Capítulo 2

Capítulos de la serie:

(Muy recomendable leer antes la primera parte)

Despertó tres días después, a mediodía, en su cama, en su casa, sola. No recordaba cómo había llegado hasta ahí. Despertó con dolores por todo el cuerpo, se asustó mucho y se dio cuenta que esa experiencia le iba a marcar toda su vida. Y vaya si lo iba a hacer.

Con gran esfuerzo se sentó en la cama y empezó una especie de “control de daños” que le iba aterrorizando. Estaba desnuda y lo primero que notó fue un dolor inmenso en el culo, en la nalga derecha, que le impidió apoyarla apenas. Más le asustó que de sus pezones colgaban dos candados, no muy grandes, que hacían las veces de piercings.

Seguro que no tenía la llave. El dolor del culo le impedía que le dolieran. Notaba la boca seca, pastosa, y más dolor en las mandíbulas, pero eso se imaginaba de dónde venía. Vio también varios moratones por todo el cuerpo, especialmente las tetas, que estaban totalmente moradas y las muñecas magulladas. Nada serio.

Casi arrastrándose y dando tumbos, fue hasta el baño. Ahí le esperaban otras sorpresas: de su nariz colgaba otro aro, corto pero muy grueso y en su cabeza no había ni un pelo ¡le había rapado su melena! Ya estaba aterrorizada.

Pero cuando miró más abajo vio como en su coño había media docena más de piercings (tres en cada labio) que estaban unidos entre sí por candados y que le cerraban el coño totalmente.

Buscó su móvil para hacerse fotos al culo y ver qué era ese dolor que sentía. Se hizo varias fotos y tuvo que respirar hondo para poder verlas.

Y al verlas, casi se desmaya: en su culo estaba grabado, parecía que a fuego o con un tatuaje basto la palabra “Esclava”. “Mierda, mierda, mierda, ¿Qué coño he dejado que me hicieran?” Pensaba una y otra vez. La última pequeña sorpresa fue ver que llevaba un plug en el culo. Eso no le sorprendió.

La ducha fue un suplicio. Sacarse el plug (que era enorme), limpiar bien los piercings, ponerse protección en el culo… para cuando terminó, se encontró un poco mejor, pero no sabía qué hacer. Comió algo, bebió y se armó de valor para abrir su móvil y ver que tenía un vídeo grabado. Solo uno. En el vídeo se veía su culo. Parecía atada encima de una mesa, desnuda. Una voz que no reconocía empezó a decir “Mira perra, para cuando te despiertes y veas esto, te vamos a dejar un regalito.

Nos molas mucho y estamos disfrutando de este finde, pero queremos más. Y no queremos pagar más al capullo que nos ha cobrado por ti, así que vamos a dejar las cosas claras. A partir de ahora eres nuestra. Nosotros vamos a decidir cómo, cuándo y qué hacer contigo. Y para que te quede claro, vamos a marcarte como te mereces” El móvil enfocó entonces a su culo. En el plano apareció un hierro, de esos de marcar vacas, que decía “esclava”. Horrorizada y sin poder moverse, vio como ese hierro al rojo le marcaba para siempre. Se oyó a sí misma gritar tras una mordaza y retorcerse. El video acaba ahí.

“Joder, joder, joder, joder….” Era lo único que podía pensar. Aún estaba en shock, pensando en las consecuencias que eso iba a tener. Ahora entendía los piercings y los candados. “¿Qué coño he hecho”? Pensó.

Aun en shock, recibió un WhatsApp de un número que no conocía con un mensaje corto “Abre tu correo, perra”. El último correo eran al menos diez enlaces a vídeos, con fecha y hora. Eligió el primero, que tenía la hora de cuando se tomó las pastillas, más o menos, y lo abrió.

Se vio a sí misma en la habitación donde se tomó las pastillas. Vio a los tipos que recordaba y a alguno más, con pasamontañas. Vio como le ordenaban ponerse de pie y como obedecía sin rechistar.

Pensó que la droga no le dejó inconsciente, le dejó sin voluntad ni memoria, tipo burundanga. Se lo esperaba.

Vio cómo le hacían ponerse a cuatro patas y seguirles fuera de la habitación. El siguiente plano era en otra habitación de la casa. Grande, pero casi vacía.

En ella, 8 tíos esperaron a que llegase a 4 patas y se pusiera en el centro, como le ordenaron. En ese momento, uno sacó su polla y le meó en la boca. Los tíos se reían y le insultaban.

Le dieron varias patadas (de esas que dejan moratones) y entonces uno dijo: “A ver, dejaros de coñas. Esta cosa es nuestra todo el finde. Ya tenemos el plan listo, pero queda decidir el orden para follársela.

Creo que debería empezar el que tuvo la idea, así que macho, te toca”. El aludido hizo que la tía que salía en el vídeo (aún no se reconocía a sí misma) se apoyase en la mesa, se lubricó la polla, lubricó el culo con un par de dedos y, sin ningún miramiento, comenzó a follarle. Se corrió rápido, a pelo.

La tía del vídeo no dijo ni mu. La que estaba viendo el video empezó a notar como se mojaba su coño.

Y aún quedaban horas de vídeos.

(Continuará)

Continúa la serie