mirándolo sin entender que pasaba…

– Uhm… está bien… pero, ahora quiero otra cosa. – me dijo con una sonrisa. – De pié, y reclínate en tu escritorio. –

No lo pensé mucho, y accedí rápidamente. Me levanté, y me apoyé en la esquina de la mesa, intentando evitar chocar con el montón del folios que había, el trabajo de todo aquel mes. Manuél se levantó, y me empezó a subir la falda hasta dejar al descubierto mi culo.

–Uhm, así qué… ¿tanguita negro, puta? – me dijo con una sonrisa

– Sí, ¿cuál es el probl… ¡ah! – gemí justo cuando me dio un azote en una nalga. – ¿Qué haces? –

– Calla, zorra, era solo una pregunta retórica. – Empezó a pasar sus dedos por encima de la tela del tanga, juston donde estaban mis labios. – Uhm… estas muy mojada… y los labios muy hinchados… – mientras lo hacía, no podía evitar gemir de placer, agarrándome fuerte contra la mesa. – Estoy seguro de que estas deseando que te folle, ¿verdad? –

– Ah… uhm… no… no seas invec… ¡Ah! – el latigazo de otro azote me hizo callar.

– No mientas, zorra. Confiesa… o entonces no te daré polla. – mientras, me seguía acariciando los labios con cada vez más intensidad…

–Joder… sí… tu ganas… necesito… uhm… – intentaba hablar pero no podía dejar de gemir… – joder… tu pollaaaa… –

– Bueno, seré bueno, por esta vez. – dijo con una voz tan melosa, que me hubiera producido arcadas… pero ahora solo podía pensar en darle las gracias. Sin miramientos, me bajó el tanga y me penetró, haciendo que un largo gemido saliera de mi boca. Era… era… era demasiado…

–¡Graaaande!… – gemí de golpe, sin pensar, a la vez que mi columna se arqueaba. El cretino aprovechó para agarrarme del cabello con fuerza, a la vez que asentaba su polla dentro de mí. Solo me dio unos segundos para acostumbrarme, antes de empezar a bombear.

Mi cuerpo recibía las embestidas con furia, sin saber cómo controlarse ante las oleadas de placer. Mi coño se apretó contra su polla con fuerza, que se deslizaba aprovechando que estaba perfectamente lubricada con los jugos de mi coño. Me sentía completamente dominada por aquello, sin poder evitar gemir y bufar, loca de placer. Con cada embestida, mi cuerpo se torturaba más, y acabé abriendo los ojos… para ver los papeles de mi escritorio a punto de caer. –No… ah… joder… los papeles… –

– ¿Qué? No jodas, puta… los papeles no importan ahora. – Me soltó el pelo, lo que hizo que callera hacía adelante, golpeando los papeles que se desperdigaron por el suelo y el escritorio. Entonces, se detuvo en seco, dejándome aun ensartada. Me dí la vuelta, para mirarlo sorprendida.

– ¿Qué? ¿por qué pa…ahfffgg…– Cuando me fui a quejar, me metió una bola de papeles en la boca, los cuales no tardé en deducir que debían ser algunos de los documentos que había trabajado durante el mes.

– Deja de hablar puta. – me ordenó, y luego agarró mi rostro y lo aplastó contra la mesa. – Ya que no te puedes estar calladita, ahora te vas a quedar con esos papeles metidos en la boca, y no quiero que los sueltes, ¿te queda claro? –

– Gfgfgiii… – intenté responder, afirmando con la cabeza antes de que me soltara violentamente. Entonces, volvió a embestirme con fuerza. Gemía a través del papel, loca de placer… sin poder controlarme… y entonces… y entonces… y entonces… ¡Oh, Dios! Un orgasmo brutal cruzó mi cuerpo, presa de placer… hasta que perdí la consciencia… sin saber que estaba haciendo.

Fueron creo que unos segundos, tal vez un par de minutos, antes de volver en sí. Lo siguiente que ví, fue una polla enfrente de mí. Se estaba pajeando con fuerza, hasta empezar a correrse sobre los papeles que estaban por los suelos…

– Buenos días, puta. – Me dijo Manuel, con una sonrisa tan asquerosa como siempre… – parece que te has quedado un poco atontada, ¿te ha gustado? – Hiriendo mi orgullo, mi propia cabeza se movió sola, afirmando, lo que hizo que él sonriera. – Bien, porque no hemos terminado. –

Durante unos momentos, estuve recuperándome, hasta que por fin estaba ya bien. Me puse de pié, solo para ver a Manuel venir con cinta americana y un consolador…

– ¿Qué vas a hacer? – le pregunté, tanto extrañada como asustada…

–Bueno, me has satisfecho… sí… pero, te has desmayado antes de que me corriera… lo cual no es divertido. Entonces, te voy a poner un castigo. Siéntate en la silla, piernas sobre los reposa manos. –

Mi cara debía ser un poema… dado que no acababa aún de comprender que pasaba, pero Manuel no parecía querer dar la oportunidad de darme tiempo para pensar. Obedecí rápidamente, aún pensando en satisfacerle para que acabara con la cuenta atrás… entonces, empezó a atar mis tobillos contra los reposamanos, obligando a mi espalda a quedar sobre el asiento… –Oh… esta posición es incomoda… ¿por qué… –

– No preguntes, solo, disfruta el castigo. – dijo, justo antes de atar mis muñecas por detrás del respaldo de la silla. – Bien… ahora… verás lo que va a pasar. Ahora, te voy a dejar aquí… –

– ¿Qué? No se te v…mmfff… – empezaba a ser una costumbre lo de taparme la boca. Antes de que me diera cuenta, el sabor salado llenó mi boca, y por la textura, sabía que era lo que me había metido en la boca Manuel… ¡Mi tanga! Antes de que pudiera escupirlo, me selló la boca con cinta americana.

– Ale, así estás más guapa… qué manía tienes con hablar, ¿eh? Bueno, tu castigo es quedarte aquí atada… pero, te doy la oportunidad de salir. La cinta no es de muy buena calidad… así que se despega fácil… con sudor. – señaló entonces el aire acondicionado – voy a ponerlo a 40 grados, así que te vas a cocer muy rápido… así que no será un castigo largo. – dijo con una sonrisa… antes de hacer una mueca. – Uhm… creo que le voy a poner algo de diversión extra. – entonces, pude ver como introducía el consolador en mi coño, y antes de replicar… lo puso en funcionamiento, haciendo que empezara a gemir al instante. Luego, puso cinta americana en mi coño, para fijarlo bien. – Uhm… lo he puesto relativamente suave, así que no será una molestia… pero bueno… Ahora, me voy a cancelar el mensaje, puta. Qué descanses bien, jeje– Y antes de irse, puso el aire acondicionado… haciéndome sudar al instante.

La tortura fue innegable. Mi cuerpo gemía de placer… a la ver que forcejeaba con la cinta, intentado soltarme… pero, mi cuerpo respondía solo, y después de unos minutos que me dejó sola, empecé a correrme de nuevo. Una vez… y luego otra vez… y luego otra vez… poco a poco, me estaba volviendo loca por el placer, intentando zafarme de aquello… pero a la vez queriendo más y más…

No se cuanto estuve… pero, los fluidos de mi coño hicieron que la cinta se soltara, y el consolador se cayera al suelo. Eso me dio la oportunidad de centrarme en soltar mis manos. Tras unos minutos eternos, al final, mi mano se soltó, y pude liberarme de ese martirio. Mi cuerpo estaba agotado… y me encontraba derrotada en mi asiento.

Respiré agotada… a la vez que descansaba cuando por fin me senté en mi asiento. Miré los papeles, los cuales tenía que rehacer todos para que se pudieran usar mañana… arrugados y llenos de corrida… luego, miré el reloj… y… eran las siete de la tarde. Un vuelco me dio el corazón ¡Mi hija! Me quedé callada, mirando la hora, mirando la puerta y los papeles… tenía que tomar una decisión… y al final, me puse a trabajar, sintiéndome una mierda de madre…