Descenso al infierno

Capítulo I

Me llamo Laura, soy una chica Argentina de 19 años.

Mido 1,71, peso unos 60 kg., y mis medidas son 95-60-90.

Aparte de mi larga melena castaña el dato mas característico de mi cuerpo es un simpático tatuaje pequeñito que tengo debajo del ombligo… y no, no voy a dar mas pistas porque al final van a descubrir quien soy.

No se confundan, no soy una viciosa ni una depravada, solo fue un antojo que tenia muchas ganas de tener… de hecho yo soy, o era, la chica mas tímida y «modosita» que puedan imaginar.

Les puedo asegurar que si algún amigo mío, mi familia, o mi novio leyeran este relato JAMAS se imaginarían que lo escribí yo… y si se lo dijeran afirmarían que es todo mentira o inventado.

Pues, como dice el encabezado, mi descenso a los infiernos empezó de un modo muy normalito, con una divertida fiesta… a la que asistí con mi novio, junto con algunos amigos y amigas.

Yo iba radiante con un vestido rojo de tirantas, sin sujetador, que realzaba la abundancia y firmeza de mis pechos… al mismo tiempo que la falda del mismo se ajustaba a mis caderas de tal modo que todo aquel que se preocupara podía apreciar que solo llevaba un breve tanguita debajo.

Ya les aviso que no es mi modo habitual de vestir, pero celebrábamos los tres meses de noviazgo y por ese motivo decidí darle a mi apocado novio una sorpresa muy especial… aunque para lo que esperaba, me prestaban mucha mas atención nuestros amigos y la gente del local que mi novio.

Y fue uno de estos individuos, al que me habían presentado un rato antes como el amigo de un conocido nuestro, el que inicio mi pesadilla.

El tipo era un pelirrojo con una simpática barbita, que solo me sacaba unos centímetros, pero que se le veía muy corpulento… sin llegar a ser guapo yo diría que era bastante «interesante».

Por eso, y como además se acerco a bailar junto a mi cuando mi novio estaba en la barra pidiendo una nueva ronda de bebidas (aunque yo andaba ya algo «achispada»), accedí a bailar junto a él.

Se movía asombrosamente bien para su aspecto y en cada canción de salsa que bailábamos me iba llevando por toda la sala al ritmo de la música y de sus pasos de baile.

Pues, aunque al principio bailábamos separados, pronto deje que cogiera mis manos para voltearme, y mas tarde mi cintura para acompañarme con el ritmo.

Además el chico no paraba de hablar, y siempre que pasaba junto a mi oído me decía frases de aliento… y mas tarde de admiración primero por mi baile y luego por mi cuerpo, lo que me hizo sentir incomoda… y algo excitada.

Eso provoco que mis gruesos pezones, una de las cosas mas llamativas de mi cuerpo, empezaran a ponerse duros… marcándose en la fina tela de mi vestido de tal modo que pronto atrajo no solo sus ardientes miradas, sino la del resto de chicos que bailaban a nuestro alrededor.

Esto me hacia sentir inquieta, pero me excitaba aun mas, al punto de que empezaba a notar como se formaba una sospechosa humedad en mi entrepierna.

El chico ahora restregaba su cuerpo con el mío cada vez que podía, subiendo el tono de las frases que me decía al oído… tanto que en una serie de pasos se restregó contra mi culito respingón de tal modo que pude sentir claramente entre mis nalgas la dureza de su mas que respetable aparato.

El pelirrojo, cogiendo cada vez mas confianza, dejo que sus grandes manos se fueran deslizando poco a poco por mis caderas… hasta que pronto sentí que sus largos y fuertes dedos se clavaban en mi trasero cada dos por tres… encendiéndome casi tanto como la mezcla de groserías y piropos que derramaba continuamente en mis oídos.

Por eso le permitía continuar con sus abusos, a pesar de que una tímida vocecita en mi mente no dejaba de gritarme que estaba haciendo una locura… que en cualquier momento nos podría ver mi novio o alguno de nuestros amigos… pero la lujuria que me invadía la callaba una y otra vez.

Aunque debería haber hecho caso a la voz, porque en la siguiente pieza, cuando el pelirrojo había cruzado sus brazos sobre los míos a la altura de mi pecho y, situado a mi espalda, restregaba su pétreo paquete contra mis nalgas al ritmo de la música… vi a mi novio mirando en mi dirección.

Al estar la pista de baile abarrotada de gente, y con poca iluminación no estaba segura de si me había visto.

Pero justo en el momento en que vi a mi novio, una de las audaces manos del pelirrojo me pellizco descaradamente un pezón, estrujándolo deliciosamente entre sus dedazos mientras me decía al oído que saliéramos fuera… así que me asuste… y salí huyendo de allí… hacia el infierno…

Capítulo II

Tenia miedo de todo, de que mi novio me hubiera visto en una situación tan comprometida, de que se liara a tortas con un chico tan corpulento delante de mis amigos… y, principalmente, tenia miedo de las intensas emociones que había sentido, y de cómo me había dejado llevar de un modo tan tonto por la lujuria y el deseo.

Así que salí al parking y cogí mi coche, marchándome a mi casa medio llorando y muy asustada de que me hubiera gustado tanto provocar a ese chico… y dejarme llevar por el a una situación tan comprometida y violenta.

Con los nervios que tenia cometí dos errores descomunales.. el primero confundirme de calles, yendo a parar sin casi darme cuenta a una zona de suburbios de las afueras… y el segundo el de no fijarme que el coche estaba ya en la reserva desde hacia bastante rato.

Imagínense pues mi pánico cuando se quedo parado allí, en mitad de ninguna parte, en una zona de callejuelas oscuras y malolientes que me eran completamente desconocidas.

Por suerte a solo un par de manzanas de donde pude aparcar el coche a duras penas, se veía una cabina telefónica, por lo que me arme de valor y me fui hasta ella, para pedir un taxi… ya que al menos el nombre de la callejuela en que estaba si se veía en la esquina de un viejo edificio.

Les aseguro que estaba muerta de miedo, y que si no llega a ser porque a esas altas horas de la madrugada no se veía un alma por ninguna parte, no hubiera abandonado la protección del auto.

El teléfono estaba sucio y abollado, y el cable parecía que iba a caerse en pedazos de un momento a otro, pero al menos funcionaba… así que me apresure a meter unas monedas dentro y a llamar.

Mientras esperaba ansiosa la respuesta no dejaba de mirar a un lado y a otro, dispuesta a salir por pies en cuanto viera algo sospechoso… pero no esperaba un «ataque» desde abajo.

Estaba tan tensa y nerviosa que cuando sentí esa áspera y húmeda lengua deslizándose despacio por mis braguitas, lamiendo a conciencia mi húmeda entrepierna, salte como si me hubiera picado una serpiente… con tal susto que mi jadeo ahogado no podía llamarse ni siquiera grito.

Era un chucho… un vulgar y asqueroso perro callejero, mezcla de mil razas, y bastante grandote, el cual permanecía a mi lado… relamiéndose el hocico satisfecho con la esperanza de que volviera a dejarle saborear mis cálidos fluidos.

Yo, con la respiración todavía alterada, permanecía apoyada en la cabina, tratando de recuperar el aliento… y muy enojada conmigo misma por no haberlo visto llegar desde el angosto pasadizo que estaba situado a mi espalda.

El chucho trato de volver a meter su gran cabezota bajo mi vestido, pero yo, irritadisima al ver que había arrancado el viejo cable del teléfono al saltar sobresaltada… desde luego no le deje meterse… y hasta trate de darle una buena patada al descarado animal… pero no solo no lo logre, sino que provoque con ello que apareciera su dueño.

Del mismo pasadizo estrecho salió un viejo vagabundo borracho recriminándome el que tratara de pegar a su único amigo… yo, aterrada hasta la medula, solo atinaba a retroceder ante la avalancha de insultos y quejas del viejo asqueroso y maloliente… sin darme cuenta de que con ello me estaba arrinconando yo sólita contra la pared contraria del oscuro pasadizo.

Cuando mi espalda topo con esa pared me di cuenta de mi error… pero ya era demasiado tarde, pues al irse acostumbrando mis ojos a la penumbra reinante pude ver como otros vagabundos estaban empezando a salir de las cajas de cartón en que dormían para ver que pasaba.

Eran mas de media docena los que me rodeaban, mirándome con excesivo interés, a cual mas feo y maloliente con sus ropas raídas y andrajosas… aunque lo cierto es que nunca llegue a saber su numero con demasiada exactitud… eso si, no creo que ninguno tuviera menos de cuarenta años… y dudo mucho de que alguno se hubiera duchado en los últimos meses.

Yo, que ya estaba llorando a lagrima viva, no dejaba de balbucear mis disculpas al feo vagabundo, llegando a ofrecerle todo mi dinero como compensación por mi falta con su perro… pero no era eso lo que ellos querían precisamente.

Rechazaron airadamente tanto mis disculpas como mi dinero, diciendo con sus voces roncas que lo que querían ver es si yo lo sentía de verdad… por lo que trajeron de nuevo al chucho.

Este, que no venia muy convencido, se dejo llevar mansamente por el cuello, hasta que lo situaron junto a mis pies… luego todos nos rodearon en silencio, pendientes de lo que iba a suceder.

Por eso se les escapo un gruñido de satisfacción cuando el asqueroso chucho comenzó a lamer mis temblorosos muslos desnudos, deslizando su áspera lengua cada vez mas arriba, hasta alcanzar de nuevo mis húmedas braguitas… y el sensible conejito que apenas protegía.

No pude evitarlo… no pude evitar excitarme tanto por los rudos lameteos del animal… como por las intensas miradas de los viejos vagabundos que me rodeaban… porque el sucio interés que leía en sus ojos despertaba cosas muy oscuras en lo mas hondo de mi… y aceleraba mi respiración.

Esos sentimientos, unidos a los incansables lameteos del perro, hicieron que mis gruesos pezones se volvieran a endurecer… marcándose en el fino vestido como dos pequeños puñales de carne.

Uno de los viejos tendió su mano temblorosa hacia mi y me pidió con voz enronquecida que le diera mis braguitas… y yo, subyugada por la mirada de arrobo que vi en sus ojos enrojecidos por el alcohol, solo atine a meter mis manos bajo el vestido, y deslizar mi tanguita rojo hasta los pies… dándoselo a continuación… con la cara aun mas sonrosada y la respiración totalmente agitada.

Que aun se agito muchísimo mas cuando sentí el primer lengüetazo del chucho sobre mi almejita indefensa… que pronto fue seguido por muchísimos otros, dada la inusitada facilidad que tenia ahora para saborearme… con mis piernas entreabiertas… y sin ningún obstáculo de por medio.

Su áspera lija se deslizaba impunemente por toda mi entrepierna… lamiendo a menudo la estrecha rajita de mi culo en busca del diminuto agujerito que al parecer tanto lo atraía… pero centrándose, sobre todo, en mi cálida y encharcada intimidad… donde su ruda y larguísima lengua se introducía cada vez con mayor facilidad… hasta profundidades insospechadas para mi.

Yo no podía apartar la mirada del viejo vagabundo que me había pedido las braguitas… las cuales olía y acariciaba como si fueran el mejor tesoro del mundo.

Por eso, por estar tan pendiente de este tipo, cuando otro de los odiosos vagabundos me pidió que me subiera el vestido lo hice… de un modo automático… y sin reparar realmente en lo que hacia.

Y lo que había hecho era dejar ante la vista de todos ellos mi poblado y espeso triangulito de vello rizado… donde las fauces del animal introducía la gigantesca lengua una y otra vez… degustando mi encharcada intimidad… y llevándome cada vez mas cerca del orgasmo.

Note que todos los vagabundos se acercaban un poco mas para ver mejor lo que hacia el perro… y en vez de asustarme por su proximidad me sentí orgullosa del interés que demostraban.

No me pregunten porque… pues la verdad es que no se porque sentía eso… pero lo cierto es que el miedo (que aun tenia) se mezclaba poco a poco con otra cosa… mucho mas oscura… que supongo que todas llevamos dentro… y que solo unas pocas permitimos que aflore a la superficie.

Allí estaba yo, sosteniendo el vestido alzado a la altura de las caderas, con las piernas separadas… con un chucho lamiéndome hasta las entrañas… y un montón de mendigos hambrientos… de mi…

Capítulo III

Uno de ellos, no contento con todo lo que tenia a la vista, poso su mano sobre mi hombro… y, sin darme tiempo a reaccionar (aunque lo cierto es que no se si lo habría hecho), deslizo mi tiranta por el brazo… dejando uno de mis abultados pechos al aire… y ante sus ardientes miradas.

Otro de los vagabundos secundo su idea, y me bajo el otro tirante… con lo que ahora mi cuerpo ya estaba completamente desnudo ante ellos… con el caro vestidito arrugado sobre mi cintura.

Mis preciosos y delicados pezones rosados, de los que me siento tan orgullosa, ya llevaban un rato totalmente rígidos… por lo que su grosor y amplitud quedaban por ello mucho mas de manifiesto… haciendo que fueran algo irresistible para la chusma.

Los frenéticos lengüetazos del chucho ya me tenían a las puertas del orgasmo… sobre todo desde que el bicho había descubierto la sensible y gorda pepita de mi clítoris, oculta bajo la espesa mata de vello… y le daba continuos golpes con la lengua cada vez que sacaba esta de mi interior.

Pero fue el sentir las ásperas y sucias manos de uno de ellos adueñándose de mis tiernos pechos… los cuales estrujaba con un ansia salvaje… lo que desato mi primer orgasmo… tan fuerte y tan violento que me fallaron las piernas… y caí de rodillas al suelo… jadeando y gimiendo de placer.

Esta fue la señal que esperaban los mendigos… los cuales, empujándome para que me quedara a cuatro patas sobre el duro asfalto, se abalanzaron sobre mi cuerpecito indefenso… luchando entre si en silencio para apoderarse impunemente de mis tesoros mas preciados.

Manos, al principio sentía solamente manos… hurgando por todas partes… introduciéndose ávidas por todos mis orificios íntimos… y amasando mis prietas carnes como si les fuera la vida en ello… tenia gruesos y sucios dedos invadiendo mi pobre almejita.. tenia largos dedos de uñas mugrientas introduciéndose a duras penas en mi estrecho culito virginal… y tenia dedos tan duros como alicates pellizcando mis pétreas nalgas y mis sufridos pechos continuamente.

Estos, por su generoso volumen, permitían que varios desamparados se divirtieran a la vez… y así, al mismo tiempo que uno me acariciaba con delicadeza otro pellizcaba un pezón con saña… y a la vez que uno me apretaba un pecho como si me quisiera ordeñar otro me retorcía el otro pezón con una rarisima habilidad… como si mezclaran en ellos la pimienta y el azúcar continuamente.

Uno de ellos se arrodillo justo enfrente de mi, y me empezó a acariciarme la cara con una mano… mientras empezaba a trastear en sus pantalones con la otra… si me quedaba alguna duda acerca de sus turbias intenciones esta se desvaneció cuando introdujo en mi boquita entreabierta uno de sus mugrientos y asquerosos dedos… sondeándola y preparándola para lo que había de venir. Pero se le adelanto otro de sus odiosos compinches… el cual, situado detrás mía, entre mis piernas separadas… me agarro de las caderas… y me metió su rígido aparato de un solo golpe.

Yo solo pude emitir un ronco jadeo ante su violenta intromisión… alegrándome de que el chucho hubiera dejado mi cuevecita tan encharcada que pudo entrar hasta los testículos sin desgarrarme.

Pronto empezó el desconocido a menearse frenéticamente, entrando y saliendo de mi interior a un ritmo endiablado… logrando así que las olas de placer me fueran llegando de nuevo poco a poco… pero sin dejar de mitigar por ello el asco que me daban todos esos mugrientos mendigos.

Sobre todo el que tenia delante mío, que ya había sacado a la luz su maloliente instrumento… cuyo fuerte olor a orín y mugre me daba hasta arcadas… a pesar de lo cual no me quedo mas remedio que tragármelo cuando me sujeto con ambas manos de la cabeza y me lo metió a viva fuerza hasta la mismísima garganta.

Jamas había hecho algo así… pero pronto aprendí como debía usar mi lengua y mi boca para darle el placer que buscaba… su sabor era lo mas horrible que había probado en mi vida… y aun así me encantaba… y pronto me sorprendí a mi misma lamiendo y succionando con un ansia feroz.

Que se acrecentó cuando mi primer violador eyaculo dentro de mi, con unas descargas espesas e interminables, que parecían no acabar nunca… y provocaron mi segundo orgasmo de la noche… del que aun no me había recuperado cuando otro de los horribles vagabundos ya estaba metiendo su grueso y rígido palo dentro de mi recién desflorada almejita.

Yo, además de sus jadeos entrecortados oía un extraño ruido de fondo, mezcla de suspiro, gemido y lamento… que tarde un buen rato en reconocer como mi voz… rota por las emociones cruzadas.

Pues en ella se mezclaba el goce que surgía de las continuas penetraciones en mi conejito… con el dolor que sentía en mis senos… y con el asco que tenia en mis labios… sobre todo cuando el tipo al que se la estaba chupando eyaculo en mi interior… inundando mi boca y hasta mi garganta con el liquido mas vomitivo que había probado jamas… y que me supo a gloria bendita.

Tanto me gusto que cuando el sujeto abandono su lugar y otro ocupo su puesto este no tuvo ni que sujetarme… pues me abalance como una autentica fiera sobre su grueso chisme no bien se bajo los pantalones… chupando y tragando su gruesa vara como si me fuera la vida en ello.

Casi con la misma ansia con la que uno de ellos lamía mis sensibles pezones… después de haberse tumbado debajo mío… devorándolo con deleite con sus dientes negros y mellados.

Creo que puedo afirmar que muy pocos vagabundos dejaron de pasar por su lugar… habida cuenta del lamentable estado en que dejaron mis pechos… con moratones y chupetones prácticamente en toda su extensa superficie… y muy especialmente en mis sufridos pezones… que fueron lamidos, degustados y mordidos continuamente… cuando no eran pellizcados y retorcidos por los demás.

Mi segundo violador se lo estaba pasando en grande detrás mío, pues no solo me penetraba con brutalidad… sino que acompañaba sus empujes con sonoras palmadas en mi trasero… las cuales, sin llegar a causarme dolor, acrecentaban mi placer de un modo insospechado para mi.

Por eso me dio una cierta pena que eyaculara tan pronto… y que se retirara de mi interior con tanta facilidad como entro… para ser sustituido de inmediato por otro de sus compinches.

El cual abrió ante mi un mundo nuevo de infinitas sensaciones y maravillosos placeres… cuando nada mas meter su rígido estoque en mi encharcado conejo aprovecho la separación de mis nalgas para acceder a mi culito… donde introdujo dos dedos de golpe sin mediar ningún aviso.

Provocando con ello la reacción inmediata de mi cuerpo ante su felonía… en forma de mi tercer orgasmo… muchísimo mas prolongado y violento que los anteriores… que prácticamente coincidió con la generosa eyaculación en mi boca del mendigo al que estaba mamándosela desde hacia largo rato… la cual me trague casi sin darme cuenta mientras me dejaba caer sobre mis codos… incapaz de aguantar mas a cuatro patas tanto placer.

Seguía de rodillas si, pero apoyada en mis brazos… con la cabeza acomodada en la entrepierna del puerco de turno que se sentaba frente a mi para que se la chupara… y fueron tantos los malvados que se aprovecharon de mi debilidad que perdí por completo la cuenta de los chismes que trague… y de las interminables descargas de semen que bajaron por mi garganta. Pero eso si… nunca olvidare a mi cuarto violador… el primer hombre que me sodomizo…

Capítulo IV

Pues para cuando su odioso compinche termino de eyacular en mis entrañas tenia ya el agujerito de mi pobre trasero tan dilatado por la continua penetración de sus dos largos dedos que para el fue la mar de fácil y sencillo ocupar su privilegiado lugar… desflorando mi ultima virginidad con tanto ímpetu y violencia que si no llega a ser por el grueso aparato que tenia alojado dentro de mi boquita mis gritos se hubieran oído por toda la vecindad.

Pero pronto fueron sustituidos por los mas enervantes gemidos que era capaz de producir… ya que enseguida descubrí cuantisimo me gustaba ser poseída por ese diminuto y sensible orificio… tanto que esta vez mi orgasmo fue anterior al suyo… del cual casi ni me percate.

Desde ese instante mis recuerdos son ya borrosos… pues al continuo placer se añadía un cansancio y lasitud como no recuerdo haber tenido igual en mi vida.

Recuerdo, eso si, que mis continuos jadeos, gemidos y suspiros de gozo provocaban la constante excitación de la chusma… la cual siguió abusando de mi cuerpo durante horas… sin cambiarme de postura… y sin darme tregua en ningún momento.

Tengo recuerdos fugaces… de voces rotas que me decían al oído horribles ordinarieces y promesas de salvajadas sin fin… que anhelaba oír… de un mordisco tan doloroso en el pezón que me hizo saltar las lagrimas… aunque me encanto… del rabo gigantesco de uno de ellos, que cuando me lo metía en la cuevecita me la llenaba por completo… y que cuando entraba por mi culito me hacia temer que me partiría en dos… mientras me derretía de placer.

Y orgasmos… muchos… incontables… tanto suyos como míos… que me dejaron tan débil y floja que no me pude ni mover cuando ya a ninguno le quedaba fuerzas para repetir… y volvieron a sus cajas de cartón… con tanto sigilo como salieron de ella… dejándome allí tirada sobre el asfalto.

Pero no estaba completamente sola, porque alguien había permanecido todo el tiempo a mi lado… vigilando los acontecimientos… y esperando paciente su oportunidad… el repugnante chucho que había iniciado todo el desastre.

El cual, en cuanto se cercioro de mi total pasividad, se apresuro a venir a lamer los restos de la contienda que rezumaban por todos mis orificios… y, no satisfecho con eso, me atrapo entre sus patas, entro en mi dilatado y accesible conejito… y me cabalgo de un modo realmente frenético durante un buen rato… logrando así que ambos obtuviéramos los últimos orgasmos de la noche.

Al final me recupere lo bastante como para adecentarme un poco… y salir a duras penas de aquel callejón maldito en busca de otra cabina desde la que llamar a un taxi… para ir por fin a mi casa.

En ella he pasado las ultimas horas… recuperándome poco a poco de todo lo sucedido… mientras escribo estas líneas para ordenar mis pensamientos… porque he de volver a por el coche… y quizás lo haga esta misma noche… bien tarde.

Y… ¿quién sabe?… lo mismo hasta regreso con una nueva mascota… por la mañana…