Eran las ocho de la noche y llegué a mi casa después de haber cancelado un viaje sin mucha importancia.
La casa estaba invadida por un silencio sostenido, cuando respiraba sentía que se rompía ese encanto nocturno y sin darle importancia subí por las escaleras que conducen a la recamara, donde suponía que mi mujer descansaba, al ir subiendo sentí un creciente murmuro que se extendía por cada escalón que conquistaba, al llegar arriba asomé por la puerta de la recamara y la vi vacía pero el rumor que despedía la planta alta era más intensa, por lo que supuse que mi mujer estaba en el baño tomando una ducha, entonces entré en silencio al cuarto de baño y asistí a la escena que cambió mi vida, a través de la cortina que traslucía el fondo de la bañera vi a mi mujer en medio de dos hombres, desnuda, con el pelo suelto mojado y su boca abierta mientras los dos hombres la mordían por todo el cuerpo y la recorrían con sus lenguas por todos los resquicios de su piel morena, se arrodillaron uno frente a ella y otro atrás y empezaron a lamerle las piernas hasta llegar a su sexo, la penetraban con la lengua en la vagina y en el culo, al mismo tiempo mientras ella acariciaba sus cabellos y despedía gemidos que recorrían el baño y se escapaban para todos los rincones de la casa y que en mí tenían un efecto hipnotizador que me paralizó y me sacó de la realidad hasta hoy.
Luego se pararon y empezaron a besarla al mismo tiempo, era algo indescriptible, las dos bocas de ellos recorriendo la de ella, sus lenguas adentro de su boca, las tres lenguas húmedas en el espacio ardiente de la boca de mi mujer, mientras se besaban apretaban sus cuerpos contra ella y las cuatro manos de los hombres recorrían su cuerpo pequeño y bronceado, sus pechos redondos y grandes y los pezones de ella estaban estirados como nunca.
Ella se hincó entre los dos y empezó a mamarlos desesperadamente, metiendo los dos penes en su boca de una manera salvaje, en momentos desconocía a la mujer que estaba viendo, luego entendí que esa que estaba en pleno éxtasis era la verdadera Mara y no la que yo tenía por convención.
Duró casi media hora con esos penes en su boca hasta que los dos explotaron y ella se tragó todo el semen que despidieron, era increíble verla saboreando ese líquido sobre sus labios, luego se incorporó y en medio de los dos empezó a besarlos abrazada a ellos, se reía con una libertad desinhibida que sólo da la confianza por lo que supuse que llevaba haciendo eso mucho tiempo e increíblemente creció mi excitación.
Salí del baño y fui a la recamara a esconderme, entré a al closet y esperaba que siguieran ahí. Ella entró sola a la recamara y estuve tentado a salir pero mi excitación era más fuerte que mi orgullo y dejé que siguiera el momento.
La vi envuelta en una toalla blanca mientras sacaba la ropa que se pondría y la acomodaba en la cama con una dedicación que hacía suponer su deseo de hacerlo, se puso unas medias con liguero blanco y un vestido blanco pegadísimo y unos tacones muy altos, se pintaba con la excitación reflejada en los labios y recogió su pelo de manera delicada, en eso tocaron a la puerta apurándola y ella les pidió que esperan, se miró en el espejo, se sentó y de repente empezó a masturbarse rápidamente, subió su vestido y se recostó en la cama y empezó a meter sus dedos en la vagina y el culo, mientras lo hacía murmuraba los nombres de ellos «¡ahh Héctor, Gabriel, cójanme al mismo tiempo, así mi amor, así, méteme tu verga hasta dentro, los dos, aquí en mi cama hagan de mí lo que quieran, cójanme toda!».
Sentí un estremecimiento que cimbró todo mi entorno, mi respiración a intervalos se desvanecía y mi cuerpo estaba en un estado desconocido.
De nuevo tocaron la puerta y ella reaccionó y se incorporó aún excitada. Salió como pensativa y pensé que saldrían a algún lugar, los miré desde la ventana de la recamara, estaban los tres en el auto, ella en medio de las dos y le acariciaban las piernas y le hablaban al oído mientras ella reía nerviosa y excitada.
De repente salieron del auto y casi corriendo entraron de nuevo a la casa, hasta arriba escuche el ruido profundo de la puerta cuando cerró y los pasos desesperados que se ahogaban en los escalones por los tacones de ella, me volví a esconder en el closet y justo entraron los tres.
De manera violenta la apretaron contra la puerta y uno de ellos empezó a besarla sobre el vestido, el otro se acercó y de manera muy delicada empezaron a bajarle el ciper del vestido mientras ella los miraba con una rabia que parecía más de amor y de pasión, así entre los tipos me pareció pequeñísima, le quitaron el vestido y la dejaron con el liguero y las medias, ellos se desvistieron rápidamente mientras la observaban como se tendía en la cama, uno se acercó y empezó a cogerla con la lengua mientras el otro ponía su pene en la boca de ella, así estuvieron largo tiempo, luego cambiaban de posición, ella se hincó en medio de la cama y uno adelante y otro atrás empezaron a hablarle al oído, ella se desbordó y se transformó como por efecto de lo que ellos le susurraban al oído, tumbó a uno en la cama y con violencia hacía que la penetraran, de espaldas al que la penetraba y con la boca del otro en su clítoris, empezó a hablar con una urgencia de sacar sus deseos reprimidos «¡Así cójanme, no se detengan, así mis amores, denme toda su verga, soy toda suya y solo de ustedes!» ellos contagiados por ese diálogo de excitación empezaron a jugar con ella «¿te gusta mi amor?» «si quiero que me hagan todo lo que quieran, que me cojan como ustedes quiera!»
El que le acariciaba el clítoris se incorporó y puso su pene en la vagina ya penetrada y ocupada por el otro, y poco a poco la metió ante el placer de Mara que parecía evadida de este mundo. Empezaron a penetrarla al mismo tiempo y el cuarto estaba invadido de un ambiente erótico y perverso que salía hasta por las ventanas, ella no dejaba de hablar «¡ahhh Héctor, Gabriel, no paren de cogerme, se siente tan rico aquí en mi cama, en la cama de mi esposo, siempre que lo haga con él pensaré en esta noche y en sus vergas recorriendo mi cuerpo, métanmelas hasta dentro, soy suya, ahhh mi amor, lo tienen tan grande, cójanme¡» ellos seguían su juego y le decían.
«Así Mara, muévete, eres la puta más rica que existe sabias?» «¡si mi amor, soy su puta, solo de ustedes, cójanme y trátenme como una puta, así mi amor métanmela, cójanme» así estuvieron por una hora, penetrándola por todos lados hasta que ellos acabaron dentro de ella y se quedaron dormidos, húmedos y aún con la respiración alterada.