El Tanga I

Este relato trata sobre la bisexualidad y el sexo en grupo. Habla de cómo descubrí mi tendencia sexual y mi fascinación por la lencería y las eyaculaciones faciales.

Esta historia es verídica al cien por cien y cuenta cómo fui descubriendo algunos aspectos del sexo que me han llevado a disfrutar plenamente de él en la actualidad.

Yo era un chico con pocos recursos económicos. Tenía 18 años y me instalé solo en una pequeña buhardilla de mi barrio. Por las mañanas iba a la universidad y por las tardes daba clases particulares a chicos y chicas del instituto. Una de mis aficiones era la natación, así cada día acudía por la noche a la piscina.

Como no tenía padres, tenía que comprarme yo sólo la ropa y aunque por fuera vestía normal, siempre me gustaba llevar ropa interior atrevida (Veía en las revistas a chicas con lencería sexy y era lo que más me gustaba) compraba siempre slip y camisetas de lycra muy ajustadas y aunque nadie me veía, ya que entonces no tenía novia, a mí me excitaba cantidad.

En la piscina siempre me gustaba vestir un pequeño bañador, también ajustado. La verdad es que me quedaba bien porque mi cuerpo no está nada mal debido al ejercicio que hago. Mi paquete de un tamaño considerable, se adivinaba perfectamente a través de la tirante tela del bañador.

Allí hice amigos ya que estaba mucho por allí. Me gustaba fijarme en la ropa interior que llevaban, me excitaba. Ellos trabajaban y debido a ello debían llevar traje. Según ellos era mucho mejor llevar tanga ya que de esa manera no se marcaba la costura a través del traje y a mí me fascinaba verles cuando se quitaban el bañador después del baño y enfundaban sus aparatos en la pequeña prenda. Entre nosotros había confianza ya que nos conocíamos hacía mucho tiempo, así que un día me atreví a preguntarles a ver si no les resultaba molesto utilizar ese tipo de ropa interior. Juan que era uno de ellos me dijo que cuando se lo propuso su novia él le dijo que a ver si estaba loca, que él no era maricón, pero que desde que le convenció para probarlo ya no usaba otra cosa, aunque no llevara traje. Entonces me invitó a que lo probara. Se quitó el que acababa de ponerse y me lo lanzó. Allí estaba yo con el minúsculo trozo de tela en mis manos. Lo miré un momento y seguido me lo puse. Noté cómo la elástica tela delantera se ajustaba perfectamente a mi paquete y cómo la fina tira trasera se introducía entre mis nalgas. La sensación era estupenda. Juan me preguntó cómo me sentía y yo le dije que me gustaba mucho la sensación de llevarlo. Entonces me dijo que me lo quedara y yo para que no fuera sin nada a casa le ofrecí mi slip.

Al día siguiente fui lo más rápido posible a unos grandes almacenes y me compré cinco tangas (Desde entonces no uso otro tipo de ropa interior). Por la noche en la piscina, Juan y Alberto que era el otro chico, y yo nos pusimos nuestras tangas y salimos. Era viernes y decidimos ir a tomar una cerveza por ahí.

Juan había quedado con su novia Vanesa, una morena de pelo largo, de mediana estatura y grandes pechos. Era delgadita y se le veía realmente estupenda vestida con aquel top ajustado y la minifalda. Cuando ella llegó, Alberto y yo hicimos ademán de irnos, pero Juan insistió en que nos quedáramos. Pasamos la noche los cuatro juntos. Bailamos bebimos y hablamos durante mucho rato. Cuando cerraron los bares nos dirigimos hacia nuestras casas. Alberto y yo íbamos por delante mientras que Juan y Vanesa hablaban un poco más retrasados. Ya nos íbamos a despedir cuando Juan nos paró y nos dijo que él y Vanesa habían estado hablando y que querían tener sexo esa noche con nosotros. Nosotros nos quedamos parados, les dijimos que habían bebido mucho, que estaban locos, pero Juan insistió diciendo que era una fantasía que tenía su novia y que él prefería que fuéramos nosotros los que se la tiraran pues al fin y al cabo éramos sus amigos y había confianza. Hubo un silencio, pero al final accedimos. Nos dirigimos los cuatro a casa de Juan y cuando llegamos Vanesa se abalanzó sobre nosotros y comenzó a besuquearnos y a sobarnos la entrepierna. Nos arrancó las camisetas y luego suavemente fue bajándonos las cremalleras y dejando al descubierto nuestros miembros. Se excitó mucho al ver nuestras tangas y felicitó a Juan por habernos convencido. En un momento retiró la telilla hacia un lado y comenzó a pasar su lengua sobre nuestros penes que ya habían adquirido un tamaño considerable. Los ensalivó a conciencia y luego recostándose sobre el suelo se sacó su minifalda y su tanga y nos ordenó que le comiéramos su intimidad. Los tres nos turnamos para saborear su depilada rajita. Yo era la primera vez que estaba con una chica y me estaba volviendo loco. Me acordaba de los cientos de pajas que me había hecho viendo películas porno, de los chochos de las actrices… y mi polla estaba que iba a reventar. Cuando ya Vanesa había tenido su ración, se levantó y se dirigió a nosotros. Para ese entonces ya había tomado plenamente el control y nosotros hacíamos lo que nos mandaba sin rechistar. Entonces se arrodilló frente a Juan y engulló su tranca hasta que los huevos tocaron su barbilla. Nos indicó que nos pusiéramos al lado suyo y en un momento nos ofreció la polla que tan golosamente estaba trabajando. Alberto y yo nos levantamos y dijimos que por ahí no íbamos a pasar. Después de mucha discusión y debido al calentón y a las copas que llevábamos de más, Vanesa logró convencernos. Nos volvimos a arrodillar los tres delante de Juan y empezamos. Vanesa dio los primeros lametazos y luego nos la pasó. Yo la cogí con mi mano. Tenía delante de mí 18 cm de carne ensalivada y palpitante. Dudé un poco, pero casi sin darme cuenta me la metí y comencé a pajear la tranca de Juan. Mi pene no había disminuido ni un ápice su excitación y aquello que estaba haciendo me pareció que incluso la aumentaba. Durante unos minuto los tres saboreamos ya sin ningún tipo de reparo nuestro juguete. Juan nos restregaba su glande por nuestras lenguas y gemía sin parar. Entonces notamos cómo las piernas de Juan temblaban y cómo su polla se tensaba hasta que sin avisar soltó su descarga de leche sobre nosotros. Alberto y yo intentamos apartarnos pero varios pegotes de esperma cayeron inevitablemente sobre nuestras caras y torso. Durante un instante nos quedamos parados pensando lo que habíamos hecho, al final nos miramos y comenzamos reír. Mamarle la verga a Juan nos había gustado y recibir su espesa leche en nuestras caras también. La idea de nuestra homosexualidad paseó un instante por nuestras cabezas pero se esfumó cuando volvimos a mirar de nuevo a Vanesa relamiendo el falo de Juan con su carita cubierta de semen y nuestros miembro volvieron a saltar. Juan nos ofreció a su novia para que la folláramos en agradecimiento por la mamada que le habíamos dado y ella no puso ninguna pega. Nos acercamos a ella y yo le subí el top sobre el que aun había restos de la corrida anterior y comencé a besarle las tetas. Alberto sin pensarlo dos veces abrió las piernas de Vanesa y después de lubricar su miembro con los jugos que salían de su cueva se la metió hasta dentro comenzando así un mete-saca furioso. Vanesa se agitaba bajo las embestidas que recibía y a su vez me regalaba una mamada antológica. Así estuvimos largo rato hasta que Alberto y yo nos cambiamos de posición. Ahora Vanesa estaba de rodillas comiendo el rabo de Alberto que estaba sentado en el sofá y me ofrecía su trasero desafiante. Me arrodillé e introduje mi verga en su coño que no paraba de lubricar. Estuvimos follando largo rato y cuando noté que me iba a correr, saqué mi pene de Vanesa y derramé toda mi leche sobre su espalda. Nunca había echado una corrida tan descomunal. Ríos de semen recorrían la espalda de Vanesa e incluso había algunos pegotes en su pelo. Alberto no tardó mucho más e incorporándose vació sus huevos sobre la dulce cara de Vanesa que aún conservaba los restos de su novio. Aquí fue donde descubrí lo sexy que puede llegar a ser una chica (o un chico) cubierta de semen. Vanesa se levantó, se bajó su top y se dirigió a la cocina. Pensábamos que iba a limpiarse los restos de nuestras corridas y nos sentamos a descansar. La sorpresa fue cuando la vimos aparecer con unas copas y tal y como la habíamos visto irse. Su top mostraba unas grandes manchas y su cara era recorrida aún por caminos de semen ya líquido que llegaban hasta el escote. Juan nos comentó que su novia era adicta al semen. Que le gustaba estar impregnada en él durante horas sintiendo el intenso olor que desprende en contacto con su sudoroso cuerpo.

Vanesa nos contó que habían pasado fines de semana enteros follando sin salir de casa y sin ducharse y que incluso guardaba la ropa interior que había usado en ocasiones muy especiales. Nos enseñó un cajón lleno de braguitas, tangas, camisetas… que reflejaban en sus amarillentas manchas, noches de mucha marcha.

La noche tocaba a su fin y Alberto y yo nos fuimos no sin que antes la pareja de novios nos obsequiara con sendas sesiones orales que nos descubrieron que una mamada es una mamada aunque te la haga un chico y que terminaron con dos nuevas erupciones que fueron a parar al pegajoso top de Vanesa que para entonces ya mostraba zonas transparentes y que le daba un aspecto increíble.

Desde nuestro primer encuentro fueron muchas las veces que nos juntamos Juan, Alberto, Vanesa y yo. Nos encantaban nuestras sesiones de sexo sin tapujos. Practicábamos todo tipo de variantes del sexo.

Una noche de viernes estábamos los cuatro en casa de Juan. Vanesa estaba radiante, vestía una camiseta de tirantes blanca muy pegadita y unos pantalones blancos. Su atuendo dejaba poco a la imaginación ya que la blanca tela permitía entrever el fino encaje de su sujetador y la pequeña tanga, ambos negros. Juan vestía una camiseta de lycra y unos pantalones vaqueros y Alberto y yo llevábamos el chándal ya que habíamos ido directamente desde la piscina. Los tres lucíamos sendos tangas que Vanesa nos había regalado. Eran de lycra negra y se ajustaban perfectamente a nuestros cuerpos.

La noche transcurría normal, cenamos, bebimos y como siempre la temperatura fue subiendo. Pusimos en el video una peli de Rocco que habíamos alquilado en el video club. Era bastante fuerte y Vanesa no se pudo aguantar, se arrodilló en el suelo y nos hizo ponernos en pie. Uno a uno nos fue quitando la ropa y apartó a un lado los tangas aunque sin quitárnoslos dejando libres las tres pollas que inmediatamente comenzaron a crecer. Sin esperar más, comenzó a chupar suavemente aunque todo el rato se tenía que parar para sacarse pelos púbicos que quedaban en su boca. Entonces comenzó a quejarse y a decir que éramos unos guarros, que ella se depilaba todas las semanas para nosotros y que sin embargo no hacía más que comerse nuestros pelos. Nosotros no sabíamos qué decir así que fue de nuevo Vanesa la que tomó la palabra y nos ordenó que fuéramos al baño a depilarnos. Entramos en el baño y durante un rato nos quedamos callados sin saber qué hacer. Al final Alberto dijo que si queríamos follar esa noche deberíamos hacer lo que Vanesa había dicho. Entonces Juan fue al armario y sacó un bote de espuma y una maquinilla y se la pasó a Alberto. Yo me saqué el tanga y me senté en la taza abriendo mis piernas para ser el primero. Alberto se echó un poco de espuma en la mano y me la untó. Luego cogió la maquinilla y comenzó a pasarla sobre mi pubis arrastrando con ella mi mata de pelos. En un momento acabó la tarea y me aclaró. Mi entrepierna lucía sin un sólo pelo y me gustó verme así. Cuando los tres hubimos acabado salimos de nuevo al salón y Vanesa nos pasó revista dando su visto bueno y advirtiéndonos de que no nos la volvería a chupar si veía un sólo pelo.

A partir de ahí continuamos con una de nuestras sesiones de sexo duro, hubo mamadas de coños y pollas para todos, follamos a Vanesa por el chocho y también por el culo, ya que desde que lo vio en una peli y lo probó siempre quería repetir, y al final cuando estábamos a punto, uno a uno fuimos pasando por delante de ella descargando nuestros huevos sobre su cara. Cuando terminamos estaba cubierta de ríos de semen que recorrían su cara y terminaban en su blanca camiseta. Nos sentamos en el sofá cansados por la sesión y llegamos justo a ver el final de la peli en el momento en que un grupo de unos diez tíos acababa sobre una chica en un ring de boxeo. La verdad es que fue un final muy bueno con abundantes descargas de semen que terminaron por cubrir a la protagonista que permanecía de rodillas relamiéndose los restos de la orgía, pero lo mejor vino cuando se acercaron cuatro tíos y agarrándose sus pollas comenzaron a orinar sobre la chica. Dirigían sus chorros sobre la cara de ella que escupía lo que caía dentro de su boca derramándolo sobre su pecho cubierto de semen. La escena fue flipante y los tres nos quedamos de piedra. Por nuestras cabezas estaba pasando lo mismo pero nadie se atrevía a proponerlo y entonces fue de nuevo Vanesa la que dijo: «Yo quiero que me hagáis lo mismo que acabamos de ver». Decidimos que lo haríamos en la bañera para no manchar y así los cuatro nos dirigimos al baño. Vanesa se metió en la bañera y se puso de rodillas mirando hacía nosotros. Juan fue el primero en empezar. Lanzó un chorro directo a la cara de Vanesa la cual abrió la boca igual que había visto hacer a la chica de la película. En un momento estábamos los tres meando encima de ella sin dejar ni un trozo de su cuerpo seco. Su camiseta se había vuelto totalmente transparente y su pelo empapado se pegaba a su cara que aun conservaba los restos de la corrida anterior. Cuando acabamos Vanesa se incorporó para mirarse en el espejo quedando sorprendida de su aspecto que debió de gustarle ya que acto seguido alargó el brazo para coger el vaso del lavabo, lo colocó entre sus piernas y ella también comenzó a orinar. A medida que se llenaba el vaso lo levantaba sobre su cabeza vertiendo su contenido.

Después de asearnos, nos dispusimos a salir. Como ya era costumbre entre nosotros, antes de salir Vanesa nos mamó la verga a los tres haciendo que nos corriéramos sobre su tanga para acto seguido ponérsela y poder sentir así nuestra leche toda la noche sobre su depilado chochito.

Fue una de las escenas más fuertes que hemos protagonizado y a partir de aquel día se repitió más de una vez. Nosotros también probamos la experiencia y aunque nos gustó, suele ser nuestra chica la que acaba normalmente recibiendo nuestra lluvia dorada.

Aquí vuelven las historias de Juan, Vanesa, Alberto y yo. En esta ocasión os voy a relatar un episodio que tuvo lugar en unos grandes almacenes a donde nos dirigimos los cuatro a hacer unas compras.

Era verano y habíamos planeado hacer un viaje a la playa los cuatro, así que fuimos a comprarnos unos bañadores. Vanesa fue la primera que empezó a probarse. Eligió cuatro bikinis y nos fuimos todos al probador para ver cómo le quedaban. La verdad es que estaba estupenda con todos pero elegimos uno que tenía la braguita tanga y que pensamos que la dejaría broncearse mejor. También se compró unos shorts y unas camisetas blancas todo bastante ajustado. Nuestra amiga Vanesa era una salida en todos los sentidos y nunca vestía nada que no fuera ajustado e insinuara (o dejara ver descaradamente) su ropa interior.

Después de sus compras fuimos a por nuestros bañadores. Vanesa fue la que los eligió. Eran tres slip de color fucsia que rápidamente fuimos a probarnos. Cuando los tuvimos puestos nos dimos cuenta que debían ser por lo menos dos tallas menos de las que necesitábamos. Se los enseñamos a Vanesa y ella dijo que nos quedaban fenomenal. Nosotros nos miramos y nuestras trancas se levantaron sólo de pensar el cantazo que íbamos a dar en la playa con aquellos bañadores. Empezamos a quitárnoslos pero Vanesa abrió la puerta y dijo que esperáramos un poco. Nos dimos la vuelta y vimos que había venido con una dependienta la muy guarra. Nos quedamos de piedra con aquellas pequeñas prendas que no podían retener dentro la enorme erección que llevábamos. En un principio la dependienta se quedó parada sin dejar de mirar nuestros paquetes. Vanesa cogió su mano y la acercó hasta mí y le dijo que tenía un problema y era que mi polla era demasiado grande para aquel slip y que tendría que ayudarme a meterla dentro. La chica después de vacilar cogió mi rabo y lo apretó dentro del bañador mientras me miraba sonriendo. Alcé la vista y vi cómo Vanesa estaba bajándole la cremallera de la faldita. Visto que no había resistencia me aventuré a hacer lo mismo con su chaqueta y su blusa. Su lencería era exquisita, llevaba un conjunto de sujetador y braguita de satén y un liguero a juego que sujetaba un par de medias blancas brillantes. Le quité el sujetador y la braguita y le hice arrodillar quedando su boca a la altura de mi pene. Me aparté el bañador a un lado y le metí el rabo en su boca empezando un vaivén que hacía que mi glande chocara con su garganta. Mis amigos se acercaron y la rodearon con sus pollas. La dependienta empezó a alternar las mamadas mientras Vanesa se masturbaba en una esquina del probador.

Cuando ya estábamos calientes pusimos a la chica a cuatro patas y uno tras otro la fuimos penetrando. Nos pidió que no nos corriéramos dentro de ella a lo que nosotros respondimos que entonces tendría que tragar nuestro semen. Accedió y así después de follarla durante unos veinte minutos, uno a uno fuimos descargando sobre su cara. Ella trató de mantener nuestras pollas en su boca pero a nosotros no nos gustan las corridas en las que no nos pringamos de semen así que eyaculamos sobre su cara y pelo. Cuando acabamos estaba de lefa hasta las orejas. Se puso muy nerviosa. Decía que a ver cómo salía ella ahora así. Permanecía sentada cuando vimos a Vanesa que se acercaba y se colocaba encima de la chica. La agarró de la cabeza y comenzó a mear. La chica se revolvió mientras nosotros reíamos lo cual hizo que toda la meada se repartiera sobre su cuerpo. Agarró un cabreo monumental. La verdad es que estaba pringada de pis y semen. Intentamos tranquilizarla y cuando se calmó un poco se dio cuenta que estaba terriblemente excitada. La tarde iba de sorpresa en sorpresa, pero la que nos dio ella se llevó la palma. Estando allí sentada en una esquina nos dijo que ya que habíamos empezado que termináramos la faena. Sin esperar ni un momento nos acercamos, dirigimos nuestras pollas a su boca y comenzamos a largarle chorros de meada por todo el cuerpo. Alberto se cebó con su pelo y Juan y yo con el resto del cuerpo. La dejamos hecha un cisco, calada hasta arriba y fue entonces cuando recordamos dónde estábamos. Era un gran marrón porque habíamos dejado el probador hecho un asco. Había pis por todos los lados.

La chica dijo que podíamos salir por la puerta de servicio aprovechando que era la hora de comer y había pocos dependientes. Se puso su ropa encima la cual tardó poco en empaparse. La blusa transparentaba su sujetador. Nosotros también nos vestimos y los cinco salimos por detrás llegando hasta el aparcamiento donde teníamos el coche. Por el camino sólo nos cruzamos con un hombre que se quedó parado al ver a la dependienta. Pusimos un plástico en el asiento y nos fuimos a casa.