Capítulo 13

Jorge por fin se quedó solo en la garita de seguridad. Despidió a su compañera de trabajo Araceli y al grupo de personas que les ayudaron a poner en práctica su plan de dominación sexual contra Lucas, su compañero de trabajo que lo intentó chantajear por celos.

Le suena el teléfono móvil. Es su mujer.

–Hola mi amor –le contesta él–. Llevo todo el día pensando en ti. Esta guardia se me está haciendo muy larga. Es muy tedioso este trabajo. Me agrada escuchar tu voz.

Jorge mintió, cínicamente. Del otro lado del auricular, algo le dice su mujer sobre si se puede fiar de él, al trabajar en un lugar tan libidinoso.

–Yo solo tengo ojos para ti, mi vida. Justamente hace un rato leí en una página web un artículo de una consejera matrimonial, te lo voy a mandar por WhatsApp. Pienso ponerlo en práctica contigo para hacerte la mujer más feliz del planeta. Léelo:

Alabanza al Beso Negro

“A una hembra empoderada, ejecutiva y con parné, no hay cosa que le provoque más placer que tener a su hombre olisqueándole el trasero.

Poder decirle a sus amigas: “Ayer me lamieron el culo, en sentido literal”, “Mi hombre me comió el ojete anal y me lamió, como un perrito faldero, la raja del culo”.

Sus compañeras de trabajo y amigas, después de unas risotadas y carcajadas ridiculizando al marido, no dejarán de tenerle a su amiga envidia. No tardarán en exigirle a sus parejas que les hagan lo mismo.

La mujer agradece una buena follada, que la empotren fuerte. Le satisface que le coman el coño, correrse en la boca de su amante. Pero no nos engañemos, el hecho de tener a un macho succionándole el trasero es algo sublime para su autoestima. ¿Hay mayor acto de sometimiento a tu pareja que lamerle el trasero, literalmente hablando? No por casualidad expresiones populares como “Tenerte comiendo de mi mano”, “Besar el suelo que piso”, “Lamerme el culo”, denotan una actitud servil hacia tu ser amado. La mayor muestra de amor que uno puede mostrar. Pero estas tres expresiones que se dicen en sentido figurado, hay que ejecutarlas al pie de la letra. Solo así conseguiréis hacer extremadamente felices a vuestras mujeres.

La chica, a cuatro patas, espera con ansiedad que su pareja se acerque y le hinque el hocico entre las nalgas y le ensalive el esfínter.

También, mientras el chico está acostado en el suelo boca arriba, la hembra, en cuclillas, disfruta en extremo aplastando las nalgas en la cara de su hombre. Entre esas dos lunas se encuentra su original agujero negro. Gracias a su fuerza de gravedad, la boca del macho se va acercando. Este, le pega un intenso morreo. No solo besuquea superficialmente el ano, sino que introduce toda la lengua por ese peculiar horizonte de sucesos, recogiendo y tragando todo lo que va encontrando a su paso.

Otra de las posturas que también tiene mucho morbo es: la chica de pie (con las piernas un poco separadas), y su hombre sentado en el suelo, entre sus piernas, bajo palio. El macho sorbe con placer el culo y lame con fuerza la raja anal.

En cualquiera de estas tres posturas y alguna más, a las chicas les vuelve locas sentir cosquillitas en el ojete. Notar una lengua húmeda en su raja, lamiendo y lamiendo.

Si no estás dispuesto a regalarle un Beso Negro a tu chica, buscará quien se lo ofrezca. Y a ese otro lo acabará adorando más que a ti.

Que no te disguste el hecho de que tu aliento sepa y huela a culo. Llévalo con orgullo, es la mejor prueba de que estás cumpliendo con los preceptos matrimoniales.

Que tu aliento huela y sepa a culo de tu hembra es la mayor insignia, la más sublime, con la que el Matrimonio y el Establishment puedan honrar y condecorar tu complacencia y dedicación exclusiva para con tu amada”.

Jorge, con su esposa, abandona toda pose de macho dominante, de esclavista de putas y sarasas. Con Maite, su mujer, es un auténtico calzonazos, mandilón. Maite es muy controladora. Le encanta tener castrado a su hombre. Que se comporte como un eunuco.

–¿Qué te pareció el Manifiesto de esta consejera matrimonial? –le pregunta Jorge a su mujer.

–Espero que cumplas tu palabra –contesta Maite–. Llevamos poco tiempo casados. De noviazgo tampoco estuvimos muchos meses. Ya irás conociendo mis gustos. Espero que sigas siendo tan servicial y dispuesto como hasta ahora. No soporto a los machirulos. Si me casé contigo es porque todo lo que tienes de hombretón, físicamente hablando, lo tienes de dócil y complaciente.

Está claro que Maite no conoce aún a su esposo.

Se despidieron, mandándose muchos besos y colgaron sus teléfonos. Jorge quedó con ganas de saber más de Margaret Morgan Clark, la consejera matrimonial que descubrió en Internet, y buscó alguna cosa más de ella. Encontró otro artículo publicado hace seis meses.

Tres prácticas sexuales que la mujer de hoy demanda a su hombre

“La biología se está democratizando, se está haciendo feminista. Hace menos de un siglo, el hombre era mucho más alto que la mujer y los roles estaban perfectamente definidos. Desde hace unas décadas, las diferencias en altura entre el hombre y la mujer ya no son tan grandes, incluso en un porcentaje bastante alto, la mujer supera al hombre en altura. Los roles tampoco están tan marcados de forma tan evidente. La masculinidad y la feminidad están en reconstrucción, o simplemente en deconstrucción.

Los gustos de la mujer liberada y empoderada, en lo que a sexo se refiere, también se han ido adaptando al nuevo modelo de sociedad que nos ha traído el siglo XXI. Hay tres prácticas sexuales que muchas mujeres demandan últimamente a sus parejas. La primera sería el Beso Negro, del que ya hablé en otras ocasiones. La segunda sería el colocarse un strapon y penetrar analmente a su marido. Cambiar el rol de quién debe penetrar y quién debe ser penetrado. Si el hombre le exige a su mujer sexo anal, desvirgar el ano a su chica, es lógico y coherente que la mujer, como contrapartida, pida sodomizarlo a él también. La equidad en el trato, el ofrecer lo que pides.

La mujer, a la hora de sodomizar a su chico, tiene tres posturas preferidas: él a cuatro patas; la postura del misionero; y la postura de ella sentada en un sofá y él sentado sobre ella, dándole la espalda. En cualquiera de estas tres posturas, la chica siente una gran libertad de movimientos a la hora de bombearle el trasero a su maricón provisional. También hay una cuarta postura que la hembra envalentonada suele demandar. Es la de pie, el chico cara a la pared, dándole la espalda a su hembra, y la fémina (como buena empotradora de maricas-hetero), rompiéndole el culo a su marido con furia, empujándolo contra la pared mientras lo coge por las caderas.

La tercera práctica sexual que muchas mujeres liberadas exigen de sus machos es el tragarse el esperma. Cuando el hombre se corre en la cara de la chica, o en otra parte del cuerpo (pechos, ombligo, interior del coño o del culo, con el consiguiente chorreo posterior de esperma por los muslos), la esposa le exige al marido que la lama y se trague su propia lechada. También es una demanda sensata y justa que el que mancha debe limpiar después.

En una versión más avanzada y radical de esta tercera práctica, está el que la esposa le exija al marido el tragarse el semen de sus amantes. Lamerle la cara y tragarse las diferentes lechadas que los amantes (de su esposa), le vayan soltando por todo su cuerpo. Esta variante no es demandada, como es lógico, en parejas monógamas cerradas. Se suele practicar con más asiduidad, aunque de momento en porcentajes muy residuales, en parejas abiertas.

Beso Negro, sodomizar al marido y que él lama su propio esperma del cuerpo de su chica, son las tres prácticas que se están extendiendo entre las nuevas y no tan nuevas generaciones, como demandas honestas y justos, de las mujeres que piden y exigen igualdad de trato.

A ponerse las pilas, machos del mundo, o aprended a vivir en clausura y castidad”.

Jorge no tardó ni diez segundos en enviarle por WhatsApp, a Maite, este segundo artículo de la célebre psicóloga. Maite le contestó con un escueto:

–Vete preparando, cariño. Te voy a hacer un hombre… del siglo XXI.

Jorge, trabajando en la Mansión El Edén, pudo comprobar, casi como un estudio sociológico y estadístico, que lo que dice en sus artículos la consejera matrimonial Margaret Morgan Clark, es extraordinariamente cierto. De hecho, en la mansión, son muy demandados los chicos que prestan este tipo de servicios. Son los más remunerados de la plantilla.

El guarda, observa que hay un maromo de 23 años que no para de ir de habitación en habitación. El busca que lleva en su bolsillo no para de sonar. Es un chaval de 1,80 m de altura y 90 kg de puro músculo. Rubio de pelo, de media melena y con ojos verdes.

El maromo entra en la habitación n.º 39, en la 2ª planta. Jorge descubre, gracias al monitor que le sirve de chivato, que en esa estancia se encuentran 20 chicos con una chica. Esta es de origen angoleño, de tez caoba y con una melena rizada. Ya habían acabado la sesión de gang bang y bukkake. Los chicos están desparramados por los diferentes sofás que hay en la habitación, agotados de tres horas de sexo duro y muy guarro. Sus pichas están flácidas.

La chica está ubicada en el centro de la estancia, de rodillas, toda bañada en esperma. Del chocho y del ano le salen unos chorretes de lefa. En la cara tiene un emplasto de semen tan copioso y espeso, que se sabe que es negra de piel por el resto del cuerpo que si no, sería muy difícil adivinar si es asiática, africana, americana, etc. De la barbilla le caen unos hilos de esperma que mismo parecen estalactitas. El cuello, tetas, ombligo, cintura y bajo vientre están encharcados. Los 20 maromos se corrieron más de una vez sobre la furcia, era evidente. Hicieron un buen trabajo.

A Johnny, el marica-hetero, le suena el busca. Lo llaman de la habitación 15. Tiene un mensaje que dice “Te esperan tres lobas hambrientas con ganas de reventarte el trasero, con sus vergas de látex”. La hembra angoleña se impacienta, le hace un gesto con el dedo índice al chaval, con la intención de que se acerque a ella. La chica lleva tiempo aguantando en la boca, una bola de esperma y saliva, que cada vez se hace más grande. Quiere descargarla, escupírsela en el interior de la boca al chaval-aspiradora.

Johnny se acerca. La chica, con un gesto, le indica que abra la boca. El maromo obedece. Al instante la angoleña le suelta un escupitajo bestial. Una bola gigantesca y espumosa de saliva y esperma, que le entra casi al completo en la boca, al chaval. Solo unas pocas babas se quedaron colgando entre ambas caras. Un hilo espumoso une sus labios. La chica se acerca y le pega un morreo al maromo, pasándole más mezcla, que quedó rezagada en su mucosa bucal.

El marica-hetero hace unas gárgaras y se traga la carga que la mujer le soltó. Luego le sorbe las estalactitas de lefa que cuelgan de su barbilla. Continúa lamiendo y sorbiendo toda la plasta de esperma que la hembra lleva en la cara.

–¿Ves el crucifijo de plata que me cuelga del collar a la altura del esternón? –pregunta la chica angoleña–. Está encharcado en esperma. Lámemelo y déjamelo limpito. Es Cristo. Gracias a él estoy triunfando en Europa.

Johnny obedece y chupa el crucifijo y el collar hasta dejarlos brillantes. Luego sigue por cuello, pechos, etc. Succiona la lechada que se escurre por el coño y el trasero.

La hembra queda tan saneada e higienizada que ni se molesta en ducharse antes de comenzar otra sesión de gang bang y bukkake en otra habitación, con otros maromos. Johnny quedó empachado de tanto esperma y babas tragar.

Se despiden y Johnny se dirige a la habitación que el busca le indicó, la n.º 15. Baja a la planta principal. Jorge, el segurata, lo observa caminar por los pasillos y bajar las escaleras. Johnny pega unos toques en la puerta indicada. Le abre una mujer de unos 33 años y con el pelo a mechones.

–Pasa, anda. Llevamos un porrón de tiempo esperando –le suelta, malhumorada, la mujer.

Una vez dentro, otra de las compañeras (un poco más joven y con el pelo corto teñido de rubio pajizo), comenta:

–Así nos gustan los hombres que nos apetece sodomizar. Altos, fuertes y muy masculinos. No nos presta el hecho de encular a la típica marica loca.

–Yo soy heterosexual. Solo me atraen las mujeres –comenta Johnny.

–¿Pero no vienes de tragarte un montón de esperma de 20 machirulos? –dice la tercera en discordia, que es muy alta y delgada y de melena morena lacia.

–Yo lamí el cuerpo de una mujer escultural. El esperma, cuando entra en contacto con las mucosas y la piel de una hembra, toma otro cariz. Ya no es solo esperma de machos, adquiere otro sabor –aclara el marica-hetero, intentando salvar su masculinidad.

–Pues colócate de pie, cara a la pared. Que te vamos a empalar mis amigas y yo, por maricón –comenta la de melena morena, que es la más mordaz e incisiva de las tres.

Estuvieron dándole caña más de tres horas. En ocasiones le cogían de la media melena rubia y le tiraban hacia atrás, para susurrarle al oído insultos muy guarros. A Johnny le dieron tantos caderazos, tantos pollazos, que le dejaron el esfínter tan ancho como el chocho de una octogenaria. Las chicas tuvieron una buena sesión de aerobic y de Humillación de Machos. El maricón hetero salió de la sesión con el esfínter anal bastante inflamado, como si le hubieran pinchado ácido hialurónico en el ojete.

Las chicas se quedaron en la habitación carcajeándose, haciendo chistes verdes sobre el machote con el ano bien abierto por tres mujeres modernas.

Johnny se dirige a la habitación 22, en la 1ª planta. Recibió un mensaje para lamerle el trasero a una marquesa septuagenaria, accionista de la mansión El Edén. Esta señora está con un chico de 26 años, practicando sexo anal. En mitad de la refriega le entran ganas de hacer aguas mayores. Se dirige al baño. Después de defecar y limpiarse, se encapricha de que un bidé humano la limpie más en profundidad, en vez de usar el bidé tradicional.

A Johnny, cuando entra a la habitación, el gigoló le dice:

–La vieja te espera en el baño. A la muy puta le peté tanto el trasero que casi se caga encima. Vete a lamerle el culo, anda. Después, cuando se lo dejes bien limpito, se lo vuelvo a petar.

El marica-hetero lameculos se espera lo peor. Entra en el baño y se encuentra a una mujer de 1,68 m de altura y muy delgada. Rubia y con media melena. Era atractiva a pesar de sus 72 años. “Podía ser peor”, piensa Johnny.

–Colócate en el suelo, boca arriba, que me quiero sentar en tu cara. Déjame el trasero bien acicalado. Quiero impresionar a mi puto y que no se lleve una mala impresión de mí. ¡Qué vergüenza, en mitad de la faena tener que venir al baño! –comenta la marquesa.

Un cuarto de hora lamiéndole la raja anal y chupándole el ojete a la septuagenaria, y la mujer quedó perfecta para volver a la carga.

En estas tres sesiones, Johnny se sacó más dinero que Jorge trabajando un mes de guarda de seguridad. Jorge, hasta pensó en hacer algún trabajo extra como tragaesperma, marica de mujeres con strapon y como lameculos. El problema es que en su trabajo y en su vida social, tiene ganada fama de macho ibérico (de macho alfa), y no quiere desilusionar a sus seguidoras. En casa, con Maite (su mujer), no le quedará otra que ser la puta en la cama.

Continúa la serie