Capítulo 2

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Monique II

CHARLINES

El domingo llegó con una luz radiante, el sol entraba por la ventana dando directamente sobre el rostro de Monique, que dormía boca arriba. Sus pechos asomaban por detrás de la sábana y no pude, dejar de llevar mi mano hasta ellos. Su pezón estaba duro, como mi polla tras tocarlo. Bajé mi boca y recogí entre mis labios el abultado pezón que deshice lentamente, chupándolo y mordiéndolo levemente. Mi mano bajó a acariciar su sexo y como el día anterior, se lo acaricié entre sus labios mayores, dejando que ese canal, se fuera abriendo al paso de mis dedos.

Monique ronroneaba y se agitaba suavemente al tacto de mi mano. Buscó mi boca y nos besamos por un largo tiempo. Mi mano inexorable, seguía arando el surco entre sus labios, viajaba lenta, de su ano, hasta su clítoris, para desandar el camino y volverlo a hacer. Monique gemía mientras buscaba mi polla y la meneaba con suavidad.

  • Ponme el coño en la boca, que quiero desayunar.

Monique se sentó sobre mi boca, a la vez que miraba mi polla. No tardó en lanzarse sobre ella, justo en el mismo momento que mis labios sorbían su clítoris. La boca de Monique engulló mi polla mientras un suspiro la invadía. Mi polla es gorda, no muy larga, sobre los diecisiete, dieciocho centímetros y gorda, bastante gorda.

Monique la chupaba de vicio y me estaba dando un sublime placer, pero no quería correrme en su boca. Seguí comiéndome su jugoso coño, unos minutos más, mientras ella metía mi polla hasta su garganta, follándosela con todas sus ganas, para sacarla llena de babas. Llegaba su momento y unos pequeños saltitos sobre mi boca, así lo anunciaron. Sujeté con fuerza su culo, y mi lengua entró en un baile frenético, que terminó con el coño de Monique clavado sobre mi boca. Cuando su orgasmo llegó, se tragó toda mi polla y segundos después se movió hacia un lado para separarse de mi abrazo.

  • Cabrón, ¿quieres matarme? Joder, joder, ¡que lengua tienes cabrón!

Me di la vuelta, coloqué una almohada bajo su culo, apoyé mi polla en la entrada de su cueva y entré casi sin hacer ningún esfuerzo. Llegué al fondo de su cueva, parado por su pelvis. Monique subió sus piernas a mis hombros y mirándome traviesa me pidió más.

  • Rómpeme niño, rómpeme.

Salí de ella, para volver a entrar con brío.

  • Cuenta putita, cuenta.

Entraba con fuerza al ritmo de sus cuentas. Uno, dos, tres… veinte y aquí, me sujeté con fuerza a sus caderas y aumenté mi ritmo. Notaba como llegaba mi orgasmo, pero quería romperla, quería convertirla en una fuente y dejarla exhausta ante mí.

Cuando ya la tenía a punto, saqué mi polla

  • Qué haces cabrón, no, ahora no.

Me sujeté la polla con la mano, puse mi otra mano sobre su vientre y froté mi polla por su clítoris con mucha fuerza. Su coño se convirtió en una fuente, a la vez que mi polla tiznaba de blanco la entrada de su sexo.

  • Si, joder, si, que rico, que bueno, no pares, no pares, sigue, sigue.

Y seguí, no paré hasta notar como sus ojos se nublaban y como sus manos caían a cada lado de su cuerpo. Me tumbé a su lado y besé sus pechos.

  • Te gustó, putita, te gustó.
  • Joder, joder, me ha encantado, hay que repetirlo.

Quedamos relajados unos minutos, antes de levantarnos a desayunar.

Tras un ratito de tranquilidad, nos levantamos a desayunar y salimos a dar un paseo por la ciudad y sus alrededores. El paseo fue instructivo y departimos alegremente hasta que se nos hizo la hora de ir a comer. En el bolso de mi pantalón llevaba un huevo vibrador que había comprado antes de salir de viaje, con la idea de regalárselo a Monique. Se lo di en la mano y le dije

  • Póntelo.
  • ¿Qué dices, que es eso?
  • Tú póntelo y ajusta bien la tanga para que no se te salga.
  • Eres un cerdo pervertido

Monique entró en el baño de un bar donde paramos a tomar un vermut. Yo tenía el mando en la mano y al verla salir toda risueña, lo puse a más de media potencia. Monique tuvo que sujetarse a la mesa más cercana. Me miró con los ojos bien abiertos y noté en sus labios que decía “cabrón”. Sonreí mirándole a sus ojos fijamente y bajé la potencia a menos de la mitad. Por fin Monique, pudo llegar a la barra y sujetándose fuerte a mi brazo me dijo.

  • No juegues ahora cabrón, no juegues

Yo sonreí y dejé el huevo vibrador con una potencia media. Era gracioso ver cómo Monique apretaba sus piernas y no paraba quieta.

  • ¿Estás bien?
  • No, no estoy bien, me estoy poniendo muy malita, paralo por favor.
  • No, no puedo bajarlo, ¿Si quieres lo subo un poco?
  • No, no, déjalo así

Monique se sujetó a la barra y se acercó a besarme. Nos besamos en la boca y tuve que soltarla para que no terminaran echándonos del bar. Una vez tomado y terminado el vermut salimos camino del restaurante que no estaba muy lejos. Entramos al restaurante que estaba bastante lleno. Nos sentaron en una mesa, justo en la esquina izquierda del fondo del local. No es que estuviésemos separados, del público general, por lo que el efecto del huevo iba a ser devastador. Para mí fue una enorme alegría.

  • Si no eres capaz de terminar la comida te ataré a la cama y serás mía durante cuatro horas, podré hacer contigo lo que quiera. – le dije con tono firme
  • Eres un cerdo, sabes que no aguantaré, acepto si no lo pasas, de los tres cuartos.
  • Vale, no lo pasaré de los tres cuartos, pero has de desabrochar otro botón
  • Lo que te digo, eres un cerdo.

Al desabrochar el botón, las preciosas y grandes tetas de Monique se dejaron ver casi en su totalidad, el espectáculo era magnífico. Los pechos al aire dejaban asomar casi la totalidad de las areolas. El camarero no fue ajeno a la visión de esos pechos que subían y bajaban al ritmo de la respiración de Monique. Yo sutilmente subí la potencia del huevo, observando al camarero, los ojos de este se perdían en el canalillo que formaban los pechos de Monique. Aproveché la presencia del camarero, para subir y bajar la potencia del huevo, haciendo que Monique se retorciera en la silla. Observaba divertido como esos pechos casi vibraban al ritmo del huevo.

El camarero absorto en ese baile atrayente cada vez abría más la boca.

  • ¿Quieres tocarlos?
  • Ehhh, perdón, ¿qué dice?
  • Eso cerdo que dices. – dijo Monique
  • Si te los dejas Tocar, no pasaré de la mitad

Monique elevó su pecho y el camarero tímidamente acercó su mano, colocándola entre la carne y la camisa y apretando uno de los pezones de Monique que abrió la boca, quejándose en voz baja. A la vez que Monique se quejaba, aproveché para subir la potencia, pasando por última vez de la potencia media. El camarero le pegó un buen sobeteo de tetas a Monique hasta pretender sacarlas para que vieran la luz del día. Monique con buen criterio se negó y le terminó quitando la mano. El huevo ahora no podía pasar de la mitad, pero Monique se calentaba igual.

El huevo a media potencia seguía haciendo su labor y Monique cada vez estaba más inquieta, jadeaba y se sujetaba con fuerza a la mesa. Me miraba con lágrimas en los ojos, ojos que se abrían como platos, buscando poder relajar la excitación de su cuerpo. El camarero iba y venía, pero ya no volvió a tocar carne. Tras terminar el segundo plato, los efluvios de Monique traspasaron la protección del mantel y Monique se dejó ir tumbándose sobre la mesa mientras su cuerpo convulsionaba sobre el asiento. La cara de Monique era un poema, unas pequeñas perlas de sudor cubrían su frente.

  • Para esto por favor, haré lo que quieras, pero páralo

Paré el huevo y Monique se relajó y terminó su postre con una gran sonrisa en la boca. Cuando nos levantamos de la mesa, Monique tuvo que cerrar sus piernas, ya que con la humedad de su sexo estuvo a punto de escupir el huevo.

  • Ahora vamos a mi hotel que tengo que cobrarme mi apuesta.
  • Eres muy malo y muy cabrón

Exploté en una gran carcajada sabiéndome triunfador cuatro horas son muchas horas para disfrutar de una mujer.

Subimos a la habitación del hotel donde ahora, era el amo, el amo de Monique. Era mía, solo mía durante cuatro horas, horas que Monique no olvidará en su vida, es más, seguro le gustaría volver a repetir.

  • Desnúdate

Monique me miró y se desnudó muy lentamente. Unos regueros en sus piernas delataban la corrida que se había pegado en el restaurante. La miré ahí, en medio de la habitación desnuda, con sus grandes pechos al aire desafiando mi tranquilidad. Cuando se sacó la tanga, el huevo estuvo a punto de salir volando, pero Monique estuvo muy hábil y consiguió mantenerlo dentro

  • Túmbate boca arriba en la cama, estira los brazos y las piernas

Monique me miró con un poco de rencor, mientras se tumbaba toda digna sobre la cama. Fui sujetando sus manos lentamente a las cuerdas que tenía dispuestas y atadas a las patas de la cama. Del mismo modo até sus piernas dejándola completamente expuesta y abierta para mí.

  • Ahora eres mía, puedo hacer contigo lo que quiera. Recuérdalo y no lo pongas difícil

Monique me miró con furia en los ojos. Yo acaricié suave y despacio todo su cuerpo, coloqué una almohada bajo su cintura para elevar su sexo. Sexo que ya brillaba por la humedad. El huevo empezó a vibrar a la vez que mi boca besaba su cuello. Mi mano circundaba sus pechos, bajando hasta su vientre para volver a subir. Mi lengua se perdía dentro de su boca en húmedos besos que le hacían gemir.

Mi mano prendió sin mucha fuerza uno de sus pezones, Monique gimió y aprete algo más fuerte. Después rodeé ese pezón con una suave caricia que hizo que Monique meneaba sus caderas en señal de excitación. Lentamente dejé que mi mano se acercara sigilosa al sexo de Monique. Lo acaricié sin prisa, recorriendo los labios mayores que ya desbordaban humedad. Lo acaricié sintiendo como lentamente esos labios se abrían a mí, como me mostraban el botón que habría de tocar.

Mientras, Monique buscaba mi boca con la suya en un estado de excitación total, regalándome sus orgasmos que como el mar iban llegando a la orilla uno detrás de otro. Monique se retorcía sobre las ataduras, buscaba mi boca y se moría dentro de ella. Aceleré mi ritmo en su empapado clítoris y Monique me regaló un pequeño squirt mientras apretaba sus piernas, sin llegar a cerrarlas por las ataduras. El huevo salió disparado ante este fuerte orgasmo.

  • Suéltame, quiero tu polla, suéltame.

Solté a Monique que se lanzó sobre mi polla chupándola con gula, aunque jamás pasó de la mitad, no le gustaba la garganta profunda, pero de igual manera me producía un gran placer. Chupaba y chupaba con pasión, con ganas y me tenía al borde del precipicio. Le quité de polla de la boca, la puse en cuatro sobre el borde de la cama y entré en ella.

Entré despacio, sintiendo la opresión de sus paredes, era un coño acogedor, húmedo y prieto. Entré hasta el final, salía y volvía a entrar con tranquilidad, tenía que aguantar. Mi ritmo era continuo y no muy alto, pero Monique seguía gimiendo y gritando bajito. Lentamente me llegaba el orgasmo, mi cuerpo hervía y estaba a punto de entrar en erupción. Aceleré mi ritmo todo lo que pude, mientras Monique gemía y ahora sí, gritaba, gritaba con ganas, mientras las sábanas quedaban mojadas de sus jugos. Me clavé con fuerza en ella mientras descargaba mi polla y la llenaba con mi semen caliente.

  • Así, joder niña, joder que coñito más acogedor tienes.
  • Cabrón, qué bien me has follado, me he corrido como una perra.

Nos relajamos un momento, aún quedaba mucho para las cuatro horas.

Pensaba, mientras descansaba, ¿Qué hacer con Monique? La verdad es que la tenía ganas. Pensé en atarla boca abajo y perforar su culito, pero debería ser sutil y casi conseguir que me lo rogase, para eso el huevo haría su función. Tenía que volverla loca de excitación y la tarea no sería fácil. Decidí que le taparía los ojos, así atada y sin ver sería más vulnerable.

Procedí a aprovechar que estaba boca abajo en la cama y así até sus manos a las cuerdas, que estaban sujetas a las patas de la parte delantera de la cama. Monique despertó cuando ya tenía las manos atadas.

  • ¿Qué haces?
  • Recuerda que eres mía estas cuatro horas.
  • ¿Qué vas a hacerme?
  • Tranquila, lo disfrutaras.

Viendo que no callaba opté por ponerle de nuevo la mordaza. Até sus tobillos a las cuerdas que estaban a los pies de la cama y cubrí sus ojos con un pañuelo. Tenía poca movilidad, pero no estaba sujeta del todo.

Me levanté y fui a mi neceser, ahí tenía un bote de aceite para bebés que siempre llevo conmigo, es un buen lubricante. Me acerqué a la cama con el bote y lo dejé junto al huevo sobre la mesilla.

Esparcí aceite por su espalda y procedí a darle un masaje totalmente sexual. Bajaba por sus piernas para volver a subir por el interior de sus muslos, sin llegar por muy poco a tocar su sexo. No tenía prisa y el tiempo pasaba muy despacio. Monique abría sus piernas, buscando el contacto de mis manos que muy lentamente cada vez llegaban más cerca de su sexo. Monique gritaba y gemía, pero sus gritos y gemidos eran acallados por la bola que tapaba su boca.

Monique se retorcía sobre las cuerdas que la sujetaban, gemía suspiraba y levantando la cabeza gritaba algo inentendible. Mis manos tras más de media hora acariciando, su espalda, sus piernas y el culo de Monique, estaban muy calientes, casi tanto como su coño que no paraba de manar.

Tras casi cuarenta minutos de caricias entre sus piernas, procedí a amasar su culo, su imponente culo. Lo acaricié, lo amasé y lo azoté. Monique gemía y gritaba.

Acariciaba su culo, deteniéndome en su ano que acariciaba con mucha lentitud. Lentamente ese agujerito se iba abriendo para dejar paso a mi dedo. Monique elevaba su cintura buscando una penetración más profunda. Pero yo solamente metía la primera falange. Tras unos minutos en su ano, que ya estaba dilatado, metí una segunda falange. Aquí Monique se convirtió en un pantano tras abrir las esclusas. Se tensó sobre las cuerdas, para caer rendida sobre la cama. Mis dedos se abrían y cerraban sobre su esfínter, dilatándolo en lo posible, mientras Monique meneaba su culo buscando la penetración total.

En ese momento, recogí el huevo de la mesilla, lo encendí y llenándolo de aceite, procedí a introducirlo en su recto. Monique quedó laxa sobre la cama, intentando cerrar sus piernas. El huevo a media potencia martilleaba las paredes de su recto, produciéndola según me dijo luego un gran placer. Mientras el huevo actuaba en su recto, yo acariciaba sus labios vaginales. Lo hacía con suma suavidad ayudado por el aceite que descendía desde su ano.

Monique estaba loca, se retorcía sobre sus cuerdas gritando algo que la bola distorsionaba. Movía su culo, abría sus piernas, tensaba su espalda. Se estaba volviendo loca, loca de placer. Ahora podría ser el momento.

  • ¿quieres que te fólle, quieres que te reviente el culito?

Monique movía su cabeza en un gesto de afirmación, mientras sus ojos clamaban que la follara, que le hiciese lo que me diera la gana. Saqué el huevo de su culito, me levanté y fui al baño a lavarlo. Monique levantó la cabeza preguntándome que dónde iba, que no la dejara así.

Lavé bien el huevo y volví para introducirlo ahora en su sexo, sexo que era un mar, por lo que el huevo el solo entró hasta el final. Unté mi polla con aceite a la vez que subía la potencia del huevo. Monique botaba sobre el colchón. Apunté mi polla a ese estrecho orificio y entre en ella, de una, colándome con facilidad hasta el final. El huevo me producía un gran placer a mí también, por lo que lo subí al máximo.

Me sujeté con fuerza a las caderas de Monique e imprimí un fuerte ritmo que, en pocos minutos, me llevó a vaciarme en sus intestinos.

Mi polla quedó incrustada dentro de ese culo que me apretaba con todas sus fuerzas mientras Monique quedaba rendida y desvanecida sobre la cama.

Aún quedaba una hora, pero creo que ambos habíamos tenido bastante. Desaté a Monique y le quité la bola y el pañuelo. Ella totalmente compungida y aun temblando se lanzó a por mi boca y me estuvo besando un largo rato.

  • Hijo de puta, casi me matas joder… me has vuelto loca, me has hecho desear ser follada.
  • ¿te quedaras a dormir?
  • No tengas la menor duda.

Monique se dio la vuelta y antes de que yo apagase la luz, ya se había dormido.

Fin

Icharlines@gmail.com