Trio en Salamanca

Recuerdo que fue el último fin de semana de abril. Lo sé porque fue mi último fin de semana es España antes de marcharme a trabajar a EEUU. Había decidido que antes de irme iría a pasar unos días a un lugar que me hiciera recordar mi país por largo tiempo, por ello me decidí por Salamanca. Mi novia no puedo acompañarme hasta el final de la semana siguiente porque un repentino asunto laboral la retuvo. Aún así decidí ir solo hasta que ella llegara. Teníamos la habitación ya pagada en el maravilloso Parador de la ciudad y no era cuestión de desaprovecharla. Llevaba dos días allí cuando una tarde me fijé en ellos. Eran una pareja española. Ella algo más joven que él, aunque luego descubrí que se llevaban más años. Se notaba realmente que estaban enamorados. A veces me pregunto si alguna vez lo estaré yo como ellos lo estaban. Nunca nadie me ha mirado como ellos se miraban. Aún les envidio. Ella no era muy alta, castaña, de ojos marrones y realmente bella. Su acento andaluz la hacía aún más encantadora. Lo que en principio más me llamó la atención de ella fueron sus ojos, concretamente su mirada, viva, muy viva. Irradiaba energía y felicidad. Él no era mucho más alto que ella, castaño, de ojos azules y sólo puedo decir que besaba por donde ella pisaba. La idolatraba. Lo supe cuando les observé y más tarde lo pude comprobar. Estaban sentados en una mesa en uno de los salones del Parador a unos metros de donde estaba yo. Sus risas, su complicidad, sus gestos, sus besos me llamaron la atención. Y un detalle. Sentados uno junto al otro pude observar cómo ella invariablemente dirigía su mano a la entrepierna de él buscando claramente su sexo. Él se azoraba y se ponía colorado dirigiendo su mirada en derredor buscando que nadie les observara en esos momentos. Y claro, nuestras miradas llegaron a coincidir no pudiendo yo asegurar cuál de los dos sintió más vergüenza en ese momento, si yo por estar observándolos o él por sentirse observado. No volví a mirarles. De momento. Después de una tarde recorriendo la ciudad cené temprano cerca de la Plaza Mayor y me acerqué al Parador dispuesto a acostarme pronto. Ya por el pasillo, entrando a la habitación escuché el sonido claramente identificable de dos personas y una cama. ¡Quién pudiera! pensé para mí. En la habitación me di cuenta de que la fiesta era en la habitación de al lado. Y yo a dos velas con los dientes largos. No pude pegar ojo en toda la noche. La cama no dejó de sonar salvo en breves intervalos. La cama y lo que no era la cama. A las 9 de la mañana, con unas ojeras tremendas y después de haberme dado una larga ducha con masturbación incluida para desahogarme de la frustración nocturna salía de la habitación para bajar a desayunar. Y sorpresa, al salir me choqué con ellos, con la pareja feliz que también bajaban a la cafetería. Ellos eran los de la sesión nocturna. Los dos me miraron, se miraron y sonrieron. Os juro que les volví a envidiar, eso sí después de maldecirles en siete idiomas por la nochecita que me habían dado. No volví a verles en el resto del día.

Cerca de las 10 de la noche volví al Parador. Como soy arquitecto quería visitar las dos catedrales de la ciudad. En ellas se me pasó el día entero. No tenía ganas ni de cenar de lo cansado que estaba. Me dirigí directamente a la habitación. Me puse histérico al llegar. Ya estaba la música en funcionamiento. ¡Qué insaciables!. Me fui a la ducha directo para intentar relajarme un poco pero de poco sirvió. Ellos seguían y seguían. Me estaba desesperando. A las 12 loco de sueño y de los nervios, en vista de que no cedían, salí de la habitación dirigiéndome hacia la suya con la idea de suplicarles que pararan un poco, yo no aguantaba más. Tras esperar unos segundos después de golpear su puerta, apareció él, todavía anudándose el albornoz blanco. No pude articular palabra, claramente veía a través del espejo que tenían justo delante el cuerpo desnudo de ella sobre la cama. Si me había parecido una chica realmente deseable vestida, allí tendida, desnuda, igual que la Venus del Espejo de Velázquez, me pareció divina. ¿Qué ocurre David? dijo ella. No lo sé Pilar , contestó él mientras me interrogaba con la mirada. No pude articular palabra alguna. Ella se incorporó de la cama y cubriéndose con otro albornoz se acercó a la puerta. Y allí se juntaron los dos, mirándome para de nuevo, volverse a mirar y reírse. Estaba a punto de estallar de la ira que tenía contenida, cuando ambos hicieron el gesto de asentir bajando varias veces sus cabezas, tendiendo sus manos hacia mí, agarrándome uno de cada brazo, introduciéndome en su habitación. Antes de que pudiera decir nada ella, mirándome cálidamente con sus grandes y maravillosos ojos dirigió su dedo a su boca indicándome que no dijera nada. Él al tiempo que me sonreía me guiñó un ojo. Estaba completamente anonadado. Ese fue el comienzo de la noche más increíble de mi vida. Me acercaron a la cama, una de esas antiguas, grandes y altas, con un gran dosel de madera. Ella, llevando siempre la iniciativa cogió mi mano e introduciéndola entre la abertura de su albornoz la colocó sobre uno de sus pechos. Al notar la tersura del mismo, no muy grande pero firme, y el contacto con su pequeño pezón erecto mi pene comenzó a reaccionar, ya que estaba ya algo alterado por la visión del espejo. Acto seguido él comenzó a desabrochar los botones de la chaqueta de mi pijama. Ella, con la mano que tenía libre estaba ya indagando entre mis pantalones. Notar su mano buscando mi polla hizo que la erección se desarrollara completamente. Ella volvió a sonreír, era curioso que siempre sonriera, y dijo «esto promete». Y allí estaba yo, ya completamente desnudo, con mi polla tiesa y siendo observado por la pareja de los albornoces. Por poco tiempo claro. Ella se dirigió a él, y le dejó como yo estaba: desnudo. Y con su polla en otro creciente estado de excitación. Luego él fue el que le quitó el albornoz a ella. Trío al natural. Sin darme cuenta cómo ellos se agacharon, se besaron, y se concentraron en mi polla. No tengo un pene erecto muy grande pero mis amantes nunca se han quejado. Lo que más les gusta a todas es que es muy muy grueso.

El sexo oral siempre me había parecido fantástico pero lo que me hizo esa extraña pareja hace que todavía me estremezca al recordarlo. Ella agarró mi verga firmemente, y empezó a lamer mis huevos mientras que él -yo nunca había tenido ninguna experiencia homo- lamía mi glande con la punta de su lengua. Ese fue solo el principio. Sus lenguas recorrieron y surcaron cada centímetro de mi polla. Se cruzaban, se entrelazaban, me succionaban, me mordían, se besaban. Reconozco que en esa situación no pude aguantar mucho. Me corrí salpicando sus caras con mi semen. Pero no les importó, continuaron lamiéndomela y lamiéndose hasta no dejar rastro alguno. Ni siquiera había podido emitir el más breve de los gemidos. No me habían hecho ni jamás me han hecho hasta ahora una mamada como la que ellos me hicieron. Yo seguía sin reaccionar, de pié, junto a ellos. Él mientras, con una completa erección ya, se había sentado en la cama apoyándose ligeramente en el cabecero mostrando todo el esplendor de su cipote tieso. Tenía la polla más larga que yo, también era curva, pero no era tan gruesa. Ella se acercó a la verga, y colocándose de rodillas sobre ella empezó a mamársela. Era increíble observar cómo ella se tragaba por entero la polla de su marido -de lo poco que me había fijado era en sus anillos-, y la fruición y la pasión que empleaba en ello. A esa visión se me ofrecía otra igualmente excitante. Como ella estaba de rodillas sobre la cama, me estaba mostrando un hermoso culito y un no menos espectacular coño. En un determinado momento ella paró de chuparle la polla a él para girar su cabeza y mirándome fijamente me dijo «Es que te vas a quedar ahí parado. Cómeme el chocho». Presto me dirigí a ello mientras ella volvía a concentrarse en la comida de polla que le estaba haciendo a él. Mejor de lo que parecía. Su coño, completamente excitado estaba increíblemente húmedo. Su sabor me enloqueció. Su olor me enajenó. Lamí sus labios con mi lengua. Probé su dulzura. Y la penetré con ella. Movía mi lengua hacia dentro y hacia fuera. Sentía las paredes de su sexo contraerse al hacerlo. Sentía cómo se estremecía a cada acometida. Y cada vez se humedecía más y más. Estaba a punto de correrse cuando se incorporó y me dijo «Ven. Cómele la polla a la vez que yo». Aún no entiendo cómo mi reacción fue tan rápida. Sin pensármelo dos veces me acerqué y le ayude con la mamada. Ella se concentraba en la base y los huevos mientras yo, tras lamer su glande rosado y suave, empezaba a chupárselo como si fuera una piruleta. No lo he vuelto a hacer pero he de reconocer que me excitó sobremanera. Estaba comiéndole la polla a un tío. Increíble. Me gustaba. Me la tragué entera. Notaba cómo su glande acariciaba mi garganta. Y noté como él se corrió dentro. Uf, casi me atraganté. El sabor de su semen, dulce y salado a la vez, me sorprendió. Gratamente. Me retiré mientras ella volvía a lamer la polla que yo había chupado. Su culito seguía allí, elevado. Y me decidí. Nunca había probado follar por el culo a una mujer. Otra nueva experiencia a probar. Como mi polla ya estaba lo suficientemente tiesa no perdí tiempo.

Me acerqué, con mi mano recorrí su coño empapando mis dedos con sus jugos -estaba empapadísima-, para después dirigirlos a su culito y así lubrificarlo. Acerqué lentamente mi glande a su deseable orificio y comencé a sodomizarla. Uf, mucho mejor que el mejor de los coños. Ella gimió y me dijo que se la metiera entera. Cuando lo hice casi me corro aceleradamente de nuevo. Menos mal que me puede controlar. Inicié las penetraciones al tiempo que mis huevos golpeaban el chocho de ella. No sé ni cómo ocurrió pero mientras yo me la estaba follando por el culo, él había conseguido penetrarla por su coño. No sé qué debíamos de parecer pero me daba igual. El placer de ella debía de ser grandioso aunque no decía nada ni gemía. Debía de estar volviéndose loca de placer con las dos pollas en su interior, golpeándose, batiéndose, follándola salvajemente, porque yo lo hacía, notaba cada penetración de él, así como estoy seguro que él notaba las mías. Alcanzamos el cielo, o eso me pareció cuando exhaustos tras llegar al orgasmo caímos sobre la cama. Y repitieron su ritual, se miraron y sonrieron, sin decir nada. Y se besaron. Sin decirse nada sabían lo que querían. Él se incorporó, me agarró y me levantó. Ella se colocó al borde de la cama abriendo sus piernas ofreciendo su chocho aún humeante y mojado. Él se colocó detrás de mí y enseguida noté cómo, con su polla, recorría y buscaba mi culo. Más sorpresas. Al notar su rabo me excité. Mi polla volvía a excitarme porque yo volvía a excitarme. Ella al notarlo me indicó que me acercara. Agarró mi cipote y rápidamente se penetró en su coño con él. Si su culo fue maravilloso su chocho era excelente. Mmm, me estremezo al recordarlo. Sus labios recorriendo y abarcando mi verga. Y allí, de pié, comencé a follármela. Mientras lo hacía podía observar y deleitarme con su cara de placer. Sobre todo con sus ojos. Ojos que me miraban firmemente y que me decían que no parara. Él seguía jugando con su polla entre mi culo. De repente noté que me empezó a penetrar con un dedo. Mi culo al principió se resistió pero me gustó. Estaba gozando demasiado. Yo me follaba a ella y él me follaba a mí. sacó su dedo y con su rabo ya bien tieso -no lo veía pero os aseguro que lo noté- me penetró metiéndome su rabo por completo. Casi me desmayo del dolor. Pero ese dolor era compensado por el placer que el coño de ella me estaba dando y por el placer que empecé a sentir por su polla. Podía notar como golpeaban sus huevos con los míos. Placentera carambola. Demasiado placentera. Acabé corriéndome en su interior y poco después claramente noté como él lo hacía dentro de mí. Yo estaba exhausto, derrengado. Me tumbé sobre la cama mientras ellos desaparecían en dirección al cuarto de baño. Enseguida oí el ruido de la ducha. Me incorporé, agarré los despojos de mi pijama y me vestí. Me disponía a irme pero tenía curiosidad por echarles una última mirada. La puerta del baño estaba abierta y les observé bajo la ducha. Se estaban besando apasionadamente. Ella jugaba mientras con la polla de él. Él tenía sus brazos alrededor de su cuello. No me prestaron ninguna atención. Os puedo asegurar que él y yo estábamos disfrutamos de lo lindo. Pero también os puedo asegurar que la que más disfrutó fue ella. Estoy completamente seguro de ello. Nos miraba a los dos y abría y abría sus ojos. Sus ojos. Cierro los míos, los recuerdo y tengo una erección. No he vuelto a follar como follé con ellos. Ni creo que lo haga. David. Pilar.