Dos
Por razones de economía tuve la necesidad de alojarme en el departamento de un par de buenos amigos. Así los tres compartiríamos la renta y otros gastos. Todo iba muy bien, y a pesar de que yo era la única mujer en casa, compartíamos las labores domésticas. Lo único incómodo para mí eran las contadas ocasiones en que los chicos llevaban a sus amigas. Después de todo era su «departamento de solteros».
Algunas de ellas se cohibían al verme llegar, pero ellos les decían que no había problema, que yo era «un amigo más» y seguían en su fiesta mientras yo me encerraba en mi habitación a escuchar música, tratando de ignorar los ruidos que provenían del exterior. Rubén era el mas alocado y mujeriego de ambos, alto, musculoso, alegre y desinhibido, a veces un tanto rudo en su trato, pero muy simpático; mientras que Ulises era más sereno, casi tímido, delgado, discreto, pero excelente conversador.
Muchas veces los tres permanecíamos hasta tarde conversando de mil temas. Yo creo que llevaba la vida perfecta, pues cuando no tenía con quien salir, invariablemente alguno de mis dos amigos también estaba libre y ambos, o los tres salíamos al cine o a tomar la copa y bailar. Poco a poco yo noté que entre Ulises y yo los silencios eran cada vez más largos, incluso él se encerraba en su recámara si ambos estábamos solos en casa.
En cambio Rubén empezó a coquetearme casi descaradamente. «Tranquilo» le dije un día, «recuerda que yo soy un amigo más, no echemos a perder el buen trato que tenemos»
El sólo soltó una carcajada y dándome una cariñosa palmada en el trasero se alejó.
Una noche, mientras ambos chicos habían salido, yo me encontraba viendo la televisión en la sala, con las luces apagadas cuando la puerta se abrió. Era Ulises, quien al verme se sorprendió y avanzó directamente a su habitación.
«¿Qué pasa, por qué me huyes?» le pregunté medio en serio y medio en broma.
«No te huyo -respondió- Sólo me sorprendió que estuvieras en casa, pensé que habías salido».
«Pues sí, fui a tomar una copa con unos amigos pero me he regresado temprano. ¿Por qué no te sientas a conversar un rato conmigo?»
«Bien, ¿quieres tomar algo?» respondió mientras se acercaba al estante donde teníamos las botellas y las copas.
Sirvió un par de tragos, me entregó el mío y se sentó en un sillón apartado. Bebía a tragos lentos, mirándome fijamente, sin decir palabra; yo empezaba a sentirme algo incómoda.
«Oye niño ¿te he hecho algo para que estés molesto conmigo?» Le pregunté tomándolo por sorpresa.
«No – respondió con voz pausada – todo lo contrario.
«Entonces. ¿por que últimamente noto que me evitas? Extraño nuestras conversaciones.»
Dejó su copa en una mesita lateral y levantándose de su silla se acercó a sentarse en el mismo sofá que yo estaba.
«Pues verás – me dijo sin mirarme – Un pacto no escrito entre amigos es el de no estorbar».
«¿De qué estás hablando?» le pregunté sorprendida
«De Rubén, tú le gustas, eso es obvio, así que me toca hacerme a un lado» respondió encendiendo un cigarrillo. Ambos nos quedamos callados por un momento. Yo estaba verdaderamente sorprendida.
Jamás me había atrevido a reconocer que pudiera existir atracción entre alguno de ellos y yo. Aunque ambos eran muy guapos. Yo no me consideraba fea, soy mas bien bajita, delgada, de ojos claros y cabello negro, corto. De pronto me sorprendí a mí misma pensando en la posibilidad de tener una relación con alguno de ellos. Ambos me gustaban mucho, cada uno en su estilo, Rubén era extremadamente divertido y espontáneo, Ulises discreto y callado. Rubén a leguas se notaba apasionado. Ulises era la ternura personificada. ¡Qué dilema! ambos me gustaban muchísimo. Ulises debió notar la confusión en mi mirada. Se acercó a mí y pasó su brazo sobre mis hombros.
-«Vaya lío ¿eh?- Me dijo sosegado – Rubén es mi amigo desde hace mucho, y jamás hemos peleado por alguna mujer. Eso es algo que siempre hemos respetado ambos».
No sabía qué responder, lo observé con detenimiento. Ulises me gustaba y mucho, a su lado me sentía protegida y segura. Pero con Rubén sabía que la vida jamás sería aburrida. ¿Qué hacer? ¿Cómo elegir sin dañar a nadie?
De pronto Ulises se acercó a mí y me besó en plena boca tomándome por sorpresa. ¡Qué sensación tan agradable! Nunca me había tocado antes. Sentí un hormigueo recorrer desde el centro de mi estómago hasta mis extremidades y correspondí su beso con entusiasmo. Sus manos empezaron a recorrer mi espalda mientras yo me aferraba a su nuca. Su lengua jugueteaba dentro de mi boca provocándome estremecimientos de placer. Metió suavemente su mano bajo mi blusa, posándola sobre mi pecho, acarició mis senos sin dejar de besar mi boca, yo sentía que me derretía en sus brazos.
Pronto su mano bajó a mis muslos, rozándome apenas con la yema de los dedos, la subió poco a poco por debajo de mi falda acariciándome por encima de mi ropa interior.
Yo me encontraba totalmente excitada, y empecé a arrancarle la camisa, besándole en la cara, el cuello y el pecho. Pronto ambos quedamos totalmente desnudos y nos dejamos deslizar del sofá hacia la alfombra.
Él estaba sobre mí, recorriendo todo mi cuerpo con sus besos, provocándome corrientes eléctricas por toda mi espina dorsal. Acercó su cabeza a mi monte de Venus. Yo me encontraba frenética; acarició suavemente mi clítoris con su lengua. Pronto aumentó la intensidad de sus caricias. Su lengua y sus labios me provocaron un intenso orgasmo. Y justo cuando alcanzaba la cumbre del placer se abrió la puerta. Era Rubén, que sorprendido se quedó estático sin saber qué hacer. Ulises también se detuvo, mirando a su amigo con ojos de culpabilidad. Sin detenerme a pensar, y ahogada por el placer, extendí mi mano hacia Rubén mirándolo con la pasión que me embargaba en ese momento. Ulises me miró sorprendido. Rubén sólo esbozó una media sonrisa y empezó a desnudarse. Yo tomé la cabeza de Ulises entre mis manos y lo volví a acercar hacia mi intimidad.
Eso marcó la pauta. De ahí en adelante no hubo necesidad de explicaciones ni palabras. Ulises siguió acariciando mi clítoris con su boca y Rubén acercó su miembro a mi cara para que yo hiciera lo mismo. Era increíble el placer que estaba sintiendo, siendo mamada y mamando al mismo tiempo. Jamás antes había estado con 2 hombres al mismo tiempo.
Pronto cambiamos posiciones, me incliné sobre mis rodillas y manos y metí el miembro de Ulises en mi boca mientras Rubén, colocándose detrás de mí me penetró. Yo acariciaba a Ulises con mis lengua y con mis labios, engullendo por momentos su miembro casi hasta mi garganta, mientras Rubén arremetía contra mí provocándome olas y olas de placer. Pronto Ulises se acostó boca arriba en la alfombra, diciendo «me toca» me separé de Rubén y me coloqué encima de Ulises, metiendo su miembro dentro de mi vagina lentamente. Cuando sorpresivamente sentí a Rubén detrás mío «yo también quiero» dijo. Me asusté, jamás había tenido sexo anal.
«No por favor» dije tratando de apartarlo. «Me vas a lastimar, nunca lo he hecho antes».
«Tranquila» dijo Rubén, «lo haremos con mucho cuidado».
Acarició con su mano la unión de entre Ulises y yo humedeciendo mi ano con mis propios jugos. Acercó su miembro mientras Ulises detenía sus movimientos para permitir que su amigo se acoplara. Sentí a Rubén entrar lentamente en terreno virgen y no pude evitar una exclamación de dolor. Era demasiado para mí y le pedí que se detuviera.
«No, tranquila, ya estamos casi listos» Respondió con voz ronca.
De pronto con una sola embestida me penetró totalmente. Grité de dolor y Ulises me acercó a su pecho mientras acariciaba mi espalda con ternura. Rubén me tenía asida por las caderas y los tres permanecimos sin movernos por un instante mientras me daban tiempo a relajarme.
Pronto ambos empezaron un movimiento en plena sincronía. El dolor que yo sentía se fue transformando en un placer cada vez mayor. Era una sincronía de tres cuerpos pasmosamente perfecta. Mientras Rubén se aferraba a mis caderas y mis hombros y besaba mi nuca y mi cuello Ulises me acariciaba los senos y el vientre. Yo podía sentir a ambos dentro de mí , llenándome plenamente y provocándome sensaciones jamás imaginadas.
Nuestros movimientos se hicieron cada vez más frenéticos. Los gemidos de placer podían escucharse por toda la habitación.
Al fin los tres alcanzamos al mismo tiempo un gran orgasmo. Sentí como me inundaban ambos y nos dejamos desplomar sobre la alfombra hechos un nudo de piernas y brazos.
Permanecimos ahí, ambos abrazándome, casi sin respirar, recuperando el ritmo de nuestros corazones.
«Todos para una…» Dijo Rubén de pronto.
«Y una para todos» Concluyó Ulises