Capítulo 1
- Aida y Sandra I
- Aida y Sandra II: En el gimnasio
- Aida y Sandra III: La violación
Aida y Sandra I
Cuando me ocurrió esto, yo tenía 15 años. Nunca había tenido novia, y eso que me gustaban mucho las chicas. Sobre todo Sandra y Aida. Eran de mi edad, y me excitaban muchísimo.
Sandra era la típica tía buena de clase. En verdad que era guapa. Guapísima. Mediría uno sesenta y poco, o menos, que era lo normal.
Tenía el pelo largo, de un color castaño muy bonito.
Además, su cara era muy bonita, era delgada, tenía un cuerpo casi perfecto un culo que quitaba la respiración y una buena delantera, aunque no excesiva. No lo necesitaba, pues estaba cachondísima.
Y Aida era mi preferida. Creo que estaba enamorada de ella. Tenía el pelo oscuro, un buen culo y unas tetas que quitaban el hipo. Menuda delantera.
Estaban todo el día juntas de la mano, incluso cuando iban al servicio. ¿Que harían? Supongo que, simplemente, mear.
Un día que teníamos clase por la tarde, y no había mucha gente, las vi yendo al servicio. Me extrañó mucho, pues una hora antes ya habían ido. Así que las seguí y me puse al lado de la puerta. No oía nada.
Pero al cabo de unos segundos empecé a oír unos pequeños gemidos que luego pasaron a grandes gemidos. Así que entré con mucho sigilo. No había nadie. Que tonto, estarían en un báter.
Oía los gemidos claramente: eran los de Sandra. Miré al espejo y las vi reflejadas, pues tenían la puerta abierta.
Sandra, con los pantalones bajados, estaba sentada en la taza con las piernas abiertas y Aida estaba de rodillas comiéndole el chocho. En un par de segundos, la polla se me puso como un ladrillo, empecé a temblar y me fui con el mismo sigilo con el que había entrado.
Cuando llegué a casa, me hice la mayor paja de mi vida. Y cuando acabé de soltarlo todo, me di cuenta de que aún estaba caliente y me hice otra. Fue impresionante.
Al día siguiente por la tarde, decidí pasar a la acción. Cuando terminaron las clases, esperé cerca del servicio.
Como había previsto, Aida y Sandra entraron. Se me puso la polla dura y entré. Hice lo mismo que el día anterior y las espié por el espejo. Era la misma situación de ayer, sólo que esta vez Aida le estaba haciendo un dedo.
Al cabo de pocos segundos, noté que Aida se empezaba a levantar. Volví a la realidad, salí pitando del servicio y bajé a toda prisa las escaleras.
Pero no del todo, así que tenía a la vista la puerta del servicio. Vi a Aida salir del servicio en dirección a la cafetería. Me quedé parado unos instantes. ¿Qué debía hacer?
Decidido, me arriesgué y entré al servicio con cuidado de no ser oído. Miré al espejo y vi a Sandra masturbándose sentada en el báter. Debí pensar con la polla, porque anduve unos pasos hasta ponerme a su vista y le dije:
—¿Te ayudo, Sandrita?
Me quedé paralizado.¿Cómo pude haber dicho eso? Como es normal, Sandra, por instinto, se levantó y se subió los pantalones. Se me quedó mirando unos instantes. Los dos respirábamos muy deprisa. Ella estaría pensando cómo podría haber dicho eso. Se suponía que yo era muy tímido.
Se volvió a sentar casi desplomándose sobre la taza del báter.
—Dani … – acertó a decir – ¿Cómo entras en el servicio de las chicas?
—Es que – no sabía que decir –
—Nos espiabas, ¿verdad?
—Sí. Lo siento, sé que no debí hacerlo.
Dicho esto, me encaminé hacia la puerta.
— No te he dicho que te fueras – su tono de voz me excitó mucho – estate un rato conmigo.
Lo hice.
— Me gustas, Dani. Me pones cachonda.
¡No podía ser verdad! Era increíble. Se arrodilló y me bajó la cremallera de mis vaqueros. Me los bajó hasta los tobillos e hizo lo mismo con los calzoncillos. Mi polla estaba más erecta que nunca. Me empezó a hacer una paja. Yo acerté a decir:
— Nunca creí que pasara esto, Sandra. Tú también me excitas mucho. Por favor, chúpamela.
Sonrió y me la empezó a chupar. Estaba en la gloria. Notaba sus húmedos labios una y otra vez. Al cabo de un minuto, le dije que la quería corresponder, así que le bajé los pantalones, la senté y le abrí las piernas. Su coño estaba muy húmedo.
Lo abrí y le metí un dedo. Soltó un gran gemido, y empecé a dibujar formas con la lengua. Gemía de placer, me gustaba tanto que yo estaba a punto de correrme con la excitación. Noté que alcanzó un gran orgasmo, pues multiplicó sus gemidos y la humedad del chocho.
La levanté, la desnudé y le empecé a chupar los pezones. Tenía aún mejores tetas de lo que había imaginado. La puse de espaldas y le empecé a comer otra vez el chocho.
Estaba tan excitada que incluso le costaba mantenerse en pie. Cuando alcanzó otro orgasmo, se me volvió a arrodillar y me la empezó a mamar. No tardé mucho en explotar. Se bebió toda mi leche, y fue el orgasmo más impresionante que había tenido nunca. Y en ese momento, llegó Aida.
Se quedó pasmada cuando nos vio a los dos desnudos, y Sandra con la cara llena de semen. En pocos segundos Sandra se lo explicó todo y Aida, al estar también muy caliente, dijo:
—Tengo condones en el bolsillo.
Sandra y yo estallamos de alegría: podríamos follar. Pero en pleno éxtasis Aida, que ya había sacado los condones y los sostenía en la mano, los dejó caer y me sentó en el báter.
Acto seguido, me abrió las piernas y me empezó a chupar la polla. Dios mío …¡ la chica de mis sueños me la estaba chupando! Sentía un inmenso placer, cuando de repente paró y dio unos pasos atrás, momento en que Sandra cogió un condón y me dijo:
—Vamos, póntelo y hazme el amor.
No sabéis lo mucho que me excitaron esas palabras. Cogí un condón y me lo puse. Tumbé a Sandra, le abrí las piernas y la empecé a penetrar. Por si no lo había dicho, yo era virgen.
La penetré durante varios minutos, me encantaba. Ella gemía y gemía de placer, creo que tuvo unos cuantos orgasmos seguidos. Antes de correrme, Aida se acercó y me dijo:
—Ahora me toca a mí. Pero antes …
Saqué la polla del coño de Sandra, y ésta empezó a hablar con Aida al oído.
No pude entender lo que dijeron, sólo vi que Aida se volvía a alejar y Sandra me sentaba en la taza del báter. Me separó las piernas, me quitó el condón y me la empezó a chupar. Y, Dios mío, Aida empezó a hacer un strip-tease.
¡Qué malas eran! Aida empezó a contonearse y a abrir las piernas. Se desabrochó el único botón que tenía su chaqueta y la tiró. Empezó a hacer como se hiciera el amor desabrochándose su blusa.
Se la quitó de repente y …¡qué maravillosa vista! Sus senos se salían del sujetador, casi podía ver sus pezones. Empezó a tocárselos por encima del sostén y, acto seguido, empezó a mover sus caderas desabrochándose su ceñido pantalón.
Yo estaba en la gloria: la chica de mis sueños me estaba deleitando con un strip-tease y una tía cachondísima me la estaba chupando. ¡Todo al mismo tiempo!
Aida ya había terminado de quitarse el pantalón, dejando ver su esplendorosa figura en ropa interior. Me dedicó una pícara mirada y se dio la vuelta. Pude ver su sensacional culo mientras se desabrochaba el sujetador.
Lo tiró y se dio la vuelta. Realmente, sus pechos eran fantásticos: grandes (sin exagerar) y muy bonitos. Esa imagen me hizo correrme en la boca de Sandra por segunda vez. Sandra lo aceptó de buen grado y se lo bebió todo.
Aida se acercó y se arrodilló ante mí. Me cogió las manos y las puso en sus senos.
Empecé a juguetear con sus pezones y a lamerlos. Chupaba y chupaba, y a ella le encantaba. Nos empezamos a besar, realmente la quería. Al rato, ella me dijo que tenía una sorpresa.
Me mandó que me tumbara y me cogió la polla. Sí: me iba hacer una cubana con sus voluminosos senos.
Y me la empezó a hacer. A pesar de haberme corrido dos veces, me seguía encantando. A veces me lamía la punta del pene, desde luego era la mejor paja que me habían hecho nunca.. De repente, se puso encima de mi cara y se quitó las bragas.
— Dame placer con tu lengua
Le empecé a lamer su coño. Me encantaba su olor, lo chupaba con mucho entusiasmo, más si cabe porque Sandra había aprovechado para hacerme una mamada.
Aida cada vez acercaba más su chocho hacia mi boca.
Gemía y gemía de inmenso placer, notaba cada orgasmo que tenía. Se levantó, se arrodilló y me dijo que le hiciera el amor. Me dispuse a coger un condón, pero me dijo:
—Tuve la regla hace un par de días. Estoy en período seguro …
¡Joder, iba a penetrar sin condón a mi amada! Decidí hacerlo en la postura del caballito, y se la metí.
Al principio fui despacio, pero empecé a acelerar y empecé a gemir de gusto, aunque no más que Aida, que tuvo dos orgasmos en pocos segundos.
Quizá estuve penetrándola durante cinco minutos, o tal vez más.
Perdí la cuenta del tiempo. Cómo cabía de esperar, al poco rato me corrí dentro de ella, y me comunicó que sentía un inmenso placer al sentir mi semen en sus entrañas.
Después de esta experiencia, me casé a los 24 con Aida, aunque aún hoy seguimos haciendo orgías con Sandra.