Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos anteriores, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.

Anoche estaba actualizando las copias de seguridad de mi compu y encontré archivos con mails y chats varios, de la época en que no existía el WhatsApp y todo se sustentaba en salas de Chats, mensajes por MSN, y el uso del mensajero ICQ. Esto les demostrará que mi edad ya ha superado los 50 años.

Revisando contenidos de esos momentos, hallé algunas fotos, un archivo de texto bastante extenso donde se mezclaban mail y capturas de los chats con Oriana.

Esta mujer tendría por aquel entonces unos 35 años (chateábamos en salas + de 30), es entrerriana, tenía cabellos rubios naturales, algo rellenita, bien formada y andaba por 1,70 de altura. Habíamos iniciado contacto por la sala de chat y compartíamos horas y horas durante la madrugada, hablando de todo un poco: temas laborales (ambos éramos docentes), temas personales (pareja, gustos musicales, comidas, etc.).

Tras unos 6 meses de intercambios, coincidimos en un encuentro para docentes de escuelas que incorporaban la tecnología a su currículo: era un programa llamado “Escuelas Innovadoras”. Un congreso a desarrollarse en la ciudad de Buenos Aires durante un fin de semana, que tendría una segunda parte de una semana de duración varios meses después en el predio presidencial de Chapadmalal.

Cuando nos enteramos que ambos estábamos designados a cubrir los dos congresos, empezamos a charlar un poco más, intercambiar ideas laborales y de a poco entramos en un terreno más personal.

Encontrarnos la primera vez en Buenos Aires fue algo extraño. Los tiempos libres no abundaban y generalmente las delegaciones se movían en grupos, aun así compartimos varios cafés, alguna cena y fuimos afianzando la relación sin llegar a mucho más.

Reconozco que la mujer me había resultado agradable a la vista, inquietante y se la veía delicada y decidida. Al finalizar el primer encuentro, nos despedimos con nuestro primer beso, dejando en claro que teníamos ganas de algo más.

Volver a casa con la sensación de que habría avances, me tenía ansioso. Esa primer noche no hubo contacto, ambos habíamos pasado por un viaje en bus de muchas horas, por lo que (al menos yo) caí rendido luego de cenar, desarmar el bolso, preparar un informe para la escuela.

Recién el día martes, volví a conectarme con ella a través de la sala de chat del evento. Como la conversación iba tomando un tinte más personal, nos pasamos al servicio de mensajería MSN y ya más liberados, dejamos la formalidad para hablar de nosotros.

Oriana: Negro sos muy simpático y me gustaste desde que te vi

Alejo: me pasó lo mismo, y me quedé con ganas de algún besito más.

Oriana: ¡¡¡sí!!! Una lástima no haber empezado así el sábado.

Alejo: ¿te preguntaron algo tus compañeras?

Oriana: mi compañera de cuarto sabía que te conocía por chat y algunas cositas más le conté. No iba a hacer preguntas, solo quería conocerte.

Alejo: las mías miraron, pero no preguntaron nada, seguro recibiré cuestionarios cuando nos juntemos en la semana para las conclusiones.

Oriana: ¿te cuento algo? La escuela me va a proveer de webcam y sistema de audio para usarlo en el proyecto, lo pienso instalar en casa. Voy a poder verte y que me veas cada vez que nos comuniquemos.

Alejo: yo no tengo tanta suerte, solo me darán el sistema de audio, la cámara quedará en la escuela.

A partir de esa noche, las charlas se fueron haciendo cada vez más calientes. El primer paso fue pedirle que describa como iba vestida en ese momento: según dijo, solo había un brassier y un short que usaba para dormir (yo debía imaginarlo y creer en sus palabras). Le conté que yo estaba en short, acompañado por un vaso de whisky y un atado de cigarrillos. Trataba de incitarla a tener sexo virtual, pero claramente podía mentirme al no vernos ni oírnos. Según me escribía, se sentía caliente y con ganas de tocarse imaginando que era yo quien lo hacía.

Así jugamos por varios días, yo creyendo en sus palabras y ella en las mías, hasta que un sábado por la noche, después de encontrarnos en el chat, me pidió pasar a MSN, demasiado rápido quizá unos 10 minutos después de contactarnos.

Lo hice, abrí la aplicación y esperé a verla en línea. Se tomó unos minutos, escribió unas líneas y noté como cambiaba el ícono de la comunicación, apareciendo una solicitud de aceptar audio y video enviado por ella.

Obviamente lo hice, escuché su voz (algo metálica) y segundos después se abrió una pantalla privada algo oscura, donde podía adivinar una figura humana. La cámara se movió un poco y encendió una luz que permitió verla más claramente. Allí estaba, cabellos revueltos, una blusa clara y una silla típica de escritorio. Sacudió su mano saludándome y me arrojó un beso directo a la cámara.

Oriana: hola negrito, ¿Cómo me veo?

Alejo: preciosa ¿recién duchada?

Oriana: si, estuvimos toda la tarde conectando los dispositivos y haciendo pruebas. Se escucha medio feo, pero vamos a corregirlo mañana.

Alejo: ¿Quién te ayudo?

Oriana: un técnico de la escuela. Se fue hace dos horas, después de pelear con la conexión. Es más, se conectó desde su casa y me ayudó con algunos ajustes.

De más está decir que mientras ella hablaba y se mostraba, yo me tenía que conformar con teclear lo más rápido posible para no cortar la continuidad de la charla. En ese momento me propuse que el lunes buscaría los dispositivos de sonido y trataría de conseguirme una webcam.

Como siempre, empezamos con charlas intrascendentes, que fueron tomando temperatura mientras la noche avanzaba. Le pedí que me mostrara como iba vestida y me respondió que haría lo posible, ya que la cámara no tenía buena definición en la oscuridad y era difícil de moverla sin que se desconectara.

Oriana: decime como se ve y si hace buen foco

Se puso de pie, retrocedió unos dos o tres pasos para que la imagen pudiese mostrarla casi por completo.

Alejo: Ori, prendé una luz, que si te retirás mucho, no se ve casi nada.

Caminó hasta lo que supuse era la puerta de ingreso a su cuarto y accionó la perilla de la luz. Cuando la luminosidad invadió la habitación, pude verla casi completa: Una remera corta, una tanga blanca que se metía entre los cachetes de la cola, descalza. Era un poema.

Caminó lentamente hacia el escritorio, pude ver el frente de la tanga, dejando traslucir oscuridad de sus vellos púbicos y al sentarse, la remera permitía notar que hoy no había brassier: los pezones se marcaban claramente, erguidos y de aureolas oscuras. Se ubicó en la silla y tras pasarse las manos por el cabello retomamos la charla.

Oriana: ¿se ve bien? ¿La imagen es buena?

Alejo: ¿buena? Buenísima, la tanguita blanca está para arrancártela con los dientes y los pezoncitos para chuparlos hasta que se gasten.

Oriana: mmm que lindo suena eso, como me gustaría que estuvieses acá…

Alejo: si estuviera ahí, no estarías frente a la compu…

Oriana: ¿seguro?

Alejo: ni lo dudes, estaría acariciándote, besándote…

Oriana: ¿así?

Dijo eso y se empezó a tocar los pechos, cada tanto daba pequeños tirones a los pezones, tiraba la cabeza hacia atrás y jugaba con su cuerpo. Se detuvo unos segundos y se quitó la remera, dejando los pechos al aire para luego seguir con los masajes. Emitía pequeños gemidos mientras recorría su cuerpo, llevó su mano izquierda al pecho derecho y bajó lentamente la mano derecha por su vientre, hasta que se perdió de la imagen. Entiendo que mientras se tocaba con la izquierda, la derecha ya jugaba por sobre la tanga con su conchita.

Alejo: corré un poquito la silla y déjame ver cómo te acaricias entre las piernas.

Hizo caso, siguió jugando con los pechos con la mano izquierda y la derecha se metió entre sus piernas que estaban bien abiertas. Por sobre la tela, se frotaba con intensidad, los gemidos iban en aumento, dejó de tallarse los pechos y llevó la mano a la boca, parecía mordérsela en tanto la mano derecha se movía frenéticamente. Se puso tensa, ahogó un gemido y se desparramó en la silla: había alcanzado un orgasmo con una paja brutal.

Demoró unos minutos en reponerse, mientras yo escribía como poseído contándole que quería pajearme a su ritmo y que me encantaba el show que me brindaba.

Leyó lo que había tipeado mientras se masturbaba, esbozando sonrisas.

Oriana: Espero que pongas pronto el audio, así me vas diciendo lo que escribiste. Me habría hecho llegar mucho más rápido y quién sabe si te hubiera mostrado más.

Encendí un cigarrillo y traté de relajarme, ella bebía una cerveza haciendo lo mismo.

Estuvimos cruzando mensajes hasta las 4 de la mañana, momento en que se despidió para ir a descansar. Cortó la comunicación de webcam y tipeo un “Buenas noches amor, andá a desahogarte y descansá”.

Apagué la compu y me fui casi volando al baño a clavarme una terrible paja a su salud. Minutos más tarde, caí en la cama y me dormí, soñando con lo que había visto desde mi butaca privilegiada.

La relación con Oriana marchaba perfecto, si bien no había contacto físico lo virtual nos llevaba a situaciones gratificantes.

Más aún cuando una semana después pude conectar el sistema de audio. Ya no escribía sino que le contaba lo que me pasaba, ella me refería su estado y nuestras relaciones se volvían súper fogosas. De lunes a viernes éramos muy calmados, pero los sábados era un descontrol: el primer día con audio mío y sonido y video de ella fue supremo. Ella se masturbaba de manera furiosa frente a la cámara mientras yo le hablaba suavemente incitándola, y acompañaba mis dichos con actividad manual; tratábamos de estirar la relación hasta acabar juntos, ella me mostraba sus dedos empapados, sus tangas manchadísimas mientras yo llenaba mis manos de semen. Pero faltaba algo, que se concretaría unos meses más adelante.

Se aproximaba la fecha del viaje a Chapadmalal y comenzamos a idear la forma de pasar el mayor tiempo junto.

Alejo: ¿Cuándo viajas?

Oriana: nos vamos el sábado a primera hora de la mañana, la idea es llegar al atardecer, alojarnos y poder disfrutar del domingo antes que arranque el congreso.

Alejo: yo viajo sin acompañantes de la escuela, tengo que tramitar los pasajes. Veo si los consigo para el sábado y nos encontramos allá.

Oriana: estaría buenísimo, yo viajo con una compañera que sabe algo de esto. Negocio que me deje el sábado a la noche libre.

Los planes se iban ajustando día a día, llegó el sábado y a las 7:30 estaba en la terminal de colectivos esperando abordar el bus. No había ningún conocido, por lo que el encuentro (al menos de mi parte) sería sin testigos.

Llegué a las 14 horas a Mar del Plata y unos minutos después abordé un transporte local al predio. Me registré, me otorgaron una habitación simple, cómoda pero con cama de una plaza y media, algo pequeña para dos personas. Me fui a la sala de recepciones y esperé impaciente la llegada de Oriana.

Cerca de las 19 llegó una combi con unas 15 personas y entre ellas venía mi amiguita. Cumplieron con el proceso de registración, se alojaron y demoraron cerca de una hora en volver al sector de recepciones.

Ori estaba hermosa, olía a rosas y jazmines, un jean ajustadito y una camisa clara. Se aproximó y me abrazó efusivamente, nos dimos un buen beso de bienvenida. Luego me presentó a su acompañante, una mujer de unos 40 años, morocha, de buen físico y con vestimenta bastante formal.

Fuimos los tres al bar y nos pedimos una copa para sentarnos a charlar sobre el viaje, las expectativas del seminario, hasta que la acompañante con mucho tacto decidió ir a juntarse con otros participantes dejándonos solos.

Salimos a caminar por los alrededores del lugar y ya no nos preocupamos por disimular: nos tomamos de la mano y recorrimos el sector, aprovechando los rincones poco iluminados para besarnos a discreción.

“No sabés cuanto esperaba encontrarnos, ya no soportaba tanto video, quería tenerte cerca” dijo mientras aceptaba besos y caricias más que íntimas. “Yo tampoco mi reina, estas 6 horas esperándote se hicieron eternas” le respondí.

Volvimos al salón comedor, cenamos junto al resto de los participantes, para luego excusarnos de salir a recorrer la ciudad y pasar por el Casino Central para permanecer en el predio. Apenas se fueron, pedí las llaves de mi habitación y nos fuimos hacia allí.

Cruzamos la puerta y dimos rienda suelta a la locura que estábamos aguantando. Nos desnudamos en segundos, nos besamos y acariciamos como poseídos. La alcé y la cargué hasta la cama, la deposité en ella y me arrodillé para quedar a su altura, los besos ya eran acompañados por manoseos descarados, directamente dirigidos a sus tetas y conchita. Ella respondía aferrándose a mi verga y la sacudía arriba y abajo.

Oriana: mirá como me preparé para este momento.

Se tendió en la cama y me dejó a la vista una concha casi depilada en su totalidad, solo una hilera de vellos cubría sus labios vaginales. “Así te gusta, ¿cierto?” dijo mientras abría las piernas mostrándome como se había acicalado. La respuesta fue un recorrido de raja de punta a punta con la lengua, mostrando mi aprobación.

“Comemela como tantas veces me dijiste, regálame un primer polvo a pura lengua negrito” murmuró mientras estiraba su cuerpo y afirmaba la planta de sus pies en la punta del colchón.

Le regalé una comida de concha eterna, invadiendo cada centímetro de los labios y perdiéndome en su interior, ella respondía con esos gemidos que tantas veces había escuchado en los auriculares, pero con una notable diferencia: ahora eran en vivo y directo. Cuando su cuerpo se tensó despidió tanto flujo que casi me ahoga, se aferró a mi cabeza y la enterró violentamente entre sus piernas.

Aflojó la presión, y dejó caer sus piernas al borde de la cama: “¡¡Qué falta me hacía sentirte así negrito!!”Acomodándose un poco más. Me extendió la mano invitándome a subir a la cama y acompañarla, nos tendimos abrazados y seguimos con los besos y caricias.

“Tranquila Ori, tenemos toda la noche” le dije mientras la abrazaba.

Oriana: quiero sacarme todas las ganas acumuladas, no sabés que difícil fue aguantar hasta hoy.

Alejo: tranquila, que vamos a disfrutar cada segundo juntos.

Tras una hora de calma y relax, volvimos a la acción. Se subió sobre mi y comenzó a besarme, primero el rostro, luego el pecho, hasta sentarse sobre mi vientre. Cuando notó que ya había recuperado algo de tamaño, se acomodó y ubicó la verga que crecía en su concha caliente. Afirmó las palmas de sus manos en mi pecho y comenzó una cabalgata suave, para que disfrutara de sus habilidades.

Alejo: Ori, déjame ponerme un preservativo.

Oriana: ni loca, cuando supe las fechas del viaje comencé a cuidarme con pastillas, jamás me perdería sentir tu leche dentro mío.

Alejo: ¿estás segura?

Oriana: obvio, quiero que me llenes de lechita y guardármela adentro.

Dicho esto comenzó a moverse cada vez de manera más intensa, hasta que al cabo de unos diez minutos llegó a su segundo orgasmo y me llevó al primero.

No se quitó de encima, más bien se recostó sobre mí y descansó en esa posición. Pasado un buen rato, se retiró y fue camino al baño para darse una ducha, volvió a la cama y se acostó de lado.

Charlamos un buen rato hasta dormirnos abrazados. El amanecer nos encontró compartiendo la cama, algo incómodos, pero felices del tiempo compartido. Cerca de las 7 de la mañana, volvimos a disfrutarnos con un polvo rápido, donde le dejé saber que la próxima noche debería acceder a ser montada a cuatro patas.

Oriana: seguro amor, pero no pienso darte mi culito por ahora.

Nos duchamos y vestimos para luego bajar a la sala de reuniones para desayunar. Allí estaban los que habían llegado el sábado, más algunos que se incorporaban el domingo: ninguno de los presentes hizo algún tipo de comentario, por lo que amparados por esa privacidad, nos mezclamos con el contingente.

Oriana: déjame averiguar si mi compañera se va de marcha esta noche, en mi habitación hay una cama de dos plazas así estaremos más cómodos.

La mañana transcurrió entre arribos, registraciones y presentaciones. Sobre el mediodía, se aproximó y me dijo al oído: “Siesta juntos, mi amiga se va con el contingente a Mundo Marino. La cama doble está libre hasta las 18”.

Nos reímos y de la mano fuimos a almorzar.

Pasadas las 14 horas, el contingente se fue en dos micros al acuario. Solo quedamos nosotros y los pocos que iban llegando al predio. Tras un cigarrillo en el jardín del complejo, ella ingresó a buscar la llave y partir rumbo a su habitación, minutos más tarde fui yo quien retiró la llave de la conserjería, pero en vez de ir a mi cuarto, me fui al de ella.

Golpeé la puerta y me abrieron desde el interior, apenas crucé la puerta, ésta se cerró y afirmada a la misma estaba Oriana solo cubierta por una tanga roja de puntillas. “Bienvenido señor, lo estaba esperando ansiosamente” dijo mientras pasaba llave a la puerta.

Me tomó de la mano y me llevó a la habitación, me señaló la cama y me invitó a recostarme. Lentamente me quitó la ropa hasta dejarme desnudo, se subió a la cama y caminando felinamente se ubicó a mitad de camino. Acarició la verga y con una buena sesión de caricias logró el mejor de los tamaños. Se agachó y rodeo la cabeza de la verga con sus labios, iniciando una mamada delicada y controlada. Fue chupando y presionando hasta obtener la mejor erección, sin dejar de mamar, se quitó la tanga y se acomodó en el borde de la cama. Flexionó las rodillas, puso el culito en pompa: “muy bien, esto es lo que querías. Es todo tuyo” llevó sus manos a ambos cachetes de culo, lo abrió y me dejó expuesto sus labios brillantes, abiertos y esperando que ingresara entre ambos.

Me acomodé, le froté la cabeza por la humedad de su concha y lentamente la dejé ir hasta que mi vientre chocó con sus cachetes. Me recibió y apretó sus piernas para no dejarme salir: “Vamos, bombéame hasta que la leche me llene” dijo mientras me recibía en su interior.

Fueron momentos eternos de movimientos, hasta que exploté en su interior, podía sentir como sus dedos jugaban con sus labios vaginales y rozaban mi verga cada vez que entraba totalmente. El orgasmo fue intenso pero delicado, cayó de bruces en la cama conmigo sobre ella.

“No creo que podamos superar estos dos días, pero vamos a intentarlo durante toda la semana” dijo mientras recuperaba aliento.

No hubo más intentos en el transcurso de la tarde, solo mimos y caricias. Antes que volviesen los demás viajeros, me vestí y hui rumbo a mi cuarto. Para el horario de la cena, bajé a la sala de reuniones.

La acompañante de Oriana me hizo una seña, me acerqué a ella y casi como un susurro me dijo “Va a dormir hasta mañana, está muy agotada. Espero hayan disfrutado mucho” me guiñó un ojo y me dejó solo, cené algo liviano y me fui al cuarto a descansar.

La mañana siguiente empezó el congreso y casi no tuvimos tiempo de juntarnos, hasta el almuerzo. “Terminé agotada, nos vemos a la noche en tu cuarto” dijo mientras se unía al su grupo de trabajo.

La semana fue terrible, desde las 8 de la mañana a las 18 estábamos concentrados en los proyectos. Al terminar la jornada nos encontrábamos, paseábamos un rato y tras la cena alternábamos entre su habitación y la mía (siempre contando con la complicidad de su compañera).

El viernes fue muy intenso, se extendió más de lo esperado. A las 21 se cenó en el comedor principal, tras los postres la gran mayoría aprovecho a visitar el Casino por última vez y de allí a una disco, para volver al amanecer. Nosotros sólo fuimos a bailar y aprovechar el poco tiempo que nos quedaba juntos.

El sábado fue momento de despedidas, sólo quedamos unas 5 delegaciones que teníamos fecha de retorno el día domingo. Casi en la intimidad, cambiamos habitaciones y los que habíamos logrado relaciones, nos encerramos en los cuartos, solo bajando al salón principal para almuerzo y cena.

Oriana: negrito, quedémonos aquí y aprovechemos cada minuto

Alejo: más vale Ori.

La lluvia había llegado al predio e invitaba a quedarse dentro. Llevamos un par de cosas para alimentarnos y nos enclaustramos en la pieza, por primera vez hubo ducha conjunta: mimos a raudales, aprovechando el agua caliente y el enjabonado mutuo nos dedicamos a mimarnos como si fuese la última vez.

Nos secamos un poco y nos fuimos a la cama, nos metimos bajo sábanas y frazadas, nos prodigamos mil besos y caricias, buscando la temperatura ideal para avanzar a la próxima estación.

Entre tanto fragor, nos montamos mutuamente, nos manoseamos hasta el punto más álgido y ya al borde de la locura comenzamos a tener sexo de manera alocada.

Chupar sus tetas, enterrar los dedos en la concha ardiente, frotar la verga en los labios vaginales, impulsarla a cabalgarme de manera descontrolada, tener dos o tres orgasmos espaciados, disfrutados a pleno, antes del momento más esperado: revolear las sábanas, ubicarla en posición perrito y lamerla desde el inicio al final de la raja, excitarla a mas no poder, obteniendo los gemidos más intensos que pude extraerle.

Oriana: cógeme, lléname de leche, acaba adentro mío.

Alejo: voy a regarte toda

Nos sacudimos por unos diez minutos hasta que la leche brotó y embadurnó cada centímetro de su raja y su culo. El aullido que emitió al acabar fue la señal de su mejor orgasmo.

Rendidos, nos quedamos tendidos en la cama por horas. Cuando nos sentimos repuestos, fuimos a la ducha nuevamente, nos aseamos mutuamente y volvimos con una idea fija: nuestro último polvo sería a pura lengua, ella chupándome hasta extraer las últimas gotas de leche y yo exprimiendo sus labios vaginales de los pocos flujos que quedaban.

La noche fue puro descanso, estábamos agotados como pocas veces. El amanecer del domingo marcó la despedida y la promesa de volver a vernos, computadora mediante.

Volví a casa y apuré la posibilidad de tener una webcam. Por tres meses, nuestra relación fue muy intensa, ya podíamos vernos ambos y observar lo que cada uno hacía mientras jugábamos con nuestras voces.

Al cabo de ese tiempo hubo cambios, su hermana menor se divorció del marido y volvió a la casa familiar. La joven tenía una hija de 6 años que no paraba de ingresar a la habitación cuando estábamos tomando temperatura.

La situación se fue enfriando rápidamente, nuestros encuentros eran fugaces y no había tiempo para el sexo virtual, excepto cuando la niña se iba a casa de su padre.

Una noche, en medio de la charla habitual hubo un momento de quiebre: una confesión de su parte.

Oriana: negri, no puedo mentirte. Me presentaron a un chico de aquí y creo que siento algo por él. Además, necesito acción concreta, no tan virtual.

Alejo: ¿me estas dejando?

Oriana: algo así, no es lo mismo una mano que una verga y además me atrae

Alejo: ufff, faltaban 3 semanas para volvernos a encontrar.

Oriana: dejé el proyecto, no habrá encuentro. Creo que es lo mejor.

Charlamos por más de dos horas, ella justificando su decisión y yo tratando de revertirla. Era imposible, Oriana había tomado una determinación irrevocable.

Aprovechando que la niña no estaba, Oriana cerró la puerta con llave y me dedicó su última sesión de sexo virtual: sus dedos hicieron magia con su cuerpo y hasta se animó a lubricar su cola para enterrar un dedo a fondo en ella.

Le mostré la cantidad de leche que había logrado extraer con sus actividades y me dedicó un beso pleno a la cámara, que se apagó segundos después.

La busqué durante varios días pero no logré contactarla. Una noche tras varios intentos recibí un mensaje de su amiga: había dado de baja su cuenta para no tener más contactos conmigo. A través de ella supe que se casó, ahora es madre de un par de mellizas, ha obtenido un cargo de alto nivel en su ciudad y que cada tanto recuerda nuestras andanzas.

Oriana es real, no así su nombre, sigue viviendo en Entre Ríos y conserva una muy buena figura (su amiga me hizo llegar fotos). Ha marcado una etapa en mi vida y creo que yo lo he hecho en la suya.

A partir de eso, decidí no volver a compartir fotos, videos ni llamadas de voz. Eso me ayuda a mantener intimidad y seducción a través de textos.

Espero lo sepan comprender mi posición.

Un abrazo grande.

Espero tus comentarios, y más que nada tu opinión.

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar