El tanguita de Elena

CHARLINES

Elena es una chica de unos cuarenta años, un poco bajita, con unas bonitas tetas y un culito, muy bien hecho en el gimnasio. A pesar de haber tenido dos preciosas criaturas su cuerpo está muy bien formado y llama mucho la atención.

Ese día había ido a trabajar con una minifalda y un top apretadito que marcaba sus bonitas tetas. Tenía un tanga de hilo y no llevaba sujetador, a parte del calor, por qué seguro se marcaría en exceso. La jornada había sido dura y larga. Cuando salió ya era tarde y tenía que ir a su casa. Así que buscó un taxi, para poder llegar antes. Le dio la dirección al taxista y se ensimismó en sus cosas. Un fuerte frenazo la llevó de nuevo al mundo real.

  • ¿Qué pasaba?

Se fijó que el taxista pasaba más tiempo mirando por el retrovisor, qué a la carretera. Bajó su vista y pudo apreciar que su mini se había subido y estaba enseñando la tanga entera. Menos mal que era negra, pero aún así sus labios salían por encima de la tela, que se había introducido en su coñito. La situación le había calentado y un río de flujos salía de su sexo. Pensó en calentar al taxista, aún quedaban unos diez minutos para llegar a su casa. Notó como sus pezones se erizaban y como el roce de la camiseta, le estaba poniendo cachonda. Fue abriendo lentamente sus piernas, mientras miraba al taxista, dejando ver casi la totalidad de su coñito. De reojo, miró al taxista y este, tenía sus ojos pegados al espejo retrovisor. Acarició sus pechos con la punta de sus uñas y un escalofrío, recorrió su cuerpo, haciendo que un mar de jugos llegase a su coñito y empapase la tanga. Su cabeza y su cuerpo se estremecían, este juego le estaba poniendo muy cachonda, y el saberse expuesta mucho más. En su tanga apareció una mancha, producto de este río de flujos. La verdad es que el juego le estaba poniendo muy cachonda. El taxista paró a un lado de la carretera y volviéndose le dijo.

  • Me estás poniendo el rabo muy duro, preciosa. Antes de tener un accidente te haré una pregunta. ¿No querrás vender esas braguitas?
  • ¿Qué me estás contando, por quién me tomas?

Elena dijo esto a la vez que bajaba su mini y tapaba sus braguitas.

  • Vamos, no me toques los cojones. Me llevas calentando desde que has entrado en el taxi.
  • No se ponga usted así.
  • Que sepas, que podrías ganar una pasta, vendiendo tus braguitas.
  • ¿A qué llama usted una pasta?
  • Pues si la puja va bien, podría llegar a los diez mil euros o más.
  • ¿Pero qué dice, está loco?
  • ¿Si quieres hacemos la prueba? Yo llamo a una gente que está interesada en el tema y si te va bien empezamos una puja.
  • Joder, no sé, no se.
  • Pues piénsatelo que no tengo toda la noche.
  • Joder, no sé.
  • Vamos coño, que tengo que buscar un sitio para aparcar mejor.
  • Bueno, vale, venga, lo hacemos, las vendo, veamos qué pasa.

Salieron de la carretera y se metieron en un paraje más solitario. El taxista puso la luz de la cámara y las luces interiores del coche.

  • Voy con la vídeo llamada, tú haz lo que te digan.
  • Buenas noches, tengo una posible vendedora, es una chica guapa y tiene la tanga empapada, llena de sus juguitos y el olor me llega hasta aquí.

Elena estaba súper excitada y nerviosa, la situación la tenía a mil.

  • Veamos yo os voy a mostrar la prenda puesta y empezamos la puja. Vamos hostias, levanta esa falda y abre las piernas.

Elena subió la falda hasta su cintura y abrió sus piernas de par en par. Su coñito casi se apreciaba totalmente, pues se había comido la tanga. El taxista recorrió el cuerpo de Elena con la cámara, su cara, sus pechos, y por fin, su sexo donde se detuvo.

  • Como veis está encharcada. Empezaremos la puja en mil euros.
  • Mil
  • Tres mil
  • Cinco mil
  • Esa tanga y esa puta son mías. Diez mil.  Quiero ver si el flujo es de verdad, que aparte el tanga, que se meta los dedos, y nos muestre su humedad y ese precioso coñito.

Elena metió sus dedos en el coñito, lo que casi le provoca un orgasmo. Volvió a sacarlos, totalmente llenos de flujo. Tanto era así, que unos hilillos pendían de sus dedos.

  • Hummmm que ricura.   Metete bien la tanga, así zorra que se embarre bien, llénala de ti. Si me la traes mañana en mano, te doy treinta mil euros por ella.

Elena no sé lo podía creer. Treinta mil euros por su tanguita mojada.

  • Vale, mañana se la llevo.
  • Ahora quítatela y que la guarde Ramón.

Elena se la quitó lentamente. Puso sus dedos en los lados de su cintura y muy lentamente fue bajando la tanga a la vez que meneaba su culito sobre el asiento. Su coñito depilado y brillante, por la humedad, apareció en primer plano de la cámara. Elena siguió bajando su tanga y una vez la tuvo fuera, se la dio a Ramón.

  • Ábrete bien el coño para que vean cómo estás.

Elena abrió el coño con sus manos, mostrando su humedad.

  • Muy bien, mañana, a las cinco, Ramón te recogerá donde le digas y te traerá aquí. No quedes con nadie para cenar.

La conversación cesó y el taxista arrancó saliendo de nuevo a la carretera. Al llegar a casa de Elena, éste le dijo.

  • ¿Dónde la recojo mañana?
  • Pues en el mismo sitio que hoy a las cinco y media en punto.
  • Hasta mañana.

Elena salió del taxi, caliente como una perra, esa situación le había puesto muy cachonda.

Subió a su casa y su marido ya había acostado a las fieras. Le dio un morreo de quitar el aire y le echó mano a la polla.

  • Elenita ¿Qué te pasa?

Elena se agachó, bajó la cremallera del pantalón de su marido y cogiendo su polla se la metió de una hasta la garganta. Se folló la boca, ella sola, sujetándose al culo de su marido. Cuando notó la polla bien dura, se apoyó contra la cama, se subió la falda y le dijo.

  • Fóllame, fóllame, con todas tus fuerzas, como si hoy fuese el último día del universo.

Su marido sorprendido la dio fuerte, todo lo fuerte que pudo. Pero eso, a Elena no le bastaba, quería más, quería sentirse usada, humillada, sucia. Quería sentirse como una puta. La verdad es que con la follada de su marido tuvo un orgasmo y él también. Ambos se tumbaron satisfechos en la cama.

Elena no podía dejar de pensar en mañana. ¿Por qué querrían que llevase las bragas en persona? ¿Quién sería esa gente, que era capaz de pagar ese dineral, por unas bragas manchadas?

Bajó su mano al coñito y lo volvió a sentir húmedo. Con su dedo índice recorrió los pliegues de los labios de su vagina, acariciándolos lentamente. Poco a poco fue abriendo sus piernas hasta meter el dedito dentro. Jugó con él y metió otro más, cada vez estaba más caliente y se aventuró a meter otro y un cuarto. Ahora ya su mano había adquirido una feroz velocidad, una velocidad que la llevó a un gran orgasmo que disfrutó apretando sus manos contra su coño. Así finalmente se quedó dormida.

Se levantó excitada, se metió en la ducha y el calor del agua hizo que su cuerpo tuviera mil sensaciones. Repasó su cuerpo, muy lentamente con la ducha, quitando el jabón que había quedado. Puso la ducha en modo chorro y lo acercó a su coñito. Se puso en cuclillas, bajando la cabeza de la ducha y apuntó el chorrito a su clítoris. El placer la iba inundando lentamente, jamás había estado tan caliente y ya llevaba casi un día ardiendo. El chorrito caliente consiguió que tuviera un pequeño orgasmo que bastó para calmar momentáneamente su calentura.

Salió de la ducha y buscó entre su ropa interior. Se decidió por un conjunto de raso blanco con transparencias que dejaba ver sus pezones y los labios de su coñito. Se puso una falda un poco más larga que la del día anterior y una camiseta muy, muy pegada, de un famoso grupo musical. Los pezones se le marcaban perfectamente aún con el sujetador. Las horas pasaban muy lentamente en el trabajo y por fin dieron las cuatro y media. Elena recogió su mesa y salió por la puerta en dirección al sitio donde había quedado. Primero tomó un café en el bar de la esquina, pero el corazón le iba a mil. Salió y esperó poco tiempo, enseguida apareció Ramón con su taxi. Elena se subió en el taxi.

  • Ponte esa capucha. Toma, esta es tu tanga, la tendrás que entregar tú personalmente.
  • ¿Y la capucha?
  • No has de saber dónde vamos. Si no quieres ponértela, bájate del coche.

Elena se puso la capucha y así, a oscuras, empezó a pensar qué sería de ella. Sabía que Ramón la miraba y por eso abría sus piernas para que la viese bien. Notó como el coche paraba y una mano entró entre sus piernas, para ir ascendiendo hasta su coñito.

  • Serás puta, estás empapada.

Ramón metió dos dedos en el coñito de Elena y sacándolos, los chupó haciendo ruido

  • Chuppp, chupp, Hummmm que bien sabes. Por qué no puedo, que si no te follaba aquí mismo.

Ramón sacó su polla y bajando la cabeza de la chica, a la vez que movía su capucha. Llevó su polla hasta su boca. Ella abrió la boca y dejó que introdujera dentro la polla. Ramón le agarró del pelo en dos pequeñas coletas e introdujo su polla empujando fuerte dentro de su boca. Elena paladeaba esa polla con gusto. Era una buena polla y le llegaba hasta la garganta.

Siempre le habían gustado las pollas grandes y venosas y esa cumplía ambos requisitos. Le pasaba la lengua por el capullo y metía y sacaba su boca de esa preciosa polla. Ramón ya no aguantaba más y sujetando la cabeza de Elena, le dio varios empellones, que terminaron en arcadas de esta. Esto excitó a Ramón hasta tal punto, que, apretando su cabeza se corrió en su garganta.

  • Siiiii, putaaaa, siiii, que bien la chupas, siiiii, no me has dejado ni una gota. Siiiiii. Asiiiii, siiiii, límpiala, bien

Elena se relamía, mientras terminaba de tragar la abundante corrida de Ramón y limpiaba los restos de su polla.

Por fin llegaron a la mansión y Ramón le ayudó a bajar del coche. La acompañó dentro de la casa y tras llevarla por un largo pasillo, la dejó en medio de una habitación. Elena escuchó una voz varonil, fuerte y segura. Alguien se acercó a ella.

  • Dame esa tanga y desnúdate
  • Peroooo, yo, ya he cumplido con mi palabra.
  • ¿Qué piensas, zorrita, que te vamos a dar treinta mil euros por unas braguitas? Ni que fuesen de la Perla.   Desnúdate cojones, si no quieres que me enfade.

Elena ahora mismo era un mar de jugos, ese trato la estaba poniendo a mil. Empezó a desnudarse muy lentamente. Se sacó la camiseta por el cuello y danzando fue desabotonando su falda hasta dejarla caer por sus piernas, haciéndola llegar al suelo. Paró y miró al hombre.

  • ¿Qué haces? pedazo de zorra, todo, quítatelo todo.

Elena temblando y excitada, pasó las manos por detrás de su espalda y liberó los corchetes del sujetador, para sensualmente dejarlo caer al suelo. Acarició sus pechos y pellizcó sus pezones. Estaba realmente excitada y prueba de ello era que, si no fuese por su tanguita, sus piernas tendrían un reguero de su propio jugo. Sujetando la tanguita por los lados, metió sus dedos y la fue enrollando para terminar sacándola por sus pies. Ya estaba totalmente desnuda.

  • Quítate la capucha, putita.

Elena se quitó la capucha y ante ella aparecieron cinco tíos con las pollas en la mano. Les llamaremos por número, ya que sus nombres han de permanecer en el anonimato.

Uno, era un hombre rubio, de unos cuarenta años, con un muy buen cuerpo y una polla de unos dieciocho centímetros y bastante gordita.

Dos, era un hombre bajito, rechoncho y panzudo. Su polla era más pequeña y delgada que la de número uno.

Tres era un chico Atlético, de no más de veinticinco años. Con una buena polla con más de veinte centímetros y bastante gordita.

Cuatro era en apariencia moro, su aspecto así lo hacía ver y tenía una impresionante polla de más de veinticinco centímetros, pero finita.

Y por último cinco. Este era un impresionante negro con todos sus músculos marcados y una terrible polla de más de veinticinco centímetros y un importante grosor seguro, más de diez centímetros de grosor. El número cinco parecía llevar la voz cantante.

  • Ven aquí putita y chúpame la polla, ¿vamos puta , que miras, a qué esperas? ¿Me quieres tocar los cojones?

Elena se acercó a él y postrándose de rodillas, cogió esa polla con sus dos manos, obnubilada la miró, la rodeó con las manos y la acercó a su boca. La fue midiendo con sus labios y con su lengua. Saboreaba cada parte de esa tremenda polla, que apenas podía albergar, en una de sus terceras partes.

  • ¿Qué cojones haces? Abre bien la boca, puta.

Y de una se la metió, no pudiendo meter más que el capullo. Pues con su grosor, la boca de Elena no podía abrirse lo suficiente para poder albergarla. Elena la sorbía con sus labios y la repasaba con su lengua. Por su parte, número cinco empujaba con fuerza su pelvis contra la boca de Elena.

  • Vamos, que tenemos que probar todos, esa boquita.

Número cuatro, entró en acción, metiendo también su polla en la boca de Elena. Esta al ser más delgada, entraba con mucha facilidad.

  • Ven aquí putita, ven que te voy a traspasar la garganta.

Y así lo hizo, con un golpe de cadera, traspasó la garganta de Elena y mantuvo ahí su polla. Elena no podía respirar e intentaba zafarse de ese abrazo que la estaba dejando sin aire y sin fuerza. Número cuatro, aflojó su fuerza y Elena echó su cuerpo para atrás en busca de aire. Pero no había inhalado la primera bocanada de aire, cuando otra vez esa polla traspasaba su garganta. Esta vez un río corrió entre las piernas de Elena anunciando su orgasmo.

Número tres se puso entre las piernas de Elena y se encargó de recoger en su boca todos los líquidos que Elena iba soltando. A su vez se centró en su clítoris.

Número dos la folló por detrás, mientras, número tres, le comía el coño. Los otros tres, acariciaban su cuerpo. Número uno se acercó y sujetando por el pelo a Elena, le llevó su boca hasta sus huevos y le dijo.

  • Vamos puta, chupa, chúpame los huevos. Vamos coño, chupa de una puta vez.

Elena, acercaba su cara a sus huevos y se restregaba estos por la cara. Elena cada vez estaba más excitada, se estaba poniendo a mil y el orgasmo lo tenía próximo, muy próximo. Su cuerpo hervía y el placer empezaba a invadirla.

  • Vamos Puta, ensaliva bien mi polla que te la voy a meter hasta el esófago. Sii, asiii, siiii, ensalívame bien.

Número cinco, levantó en vuelo a Elena y se la clavó, la sujetó con fuerza y la dejó caer sobre su polla. Sólo pudo entrar el capullo, pero con esto bastó para que Elena tuviese un imponente orgasmo, que la dejó temblando sobre la polla del negro.

Número cuatro, aprovechó para acercarse por detrás y meter su polla por el culo de Elena. Esta abrió la boca buscando aire. Nunca había sido doblemente penetrada y menos por semejantes pollas. Notaba como dentro de su coño la polla del negro entraba y salía rozando las paredes de su coño, dilatándolo, como nunca nadie lo había hecho. A la vez sentía como la polla del moro le quemaba en el culo y como ambas pollas se frotaban en la fina tela que separaba sus agujeritos. Elena estaba en éxtasis cuando una polla entraba, la otra salía y así estuvieron un largo rato hasta que ambos se corrieron en su interior.

Elena estaba en trance, se agarró fuerte al cuello del número cinco, para así poder disfrutar de un impresionante orgasmo, que casi la deja en la inconsciencia. Ambos hombres se retiraron de ella dejando que unos buenos chorretones escurrieran por su cuerpo.

Elena era incapaz de ponerse en pie. Número dos abrió las piernas de Elena y se colocó entre ellas. Metió su pequeña polla en su coño y empezó a bombear. Para Elena fue un alivio, ya que esa pequeña polla calmaba todo el roce que le habían propuesto las otras dos. Número dos se corrió enseguida, tener esa preciosidad entre sus piernas ya era un lujo para él.

Número tres, el más joven, tumbó a Elena de lado y levantando su pierna izquierda, le metió la polla por el culo, el semen del número cuatro, propició que la polla entrase de una hasta el fondo de su culito. Viendo lo bien que había entrado, puso a Elena a cuatro patas y empezó a follárla con fuerza su precioso culo. Le agarró por sus brazos y la folló muy, muy fuerte. Elena chillaba como una loca, presa del dolor y del placer. Ese anal, le estaba matando. Eso era lo que ella quería y lo que su marido no le daba.

  • Fóllame fuerte cabrón, más fuerte, ¿no sabes más?

El chaval aceleró el ritmo, lo aceleró tanto, que la polla se le salió haciendo que Elena se volviera, para volverla a meter con celeridad.

El chaval le daba tan fuerte que el culo le estaba ardiendo, el roce de esa polla dentro de ella, le estaba volviendo loca. El chico empezó a azotarla sin compasión y esto hizo que Elena tuviese un terrible orgasmo, que terminó con ella desmayada en el suelo. Ya solo faltaba el número uno. Este, esperó que Elena se recuperara y poniéndola en cuatro la traspasó el coño. Número uno, también le daba bien fuerte y le azotaba, mientras sus cuerpos hacían música. Número cinco, aprovechó para poner su polla en la boca de Elena. La fuerza de número uno, hacía que la polla de número cinco, la entrase casi hasta la garganta. Este también le follaba la boca, metiendo una pequeña porción de su polla en ella.

Número uno cambió la posición con número cinco y este, número cinco, de una, metió más de media polla en el coño de Elena, está profirió un grito entre dolor y placer que número uno, aprovechó, para meter su polla hasta traspasar la garganta de Elena. Número cinco, cada vez metía un poco más de polla hasta tener dentro prácticamente la mitad. Aquí empezó a moverse al principio muy despacio.

Mientras metía su polla, Elena abría su boca y número uno, entraba hasta su garganta. Este ya no pudo más y descargó en la garganta de Elena, que casi se atraganta por tal cantidad de esencia derramada.

Número cinco, iba aumentando poco a poco la cadencia de sus embestidas, hasta hacer de estas, una follada salvaje, que tenía a Elena al borde del éxtasis total.

Elena empezó a correrse una y otra vez intentando salirse de la polla del negro, pero era imposible, este la sujetaba con todas sus fuerzas sin dejar que se apartara de su polla. Elena, dentro de su delirio, notaba como tenía un orgasmo detrás de otro, hasta que perdió la consciencia. Se despertó llena de semen, le habían rociado bien y de sus agujeritos salía gran cantidad de este líquido. En una mochila estaban los treinta mil euros.

Elena se duchó, se vistió y llamó a un taxi y abandonó la casa

ELENA Y EL TAXISTA

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Elena esperó que llegase el taxi. Estaba sentada en la acera y deshecha. Le habían reventado bien reventada. El taxi llegó y ella se montó en el asiento de atrás, tenía un rato hasta su casa y pensaba dormir. Al levantar la vista, vio que era el mismo taxista del otro día. ¿Casualidad, destino?

Ella sabía que hoy no llevaba bragas, habían quedado destrozadas y las dejó tiradas en el suelo. Notaba como el taxista la miraba. Elena abría sus piernas enseñándole su coño, ella sabía que miraría. Tenía los pezones muy, muy duros y estaba muy, muy excitada. Las mascarillas tapaban sus caras, pero Elena sabía que él la estaba mirando.

Elena metió un dedo entre sus piernas y sacándolo muy despacio, se bajó la mascarilla y lo chupó mirando al retrovisor.

  • ¿Coño, putita, si eres tú? ¿Qué tal lo pasaste en la finca, parece que te quedaste con ganas?

Elena no decía nada, permanecía con las piernas abiertas enseñando su coño.

El taxista desvió el coche y lo aparcó en un paraje solitario.

  • Ven, cerda, pasa aquí y chúpame la polla como tú sabes.
  • Elena pasó al asiento del copiloto, mientras el taxista se iba bajando la bragueta y sacaba la polla fuera. Elena se amorró a la polla y empezó a chupar.
  • Así puta, así, abre bien la boca.

Elena medía con sus labios esa preciosa polla y la llevaba hasta su garganta, la dejaba pasar por debajo de la campanilla, lo que le hacía salivar mucho y dar alguna arcada que otra. Cuando tenía una arcada el taxista le agarraba de la cabeza metiendo aún más su polla, lo que hacía que el coño de Elena se llenara de jugos. El taxista bajó una mano hasta su culo y chupándose un dedo lo metió en él. Elena retiró su cabeza y le dijo.

  • No, por ahí no, me duele, me lo han destrozado
  • Tú chupa y calla pedazo de guarra.

Y apretando su cabeza, le metió la polla hasta la campanilla.

Elena sentía como ese dedo entraba rozando las paredes de su culito, la caricia no le desagradaba, pero aún estaba dolorida de esos pedazos de pollas. Una especie de rayo, pasó de su culo a su cerebro y de su cerebro a su coño y abriendo mucho la boca se corrió con la polla del taxista en la boca y ese dedito en su culo.

  • Mírala qué puta, que corrida se ha pegado.

El taxista, subió las piernas de Elena a sus hombros y postrándose en el asiento, con su culo contra la puerta, bajó a comerla el coño.

  • Está como a mí me gusta, bien mojadito y lleno de sabor. Ven aquí putita que te voy a hacer temblar sobre mi lengua.

El taxista succionó el clítoris de Elena mientras con su lengua daba rápidos giros arriba y abajo. Elena le echó las manos en la nuca y lo atrajo hacia ella, para poder correrse en su cara. Pero el taxista no contento con ese orgasmo, siguió acariciando su clítoris con sus labios y su lengua a la vez que le volvía a meter un dedo y luego dos dedos en ese precioso culito.

El gusto que sentía Elena era total, volvía a estar así, en la gloria. Encadenaba un orgasmo tras otro hasta que no pudo más y empezó a temblar sobre la boca del taxista. Ya no podía más, tenía que salir de ahí o se desmayaría otra vez. Retirando su coño, consiguió salir de su beso y separarse de sus dedos. El taxista abrió su puerta y rodeó el coche, abrió la puerta de Elena y dándola la vuelta apuntó su polla a su coño. Pero esta vez, en vez de metérsela, subió una pierna a su hombro y con la punta de su polla empezó a frotar con fuerza su clítoris hasta que Elena se convirtió en una fuente que lo bañó entero.

  • Joder tío, para, para que me vas a matar.

Pero él no paró. Puso la cabeza de Elena contra el asiento y sacó su otro medio cuerpo fuera del coche. Le metió la polla en el culito ahora bien lubricado y no hace mucho, bien abierto. Sujetándola por las manos, le dio tan fuerte que no tardó mucho en llenarla el culo de semen.

  • Jodeeeer que culazo tienes, que bien me aprieta la polla.

Pero Elena había quedado nuevamente inconsciente. La cogió en sus brazos y la tumbó en el asiento de atrás.

Poco antes de llegar a su casa, Elena se despertó.

  • Joder tío casi me matas. Ya estamos llegando. Dame tu número de teléfono, así cuando quiera un taxi te llamaré.
  • Ya sabía yo que eras buena zorra.

Paró cerca de la casa de Elena y antes de bajarse, la atrajo hacia sí y le dio un impresionante beso en los morros mientras dos de sus dedos entraban en su coño.

  • Esto es para el camino.

Y con cara de cerdo se metió los dedos en la boca.