Capítulo 14

La señora Strawberry llegó tremendamente excitada y puntual. Vio el antifaz y la nota. Tras unos momentos de duda, hizo caso a su sexo, que chorreaba como cuando era más joven, se colocó el antifaz y traspasó la puerta. La cerró con cuidado y se quedó quieta, el silencio reinaba en esa casa y ella estaba asustada y excitada. Bajo ese fino vestidos sus impresionantes pezones se marcaban desafiando cualquier tipo de gravedad

¿Hay alguien? ¿Por favor, hay alguien?

Después de unos segundos eternos una voz grave le dijo.

Desnúdese, deje ahí su ropa y manténgase quieta con las manos en la nuca y las piernas abiertas. Si prefiere, puede darse la vuelta e irse, si se queda será mía durante esta tarde.

La mujer tembló, se lo pensó un poco, ser de ese hombre, suponía someterse a su voluntad y dejarse hacer lo que él quisiera. Pero la excitación, las ganas y el deseo la pudieron y desabrochó lentamente los botones de su vestido, dejándolo caer. Lentamente sujetó su tanga por los bordes y la fue bajando arqueando su cuerpo, para terminar, sacándola por los pies y quedando así, totalmente desnuda.

No quiero marcas, de ningún tipo.

Será como usted dice.

La mujer puso las palmas de sus manos en la nuca y abrió sus piernas. La humedad de su sexo se podía ver. Ángel observó con agrado como esa mujer chorreaba. Se acercó a ella, acercó su boca a su oído, la notó temblar y le susurró.

¿A qué está dispuesta? Le propongo una tarde que no olvidará jamás ¿Elija, azotes, juegos, sexo duro, penetración anal?

Todo, lo quiero todo, pero sin marcas por favor, vuélveme loca.

Ángel la guío por el pasillo hasta llegar al salón, ahí le ató las manos a las cadenas manteniéndolas en cruz, descendió su mano por el cuerpo de ella hasta llegar a su sexo, estaba muy, muy húmeda. Acarició su culo y le estampó la mano con una ligera fuerza, la mujer gimió. Ángel se acercó al aparador y escogió un huevo vibrador de entre todos los juguetes que tenía. Lo untó con lubricante y lo fue introduciendo con suma paciencia en el culo de la mujer. Esta dio un pequeño respingo, pero lo aceptó. Hacía tiempo que su culo no era perforado, pero el aparato no era muy grande. Ángel lo puso en marcha y la mujer sintió como esa cosa, subía y bajaba por su ano, buscando escapar de él, cosa poco probable si ella no hacía fuerza. Ángel incrementó la velocidad del aparato, a la vez que palmeaba su culo, con una fuerza media. Ángel no paraba de palmear calculando su fuerza. El culo de la mujer iba tornándose cada vez más rojo y él sonreía viéndola postrada a sus pies.

La mujer sentía un calor casi inaguantable en su culo y a la vez un placer nunca percibido. Notaba como ese calor se iba acercando a su sexo, que se abría buscando ser penetrado, notaba como el calor subía por su cuerpo hasta su cerebro, como se expandía dentro de él y como explotó de repente invadiendo cada parte de su cuerpo. Creyó desvanecerse, pero solo fueron unos segundos. Se sujetó con fuerza a sus ataduras, a la vez que mil sensaciones recorrían su cuerpo, los orgasmos se sucedían uno detrás de otro hasta que por fin gritó.

Pare por favor, pare.

Ángel paró el vibrar del huevo, soltó a la mujer y la abrazó, pudo notar como temblaba aun, siendo presa de pequeños orgasmos.

Jamás había sentido nada igual, casi me mata de placer.

Esto solamente es el principio, prepárese a gozar.

Ángel apretó los hombros de la mujer y está entendió, poniéndose de rodillas. Le acercó la polla a la boca y está la cogió con su mano y tras chupar el capullo la llevó al fondo de la boca.

Tiene usted una polla gorda, muy gorda.

Siguió chupándola, pensando en el placer que le daría esa polla, la iba a llenar entera y volvería a abrirla como ya no se acordaba. Su sexo se mojaba y el calor de su culo aun le proporcionaba un cierto placer, que unido a que la polla le follaba la garganta con gran violencia, increíblemente, le llevaron a un nuevo orgasmo. Ángel al notarlo, la levantó, apoyó su torso sobre la mesa del salón, le abrió las piernas y la penetró despacio. Notaba su polla entrar abriendo ese coño que ya llevaba tiempo sin sentir una polla, el placer que le proporcionaba le tenía al borde del orgasmo, por lo que impuso un ritmo muy lento.

La mujer sentía su sexo completamente lleno, ese andar tan lento de la polla en él, le permitía sentir a la perfección, como era penetrada, como se llenaba su sexo y como le llegaba hasta el final. Cada arremetida con los huevos contra sus piernas descargaba una gran cantidad de flujos que Ángel notaba en su polla.

El orgasmo de Ángel estaba próximo, por lo que aceleró el ritmo, a la vez que volvía a palmear ese redondo y duro culo. Ángel terminó clavando la polla en lo más hondo de ese húmedo coño, a la vez que la mujer al sentirse llena de polla y de semen dentro de ella también se dejó ir en un relajado orgasmo. Ángel cayó sobre la espalda de la mujer aun con su polla dentro. Cuando su polla salió de ese apretado coño, le acompañó hasta la cama, donde descansaron un buen rato, para retomar las caricias una vez recuperados.

Las caricias de la mujer volvieron a tensar el miembro de Ángel que se levantó, buscó un nuevo consolador sobre la mesa y lo acercó con él a la cama.

Ahora te voy a romper ese culito.

Es muy gorda, me harás daño.

Tranquila, iré despacio.

Ángel dio la vuelta a la mujer y llevando el consolador a la máxima potencia, se lo acercó al clítoris. La mujer gimió y se apretó contra él, notando su erección entre los cachetes de su culo. Ángel lentamente fue introduciendo el consolador a la máxima potencia dentro de la mujer, está gimió. Untó con el lubricante el exterior y el interior de ese precioso culo, se untó la polla y sujetando su polla la acercó al esfínter, que atravesó sin dificultad. Más costoso fue seguir con la introducción de toda la polla. Cuando esta estuvo entera dentro, la mujer se corrió mojando la mano de Ángel que sostenía el consolador.

Aquí Ángel, soltó el consolador, se sujetó con fuerza a sus caderas, empezando un lento mete y saca.

  1. Para cabrón es muy gorda, me duele, para.

Ángel hizo caso omiso a las suplicas y le dio fuerte, muy fuerte. Ella gritaba y gritaba hasta que le pidió nuevamente parar, pero Ángel no paró, por lo que la mujer empezó a moverse hacia adelante. Quería escapar de ese hierro que le quemaba su casi virginal culito. Intentaba infructuosamente escapar de la polla que le martilleaba el culo. Con mucho esfuerzo fue acercándose al borde de la cama, donde finalmente, paró encorvada sobre el borde, con su cabeza en el suelo y siendo rellenada por la polla de Ángel que descargó en ella toda su esencia. La mujer tras sacarse la polla de Ángel del culo llevó su mano hasta su ano y vio que estaba algo manchada de sangre.

Cabrón me has roto el culo, eres un hijo de puta.

Pero bien que te ha gustado, putita, ya eres mía, para lo que yo quiera.

La mujer sonrió y lo besó, para posteriormente ir a la ducha, el culo le dolía y le escocía, pero nunca había echado un polvo como ese y no estaba dispuesta a perderlo, haría lo que él le dijese. Tras ducharse se vistió, lo besó con ganas y marchó a buscar su automóvil.

Ángel quedó destrozado en el sofá, esa mujer era mucha mujer y tenía muchas ganas reprimidas, seguro que lo pasarían muy bien.

Tras estas aventuras, Ángel estuvo, aún unos años más en ese bonito pueblo, se follo a la madre y a la hija, a las dos madame y por supuesto alguna más que permanecerá en el anonimato.

Había conseguido una pequeña fortuna y a sus cincuenta y cinco años, decidió volver a España.

La verdad que no tenía claro dónde ir, había pensado en Sevilla, pero seguro que ya no era lo mismo. Así que como también tenía cerca el país vasco, se decidió por probar primero por ahí. Entró por la frontera de Irún y tras pasar toda Guipúzcoa, se fue adentrando en Vizcaya. En esta región del norte de España cuya capital es Bilbao, se paró en el pueblo de Guernica.

Os cuento un poco la historia de esta fantástica ciudad que fue el centro de reunión del pueblo de Vizcaya.

Guernica y Luno alberga el lugar donde se reunían las Juntas Generales de Vizcaya, bajo el roble conocido como árbol de Guernica, símbolo de las libertades de los vizcaínos y donde antiguamente, los señores de Vizcaya, tras recibir su título, venían a jurar el respeto del fuero de Vizcaya.

El 26 de abril de 1937, durante la guerra civil española, la ciudad fue bombardeada por la Legión Cóndor, unidad aérea de la luftwaffe al servicio de la causa franquista. Alentado por el gobierno republicano, Pablo Picasso pintó su obra Guernica, inspirándose en estos hechos. La obra fue presentada en la Exposición Internacional de París de 1937.

En ese terrible bombardeo donde la ciudad fue totalmente arrasada.

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Ciento veinticuatro civiles fueron las víctimas del ataque alemán a una población indefensa y sin instalaciones militares.

Después de este terrorífico y genocida ataque, Pablo Picasso intentó plasmar en su obra, todo el horror vivido ese nefasto día. Intentando fijar en él, el horror de esa masacre. Pablo Picasso, pinta el Guernica en

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París, como ya hemos dicho en 1937. Fue expuesto en el pabellón español, durante la Exposición Internacional de París, con el fin de atraer la atención del público hacia la causa republicana en plena guerra civil española.

En la década de 1940, dado que, en España se había instaurado la dictadura militar del general Franco, Picasso optó por dejar que el cuadro fuese custodiado por él Museo de Arte Moderno de Nueva York, aunque expresó su voluntad de que fuera devuelto a España cuando se reinstaurara la república. Con todo, en 1981 la obra llegó a España. Se expuso al público primero en él Casón del Buen Retiro, y luego, desde 1992, en el Museo Reina Sofía de Madrid, donde se encuentra en exhibición permanente.

El horror de aquel día aún se recuerda en el Museo de la Paz de Guernica. Esta ciudad rodeada por grandes bosques y muy cercana al mar es una bonita ciudad dentro del marco incomparable de este precioso y bello paisaje del norte de España.

Ángel estuvo muy cerca del mismo Guernica durante un par de años y ya a sus cincuenta y ocho, tras una larga búsqueda encontró y compró lo que andaba buscando. Una gran casa para hacer casa rural u hotel rural. Encontró un gran caserío donde mandó construir y cubrir una piscina y al que pudo sacarle diez habitaciones totalmente insonorizadas y todas ellas con su propio baño. La casa estaba rodeada por un impresionante bosque de pinos y eucaliptos que daban a la zona un color y un olor especial. Rápidamente la casa obtuvo una importante fama, ya que su situación y su excelsa preparación le hacían un lugar precioso para pasar un fin de semana romántico o de cualquier otra índole. Pero será mejor que dejemos estas últimas hojas al protagonista y que sea él quien nos cuente de primera mano las aventuras que tenga a bien descubrirnos en estas letras.

ÁNGEL

Había llegado a Guernica, cansado y con ganas de descansar, ya no era un chaval y conducir me cansaba. Llegué y busqué un alojamiento en internet. Encontré un apartamento en Urdaibai, negocié un precio para unos meses y quedé contento con la negociación, en principio mi intención era estar unos meses, pero resultaron ser dos años.

Fui muy bien acogido en la localidad, esta estaba cerca del mar y rodeada de un precioso monte. Durante ese par de años, estuve tranquilo y relajado, procuraba comer siempre en el mismo sitio y una vez que me asenté encontré un lugar acogedor y familiar donde como María en Sevilla, me trataban muy bien. La vida en esa ciudad era tranquila y aunque la población de esta nueva y democrática España había ganado mucho, la vida era totalmente diferente a la España que yo había dejado, aun se notaban reminiscencias de aquellos cuarenta años de dictadura. Mi vida era simple y anodina, paseos por el monte y por el mar, una vida bastante sana, unos vinitos por la mañana junto con unos pinchos, que por cierto están de muerte. Me encantaban los pimientos de Guernica, fritos y con un buen vino, pero vamos, que había pinchos de todas clases y espectaculares.

Una de esas tardes estaba en la playa de Laga, muy cercana a mi domicilio. Me gustaba observar a los y las surfistas que durante todo el año poblaban esa playa. En esta playa hay un restaurante donde se come fenomenalmente bien y desde donde tienes unas impresionantes vistas de la playa, desde un gran ventanal. Había terminado de comer y como no, tenía mi farías en la mano y la copa muy cerca. He de decir que yo ya no era aquel muchacho bien formado y lleno de músculos, estos ya habían desaparecido, por la edad y por el efecto del descanso.

Estar sin hacer nada es lo que tiene. Aunque aún me mantenía vigoroso en el torso y las piernas, un apéndice extraño había brotado a la altura de mi tripa y se había extendido generosamente. Pero bueno, he de decir que aún estaba de buen ver, o eso quería creer. Estando sentado escuché a una mujer hablando en inglés que quería saber si por ahí había alguna pensión o algún albergue, ya que andaba recorriendo todo el litoral con la idea de llegar a Compostela. La mujer no estaba mal, tendría unos cincuenta años y se conservaba bastante bien, el andar por esos caminos le tenían en forma. Amablemente el camarero le informó de un par de sitios bastante alejados, como a unos quince kilómetros.

Yo me levanté y amablemente le ofrecí sentarse conmigo, le ofrecí beber algo y ella aceptó un agua mineral con gas. La mujer amablemente me dio las gracias y me preguntó lo mismo que al camarero. Yo le contesté que vivía solo y tenía una habitación libre, que no le cobraría nada por una noche y que podía llevarla en mi automóvil hasta mi casa. También le expuse que podía llevarla a cualquier otro sitio si ella así lo quería. La mujer me miró y se quedó pensativa, me dijo que se iba a quedar unos tres días. Que quería ir a San Juan de Gaztelugatxe. (San Juan de Gaztelugatxe, Gaztelugatxeko Doniene en euskera), es uno de los lugares más visitados de Euskadi. Una fortaleza, que, formada por un imponente puente de piedra, 241 escaleras y una ermita, ha conquistado a medio planeta. Su particular composición y su privilegiada ubicación lo han convertido en uno de los lugares más famosos de Euskadi. Ella quería además recorrer alguna que otra de las localidades famosas de esa preciosa parte de Euskadi. Le dije que no tenía problema en acompañarla a esos lugares y que por los tres días le cobraría unos setenta euros por la cama. La mujer me miró asombrada y noté como su camiseta se tensaba, dejando a la vista sus prominentes pezones. Me miró y afirmó con su cabeza, por mí, de acuerdo. Pues asunto arreglado, estiré mi mano y sellamos el acuerdo con un apretón de manos. Le dije si quería ir a ducharse y cambiarse y luego saldríamos a cenar algo. Me dijo que sí, que le parecía bien. Una vez en el automóvil, nos desplazamos hasta mi apartamento, ya dentro de él quedó alucinada. Tenía un pequeño apartamento en el centro de la localidad con un aseo la cocina y el salón en la parte de abajo y dos habitaciones y un baño en la parte de arriba. Le subí la maleta hasta su habitación y la dejé instalarse mientras bajaba a la parte de abajo a esperar que se duchara, así también le dejaba más intimidad.

Preparé un aperitivo con un vino blanco y un poco de comer. Llamé a María para decirle que esa noche seríamos dos.

En esas estaba cuando Astrid, que así se llamaba la mujer, apareció ante mí, vestida con una camiseta blanca que marcaba sus pezones y un pantalón no muy corto que dejaba ver buena parte de sus torneadas piernas. Digamos que Astrid es una mujer de unos cincuenta años, con una cara agradable y un cuerpazo de escándalo. Le ofrecí sentarse y nos sentamos, para hablar y degustar el vino y la pequeña comida. Me comentó los lugares a los que quería acudir y todo estaba más o menos cerca, yo también le llevaría a alguno de los sitios menos conocidos y así tendría una estancia más placentera. Tras terminar el aperitivo, bajamos a pasear por la localidad, nos acercamos al puerto y respiramos la brisa del mar. Ya era mediados de octubre y aunque no hacía frío, la brisa ya se notaba más fresca. Noté sus erectos pezones rozando la tela de la camiseta y su piel de gallina, me quité mi chaqueta y se la ofrecí. Astrid se envolvió en ella apretando sus manos para darse calor.

Tras un breve paseo le ofrecí acercarnos al restaurante para cenar. Arantxa nos había reservado una mesa tranquila, al final del restaurante y tras servirnos nos dejó cenar tranquilamente. Tras la cena y como en mi es habitual, me senté a fumar mi purito y tomar mi copita. Astrid pidió otra agua mineral, mientras hablábamos de su vida y de su ciudad.

Sobre las once y media subimos a casa y nos fuimos a dormir. Al día siguiente teníamos las impresionantes escaleras de San Juan de Gaztelugatxe, que pondrían a prueba nuestra forma física.