Fui violado de niño II

Continuación…

Subí corriendo las escaleras y entré en mi habitación. Cerré la puerta de golpe, pero no tengo candado, y la verdad, es que en estos momentos lo que mas necesitaba era uno. Me senté en la cama y me eché a llorar. ¿Que hacía él aqui?- pensé. Me metí en el baño y me di una ducha. Necesitaba refrescar la mente. Cuando salí, bajé al salón. Juan ya no debería de estar ahi. Pero me equivocaba. Ahora estaba hablando con mi madre, mientras veían un álbum de fotos. Me empecé a poner nervioso. Por un momento pensé que podían ser las fotos que me había hecho después de violarme, y no me iba a quedar ahí parado, quería averiguarlo. Me acerqué a ellos intentando hacer el menor ruido posible. Pero el suelo es de madera, y al menor movimiento que hacer, cruje. Quise salir de allí pero no tuve tiempo. Mi madre y Juan ya se habían dado la vuelta, y me habían visto.
– ¿Querías algo, cariño?-
– No mamá…iba a la cocina a por un vaso de agua, cuando he visto que estábais aqui, mirando unas fotos…y…¿de que son esas fotos? – no me resistí a preguntar.
– De tu padre, cielo. De cuando iba al instituto.
Juan se dio cuenta de que estaba pensando que eran las que me sacó en el tren, y no pudo evitar reírse. Mi madre lo miró y él paró. Me acerqué a ellos. Estuvimos viendo las fotos y echándonos unas risas. Todo iba bien, hasta que noté una mano en mi espalda. Empezó a bajar lentamente hasta mi trasero. Me lo estuvo acariciando, y apretando de vez en cuando. Yo con gran disimulo, para que mi madre no se diera cuenta, le daba pequeños golpes, en señal de que se apartara y me dejara en paz. Le dije a mi madre que debía irme, y me marché. Recordé que en una hora, había quedado con mi mejor amigo Rodrigo, para los amigos Rodri. Era mi amigo de la infancia, y con la persona que más confianza tenía. Se me había pasado muchas veces por la cabeza contarle lo de Juan. Sabía que él no se lo diría a mi madre, y que me ayudaría y me entendería. Lo necesitaba, y mucho, quería dejar de sufrir en silencio. Subí a mi habitación. Me puse el bañador, cogí la toalla, y me fui. Cuando llegué a su casa, lo primero que hicimos fue darnos un chapuzón. Estuvimos jugando unas 2 horas en el agua. También merendamos, y jugamos a la «playstation». Me lo pasé genial. Miré el reloj y ya eran las 7 de la tarde, y debía estar en casa a las ocho y media. Solo tenía algo más de una hora para contarle mi secreto. Era ahora, o nunca.
-Rodri, me lo he pasado muy bien, pero, me gustaría contarte una cosa…
– Tranquilo tío, cuéntame lo que quieras- me sonrió
– Verás…es un secreto, y no se lo puedes decir a nadie. Resulta que el otro día, el día en que volvía de vacaciones, cuando volvía en el tren con mi hermano, un hombre…abuso de mí. Y ahora, no se como, está en mi casa, y parece ser que es amigo de mis padres. Pero yo quiero que se vaya, me ha hecho mucho daño y…- comencé a llorar
– Mario…es horrible lo que te ha pasado, ¿cómo no me lo has dicho antes? Sabes que mi padre es abogado, y te puede ayudar. Pero por favor, no estés así, tú no te mereces esto.- me dio un abrazo.
-Gracias, era lo que necesitaba. Pero no quiero que lo sepa nadie. Tengo mucho miedo de lo que pueda pasar, de como reaccionen mis padres.
-Como quieras, tío. Pero por favor, no estés así ¿vale?- me volvió a abrazar.
-Lo intentaré. Muchas gracias por todo. Pero ahora, he de irme. Ya nos veremos, y te seguiré contando.
-Adiós Mario.
Antes de irme, me tiré a la piscina. Tenía la cara roja de haber llorado y pensé que así se me bajaría la rojez. De camino a casa, me encontraba mucho mejor. El habérselo dicho a alguien y que me haya entendido, me hacia sentir muy bien, y el abrazo que me dio, fue lo mejor, me hacía muchísima falta. Cuando llegué a casa, estaba todo mojado. Mi madre, primero me preguntó que tal me lo había pasado, y después, me dijo que me cambiara y pusiera la toalla a tender. Al atravesar el pasillo, no pude evitar pararme.
Juan todavía sigue aqui, ¿no se va a ir nunca, o que? – pensaba con rabia.
Subía a mi habitación, no sin antes pasar por la de mi hermano a darle un fuerte abrazo, ya que no lo había visto en todo el día.
Salí al balcón y tendí la toalla, estaba empapada. Después saqué el pijama de debajo de la almohada, y unos calzoncillos del cajón. Me desnudé, puse a tender el bañador y, a continuación, me puse el pijama. Ya era la hora de cenar, por lo que bajé a poner la mesa. Entonces, mi madre me dio la peor noticia que me podía dar.
-Juan se va a quedar unos días en casa, de vacaciones, ¿no te importará no?
-Claro que no, por mí que se quede.
-Se alojará en el cuarto de invitados.
-¿En cuál de los dos?
-En el que está al lado de tu habitación
-A vale, guay…
-No te veo muy contento, ¿te pasa algo, cariño?
-No nada mamá. Solo estoy cansado. Me voy a dormir.
-Pero cielo, si todavía no hemos cenado
-Lo sé, pero no tengo hambre.
-Vale. Buenas noches cariño, duerme bien.- me dio un beso en la mejilla y se fue a la cocina.
Subí las escaleras, entre en mi habitación, y me metí en el baño. Me tumbé en un rincón, encogí las piernas, y empecé a llorar.
-Basta- me decía a mi mismo- no lo soporto.
Estuve allí como una hora. Ya eran las doce. Salí del baño como pude y me metí en la cama, me estaba dando un ataque de ansiedad y no podía estarme quieto. Pero sobre la una, conseguí dormirme.
Eran las cuatro de la madrugada, cuando me desperté sobresaltado. Pensé que era una pesadilla, y me tranquilicé. Noté una mano detrás de mi, y enseguida me di cuenta de lo que pasaba. Juan estaba en mi cama. Estaba detrás de mi. Restregándome su paquete por mi trasero. Yo lo aparté de un golpe. Salí corriendo de la cama y me quedé de pie, apoyado en la pared. Él, un poco aturdido, se levantó, y vino hacia mi.
-No por favor, no… – le decía.
-Tranquilo precioso. No te voy a hacer daño, solo déjame que te toque, solo un poquito.
-¡NO! Vete
Cada vez que Juan se acercaba más a mi, yo daba un paso atrás. Había un peluche en el suelo. Tropecé y me caí. Juan aprovechó su oportunidad y se tiró encima mío.
-No, quítate de ahí, vete, déjame en paz.
– shhhh…no grites, no querrás que se despierten tus padres.
– Me da igual. Les pienso contar todo. Lo mala persona que eres, y el daño que me has hecho.
– Como quieras. Tú diles eso, y yo les enseño las fotos.
– ¿Qué fotos? – le pregunté tartamudeando.
– Sí, esas fotos. ¿Quieres que se las enseñe? ¿Te gustaría que te vieran desnudo?
– No.
-Pues entonces, Mario, cierra esa boca, y ábrela solo, cuando yo te diga, ¿lo has entendido?
-Sí.
-Me alegro, eres un muchacho muy listo. Ahora, muévete, y túmbate encima de la cama.
Yo obedecí, no tenía mas remedio. Me había amenazado. Yo obedecí, no tenía mas remedio. Me había amenazado. Me empezó a quitar la ropa. Yo me dejaba. Lo extraño de esta vez es, que él no se la quitó.
-Voy un momento a mi habitación, no te muevas.
Se fue. Me dejó solo, desnudo, tumbado en mi cama. Cuando regresó, vi que tenía la cámara sobre sus manos. Era la misma con la que me hizo las fotos del tren. No se que pretendía hacer con las fotos. Lo que si sé, es que esa cámara era de las caras, las que usan los profesionales que se dedican a la fotografía, y para gastarla haciéndome fotos a mi, algo pretendería. También llevaba unas fotos sobre la mano. Me las enseñó. Eran las del tren. Me entraron ganas de llorar. Eran horribles. Me dijo que me pusiera bocarriba en la cama, y me empezara a tocar. Yo no hice nada. Y el insistió. Yo seguía sin moverme. Por lo que se acercó hacia mi, cogió mi mano derecha, y la puso sobre mi pene. La movió de arriba abajo. Me dijo que eso era lo que quería que hiciera. Yo obedecí. Me empecé a masturbar mientras él me sacaba fotos. Yo normalmente, me masturbaba poco. No era algo que me gustara como a otros adolescentes de mi edad. También me dijo que me tocara el pecho. Después de sacarme un par de fotos. Se desnudó. Y me dijo que me la iba a chupar. Me abrió las piernas, y se la metió en la boca. Me hacía daño. Me estaba clavando los dientes, y no me gustaba nada. Después me lamió el ano. Eso era algo mas agradable, pero no duró mucho. Me puso bocabajo y me penetró. Me dolía, aunque lo hacía con bastante suavidad. Sabía que me había lastimado aquel día en el tren, había sangrado, y no quería que eso volviera a pasar. Luego se tumbó y me dijo que yo me pusiera encima. Me dijo que se la cogiera y me la metiera. Y que después me moviera de arriba abajo. Yo lo hice. Me caían algunas lágrimas por la mejilla. Tenía miedo, sentía verguenza, asco, rabia…todo. Me agarraba de la cintura para que pudiera moverme mejor. Al cabo de un rato, se corrió, y lo hizo dentro de mi. Después, me limpió, me vistió y me metió en la cama. Me dijo que mañana me tenía preparada una sorpresa, pero que si decía algo, no habría sorpresa. Me echó la manta por encima, me dio un morreo, me repitió lo mucho que me amaba, y se fue a su habitación. En cuanto salió por la puerta, yo salí de la cama. Otra vez estaba llorando. Ya estaba harto de llorar, de sufrir, ya me empezaba a superar todo. Me quité la ropa y me metí en el baño. Me tumbé en el suelo, y me coloqué en postura fetal. Me quedé dormido. Por la mañana, entró mi hermano a mi habitación. Me iba a decir que ya estaba el desayuno y que bajara, pero cuando vio que no estaba allí se asustó un poco. Entró en el baño y me encontró así. Se acercó despacio,se agachó y me susurró al oído. Yo me desperté. Me preguntó por que estaba allí, desnudo. Le dije que Juan me había vuelto a violar. Mi hermano se puso a llorar. Yo le pregunté que era lo que le pasaba.
-No soporto que te haga eso, tiene que parar, te está haciendo mucho daño.
-Lo sé, pero no podemos hacer nada- Le di un gran abrazo y me eché a llorar.
Cuando dejamos de llorar, bajamos a la cocina a desayunar. Mi madre nos echó la bronca. Nos dijo que el desayuno ya se nos había quedado frío.
-Lo siento mamá.
– Bueno, os perdono, pero que no se vuelva a repetir. ¡Ah! se me olvidaba. Esta noche viene toda la familia a cenar, es el cumpleaños de vuestro abuelo, y quiero que le escribáis algo bonito. También podríais llamarlo ahora, para felicitarlo.
-Vale, ahora lo llamamos mamá.
Le dije a mi hermano que lo llamara y le felicitara, que después iba a ir yo.
-Una cosa mamá, ¿Juan se va a quedar? – le pregunté. Esa era mi mayor preocupación.
-¡Claro que si!, ¿que pregunta es esa?, es mi primo
– ¿¡Que!? ¿Cómo que es tu primo, mamá?
– Si cielo. Lamento no habértelo dicho antes, pero esa es la verdad.
Ahora si que habían acabado conmigo. Juan era el primo de mi madre. Ya decía yo que tenía mucha confianza con la familia.
-Teníais que habérmelo dicho antes.
-Lo siento. Pensaba que ya lo sabías.
-No, no tenía ni idea.
-Bueno cariño, tampoco es para que te pongas así.
-Lo siento mamá, es que estoy un poco cansado, mejor me voy a mi cuarto.
Cuando me dirigía a subir las escaleras me crucé con mi hermano.
– ¡Mario, mario! ya he felicitado al abuelo, te toca a ti.- me dijo, mientras me pasaba el teléfono.
-Hola abuelo, muchas felicidades. ¿cuántos cumples? – le pregunté mientras esbozaba una sonrisa.
-Hay hijo, muchos años, prefiero no acordarme.
-Como quieras abuelo. Te espero esta noche en casa. Un beso. ¡Te quiero mucho!
– Y yo a ti hijo.Ya debes estar muy grande, ¿cuántos años tienes?
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-Que mayor. Tengo ganas de verte. Un beso muy grande a todos. Adiós.
Colgó el teléfono. Yo subí a mi cuarto y me arrodillé, apoyando los codos sobre la cama. Crucé los dedos de mi mano y me puse a rezar.
Deseé que hoy fuera un gran día, que mi abuelo lo disfrutara. También le pedí a Dios que por favor no me hicieran más daño que ya había sufrido mucho, que estaba a punto de explotar. Que yo no merecía esto. No merecía llorar todas las noches en silencio sin consuelo, sin nadie que me ayudara, no lo merecía. Cuando me di la vuelta, vi a mi hermano. Había escuchado todo lo que había dicho, Yo me acerqué a él y le dije que no se asustara, que era bueno contárselo a Dios, que el sería el único que me podría ayudar. Mi hermano lo comprendió, o eso me parecía a mi. Se fue.
Cuando llegó la noche empezó a llegar gente a casa. Yo me estaba vistiendo. Una corbata, una camisa blanca…elegante. Bajé al salón y me dispuse a saludar a todos. Cuando vi a mi abuelo, grité, y le di un abrazo muy fuerte. Él me lo devolvió y se rió. No quería que aquel abrazo acabara nunca.
Nos sentamos todos en la mesa. Entre mi madre, mi hermano, y yo, empezamos a traer la comida. Todo tenía muy buena pinta. Cuando estábamos comiendo, me comenzaron a hacer las típicas preguntas, ¿qué tal te va en el instituto? ¿tienes muchos amigos? ¿os lleváis bien tu hermano y tu? ¿que te gustaría ser de mayor? Yo respondía a todas con gusto. Me lo estaba pasando muy bien. Cuando terminamos de cenar era el turno de mi hermano, y mío. Empecé yo. Estaba algo nervioso pero pronto se me paso. Leí la carta que había escrito. Lo principal que redactaba, era lo mucho que quería a mi abuelo y lo mucho que deseaba que se lo estuviera pasando genial en su gran día. Terminé con un te quiero. Todo sonrieron y me aplaudieron, yo también sonreí. Me senté. Ahora era el turno de mi hermano. Comenzó de una forma parecida a la mía, pero pronto, cambió radicalmente de asunto.
Solo recuerdo una pequeña parte de la carta, y era algo así:
-Ahora, me gustaría hablarles de otra cosa, de mi hermano. Resulta, que cuando volvía de vacaciones, en el tren, de casualidad se encontró a Juan.
Todos miraron a Juan, pero mi hermano continuó con la carta. Yo lo escuchaba atentamente.
Estábamos durmiendo. Pero nos despertó. Me cogió y me colocó en otro asiento. Después desnudó a mi hermano, y se puso encima de él. Mi hermano lloraba y gritaba. Pedía ayuda, pero nadie lo ayudaba.Yo no podía, ¿saben por qué? Por que me habían amenazado de muerte, ¿quién? Juan.
La gente de la sala se empezó a sentir incomoda, pero el que peor lo estaba pasando era yo, ¿o tal vez Juan?. La carta continuaba diciendo:
Después obligó a mi hermano. Le dijo que se la chupara. Después lo puso bocabajo y se la metió. Mi hermano lloraba mucho pero él le tapaba la boca. Hace unos días volvió a pasar lo mismo. Entró en su habitación y lo violó. También le sacó unas fotos. Obligó a mi hermano a masturbarlo. Mi hermano, se tapaba los ojos, pero él , le obligaba a mirar. Mi hermano desde entonces esta destrozado. LLora continuamente, se desnuda, y se acurruca en un rincón. LLora y llora, hace mucho que no duerme. Está destruido, y nadie lo ha ayudado…
Iba a continuar con la carta, cuando yo empezé a llorar y salí corriendo de allí. Todo el mundo esta asombrado, a la vez que perplejo. Mi madre vino detrás de mi. Juan estaba nervioso. Todos lo estaban mirando. Pero mi hermano estaba orgulloso de haberme ayudado a terminar con esta tortura…

¿Tercera parte?