Capítulo 1

Capítulos de la serie:

La quedada

CHARLINES

Ese caluroso día de agosto, habíamos quedado una serie de gente, para reunirnos en un pueblo costero de Andalucía. A pesar de las fechas, casi todos habíamos conseguido alquilar unos bonitos apartamentos. Vera es la capital del nudismo, español y andaluz y al igual que en el cabo de gata, en sus playas es donde más gente se baña desnuda. Habíamos quedado en esa parte de España para disfrutar de unos días de vida libre y para desconectar nuestras cabezas de los ajetreos de la vida cotidiana.

Yo me llamo Pablo y había conseguido una casa con piscina, por un buen precio, tenía capacidad para seis, por lo que entre todos se hacía muy razonable su precio. La casa la había alquilado junto a otras cuatro mujeres y otro hombre que se me uniría en Córdoba. Las chicas llegarían directas al apartamento mientras que yo, recogería a Antonio en Córdoba capital. Había reservado una habitación en un hostal céntrico y bastante barato, aunque en agosto no era caro. Llegué con mi propio automóvil, aparqué en una de las calles cercanas al hostal. Sin más que un neceser, me acerqué al hostal para hacer la entrada y poder subir a mí habitación.

El hostal estaba muy bien, una habitación exacta, justa, con su baño y bastante limpio. Dejé mis cosas en la habitación y salí a dar una vuelta por las calles y los patios de Córdoba. Las juderías con sus calles estrechas propiciaban una agradable sombra y frescor.

Me senté en una terraza y tomé una cerveza bien fría. Contemplaba como la noche se iba cerrando sobre la capital del Al-Ándalus. Sus calles poco a poco se iban despojando del bullicio del día y a eso de las once, ya casi solo, me trasladé al hostal, Antonio llegaría a la mañana siguiente.

Esa noche dormí plácidamente, seguro, por el cansancio del viaje. Me levanté temprano sobre las ocho, di un paseo por las calles cordobesas y desayuné. A las diez estaba en la estación, esperando a Antonio. Una vez que descendió del tren nos dimos un abrazo y metimos la maleta de Antonio en el coche.

El viaje nos llevaría unas cuatro horas y un poco, con parada, cuatro y media. Como era mucho, decidimos parar a comer en Almería capital, para seguir después hasta nuestro destino, Vera playa.

Sobre las seis de la tarde llegamos al chalet y las chicas ya estaban allí. Nos abrieron la puerta, aparcamos el coche dentro del chalet junto con las maletas y nos acomodamos en nuestras habitaciones. La casa disponía de seis habitaciones y tres baños, un baño por cada dos habitaciones. A los chicos nos pusieron al final del pasillo, con su baño en medio.

Nos cambiamos y con una toalla nos dirigimos a la piscina. Las cuatro chicas estaban sentadas en las tumbonas de la piscina y solamente una tapaba su cuerpo con una pequeña tanga.

Las iré presentando, una a una, para que vean ustedes el esplendor de las muchachas.

Eva lucía radiante en la tumbona, fue la primera en venir a saludar. Eva es una mujer de cincuenta años, con unas deliciosas curvas. Pelo corto y unos pechos sobre la noventa, totalmente depilada y su coñito se veía precioso con forma de flor. Se la veía pizpireta y desinhibida.

Okami, mujer misteriosa e intrigante, se levantó tras Eva, mostrando su poder, el poder de la loba. Caminó despacio hacia nosotros dejándonos admirar su preciosa desnudez. Una sonrisa impactante y unos preciosos pechos desafiantes, marcaban el camino a seguir. Su juventud casi insultante se mecía en el aire ofreciéndonos una brizna de esa propia e insultante juventud. Su pubis estaba delimitado por una fina franja de vello. Su beso fue pausado y excitante, pues los pezones se clavaron como agujas en mi pecho, como después le pasaría a Antonio, la verdad es que nos había encandilado.

Anka fue la tercera en saludar, también era una mujer enigmática, de rasgos muy agradables con una gran melena rubia, unos pechos menudos y un cuerpo de infarto. Al igual que “la loba”, de su cuerpo se desprendía la fuerza de la juventud.

Por último, se levantó Mar, la única que cubría su sexo de los rayos del sol. Mar es una mujer madura, como yo, unos pechos erguidos y redondos de una talla noventa o un poco más. Una agradable sonrisa, un cuerpo cuidado y mirada de loba. Ella se acercó y nos besó con mucha suavidad.

Antonio es un fornido muchacho de la edad de “la loba” y Anka. Medirá sobre el uno ochenta y cinco y es risueño y parece un poco tímido.

Por mi parte, yo mido uno setenta y cinco, ya he cumplido los sesenta y la verdad mi cuerpo ya no es lo que era, pero he vuelto a procurar cuidarme un poco. Así que diremos que mi cuerpo va acorde con mi edad. No tengo una gran polla, pero sí que es gordita y la verdad creo que sé lo que puedo hacer con ella.

Ni corto ni perezoso deslicé mi bañador hasta quedarme desnudo, como ya había caído la tarde, el sol no me podía quemar, pero el agua estaba perfecta, por lo que me lancé al agua.

Tras nadar un rato, salí del agua y me sequé con lentitud, observé como Mar miraba de reojo y sonreía para ella.

Sobre las nueve nos vestimos y nos dispusimos a ir para el lugar de la quedada. Nosotros, como rezaba la invitación, pantalón vaquero y camisa blanca. Por su parte las chicas debían portar un vestido rojo y la verdad, estas cuatro mujeres estaban especialmente bellas.

Cuando aparecieron en el salón, no pude aguantar una exclamación.

  • ¡Estáis realmente preciosas!

La sonrisa se reflejó en las cuatro caras. Fuimos a la fiesta con los dos coches, las chicas en el suyo y nosotros en el nuestro.

Al llegar al lugar de reunión, seríamos unas cincuenta personas de diferentes edades, aunque todos posiblemente mayores de treinta y cinco años. Rápidamente nos distribuimos por la discoteca, cada uno a lo suyo. Bebimos, conversamos y bailamos hasta altas horas de la madrugada. Sobre las dos y media, me encontré con Mar.

  • Por fin te encuentro, las chicas están entretenidas. ¿tú qué tal estás?
  • Bien, tranquilo, ya no estoy para muchos trotes, ahora bebo más agua que cubatas.
  • ¿Me puedes acercar al chalet?
  • Por supuesto.

Mar me agarró con fuerza del brazo y se dejó guiar hasta la salida. Ya en la calle la sujeté por la cintura y la acerqué hasta donde estaba aparcado el automóvil. Una vez dentro, procedí a acercarme al chalet. Mar me miraba con los ojos vidriosos y yo diría que estaba algo excitada.

  • Muchas gracias por acercarme, igual te he jodido la noche.
  • No mujer, no, ya uno no tiene edad para que nadie le joda la noche, te lo hubiese dicho. ¿tu, qué tal lo has pasado?
  • Bien, pero ya me aburría, había más anzuelos que en una piscifactoría y no tenía ganas de líos, al menos ahí no.

Entre la charla, llegamos al chalet y le propuse tomar una copa en la piscina. Preparé un par de combinados, no muy cargados y me acerqué a la piscina.

  • Uhmm qué rico está, los que están muy cargados no me gustan.
  • A mí tampoco, más, siempre se puede echar, pero es imposible quitar nada.

Así empezamos una conversación que se hizo muy amena y agradable, a cierta edad una buena compañía no tiene precio. Notaba como se iban marcando los pezones de Mar en la fina tela de su vestido y como a la vez mi miembro iba adquiriendo un importante volumen. Los ojos de Mar empezaban a brillar como las estrellas y sus labios estaban bastante abultados, yo no me veía, pero sabía de mi excitación.

Me levanté de la silla y me acerqué a ella, bajé mi boca y la posé en su cuello.

  • ¿Te apetece un baño a la luz de las estrellas?
  • No, me apetece más bailar muy lento.
  • ¿Vamos a mi habitación?
  • Mejor, está más lejana y solitaria.

Sujeto a su cadera, en el borde que marcaban sus nalgas, la llevé lentamente hasta la habitación. A mitad del pasillo la atraje hacia mí y junté su boca con la mía, apuntando la punta de mi lengua entre sus labios. Estos se abrieron dejándome entrar para fundirnos en un beso lento y eterno que nos fue encendiendo un poco más.

La dejé entrar primero en la habitación, cerré tras nosotros la puerta y la abracé desde atrás, sujetando su vientre y posando mi verga entre sus glúteos. Mientras mis manos ascendían a sus pechos, escuché un gemido que partió de su boca.

  • Hace mucho que no estoy con un hombre.

Entendí rápidamente su súplica, fui bajando los tirantes del vestido y soltando su cremallera. Lo dejé deslizarse por su cuerpo hasta el suelo. Sus pechos aparecieron desafiantes ante mí, aún se mantenían duros y tiesos. Los acaricié con mimo y apreté suavemente los pezones. Mar gimió y movió su culo para sentir mejor mi polla.

La tumbé con un beso en la cama y procedí a desnudarme. Desabotoné la camisa, me quité sentado en la cama, los calcetines y a la vez que bajaba mi pantalón, bajé también mis calzoncillos. Me tumbé al lado izquierdo de Mar y acaricié todo su cuerpo con mucha lentitud. Me recreé acariciando sus pechos, pellizcando sus pezones, hasta sentir como se movía inquieta sobre la cama.

Bajé mi mano a su sexo a la vez que acercaba mi boca a su pezón. Acariciaba lento sus labios sobre la tanga, mientras mis labios y mi lengua se comían ese pezón que cada vez estaba más duro. Lentamente mis dedos fueron deslizando la tela de la tanga hasta notar su humedad.

Seguí acariciando sin prisa a esa mujer, que se deshacía entre mis brazos. Mis dedos curiosos traspasaron la abertura entre sus piernas, entrando en un mar de flujo, que me recibió con un fuerte suspiro, mientras Mar apretaba sus piernas contra mi mano. Se volvió hacia mí, abrió su boca y me exigió besarla sin detener mi caricia. Mis dedos rodearon su clítoris y en un lento baile le hice gemir y retorcerse sobre las sábanas.

  • Joder, si, como me gusta, cuanto tiempo, siii, sigue, sigue un poco más, no te pares.

Mis dedos siguieron rodeando su clítoris mientras mi boca la besaba para recoger su siguiente orgasmo que no tardó en llegar.

  • Joder, joder, joder.
  • Ponme él coño en la boca, quiero saber a qué sabes.

Mar me miró desconcertada, pero se levantó, se sentó sobre mi cara y se lanzó sobre mi polla. El calor de su boca era sublime y era capaz de trasladarme a otra dimensión. Chupaba mi polla con cariño, acariciando mi glande para después, introducirla entera en su boca y follarme con la garganta.

Mientras, mi lengua jugaba con su clítoris, ya excitado por mis dedos, por lo que no me costó mucho llevarla al cielo en muy poco tiempo. Mar gemía tragaba y mi polla, que a su vez silenciaba sus gritos. Asido con fuerza a su culo, imprimí un fuerte ritmo a mi lengua hasta que Mar se separó de mi invadida por los orgasmos.

  • Joder tío, casi me matas, joder para volver a la vida casi me la das toda de golpe. Ahora tendrás que follarme.
  • ¿Me dejas que lo haga a mi manera?
  • Te dejo que lo hagas como quieras.

Acerqué su culo al borde de la cama, aprete su cabeza contra el colchón y le metí mi polla lentamente hasta hacer tope. Las paredes de su coño se iban abriendo al paso de mi polla, ese coño estaba cerradito y tenía hambre. Lentamente entraba y salía de ella notando como cada vez la humedad era mayor, como los gemidos aumentaban y como Mar se agarraba con fuerza a las sábanas.

Una vez ya bien húmeda, le di un azote y aumenté el ritmo, otro azote y más ritmo, otro y ahora fue ella la que pidió.

  • Más fuerte, dame más fuerte, no pares, mas, mas.

Aceleré todo lo que pude, notando como Mar era un rio y su orgasmo no paraban, gritaba, chillaba, pedía más y yo, cauto, opté por parar.

  • No, cabrón, no pares, ahora no, no pares joder, no.

La tumbé en la cama y metiendo una almohada bajo su cuerpo, levanté su pelvis.

  • Tranquila, aún no hemos terminado, no me seas ansiosa.

Introduje mi polla en ese coño encharcado que me esperaba con todos sus músculos relajados. De rodillas ante ella pasé cada una de sus piernas por encima de mis caderas y empecé a follarla con una mediana cadencia. Mar gemía, se relamía, mordía sus labios y pedía más. Elevé sus caderas para entrar más en ella y ahora si le di con todas mis fuerzas. Ambos estallamos a la vez. Mar elevando sus caderas clavándose en mí y yo sujeto a sus caderas, totalmente dentro de ella.

  • Joder cabrón, que polvazo, para volver a la vida, no ha estado nada mal.

Mientras yo lentamente me salía de ella, se elevó y sujeta a mi cuello me besó con pasión.

  • ¿Me dejas dormir contigo?

Icharlines54@gmail.com

Continúa la serie