Capítulo 1

Todo en familia I

Mi nombre es Sabrina, tengo 20 años y desde hace uno mantengo relaciones sexuales con mi padrastro y mi madre, o mejor dicho follo con ellos, porque eso es lo que hacemos, follar como animales y la verdad es que nos encanta.

Durante este ultimo año he hecho con ellos multitud de cosas depravadas y perversas y la verdad es que he disfrutado cada segundo.

No me arrepiento de nada y aun me quedan muchas mas cosas que hacer con ellos, aunque aquí lo que os voy a contar es como empezó todo.

Y todo comenzó cuando tenía 17 años que fue cuando mi padre murió.

Mi madre y yo nos hubiésemos quedado solas y desamparadas si no hubiese sido por mi tío Alberto, el hermano de mi padre.

Alberto es un hombre de negocios con gran éxito profesional y él le prometió a mi padre que cuidaría de nosotras.

Y así lo hacia.

Venía muy a menudo a casa, sufragaba nuestros gastos, me compraba regalos.

De hecho era una presencia habitual en nuestra casa, incluso desde antes de la muerte de mi padre, lo que yo atribuía a la penosa enfermedad que acabo con él.

Algunos meses después de la muerte de mi padre me di cuenta de que Alberto no solo se preocupaba de nuestro bienestar.

A menudo desayunaba en casa y vestía la misma ropa que había llevado la noche anterior lo que indicaba que había dormido en casa.

Por otra parte mi madre era muy solicita con él y se comportaba de un modo extraño, lo que me llevó a pensar, acertadamente, que estaban liados.

Esto se hizo evidente cuando empezaron a pasar fuera de casa algunos fines de semana, poniendo para ello las excusas mas peregrinas.

Al principio todo esto no me gustó.

Que mi madre sustituyese a su difunto marido con el hermano de aquel era algo que me enfurecía, y empecé a pensar que mi madre era una zorra por hacer algo así.

Algún tiempo después vi todo aquello desde otro prisma.

Si no fuese por Alberto no hubiésemos podido permitirnos seguir viviendo en aquella inmensa casa con piscina y jardín, ni yo podría seguir yendo a mi colegio privado ni disfrutando de los lujos y caprichos que tenia.

Esto me llevo a pensar que quizás mi madre lo hacia para poder seguir manteniendo nuestro nivel de vida y para que así yo no pasase ningún tipo de privación, así que deje de tener mala opinión de mi madre.

Y como ella parecía contenta y Alberto era muy amable y gentil con ella, no tarde en pensar en que quizás ellos llegarían a formalizar su relación, porque mi tío aun seguía soltero, a pesar de ser un hombre terriblemente atractivo y mi madre, entonces y ahora, es una mujer muy guapa que siempre atrae las miradas de los hombres.

Yo deje de darle importancia a todo aquello y seguí con mi vida normalmente hasta poco después de cumplir dieciocho años.

Después de un comienzo de curso desastroso me vi en la obligación de tener que estudiar mucho mas si quería terminar el curso con buenas notas y no poner en peligro mi sueño de estudiar medicina.

Fue entonces cuando empecé a quedarme levantada hasta tarde para estudiar, solo que la mayoría de las noches no podía estudiar.

La causa de aquello era mi madre y también Alberto, pues cada vez que él se quedaba a pasar la noche había ración de sexo y una ración muy ruidosa, porque mi madre gemía y gritaba como una loca.

Yo por mi parte me hacia la desentendida y actuaba como si no oyese nada pero lo cierto es que no perdía ni un solo sonido.

Aquella situación me molestaba, al principio porque no podía estudiar y después porque empecé a sentir envidia.

Tenia envidia de ellos que disfrutaban tanto en la cama, mientras que yo las pocas veces que había tenido sexo con mi novio, un compañero de clase, había quedado bastante decepcionada, puesto que sin que hubiesen sido malas experiencias tampoco habían sido nada especiales.

Yo había esperado algo parecido a lo que mi madre y mi tío debían estar haciendo, algo que me hiciese perder el control de puro placer, pero no había sido así.

Fantasear con que estarían haciendo se convirtió en algo habitual y esas fantasías junto a los gemidos y gritos provenientes de la habitación de mi madre hacían que me mojase las bragas sin necesidad de tocarme, aunque yo me masturbaba cada vez que me encontraba en aquella situación.

Pasado un tiempo mis fantasías dejaron de consistir en elucubrar acerca de que estarían haciendo mi madre y Alberto, para versar acerca de que me gustaría hacer con Alberto o que me gustaría que él me hiciese.

Empecé a desear que mi tío me follase como hacia con mi madre, pero sabia que eso no era posible, o por lo menos eso pensé entonces.

Terminado el curso, que pese a todo aprobé con excelentes notas, nos fuimos de vacaciones, aunque mi deseo no disminuyó un ápice.

Sin embargo fue de vuelta en casa cuando se produjo el giro definitivo a la situación.

El día posterior a mí 19 cumpleaños volví a casa después de hacer unas compras y vi que no había nadie en casa.

Tras dejar los paquetes en mi habitación baje al salón y enchufé el televisor y el vídeo.

En la pantalla de este ultimo un icono luminoso indicaba que había una cinta dentro.

Como no sabia de que se trataba pulse el botón de reproducción y me senté en el sofá para ver de que se trataba.

Tras unos instantes de interferencias vi una imagen que me dejó clavada en el asiento.

Sobre una gran cama estaba tumbada mi madre ataviada de un modo que nunca había visto.

Calzaba unos zapatos de tacón de aguja de cuero negro y vestía unas medias de rejilla sujetas por un liguero negro de encaje, unas bragas de látex rojo con una abertura central que dejaba a la vista su coño depilado y su culo, un corpiño de cuero negro que dejaba los grandes pechos de mi madre a la vista de modo parcial y por ultimo un collar de perro con tachuelas plateadas.

Podía ver que mi madre estaba muy excitada porque su cara, su respiración y su húmeda entrepierna la delataban.

Ver aquello me calentó al instante y empecé a sentir un cosquilleo en la entrepierna.

Me preguntaba dónde habría sido filmada aquella escena, y entonces se abrió el plano y pude ver que se trataba de la habitación de mi madre.

Ahora podía ver encima de una de las mesitas de noche un surtido juego de consoladores de diversos tamaños y colores.

Una voz que salía de detrás de la cámara y que era inequívocamente la de mi tío le dijo a mi madre:

– Vamos puta, muéstrame tus habilidades.

Mi madre cogió un grueso consolador de brillante color rojo y comenzó a lamerlo hasta dejarlo totalmente cubierto por su saliva.

Entonces se abrió de piernas y poco a poco fue introduciéndolo en su coño.

Mi madre movía el dildo dentro de sí lentamente, disfrutando cada milímetro que introducía o extraía de su vagina.

A medida que movía el instrumento en sus entrañas ella gemía de placer y se estremecía, pues realmente estaba pasando un buen rato.

Entonces entró en escena Alberto que debió dejar la cámara grabando sobre un trípode.

– Esto no es suficiente, puta dijo Alberto a mi madre. Yo te enseñare.

Alberto abrió al máximo las piernas de mi madre y agarró el consolador introduciéndolo con fuerza hasta el fondo, y eso que debía medir unos 25 centímetros de largo.

Mi madre gritaba cada vez que el consolador era introducido hasta el fondo, pero animaba a Alberto a que siguiese.

Tras unos 10 minutos de ese tratamiento Alberto paró un momento y le sacó aquel falo de plástico a mi madre de su dilatada vulva y cogió otros dos vibradores igual de largos, pero más finos.

Alberto introdujo uno de los dildos en el coño de mi madre de modo rápido y hasta llegar hasta el fondo, y después con un poco de dificultad le introdujo el otro también en el coño.

Mi madre aullaba de placer al sentir la pareja de consoladores horadando al unísono su húmeda cueva, y exigía a mi tío que le metiese los consoladores mas adentro y con mas fuerza.

Alberto así lo hacia hasta que se le ocurrió una cosa.

Cogió otro consolador, este a pilas, y lo encendió. Introdujo el vibrador en el coño de mi madre junto a los otros dos dildos y luego volvió a meter y sacar los consoladores no vibrantes.

Mi madre tenia el coño bien abierto y chorreaba flujos sin parar.

Yo estaba muy cachonda, me levanté la falda y me quité las bragas, masturbándome frenéticamente.

Mi vagina destilaba flujos sin parar y tenía los muslos mojados, como también lo estaba el asiento del sillón de cuero donde estaba sentada, mientras que el olor de mi sexo inundaba la habitación.

Yo frotaba con fuerza mi endurecido clítoris mientras que dos de mis dedos exploraban el interior de mi vulva.

Estaba al borde del orgasmo cuando las imágenes en la pantalla cambiaron.

Mi tío sacó los tres consoladores del coño de mi madre dejando ver unas preciosas imágenes del interior de la dilatada vagina.

Luego cogió un consolador de dos extremos y lo humedeció con su saliva.

A continuación escupió en el ojete de mi madre y de un solo golpe hundió uno de los extremos del dildo en el ano de mi madre, la cual gritó ante la súbita invasión rectal que acababa de experimentar.

Sin detenerse, Alberto metió el otro extremo en el coño de mi madre para después empezar a meterlo y sacarlo salvajemente.

Tras unos minutos mi tío paró su frenética percusión de los orificios de mi madre y se quitó los bóxers que hasta ese momento llevaba.

Al hacer eso dejó al descubierto un poderoso miembro, tan grande como el consolador rojo que le había metido al principio a mi madre, y totalmente depilado.

Alberto colocó a mi madre a cuatro patas y sin sacarle el consolador de dos extremos ni del coño ni del culo comenzó a forzar con su polla la entrada del ano de mi madre.

Estaba abriéndose camino en el recto de mi progenitora cuando la imagen desapareció.

Miré detrás de mí y allí estaba Alberto, elegantemente vestido, con su siempre seductor semblante y el mando a distancia del vídeo en la mano.

– Perdona que te moleste, pero había olvidado esa cinta y quería recuperarla dijo como sí tal cosa.

– No dije mientras me levantaba y me ponía delante del vídeo para evitar que cogiese la cinta.

– ¿Cómo? preguntó él con curiosidad.

– Solo dejaré que te lleves la cinta si haces conmigo lo que haces con mi madre respondí yo con decisión.

– Vaya, una interesante propuesta dijo él con una sonrisa demos una vuelta en coche y hablaremos.

Sin parar siquiera a recoger las bragas subimos a su coche, un impresionante Mercedes y salimos de la casa.

Estuvimos bastante tiempo circulando por las calles de la ciudad sin decir ni una palabra, hasta que él me preguntó: – ¿Estas segura de lo que me has dicho?.

– Si lo estoy respondí Estoy dispuesta a todo con tal de hacerlo contigo.

– Eso me parece bien dijo él Pero has de saber una cosa.

– ¿El que?.

– Mis amantes han de hacer todo lo que yo diga y cumplir todas y cada una de mis ordenes. Si no te sometes a mi disciplina no me interesa que seas mi amante. ¿Tú estas dispuesta a ser mi esclava?.

– Si respondí sin dudar.

– Bien. Ya veremos si estas lista.

En ese momento el semáforo que teníamos ante nosotros cambió a rojo y nos detuvimos ocupando el carril central. Junto al coche y en el carril derecho estaba detenido un autobús, desde donde podían verme perfectamente.

Alberto me dijo que me levantase la falda y yo lo hice hasta dejar al descubierto casi la totalidad de mis muslos.

– Así no putita dijo Alberto desaprobadoramente Del todo.

– Me verán desde el autobús repuse yo.

– Obedece y súbetela del todo dijo él con voz severa.

Yo obedecí y deje al descubierto mis piernas y mi coño.

Desde el autobús varios pasajeros me vieron y miraban con ojos atónitos y lujuriosos lo que sucedía.

Yo estaba poniéndome a mil al sentir como aquellas personas me perforaban con su miraba y como me dominaba Alberto.

Este deslizó su mano hasta mi vulva e introdujo un par de dedos en mi interior, los movió un poco dentro de mí y los sacó totalmente húmedos.

– ¿Te gusta, verdad?.

– Si – respondí con voz entrecortada Mucho.

– Entonces estas dispuesta a someterte.

– Si, amo Alberto.

– Esta visto, de tal palo tal astilla – dijo él sonriente Tu madre es tan sumisa como tu. Sería una gran cosa teneros a las dos juntas.

– Todo lo que tu quieras amo, yo lo haré dije yo totalmente dominada por la lujuria.

El semáforo se abrió y nos pusimos en marcha.

De nuevo sin cruzar palabra nos movimos por la ciudad hasta llegar al parking de un supermercado, que a aquellas horas estaba casi desierto.

Alberto aparcó en un lugar apartado y discreto.

– Quítate la falda me ordenó mi tío, cosa que yo obedecí al momento Ahora baja del coche que quiero enseñarte una cosa.

Obedecí y bajé del coche.

Pude notar una suave brisa que corría por mi húmeda entrepierna y mis nalgas.

Mis flujos chorreaban por mis piernas y llegaban hasta mis rodillas, pues estaba caliente como nunca.

Mi parcial desnudez y las ordenes de mi tío me tenían en un estado de enorme calentura.

Una vez junto al maletero Alberto lo abrió y apartó la manta que cubría el gran bulto que lo ocupaba.

Bajo la manta estaba mi madre desnuda y atada con una gruesa cuerda de cáñamo que rodeaba sus pechos y muslos.

Tenía metidos en su coño y culo sendos consoladores a pilas que generaban un zumbido suave y estaba amordazada con un bozal que llevaba un consolador que mantenía a mi madre con la boca abierta y sin poder hablar.

– ¿Has oído a Sabrina, verdad? preguntó a mi madre, que asintió con la cabeza Ella es mayor de edad y está de acuerdo con ser también mi esclava, de modo que no hay problema. Ahora seréis mis esclavas las dos, ¿verdad?.

– Si respondí yo mientras mi madre asentía con la cabeza.

– Estupendo dijo Alberto Ahora entra con tu madre.

Me metí yo también en el maletero junto a mi madre y Alberto cerró la puerta.

Sentir el cuerpo caliente, desnudo y húmedo de mi madre, junto al zumbido de los vibradores que mi madre tenia insertados en sus orificios me producía un torrente inmenso de sensaciones y estaba deseando que me follasen.

De buen grado me hubiese metido un par de dedos para masturbarme, pero Alberto me había esposado las manos a la espalda ante de dejarnos encerradas, de modo que no podía aliviar mi calentura y eso hacia que el tiempo transcurriese muy despacio para mí.

Estaba a punto de ponerme a gritar de desesperación cuando el coche por fin se detuvo y Alberto abrió el maletero.

Me quitó las esposas y me ayudó a salir y luego desató a mi madre lo imprescindible para que saliese del maletero y le quitó el bozal.

Mientras subíamos a la casa desde el garaje Alberto le dijo a mi madre que tenía que contarme toda la historia.

– Alberto y yo llevamos follando juntos desde dos años antes de la muerte de tu padre comenzó a decir mi madre – En aquella época tu padre no podía hacerme el amor por culpa de su enfermedad y como no quería que yo me sacrificase por su impotencia nos propuso a Alberto y a mí que lo hiciésemos. Tras dudar mucho yo acepté debido a la insistencia de tu padre en él lo deseaba así. Lo que yo no sabia era que tu padre tenía una gran afición al sexo extremo que hasta el momento había desahogado fuera de casa.

El nunca trató de hacer conmigo lo que hacia fuera por miedo a que yo le rechazase, pero decidió hacer todo aquello conmigo por medio de Alberto.

Así en presencia de tu padre, Alberto comenzó mi introducción en el sexo extremo y me domó.

Esta es la verdad de toda la historia.

– En realidad esto no termina aquí repuso Alberto Hay que añadir que desde hace algún tiempo queríamos que te unieses a nosotros pero tu madre no sabia como planteártelo, de modo que todo este asunto ha sido para eso.

– No debíais haber esperado tanto dije yo Llevo meses deseando hacerlo con vosotros.

Mi madre se acercó a mí y me besó en los labios.

Yo abrí la boca y con mi lengua busqué la suya que pronto encontré.

Nuestras húmedas y calientes lenguas se entrelazaron y la calidez del encuentro nos estremeció de placer.

Sentía como las manos de mi madre me libraban de la blusa y el sujetador y después pasaban a acariciar mis pechos y a pellizcar mis erectos y endurecidos pezones.

A la vez las fuertes manos de Alberto masajeaban mis nalgas y exploraban mi orificio anal.

– ¿Tu culo aun es virgen? preguntó él con alborozo a lo que yo asentí.

Subimos a la casa y fuimos directamente a la habitación que había sido el despacho de mi padre.

Desde su muerte yo nunca había entrado allí, en parte por los recuerdos y en parte porque la puerta siempre estaba cerrada con llave, aunque yo había supuesto que todo estaría como él lo dejó a su muerte.

Al abrir Alberto la puerta mi sorpresa fue mayúscula, pues aquella habitación parecía el escenario de una fantasía, erótica por supuesto.

Las paredes estaban cubiertas de espejos y del techo pendían colgaduras de seda roja y negra además de unas cadenas con grilletes, en medio de la habitación había una amplia cama y a los pies de esta una televisión de pantalla gigante conectada a un vídeo, para el que había una inmensa colección de filmes porno de todas clases.

Allí dentro también había un estante lleno de consoladores, vibradores, bolas chinas, grilletes, cuerdas, cadenas, velas y un lago etcétera de juguetes sexuales, un armario lleno e vestiduras de cuero y látex, un sillón de ginecólogo y un potro para juegos sadomasoquistas.

Aquel lugar era un sueño hecho realidad y yo iba a disfrutarlo.

Alberto se desnudó a toda velocidad y me hizo sentarme en el sillón de ginecólogo.

Mi madre me colocó las piernas en los estribos del asiento y luego ayudó a Alberto a sujetarme las piernas, le cuerpo y los brazos con correas.

Una vez inmovilizada y con las piernas bien abiertas Alberto cogió del estante dos cosas, una navaja de barbero y un bote de espuma de afeitar.

Llenó su mano de espuma y me untó todo el vello púbico con ella para después afeitarme con mucho cuidado el coño hasta que estuvo totalmente carente de vello. Me gustaba lo que me había hecho y a ellos también porque en sus caras había una notoria mirada de satisfacción.

Entonces me soltaron, me pusieron el mismo modelito que llevaba mi madre en el video que había visto hace un rato y me condujeron a la cama.

Mi madre y yo nos subimos al lecho y Alberto se plantó delante de nosotras con su pollón enhiesto.

Las dos empezamos a lamer de arriba a bajo, sin olvidar un solo milímetro de aquella barra de carne al rojo.

Chupábamos su glande dejando brotar de nuestra boca chorros de saliva, introducíamos la lengua en los pliegues de su prepucio y nos metíamos en la boca sus endurecidos cojones.

Todo su falo relucía gracias a nuestra saliva.

Entonces Alberto me dijo que tenía que tragármela toda, lo que a mí me parecía imposible, pero estaba dispuesta a intentarlo.

Comencé a introducir aquel gran mástil en mi boca, pero cuando llevaba poco mas de la mitad no pude mas y me retiré de golpe. Alberto se quedó muy contrariado y le dijo a mi madre que me ayudase.

Yo volví a metérmela y mi madre me fue empujando suavemente la cabeza para que me la tragase toda, pero no pude enfundármela entera y volví a retroceder. Alberto se cabreó y dijo que tenía que hacerlo de nuevo, lo que yo no quería hacer, y le dijo a mi madre que si yo no lo hacia nos castigaría a las dos.

Entonces mi madre me abrió la boca metiéndome tres dedos de cada mano a ambos lados de la boca, de una forma que me recordó los aparejos que se ponen a los caballos.

Una vez con la boca abierta Alberto me agarró la cabeza y poco a poco fue metiendo su cipote en mi boca.

Estaba a mitad de la introducción cuando yo ya no podía mas, quería sacarme esa polla de la boca, pero ni podía retroceder ni cerrar la boca, de modo que aquel gran nabo continuó avanzando hasta que todo él estuvo dentro y pude notar el glande en la garganta.

Yo tenía arcada y apenas podía respirar pero Alberto no retrocedía ni un milímetro y tanto él como mi madre me impedían mover la cabeza.

Cuando por fin Alberto empezó a retirarse y pude recuperar el aliento creí que aquello ya había terminado, pero me equivocaba porque aprovechando que mi madre me mantenía la boca abierta mi tío empezó a moverse como si fuese mi coño lo que follaba.

A cada acometida que me daba su glande llegaba a mi garganta y lo hacia con un frenético ritmo que apenas me dejaba respirar.

Tras unos angustiosos minutos Alberto terminó corriéndose en las profundidades de mi boca, por lo que me trague íntegramente su semen pero sin poder paladearlo y aunque la experiencia había sido angustiosa tengo que reconocer que me gustó.

Después de que Alberto me follase la boca este no había perdido ni un ápice de dureza en su verga, que seguía dispuesta a dar guerra.

Alberto tumbó bocabajo a mi madre, haciendo que separase las piernas y después hizo que yo me tumbase sobre mi madre, pero boca arriba, con mi culo reposando sobre la espalda de mi madre y con las piernas bien abiertas también.

Entonces él se colocó entre mis piernas y poco a poco introdujo su lanza en mi vagina. La costaba hacerse sitio en mi interior pues mi grieta no estaba acostumbrada a tales medidas, aunque en un par de minutos Alberto pudo entrar y salir a sus anchas de mi coño.

Entonces empezó a cabalgarme, primero con suavidad y dulzura, después apretando el ritmo y con dureza, mientras que con una mano me apretaba los pechos, me pellizcaba los pezones o me daba cachetes en los muslos.

Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, él paró y me la sacó, metiéndosela entonces a mi madre pero en el culo.

A mi madre también la cabalgó con el mismo ritmo, hasta que en un momento determinado paró de nuevo y me la metió otra vez a mí.

Estuvo alternando mi coño con el culo de mi madre durante mas de media hora, sin correrse ni flaquear ni un momento hasta que terminó lanzando una impresionante descarga seminal en mi interior.

El semen rebosaba en mi vagina y se deslizaba por mis muslos.

Mi madre se quitó de debajo de mí y empezó a lamer mi empapado coño, bebiendo directamente de mi vagina la copiosa corrida de Alberto.

Los lengüetazos de mi madre hicieron que me corriese de nuevo y a la corrida de Alberto añadí una segunda descarga de flujos vaginales que mi madre tragó gustosa.

Alberto aun tenía en pie de guerra su cipote, pero ahora no parecía estar interesado en penetrarnos.

Hizo que mi madre dejase de lamerme y la sentó en el sillón de ginecólogo y la ató a él.

Entonces cogió una fusta y le azotó los pechos, la barriga y los muslos.

El aire restallaba con cada golpe, pero mi madre tan solo gemía de placer.

Cada vez estaba más caliente y aunque tenía los pechos y los muslos muy rojos no se quejaba en absoluto, al revés estaba encadenando orgasmos sin parar y podía ver como su coño rezumaba sus flujos orgásmicos, los cuales caían sobre el sillón y luego al suelo.

Entonces Alberto paró y se acercó a mí diciéndome que le metiese un dedo a mi madre en el coño.

Al dudar un instante mi tío descargó un fustazo en mi trasero y yo me apresure a cumplir su orden.

El interior de la vagina de mi madre estaba caliente y muy húmedo y me costaba mover el dedo en su interior, lo cual me extrañaba porque había visto que podía recibir en él tres consoladores a la vez. Alberto me dio un nuevo fustazo, esta vez en la espalda, y me dijo que metiese otro dedo, lo que yo hice al momento. El segundo dedo también entró sin problemas aunque luego seguía sin poder moverlos con facilidad.

Alberto me dijo que metiese otro dedo y antes de que llegase a azotarme yo lo había hecho, y luego que introdujese un cuarto dedo.

Entonces entendí que mi madre estaba contrayendo a voluntad los músculos de su coño, por eso metía los dedos fácilmente pero me costaba luego moverlos dentro.

En ese momento Alberto me dijo que le metiese toda la mano.

Yo me gire mirándole perpleja y él me azotó los pechos, y como seguía sin obedecer también me azotó el culo.

El castigo empezaba a gustarme pero decidí cumplir sus ordenes no fuese a pasar a mayores.

Hundí toda mi mano en el sexo de mi madre hasta introducirla por completo llegando hasta la muñeca.

Mi madre me gritaba extasiada diciéndome que moviese la mano con fuerza y yo así lo hice, moviendo mi mano adelante y atrás con ganas.

Mi tío dijo que aumentase mas el ritmo y así lo hice, moviendo mi mano tan rápido como podía hasta que empezó a dolerme el brazo y empecé a disminuir la velocidad con que mi puño follaba a mi madre.

Mi tío me volvió a azotar para que aumentase el ritmo pero yo no podía mas y entonces él me dijo que cambiase de mano.

Fui a sacar mi mano derecha del interior de mi madre pero mi tío me dio un nuevo fustazo, esta vez en la parte interior de los muslos y me dijo que debía hacerlo sin dejar vacía la vagina de mi madre.

Yo estaba confusa porque lo que me pedía suponía que metiese la mano izquierda mientras la derecha seguía dentro.

Mire a mi madre y esta asintió con una mirada de lujuria y deseo que eliminó cualquier duda.

Comencé a meter mi mano izquierda poco a poco, notando como el coño de mi madre se dilataba ante la invasión y bañaba en flujos mi otra mano.

No tardé demasiado en tener las dos manos dentro y entonces lentamente comencé a retirar la mano derecha hasta sacarla totalmente húmeda de la caliente gruta de mi madre.

Con la mano izquierda volví a ofrecerle el tratamiento de movimientos rápidos que ya le había dado con la derecha, hasta que también se me cansó aquel brazo.

Repetí la jugada solo que esta vez fue la mano izquierda la que saqué y la derecha la que metí y de nuevo comencé a percutirle el coño de modo frenético con mi mano.

Había vuelto a meter mi mano izquierda y tenía las dos manos dentro del coño súper abierto de mi progenitora cuando decidí no sacar la mano derecha y en cambio comencé a mover las dos manos dentro de su coño, cada vez mas rápidamente y con mas fuerza, animada por los gritos de mi madre y de Alberto que había estaba masturbándose desde que comencé a follar a mi madre con las manos.

De repente Alberto me hizo parar y yo saqué las manos del interior de mi madre. Ella estaba agotada por los orgasmos encadenados gracias a mis maniobras y se quedó a un lado. Alberto se puso delante de mí, con su culo a la altura de mi cara y se abrió las nalgas diciendo que tenía que lamerle el culo.

Yo estaba lanzada y sin pensarlo dos veces empecé a lamer su culo todo alrededor y luego pasé a profundizar con mi lengua en el interior del recto de mi tío, lubricándolo generosamente con mi saliva.

Cuando tenía el culo realmente húmedo me hizo parar y me tumbó boca abajo sobre mi madre, quedando nuestras caras frente a frente mientras que nuestros pechos se tocaban. Nos puso los brazos en cruz y nos ató la una a la otra y lo mismo hizo con nuestras piernas tras habérnoslas abierto al máximo.

Luego cogió un par de consoladores de dos cabezas del estante y uno de ellos nos lo metió en nuestros coños poniéndolo a la máxima potencia de vibración y haciendo que nos corriésemos de gusto.

El otro lo dejó de momento a un lado y se colocó tras de mí.

Estaba besando a mi madre en la boca, jugueteando con su lengua cuando sentí que las fuertes manos de mi tío abrían sin contemplaciones mis nalgas y un instante después su enorme cipote se abría camino, arrasando mi esfínter.

Quería gritar pero mi madre me había metido la lengua casi hasta la garganta y no podía, aunque varias lagrimas brotaron de mis ojos. Alberto seguía avanzando por mi culo virgen y sin lubricar haciéndome daño, pero aunque dolía yo no quería que parase, al contrario quería que me destrozase y llegase hasta lo mas profundo de mi ano.

Una vez estuvo toda dentro esperó unos minutos antes de empezar a bombearme el trasero con fuerza.

Durante ese lapso de tiempo cogió el otro vibrador e hizo algo que me dejo alucinada.

Uno de los extremos lo introdujo en el ano de mi madre y el otro se lo metió él en su propio recto sin ninguna dificultad y eso que era tan gordo como su propia polla. Ahora las aberturas vaginales y anales de los tres estaban ocupadas.

Alberto me follaba el culo con fuerza y brío, lo cual al principio le costaba trabajo y a mí me dolía, pero poco después me acostumbre y mi ano se relajó, lo cual unido a la sangre de la pequeña hemorragia que su penetración en seco me había causado y que lubricaba mi recto hicieron que la experiencia fuese increíblemente placentera.

Estas doblemente penetrada me causaba increíbles oleadas de placer, disfrute que compartía con mi madre, a la cual seguía besando con pasión. Aquella experiencia desbordaba todas mis expectativas.

La mezcla de dolor, sumisión y placer habían logrado que alcanzase unos orgasmos increíbles, por lo que ahora comprendía los gemidos y gritos de placer de mi madre que había escuchado tantas noches.

Alberto terminó de partirme el culo eyaculando en mi interior. Fue una autentica riada que desbordaba mi ano y se deslizaba por mis muslos hacia mi coño. Mi madre volvió a lamer aquel preciado néctar y luego lo compartió conmigo y con Alberto, terminando así la sesión por aquel día.

Un par de semanas después Alberto y mi madre se casaron y los tres nos fuimos de luna de miel.

Nos fuimos de viaje a Cuba para disfrutar del sol caribeño y de la amplia oferta sexual allí existente. Y el sexo empezó nada mas llegar al hotel.

Mi ahora padrastro le dijo al botones, un chico de 18 años, que yo sería quien le daría la propina.

Yo le dije a Alberto que no tenía dinero, pero él me respondió que eso no importaba porque la propina se la daría haciéndole una mamada al chico. Yo le dije que ni hablar y entonces me dijo, mientras me pellizcaba los pezones, que estaba siendo una mala esclava y que si seguía por ese camino tendría que castigarme con dureza. Entonces yo obedecí.

Salí al pasillo donde todavía estaba esperando el botones y sin perder un minuto le abrí la bragueta al chico.

Él estaba alucinado y no fue capaz de reaccionar. Yo me puse de rodillas delante que aquella preciosa polla de color ébano y me la metí entera en la boca.

Mi madre y Alberto veían desde dentro de la habitación como yo chupaba al botones, masturbándose mutuamente.

El chico, que resultó que era virgen, no aguantó mucho mis chupetones y se corrió en mi boca de modo monumental. Me inundó toda la garganta con un torrente de semen dulzón que me tragué entero. El chico casi se cae del placer obtenido y la consecuente eyaculación, y se marchó con una sonrisa en la boca.

Al día siguiente empezó realmente lo bueno. Contratamos a un guía llamado Héctor, un tipo negro de 27 años que medía casi dos metros y era realmente musculoso.

Era un chico muy educado y culto que nos estuvo enseñando todos los monumentos de La Habana y sus alrededores con mucha paciencia, a pesar de las distracciones que tanto mi madre como yo le ofrecíamos, debidas a la ropa que Alberto nos obligaba a vestir.

Yo llevaba un vestido de tenista con una falda cortísima bajo la cual no llevaba ropa interior de modo que cada vez que hacia un poco de aire, subía un escalón o daba un paso acelerado enseñaba a todos los que mirasen tanto mi culo como mi coñito depilado, mientras que mi madre llevaba una blusa muy escotada y ceñida de color blanco que remarcaban de modo superlativo sus tetas y sus erectos pezones, y una falda un poco mas larga que la mía, pero con mas vuelo por lo que se levantaba con gran facilidad, y que dejaba ver como el coño de mi progenitora llevaba insertado un consolador de color rojo brillante.

Fue mucha la gente que nos miraba alucinada pero nadie nos dijo nada, ni siquiera una pareja de la policía que nos encontramos por el camino y ante la cual mi madre enseño nítidamente su abierta y húmeda vulva gracias a una ráfaga de aire que le levantó la faldita. Ir vestidas así todo el día nos ponía muy cachondas simplemente por la expectación que causábamos y tras un rato apenas podía disimular que me brillaban los muslos debido a la humedad que mi coño destilaba y se deslizaba por ellos. Por todo esto es evidente que Héctor tenía que concentrarse mucho para hacer bien su trabajo de guía turístico y no quedarse pasmado viendo como nos exhibíamos.

Al despedirnos en el hotel al final de la jornada podíamos notar que Héctor estaba deseando decirnos algo después del espectáculo al que había asistido, pero no se atrevió y quedamos para el día siguiente.

Una vez mi madre, mi padrastro y yo estuvimos en la habitación, follamos como locos hasta que caímos rendidos.

Al día siguiente repetimos el show para sorpresa de Héctor y también un tercer día.

Aquel día tenía ordenes de mis padres de averiguar si Héctor podría ser un buen compañero de cama para los tres y si sería posible que trajese a mas participantes a nuestro juego, y eso hice.

Al finalizar el almuerzo, al que todos los días invitábamos a nuestro guía, este se disculpó un momento y fue al servicio.

Ese era el momento que los tres estábamos esperando.

Un momento después de irse él, yo me levanté de la mesa y me dirigí al baño. Una vez allí me metí en el servicio de caballeros sin que nadie me viese.

Una vez dentro me agache para ver que en los cubículos de los servicios solo estaba Héctor y no parecía estar orinando.

Abrí de golpe la puerta de su retrete y me encontré a Héctor sentado en la taza masturbándose frenéticamente.

Él se quedó de piedra y yo también porque resultaba que la polla de nuestro acompañante era sencillamente descomunal, nada mas y nada menos que un pedazo de carne y músculo que medía 30 centímetros de largo y 7 de grosor.

Me quite mi escasa ropa y me lancé ávida sobre ella y empecé a chupar aquel mástil mientras Héctor se ponía en pie.

Yo trataba de tragármela entera y lo hice gracias al entrenamiento que me había proporcionado mi padrastro.

Héctor estaba encantado con mi mamada y gemía mientras me pedía que siguiese chupando.

Aprovechando que Héctor estaba totalmente absorto con mi mamada deslicé mis manos hacia su musculoso culo.

Separe las nalgas de Héctor y empecé a juguetear con su ano acariciándolo con mis dedos.

De golpe introduje un dedo dentro de su recto y él lo recibió sin ningún rechazo, de hecho me pidió que metiese mas.

Yo así lo hice y le metí otro dos mas que comencé a mover con ganas. Héctor me agarró la cabeza por las orejas y me comenzó a follar la boca.

Su polla me llegaba a la garganta y me impedía respirar de lo gorda que era pero yo estaba en la gloria con aquel espolón en mi boca y tres dedos en el culo de piedra de nuestro guía negro. Noté que se iba a correr y entonces extraje parcialmente aquel cipote de mi boca, lo suficiente para que su glande reposase entre mis dientes, momento en el que estalló.

Fue una corrida realmente de antología, aquel nabo negro derramó una cantidad ingente de un semen muy blanco y tan espeso como la miel, que yo trataba de tragar con afán, pero era tanta la cantidad que casi me ahogo tragando tanta lefa y no pude mas que dejar escapar una buena cantidad que se derramo sobre mis tetas. Héctor me puso en pie y me lamió los pechos comiéndose esa parte de la corrida.

Yo estaba encantada y ahora que sabia que Héctor era un tipo perverso como nosotros podía proponerle lo que estábamos deseando.

– Por lo que veo eres un tipo muy abierto, como tu culo dije yo Quizás te interese una propuesta que quiero hacerte.

– Si que lo soy. En sexo no hay nada que no este dispuesto a hacer y probablemente que no haya hecho ya – dijo Héctor muy ufano.

– Bien porque a mis padres y a mí nos gustaría ir mañana a algún sitio apartado donde pudiésemos tomar el sol desnudos y follar todos juntos.

– ¿Hablas en serio? – preguntó el negro sorprendido.

– Totalmente – respondí yo – ¿Acaso no te interesa?.

– Si que me interesa, me encantaría hacerlo con vosotras.

– No te olvides de mi padre – le dije yo.

– Claro que no – repuso él – Hacerlo con el también me gustaría.

– Genial – dije yo sumamente contenta y añadí – ¿Podrías traer a alguien mas que este dispuesto o dispuesta a pasar un buen rato?.

– Si – respondió él tras unos instantes de meditación – Iré con un par de personas que también son amigas del buen sexo.

– Estupendo – exclame yo – Estoy deseando que llegue mañana.

En ese momento la puerta del servicio empezó a abrirse y nos quedamos muy callados dentro del retrete.

Mi padrastro abrió la puerta y nos encontró tal y como habíamos terminado la mamada, yo desnuda y llena de semen y Héctor con los pantalones por los tobillos y su pollón aun goteando semen.

– Vaya, vaya – dijo Alberto con una sonrisa y dirigiéndose a mi me preguntó – ¿Habéis hablado de eso?.

– Si – respondí yo – Todo esta hablado, así que mañana lo pasaremos muy bien.

– Bien – dijo Alberto Ahora tendríamos que irnos, pero tu Victoria no puedes salir así, primero habrá que limpiarte un poco. Ponte de rodillas.

Yo ya sabia que era lo que iba a hacer y lo estaba deseando.

Las primeras veces que me lo había hecho no me había gustado nada, pero ahora me encantaba así que no dude dos veces en arrodillarme ante Alberto.

Este se abrió la bragueta y sacó su polla morcillona. Apuntó su pene a mi boca abierta y comenzó a mear introduciendo su liquido caliente y salado en ella.

Yo me tragaba gran parte de ese cava humano pero era mucha la cantidad y parte de la meada se deslizaba por mi cuerpo.

Héctor estaba alucinado pero pronto se recuperó, sobre todo tras las palabras de Alberto:

– Vamos Héctor desahógate tu también sobre ella pues esto le encanta.

Héctor no lo dudó y también comenzó a mearme encima.

Era tal la cantidad de meada que me regaba que estaba totalmente empapada por la lluvia dorada de los dos machos.

Por mas que trataba de beberme la mayor parte del néctar que me ofrecían no podía tragar mas que una pequeña cantidad del dorado liquido.

Una vez terminaron de mearme Alberto salió y Héctor tras vestirse hizo lo mismo. Yo espere unos minutos hasta que el calor de la tarde secó mi cuerpo.

Entonces me vestí y desprendiendo un intenso aroma a meada salí fuera donde ya me esperaban mis padres y Héctor.

Ellos ya habían terminado de hacer los últimos arreglos y entonces el negro se despidió hasta el día siguiente tras lo cual volvimos al hotel.

Aquella noche fue la primera desde nuestra llegada a la isla que no follamos, evidentemente para guardar fuerzas para el día siguiente.

Continuará…

Continúa la serie