Mi hermana menor y yo II
Les contare de como hicimos mi hermana y yo para seguir teniendo relaciones.
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De festival I
De festival. Esta es la historia de un grupo de amigos de toda la vida en un festival de música. La historia es larga, así que espero que os guste.
Mi hermana menor y yo I
Les contare de como empecé a tener relaciones con mi hermana menor.
Una mansión que acoge infinidad de orgías III
En esta habitación, los tres ocupantes estaban aún vestidos cuando el segurata los interceptó haciendo zapping. Don Benedicto es rechoncho y lleva su habitual sotana y está sentado en una butaca. Enfrente de él, de rodillas como si estuvieran en confesión estaba el matrimonio.
Una mansión que acoge infinidad de orgías II
La chica no daba abasto. Con alguna garganta profunda que practicó, no pudo evitar soltar buena cantidad de babas que le salieron como a presión por su boca y narices. Estas se fueron escurriendo por todo su torso, bajándole por las tetas, pezones, vientre y ombligo.
Una mansión que acoge infinidad de orgías I
Hay una central de control ubicada en una garita (a la entrada de la finca), con 61 monitores, uno por cada habitación. Cuando se selecciona un número de una alcoba, esta se ve en una pantalla de plasma de 84 pulgadas. En esta sala como guarda de seguridad trabaja una chica de 34 años.
Usada por el amigo de mi papá
Hola me llamo Daniela y quiero contarles cuando fui obligada por un amigo de mi papá, esto es 100% real, esto pasó cuando estaba en primero de secundaria después de que empezara la pandemia.
Todos los nombres dados aquí dados están cambiados excepto el mio.
Mi primo y yo
Tras ver a mi primo coger con su novia, en nuestro viaje navideño anual me volví toda suya.
Me embrujaste con tus pantis verdes
Cada vez que hacíamos el amor, Sonia sabía que tenía terminantemente prohibido quitarse los pantis. Se colocara a cuatro patas, cabalgara sobre mí o lo hiciéramos de lado, tenía que lucir sus esculpidas piernas con unos sensuales pantis de color verde o rojo.
Un chapero con buena fortuna
Uno de los norteamericanos se posiciona en frente de Jaime y le ofrece su rabo largo y grueso en su boca. Jaime intenta poner en práctica el número del tragasables, de esos que solía ver de pequeño en el circo, y comienza a manducar aquella caña de chocolate. Obviamente solo le cabía la mitad.
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