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Anita, la amiguita III

Anita, la amiguita III

Y justo en aquel momento el crío empezó a llorar, es más, pegaba alaridos, como si jamás su madre le hubiera obsequiado una teta.

Momento en que Paula se levantó recontra cabreada, y fue a ver lo que pasaba.

Anita estaba de lo más arrecha, y mientras la Paula caminaba, ostentado su hermoso culo, ella seguía masajeando mi verga, acariciándola como si fuese un objeto dinástico, una vara de poder, una referencia trascendente.

Y así estábamos, ella volcada sobre mi sexo, tragándoselo entero, lamiéndolo, usurpándolo, cuando llega Paula, y asiste al proceso de destrampaverga que la Anita hacía en aquel momento.

Apenas nos callamos, cuando, furtivamente, la Paula se deslizó hacia nosotros.

Arrastrándose, fue poco a poco, besando los tobillos, las patitas, las pantorrillas de la Anita.

Ella no podía creer lo que pasaba, se vinculaba a mi lengua con desesperación.

Yo apenas podía aceptar lo que sucedía, pero lo hacía de muy buen grado. Mi pene gritaba de ganas, ellas empezaron a disputárselo con violencia.

Se lo arrancaban de la boca de la otra, una disputa insensata que a mí me provocaba violencia, dolor y hasta cabreo.

Sin embargo había un contenido de deseo y sexo que exigía algo mucho más alto.

De alguna manera, ellas sabían que mi hermanito menor estaba acucioso, violento, brutal junto a ellas.

Y las muy perras me conocían lo suficientemente bien como para controlarme. Mientras la una me chupaba con fruición, la otra le torturaba las tetas, y me jalaba los huevos.

Nunca pensé en semejante escena, y apenas me atrevía a disfrutarla. Pero aquella licuadora vocal, ese culo frente a mi cara, mientras se lo chupaba a la Anita me llevaban a la locura.

Entonces, empecé a acabar con ira, a lo bruto, mientras la Anita se la chupaba como si en el universo no existiese otro objeto para ser halagado de esa manera.

Inmediatamente, con Paula se dieron un beso de lengua,| con lo que mi hermanito menor volvió a erectarse.

Era mi propio semen, jodida circunstancia, el que se trasladaba entre sus gargantas. Si hay algo más rico que una situación así, que me informen.

Tal arrechera me agarró que inmediatamente coloqué a mi filodófico hermanito menor en la más secreta puerta de la Anita (Pensé: A la Anita, por el anito), y no esperé un segundo más.

Se la metí con ira, pasión y violencia, mientras Paula se la chupaba. Era hermoso verla en contrapicado, mientras mi verga entraba-salía, salía-entraba de semejante estuche.

De aquella insensata noche no recuerdo muchas cosas, o prefiero olvidarlas, pero sí restauro una última escena:

Paula chupando el ojo del culo de Anita, esta lamiéndome amorosamente la verga…. Y hasta mañana, ya tendríamos la continuación….

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