Mi nombre es Eloisa. Elo para los conocidos. Soy profesora de filosofía en un instituto de Murcia. Tengo treinta y tres años, sin hijos. A mi marido nunca le ha interesado tenerlos y yo me he dejado llevar por él, pro que hasta este mes de mayo, mi marido era mi vida, pero desde aquel día en que lo encontré en la cama con la criada mi vida se tambaleó.

Yo comprendía que Juana, la criada, era una chica joven que está mucho más deseable que yo, pero me dolía que mi marido estuviera a punto de echar por la borda los siete años de convivencia por una chica con la que apenas se puede hablar de nada y con una mentalidad tan poco madura. Eso sí reconocía que es un bombón.

Mi primera reacción fue salir de la casa y luego, echar de la casa a los dos, especialmente a mi marido, al que para colmo mantenía, pues no ha dado un palo al agua desde hace tres años.

Mi estado anímico se reflejaba en las clases. Mi carácter se avinagró y se me veía muy triste. Por suerte no la pagué con los alumnos, aunque el ambiente alegre que manteníamos en clase se volvió un poco tirante.

Un día salió a discutir en clase el asunto del próximo viaje de fin de curso con los chicos que acababan el bachiller. Unos chicos de 18 años en su mayoría, aunque hay algunos de diecinueve y veinte. Iban a Sevilla unos nueve días. Nos íbamos el sábado por la mañana y volvíamos al domingo de la siguiente semana, por la noche.

Todo era perfecto. Iban veintitrés chicos y chicas, que me caían todo muy bien pero yo no tenía ganas de acompañarles. Se lo comuniqué. No les hizo gracia la idea y cuando dí por cerrado el tema diciendo que buscaría un profesor que me sustituyera. Pero en el recreo vino a verme Kuka, la delegada. Kuka era una repetidora de fuerte personalidad que sin ser empollona había conseguido ser delegada. Una chica rubia, muy menuda, bajita y delgada, de ojos marrones y pelo liso. Su boca era corta pero algo carnosa y su mandíbula triangular nariz recta y sus cejas delgadas le daban un aspecto de mosquita muerta que en realidad nada tenía que ver con su carácter.

La chica vino a convencerme de que les acompañara. Tenía razón. No la carca de la profesora de matemáticas, ni el profesor de inglés eran personas que se llevaran bien con ellos, con los que congeniaran y reinara un ambiente de confianza y que les pudiera llevar por el buen camino.

-¡Ande, doña Elo! ¡Véngase Usted!.-
– Lo pensare…mañana te lo digo.-
– Piénselo, pero venga.- Me dijo Kuka mientras me miraba a los ojos intentando adivinar la razón de mi tristeza. Al fín la chica pareció apiadarse de mi tristeza.

-Doña Eloisa…Elo, si no le importa..- Me dijo.- Hemos observado que últimamente está usted triste y la verdad es que la apreciamos mucho…-

Me molestó que intentara meterse de esa forma en mi vida pero aprecié las buenas intenciones y al final, casi llorando le dije.- ¡Ay Kuka…si yo te contara!.- Necesitaba desahogarme y no encontré a nadie mejor que a Kuka.

-¿Por qué no vamos al bar de Gerardo y me lo cuentas?.- Salimos las dos atravesando la maraña de chicos de distintas edades que se mezclaban en el patio del instituto y una vez en el bar me sinceré, después de otear que no había cotillas en los alrededores. Le conté lo de mi marido y la criada.
-Es que Juana es una calentona.- Kuka conocía a Juana, pues en ese pueblo todos se conocían. -Usted no sabe las historias que hay detrás de esa chica, pero la solución no es amargarse, sino, ya sabe…tirar de la cadena para que se vaya la mierda.-
-Tu lo ves muy fácil.-
-Usted lo que tiene que hacer es venirse, cambiar de ambiente y pasarlo bien y cuando vuelva, ya verá como lo ve todo de otro color…Yo le prometo que lo va a ver todo de otro color… es posible que hasta no le guarde rencor a Juana.-

Mi respuesta fue la misma, lo pensaría y contestaría a la mañana siguiente y después de tantear a los otros profesores, la verdad es que veía muy difícil tener un sustituto para el viaje.

Aquella noche me miré con cierta frustración frente al espejo. Salía del baño, desnuda. Miré mi cuerpo esbelto, sin celulitis, de piernas largas y muslos firmes., mi vientre liso, miré mi sexo depiladito en los laterales, mis senos aún firmes y bien puestos, mi cuello largo, mi cara redonda, mis labios sensuales y mi pelo moreno rizado, muy rizado. Era preciosa, de hecho, sabía que circulaban rumores sobre los comentarios obscenos que de mí hacían los alumnos y supongo que algunos de mis compañeros a mis espaldas. Mis treinta años habían colocado en mí las carnes justas y necesarias para convertirme en una mujer de bandera.

Me vi de pronto hermosa, joven, pensé que por qué no iba a disfrutar durante aquellos días con mis alumnos favoritos. ¿Cuándo mejor, si no me esperaba nadie?. Mientras me tomaba los senos con las manos y observaba mis pechos generosos y de grandes y oscuros pezones, pensaba que Kuka tenía razón al decir que al volver vería todo de otro modo, así que a la mañana siguiente, cuando les dije a los chicos que iría con ellos a Sevilla, todos aplaudieron y dos chicos que se habían borrado se apuntaron de nuevo.

Pasaron unos días en el que los chicos estaban ansiosos por comenzar el viaje y fue difícil que se centraran hasta llegar a la mañana de aquel sábado. Me presenté a las siete de la mañana y allí estaba esperando el autobús. Empezaron a aparecer los chicos, algunos en condiciones lamentables, pues el día antes habían salido juntos a celebrarlo y habían estado hasta hacía un rato bebiendo. A alguno lo tuvimos que llamar a su casa, al ver que eran las siete y media y no se presentaba. Llegó al rato en un taxi. Mientras esperaba me tuve que contener al oír a alguno que decía a otro.- ¡Joder que buena está! – Y otro le respondía.- Yo a esta tía me la follaba veinte veces seguidas.-

En fín, me callé por no crear mal rollo y por que en realidad podían referirse a otras chicas, aunque el ello de que Kuka les mandara callar evidenciaba que se referían a mí. Pero lo cierto es que en parte agradecí esos comentarios. Pensé que si por ponerme unos vaqueros ceñidos y una camiseta escotada había despertado tal atención, entonces no estaba tan mal.

El viaje se hizo largo. Yo dormí y luego me dediqué a ver el paisaje. Los chicos alborotaban detrás y tuve que pedirles varias veces que mantuvieran cierta compostura para no distraer al conductor. Me senté sola y así permanecí pensativa hasta la llegada al hotel en Sevilla. Dejamos las maletas en recepción y fuimos a comer antes de que cerrara el restaurante del hotel. Me senté con Kuka, Emilia, que era una empollona un poco ñoña y aniñada y una pareja de novios muy formalitos, Federico y Adela. Kuka hacía un esfuerzo por integrarme en la conversación y en su juvenil ambiente. Yo me sentía con dificultades para hablar de los grupos musicales del momento y esas cosas, pero me fui enterando poco a poco.

Cuando nos dieron, después de la comida, las habitaciones se presentó el problema de que debía de compartir mi habitación con alguien, naturalmente, una chica. Kuka pareció entenderme y desde el principio decidió que ella sería mi compañera de habitación. Nos trasladamos a la habitación y pudimos cerciorarnos de nuestras sospechas. El hotel era un hotel viejo, con cierto encanto pero de un estado cochambroso. Yo, por mi parte me alegré, pues la verdad es que así la estancia tendría un sabor más romántico. Soñaba con encontrarme a un «valentino» sevillano de pelo azabache y mirada apasionada que me hiciera olvidar los sinsabores conyugales. La habitación tenía dos camas individuales. Era una habitación como la de todos los hoteles, aunque el mobiliario era viejo.

Kuka me dijo que se iba a duchar, así que la ví coger unas braguitas limpias de su ropa. Me dediqué a colocar mi ropa en el armario cuando ella salió del baño en una toalla, dejando la ducha como una sauna, llena de vapores. Ante mi sorpresa se quedó desnuda, sólo con las bragas. Kuka era bajita y delgada. Tenía unas tetitas con unos pezones oscuros, y sus caderas eran más estrechas que las mías. Sus piernas eran largas y sus muslos delgados. Debía tener rubio el pubis. Porque no se le transparentaba y en su cuerpo destacaban varias pequitas diseminadas por la espalda y el costado. Pensé que se sabía observada. Yo me hubiera ruborizado, pero ella no lo hizo. Llevaba unas braguitas normales. En un momento me miró sonriendo y yo me ruboricé, ya que me descubrió observando sus pechos.

Pasamos esa tarde, en el que aún hacía en Sevilla un tiempo primaveral paseando por las callejuelas del Barrio de santa Cruz. Los chicos se iban perdiendo poco a poco por las callejas, y nos los volvíamos a encontrar por aquí y por allí. Kuka se me colocó a mi lado y fue imposible separarme de ella, ni me lo planteé, por que la verdad es que me era agradable y, por otra parte, al final me quedé sola paseando con ella, extasiada contemplando la belleza de las fachadas y de los patios interiores de las casas., mientras atardecía.

Estuvimos perdidas, paseando por el barrio durante tres horas y llegaba la hora de cenar. Nos fuimos al hotel, donde encontramos a algunos de los chicos. Cenamos y luego nos fuimos en busca de la marcha sevillana. El centro bullía de jóvenes. Fuimos por la calle Mateos gago, por la plaza del pan y los bares de estudiantes. Estuvimos hasta las cuatro de la mañana y luego buscamos otros bares, más disimulados. Bebimos demasiado. En nuestro periplo se nos iban separando los chicos, en busca de aquella muchacha que les miraba y ahora cambiaba de bar, en busca de otras chicas. Al final, como siempre, me quedé con Kuka.

Marchamos por la Calle Betis, después de entrar en una discoteca, y hartarnos de bailar como unas locas. Rodeadas de moscones de los que pasábamos, cuando decidimos, cansadas, acercarnos al río. Estuvimos hablando.

– Kuka. ¿No preferirías ir con tus compañeras? No se pienso que te vas a aburrir a mi lado.-
-¿por qué piensa que me voy a aburrir?-
-¡Ay! ¡Por favor! Tutéame. Bueno, pienso que te gustaría tener alguna aventura, no sé…ligar.-
-¡Va, Elo! Cosas de niñatas. Lo que van a hacer Luisa, o Beni son cosas de niñatas adolescentes. Yo, aventura, le llamo a otra cosa. Ya sabes… –

Me sorprendió la sinceridad que estaba mostrando Kuka. -¿El qué?.-

– Eso, pues menos romance y más carne… Y eso, es mejor hacerlo sola o con una persona mayor.-
-Kuka…Me parece que te has hecho una idea falsa de mí…-
-Vamos, seño… Tú has venido aquí a disfrutar ¿no?. No a hacer un viaje cultural. No me engañes. Eres adulta. Tu marido te ha puesto los cuernos.. ¿Y vas a andarte con remilgos?.-

Me quedé pensativa durante un momento -¿sabes que te digo? ¡Que tienes razón!.- desde mañana vamos a ir en plan de aventuras.-

-¡Pero aventuras de verdad, seño! ¡Prométeme que no te vas a rajar!.-
– Te lo prometo.-
– ¡No te puedes rajar! Si te rajas…me enfadaré.-
– No te defraudaré.-

No sé por que decía aquello. Yo no me había caracterizado nunca por salirme de la ralla. Nos fuimos del muelle y por el puente de San Telmo nos encontramos a Jacinto. Jacinto era una chico solitario. La verdad es que en seguida nos dimos cuenta que había pasado la noche sólo. Una mirada de tristeza nos delataba una velada de decepción. Nos fuimos con él hacia el hotel.

Cuando llegamos al hotel comencé a desnudarme. Como estaba bebida, tardé en darme cuenta de que Kuka me observaba. Llevaba puesto el camisón, y no sé desde qué momento Kuka se complacía viéndome desnudarme y ponerme la prenda atrevida y transparente. Me dio un poco de vergüenza, sobre todo al ver la sonrisa que se le dibujaba en la cara. Luego, quizás para desviar la atención, comenzó a hablarme, mientras que ella empezaba a desnudarse ahora.

– Deberíamos ayudar a Jacinto…Es muy tímido y eso le impide comunicarse.-
– Ya sé, ¿Pero cómo lo podemos animar?.-

Kuka calló unos momentos, sopesando lo que iba a decir.

-Tal vez si tuviera una experiencia con una chica…-
– Bueno, quizás en este viaje tenga suerte.-
– Elo, quizás no, tiene que tenerla. Tenemos que ayudarle y no lo vamos a hacer presentándole a una chica para que al cabo de un rato, la chica se aburra y se vaya. Tenemos que ayudarle de verdad. –
– Sí, vale, pero ¿cómo?.-
-Jacinto se va a acostar con una de nosotras. Yo creo que es mejor que sea contigo, pues eres una mujer mayor, y eso le dará seguridad. Tú sabrás fingir como si fuera un amante excepcional.-
-No, Kuka. Yo no haré eso. Es un alumno…-
– Tú lo harás. Me has prometido que no te vas a echar atrás. Tú ayudarás a Jacinto.-

«¡Qué coño! ¡Vive peligrosamente!» Me dije, escuchando los argumentos de Kuka. Una mujer de treinta y tres follando un joven. ¿Tendría yo otra oportunidad así?. Así que al final, acepté el plan de Kuka. Y nos dormimos.

Nos despertamos a las once y media y tras ducharnos y vestirnos, actividad en la que me sentí espiada por Kuka, salí a desayunar. Me senté con los tortolitos, Fede y Adela y Emilia. Kuka vino detrás de mí y se sentó junto a Jacinto. Los vigilaba y me preguntaba que le estaría diciendo Kuka a Jacinto. Jacinto me miraba vergonzoso y Kuka se reía. Yo también me sonrojé al ver el lío en el que Kuka me metía.

Tras el desayuno, nada mejor que ir a pasear al parque de los príncipes a pasear. El ambiente era agradable. Habían algunas personas que hacían deporte, otras paseaban. Como de costumbre, me fui quedando a solas con Kuka, pero esta vez jacinto nos acompañaba. Kuka me hizo un gesto para que le hablara a Jacinto.

Ese joven larguirucho perdía muy poco a poco la timidez, y eso, aún sabiendo, por habérselo dicho Kuka antes, que yo le iba a dar facilidades. Pero ¿Qué tipo de facilidades? Me aparté un momento para hablar con Kuka.

– Le he dicho que tenías ganas de hacer el amor con él una vez.-
– Pero. ¿Cómo?.- me quedé estupefacta. Sabía que habíamos hablado de aquello la noche anterior, pero no estaba decidida y mucho menos pensaba ser tan directa.
– Pero ¿Qué quieres, seño? ¿Empezar un romance y follar el sábado que viene antes de volver? ¡Hay que aprovechar las vacaciones!. Venga…ahora yo me pierdo y le coges la mano…y esta noche, yo me voy con Emilia y te le llevas a la cama.

Me acerqué a Jacinto mientras que Kuka se iba perdiendo poco a poco. Le cogí la mano y miré hacia detrás y Kuka ya no estaba. Jacinto tenía una mano larga y huesuda. No se atrevía a mirarme y permanecía en silencio. En aquel momento yo me había decidido a aquel chico esparragado de dieciocho años, quince menos que yo, que me sacaba una cabeza.

Decidí seducirlo. Nos perdimos por uno de los caminitos y frente a un montículo que llaman el Gurugú, le tome del cuello y el tímidamente se agachó para besarme. No sabía besar. Su boca, entre una barba sin afeitar desde hace dos días que me pinchaba un poco, permanecía inmóvil. Le abrí los labios con la lengua y le dí un muerdo profundo. Se quedó como muy sorprendido de lo que había hecho. Tenía muy poca experiencia. Aquello de tratar a un yogurcito también era nuevo para mí …y me gustaba. Me excitaba pensar que estaba pervirtiendo a mis alumnos.

– ¿Te puedo coger de la cintura? – Me preguntó el chico que se iba tomando confianzas. Antes de que me diera cuenta, el chico me estaba cogiendo el culo. Me divertía ver la cara de los transeúntes, un poco sorprendidos de las características de nuestra pareja. Un sevillano graciosillo gritó – ¡Chico! ¡Que eso es mucha hembra para ti!.-

Lo invité a comer a un restaurante chino. No quería tropezarme con Kuka y los chicos y quería conocer a aquel muchacho que ya me había confesado que no tenía novia y no había salido nunca con ninguna chica. Le pregunté si era célibe y me dijo que no.

-Tuve mi primera experiencia con una prima en el pueblo… bueno… la verdad es que no me salió muy bien.-
-¿Un gatillazo?.-
– No, al contrario, me corrí nada más empezar.-

Evidentemente, el chico no tenía mucha experiencia. Nos besábamos por las calles desiertas del domingo y el chico empezaba a aprender la técnica del óbsculo, mientras sus manos me magreaban el culo y su pecho se juntaba al mío. El chico intentaba disimular su empalmadura. A las nueve de la noche estábamos hartos de pasear, así que llamé a Kuka al móvil

– ¿Qué? ¿Lo vas a hacer?- Me preguntó, a lo que nerviosamente le respondí.
-¡Sí!, pero necesito la habitación un par de horas.-
– ¡Vale! Hasta las cuatro de la mañana. Pero…¡Dale caña! Como dicen por aquí.-

Nos dirigimos al hotel. Yo me fui a la habitación y al rato lo sentí llamar. Le abrí. Estaba nervioso. Nos entregamos a un profundo beso y empezamos a desnudarnos despacio, el uno al otro. Jacinto me mostraba su pecho liso y con una ristra de bello en el centro que se perdía dentro del vaquero y unos pezones rodeados por unos mechoncillos de pelos. Olíamos a sudor, pues el calor había apretado y habíamos pasado el día fuera. Sus pelos asomaban del sobaco y me abrazaba mientras trataba de desabrocharme el sostén.

Mis pechos salieron al final y Jacinto comenzó a besarme los pechos y a lamer de los pezones, restregando su lengua y lamiéndola con determinación. Le eché mano al pantalón y se lo desabroché. Primero la correa, y luego el pantalón, que cayó y dejó al descubierto unos slips que dejaban ver su empalmadura. Entonces yo misma comencé a bajarme los vaqueros.

Sus manazas se clavaron en mis nalgas, metiendo los dedos por la costura de mis bragas. Lo sentía ansioso, brusco, impetuoso. Metí su mano en los calzoncillos y le cogí los testículos, llenos de lechecita y luego empecé a acariciarle el pene, mientras él seguía mamándome. Nos tiramos entonces a la cama y se colocó encima mía. Sentía su rodilla sobre mi sexo.

De repente, al chico le cambió la cara, dando muestras de fatalidad. Sentía su pene excitado, caliente y de repente, empecé a sentir brotar su semen que caía caliente sobre mi vientre, en el ombligo. Dio un aullido de resignación.-¡Nooooooo!.- y se sentó en la cama enfadado.

Le intenté acariciar, pero no me hacía caso. Se sentía fracasado. -Anda, Jacinto. Si eso no es nada.- El chico no decía nada y decidí acariciarle para calmarlo. Pasados unos minutos hizo ademán de ponerse los vaqueros.

-No, Jacinto, de ninguna de las maneras. Ven.- Lo cogí de la mano y lo llevé hasta el lavabo y le limpié de semen. la barriguita y el prepucio y luego le animé a que me lavara a mí la barriguita. Le cogí la mano y la introduje en mis bragas, hasta alcanzar mi sexo. Jacinto me besó. Me fijé y su miembro estaba vivo de Nuevo. «Cosas de la juventud». Pensé.

Le bajé los calzoncillos mientras el seguía explorando tímidamente mi sexo, buscando sitios de los que había oído hablar pero que nunca había visitado con detenimiento. Luego, me agaché y le cogí su miembro, que empezaba a revivir metiendome el prepucio en la boca y mientras le acariciaba los testículos, ahora vacíos, pasaba la lengua entre los labios y su glande.

Estaba Jacinto al noventa por ciento, cuando lo tomé de nuevo de la mano y lo llevé hacia la cama y lo tendí. Me quité las bragas y comencé a lamerle de nuevo, pero esta vez le bazuqueaba todo su cuerpo. Me entretuve en besarle los pezones rodeados de pelo y el vientre, mientras iba tomando una posición para acoplarme. Saqué un preservativo que había metido debajo de la almohada y después de lamerle de nuevo la cabecita del pene, se lo coloqué.

De repente, me puse de rodillas, justo encima de su miembro, y cogiéndolo por la punta, lo introduje poco a poco en mi sexo, mientras le chico me acariciaba los senos o me agarraba de la cintura. Su miembro se introducía poco a poco mientras flexionaba la cintura. Lo sentía penetrarme y al final, sentí sus muslos en mis nalgas y la base de su miembro en mi clítoris.

Puse la mano sobre su pecho y comencé a agitarme, mientras el chico me agarraba de la cintura. Mis tetas botaban y el chaval intentaba atraparlas con la boca, lo que consiguió cuando me recliné contra él buscando que la cadencia de mis movimientos fueran más amplios. Mis pechos se restregaban contra él.

Empecé a acelerarme y a preguntarle.- ¿te viene?-
– Aún no.-
– ¿te queda mucho?.-
-. ¡Noooo!.-
Comencé a moverme un poco más rápido, pues presentía el orgasmo . Me venía. Lo sentía como un tren a punto de pasar, entonces Jacinto empezó a moverse, al fin , con migo
-¿Ya?.- Le pregunté
– Ahora mismo.-
– ¿Ya, mi amor?.-
– ¡Siiii!.-
– Mi amor, mi amor.- Repetía mientras cabalgaba ferozmente sobre él, consiguiendo mi orgasmo, un orgasmo fuerte y duradero. Más de lo que era en realidad, por aquello de hacerle sentir al chico más macho.

Tras el orgasmo nos entregamos a un montón de besos y abrazos hasta calmar nuestro fulgor. Nos quedamos acostados el uno junto al otro, sin hablar. Yo pensaba en mi marido y lo distinto que había resultado este polvo apasionado en comparación con la rutina del sexo conyugal. Nos quedamos dormidos, y al fin me desperté. ¡Eran las cuatro y media!

-¡Venga, Jacinto! ¡Vístete y vete!.-
-¡Joder! ¡Que tarde!.-
– ¡Anda!. ¡Oye! ¡Prométeme que no se lo vas a decir a nadie!
-¡Te lo prometo!.- Se asomo al pasillo en calzoncillos y se fue con la ropa en las manos. Me acordé un poco con remordimientos de Kuka ¿Dónde estaría? ¿Qué pensaría?

A las seis de la mañana la puerta se abrió y entró Kuka. Me hice la dormida pero me despertó, zarandeando suavemente mi hombro y preguntándome – ¡Ehhh! ¿Qué tal?.-

– muy bien.- Estaba desnuda y al incorporarme me percaté de que un pecho asomaba por encima de la sábana.
-¡Mira!¡Se ha dejado un calcetín!.-Me dijo
-Estoy preocupada, kuka ¿No crees que mañana querrá más?.-
– No te preocupes. He hablado con Beni y me va a hacer el favor de retenerlo a su lado.-

Beni era una chica espabilada que entre los profesores tenía fama de ser un poco digamos «putilla». No me extrañó pues que nos ayudara de esa manera, lo que ignoraba era qué le había contado Kuka y cuál sería el precio. Nos dormimos hasta la mañana siguiente. Agradecí a Kuka en mi interior que no me recriminara mi tardanza.

Era lunes y cuando bajé a desayunar, la ciudad bullía en plena efervescencia. Fuimos a ver la cercana casa de Pilatos, después de hacer una visita fallida a los Reales Alcázares. Era aquella un palacio de no se qué duque que en realidad era un pequeño museo donde observar obras de arte que eran un compendio de todas las culturas asentadas en Andalucía. Jacinto me miraba de vez en cuando, pero Beni lo llevaba con carantoñas y poco a poco parecía que los horizontes para ligar se le abrían y se olvidaba de la noche anterior.

– Ayer conocí a dos chicos saladísimos en la discoteca. He quedado para esta noche…Y tú te vienes.- Me dijo Kuka imperativamente. Asentí. ¿Por qué me iba a negar? No tenía plan para esta noche. Por la tarde fuimos al Corte Inglés y de compra. Compramos algunas cosillas. Kuka y yo nos dedicamos a ver la lencería y a fantasear poniéndonosla por encima, pero sin comprar nada. Al final, Kuka se decidió a comprar una Torre del Oro, un poco estilizada. Que se llevaría como recuerdo. Era una torre de metacrilato que acababa en una graciosa cúpula curva y roma. La torre medía un palmo de largo y era ancha como un vaso de esos que ponen en los bares. Kuka compró una corbata para su padre y un pañuelo de seda para su madre. Yo, por mi parte, no tenía a quién regalar.

Cenamos con los otros chicos y al final salimos a dar una vuelta las dos, a quedar con esos dos chicos. El problema es que Emilia, la empollona tontuela de gafas de culo de baso se nos unió también. Le hice una mueca a Kuka que fue respondida encogiéndose de brazos. No sabía como quitárnosla de encima y la verdad es que pensaba que me iba a cortar el rollo.

Pronto llegamos a un bar de esos que se caen de viejos pero que tienen mucho sabor. Allí nos esperaban dos chicos morenos, dos valentinos como los que había soñado. Una se llamaba Juan y el otro Manuel. El problema es que tenían veinte y pocos años. Bueno, nos los presentaron y al principio parece que me vieron mayor para ellos, pero luego, ante la alternativa de o Yo o Emilia, fueron desplazando poco a poco a esta y empezamos a formar un cuarteto junto a Kuka. Emilia se resignaba a permanecer a un lado.

Al final, mientras iba al servicio, parece que Kuka habló con Emilia y ésta nos abandonó. Me costó un poco subirme la falda estrecha que llevaba puesta. Me compuse la camisa que se había salido de la falda mientras me miraba al espejo y al salir, Emilia se había marchado. Pregunté por ella, y uno de los chicos, dijo .- Se ha ido. Hoy no había para ella.-

De repente los chicos me parecieron un par de chulillos. Mi impresión se corroboró cuando uno de ellos nos invitó a que nos dejáramos de prolegómenos y que nos fuéramos ya «a lo interesante». Miré a Kuka, que no reaccionaba ni a favor ni en contra. Me dejó fría cuando dijo

.- ¡Venga! ¿Dónde la vais a llevar?.-
– Al coche. Tu te vienes a ver ¿No?.-
– Yo no me la puedo perder. Con lo que me ha puteado durante el curso, quiero ver como os la coméis los dos.- Y kuka me cogió de la mano con fuerza y me llevó detrás de ellos hacia el coche. Un mercedes de esos que tienen quince años que son enormes. Juan se colocó conmigo detrás mientras Manuel conducía. Kuka iba de copiloto. Miraba a Kuka a través del espejo buscando una explicación. Kuka me guiñó el ojo y aquello me tranquilizó. Nos fuimos a una calle con luz pero donde nadie pasaba. Estaba al lado de una comisaría y junto a nosotros el parque de los Príncipes.

Juan me había estado tocando la pierna e insistiendo en que le besara. Yo juntaba los labios simplemente y daba un corto beso.. La verdad es que estaba un poco asustada, y sólo la presencia de Kuka me tranquilizaba. Juan se quejaba de mi falta de ardor. AL llegar, Manuel salió del coche para sentarse al otro lado y entonces los dos chicos comenzaron a tocarme los muslos al unísono y a besarme el cuello. Manuel me desabrochaba la camisa y yo estaba mojándome toda de la excitación.

Sus manos subían mi falda y ya sentía sus dedos cerca de mis bragas, por encima de las medias, que se entretenían en ir liando hasta mi rodilla. Kuka me observaba y yo hacía esfuerzos por no mirarla. Me intrigaba su mirada. Me poseía con su mirada.

-Haz algo por el mundo.- Dijo Manuel.- Acarícianos el cipote.-

Busqué sus cremalleras y las bajé, encontrando tras los calzoncillos una incipiente empalmadura. Les bajé los slipss y comencé a acariciar el pene desde la base hasta la cabeza con la yema de los dedos, una y otra vez, hasta conseguir que la piel de su cabeza estuviera tersa y todo su pene fuera un palo duro.

Los chicos me habían bajado la camisa y los tirantes del sostén y me besaban el pecho , sin tocarme el pezón por el momento. Juan sostenía una teta con las manos. Manuel se afanaba ahora en acariciarme el sexo por encima de las bragas.

-Súbete la falda.- Me ordenó Manuel, y tras hacerlo, él mismo tiró de las bragas hacia abajo con ímpetu. Con más ímpetu al sentir una resistencia, hasta que las bragas salieron y se deslizaron por mis muslos. Ahora sentía la mano en mi sexo, jugando con sus dedos. Uno de sus dedos empezaba a introducirse. La otra mano de Juan se posó en mi muslo y sus bocas ahora lamían ávidamente de mis pezones, que se excitaban y me ardían y hacía que mi sexo se súper excitara.

-Ahora vamos a follarte los dos.-

La verdad es que el coche era muy amplio. Manuel tiró hacia mí y sentí las manos de Juan en mis nalgas. Me iba a coger por detrás.

-¡Esperad! ¿poneos preservativo!.-
-¿Preservativo?. ¿Tu llevas preservativos, Juan?.-
– Yo no llevo.-

A mi se me habían olvidado en la habitación y Kuka no llevaba.

-Pues yo sin eso no follo.- Los chicos no se lo tomaron demasiado mal.
-Vamos a una farmacia o a un bar.- Dijo Juan
-¿Ahora? ¿Más calientes que estamos que …?.-
– Es una lamedora de puta madre.- Soltó Kuka. La miré con ganas de asesinarla.

No me quedaba alternativa. Agarré la cabeza del pene de Juan y me lo metí en la boca. Y comencé a masturbarle, mientras me tocaba el pecho. Le agarraba el pene a cada chico con una mano, pero al final me concentré en Juan. Le agarraba el pene y le cogía por el escroto y movía mi boca. Manuel mientras tanto introducía su mano por detrás mía y me acariciaba el sexo, buscando mi humedad y mi apertura. El dedo se hundía en mi interior lubricado.

– No vayas a apartar la cabeza me vayas a machar la tapicería.-
– ¡Eso, eso!.- Dijo Juan poniendo una de sus manos sobre mi cabeza, para asegurar que me lo comería todo. Juan me avisó de que su corrida era inminente.

– Me voy…venga…vamos zorra, lame ahí…lame ahí… ahhhhhh.-

Sentí derramarse el viscoso y caliente zumo de la vida e hice un esfuerzo por tragármelo. Lo sentí pasar por mi garganta. Atrapé el pene con los labios y seguí acariciándolo con la lengua.

Juan estaba servido, y parecía satisfecho. En seguida Manuel pidió su turno. Ahora me recliné sobre mi nuevo amante mientras era Juan la que me agarraba por las nalgas y me introducía su dedo en mi sexo. Comencé a realizar a felación a Manuel con la misma técnica. Me calentaba ya por momentos. De repente, Manuel sacó la picha de mi boca y comenzó a pasearla por mis pechos que colgaban al estar reclinada sobre él. Sentía su cabecita rozarse con mis senos y mis pezones.

Juan introducía su dedo sin pudor en mi interior. Me puse a cuatro patas en el asiento trasero. Juan me mordía las nalgas mientras me penetraba y yo había vuelto a comerme el cipote de Manuel. Mi orgasmo me venía y comencé a gemir de placer, separando mi boca del pene que comía. Manuel me obligó a llevarlo a la boca. Pagué con aquel pene la fuerza de mi orgasmo, tratándolo con una sensualidad y malicia que hacían que Manuel se retorciera de placer , mientras el orgasmo se iba consumiendo a pesar de los esfuerzos de Juan por hacerlo indefinido, metiendo su dedo cada vez con más rapidez y nervios.

Cuando mi orgasmo finalizaba, la picha de Manuel empezó a manar semen que tragaba sin rechistar, bajo la embriaguez de mi orgasmo. Me puse las bragas y me dí cuenta en la cara de satisfacción de Kuka. Manuel volvió a su sitio de conductor y Juan me decía cosas al oído.- has estado cojonuda.- Y una vez más -¿Cuánto tiempo oso vais a quedar?. Si la comes así, no veas como tienes que follar.-

Kuka tuvo la precaución de indicarles un hotel que no era el nuestro. Luego, cuando se fueron, nos dirigimos a nuestro hotel. Al pasar por una máquina automática tomé una coca cola para quitar el sabor de boca a semen. Por fin Kuka rompió el silencio.
-¿Te lo has pasado bien?.- Me lo pensé un poco para al fín decir
.-Si.-
-Has estado magnífica.-
-¿Qué les contaste?.-
– Que te habías equivocado al corregir mi examen y me obligaste a examinarme de nuevo y para compensarme, habías aceptado que haría lo que quisiera, y yo había exigido que te lo hicieras con dos. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!.-

Me sorprendía que Kuka hubiera inventado esa historia y me molestaba un poco que pensara que podía aceptar todo aquello, aunque la verdad es que lo acepté.

– En adelante, te pido que me dejes intervenir un poco en los planes.-
-¿Te has enfadado?. ¡Muac!. Me plantó un beso en la cara y se adelantó como bailando.