Capítulo 9

DÍA A DÍA 9

CHARLINES

Una vez que Esperanza se marchó, tomé camino de la sucursal. El camino era largo hasta la otra parte de la isla. Había quedado por la tarde para la selección de personal. Por lo que tenía toda la mañana libre. Lo primero era seleccionar a una secretaria, pero había de consensuar con Carmen que era quien luego tendría que dirigir la sucursal. Al llegar al despacho vi que tenía una llamada de la central. Llamé y me dijeron que podía hacer lo que quisiera en la isla y reestructurar la zona por si lo veía factible. Les comenté que habría que hacer al menos dos zonas si no tres y que había que organizar todo correctamente. Esto llevaría un tiempo moderado y no quería aventurar cuánto. Dándome ellos el beneplácito para hacer lo que fuera necesario.

Llamé a Carmen.

  • ¿Buenos días, ya llegó Esperanza?
  • Si ya está aquí.
  • Te llamo para decirte que esta tarde empezará la selección de personal y que, si no te importa, seleccionaré una secretaria, que es lo que más falta me hace.
  • Vale confió en tu criterio, pero hazle un contrato de prueba por si acaso.
  • Se lo haré por tres meses, así me servirá mientras esté en la isla, si no te gusta jajajja.
  • Que cabrón eres en qué estás pensando, ehhh?
  • Jajajaj en nada. Luego te llamo.

Salí a comer cerca de la sucursal pensando en cómo estructurar las islas. La estructura estaba bien hecha.

Tenerife y Gran Canaria tenían las sucursales. La gomera compartía oficina con el hierro y las demás tenían oficinas independientes. Con lo que solo había que hacer un pequeño cambio, que la Gomera perteneciera a Tenerife que es lo más lógico y así quedar Tenerife, la Gomera, el Hierro y La Palma, en una configuración y en otra, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. Posiblemente tendría que dar libertad a Lanzarote, pues su volumen era parecido al de Tenerife y Gran Canaria. Pero esto ya lo hablaría con Felipe en mi visita a Lanzarote.

Me senté en una terraza frente a la oficina a ver quién y cómo entraban, la hora de la cita de candidatos era a las dieciséis horas. Vi llegar a unas diez personas, pues había que cubrir los puestos de la sucursal y la oficina. Sobre las dieciséis diez entré y recogí los currículums. Separé los papeles por trabajadores de oficina y comerciales, dados los tres puestos vacantes en la sucursal. Para oficinas solo había tres, así que decidí empezar por éstas, que sería más rápido.

Me organicé unas preferencias para poder descartar y así tener una base para excusar el rechazo.

Entró la primera candidata una chica con acento alemán de un metro ochenta más o menos, con una camiseta ajustada y un poco de escote, que dejaba ver las blondas de su sujetador, una falda de tubo muy ajustada y unos tacones de infarto. No puedo negar que era mi tipo, pero tendría que ser neutral.

Tenía un currículum perfecto y había convalidado las materias en España.

  • Buenas tardes, señorita Unsinn, como veo, está usted muy preparada.  ¿Qué disponibilidad tiene?
  • Por mí, en cuanto me digan, me puedo incorporar.
  • ¿Tiene algún problema para viajar de isla en isla, o al interior?
  • No, no tengo problema.
  • Muy bien ¿Por qué le interesa el trabajo y que espera de él?
  • La verdad es que me hace falta trabajar, ya llevo mucho tiempo en el paro y necesito un trabajo. Su empresa es una buena empresa y creo que me ofrece todo lo que necesito. Por supuesto espero aprender y poder realizarme en mi trabajo.
  • ¿Muy bien y qué aporta usted a la empresa?
  • Yo aporto mi voluntad de aprender y mi seriedad en el trabajo. No me importa hacer horas y estaré dispuesta a todo lo que se me pida.

Aquí una sonrisa apareció en sus labios y su ojo se cerró casi imperceptiblemente.

  • Bien, espere fuera y después le diré algo.
  • Que pase la siguiente, por favor.

Entró una morena con unas curvas de infarto y con unos vaqueros que se pegaban a su piel.

  • ¿Buenas tardes, usted es Andrea verdad?
  • Si señor.
  • Muy bien Andrea ¿qué disponibilidad tiene?
  • Pues la verdad es que hasta fin de mes no podría incorporarme, ya que estoy en otra empresa y no me gustaría quedar mal.
  • Lo siento mucho Andrea, es para disposición inmediata, de hecho, hoy mismo podría empezar.
  • En ese caso no va a poder ser, lo siento, ya que esta es una buena empresa.
  • Ha sido un placer, te acompaño.

La última candidata era una mujer de unos cuarenta años, muy bien proporcionada y con un generoso escote. Una vez que se sentó, pude apreciar que no llevaba sujetador y que sus pezones estaban en punta.

  • Buenas tardes, Cristina, ¿verdad?
  • Sí señor.
  • ¿Qué disponibilidad tiene?
  • La verdad es que ahora mismo, podría ser ya, no tengo nada que hacer.

Cada vez que se movía, sus tetas casi se salían de su camisa, apareciendo un pezón por uno de los lados.

  • ¿Tiene algún problema para viajar de isla en isla, o al interior?
  • Mire, por las islas como que no me importa, pero al interior… Estoy casada y con un niño de siete años, así que lo veo difícil.
  • Perdón, Cristina, creo que se le movió la camisa.
  • Huy si, perdón, que torpeza.
  • No se preocupe son muy bonitas.

Cristina se puso roja como un tomate y sus pezones se marcaron aún más en la tela de la camisa.

  • Prosigamos. ¿Por qué le interesa el trabajo y que espera de él?
  • Como ya le he dicho estoy en paro y me interesaría poder dejar a un lado esa situación y sé que esta es una buena empresa.
  • La empresa le aportará una realización personal y una estabilidad económica. ¿Qué puede aportar usted a la empresa?
  • Yo, mi experiencia y mi disponibilidad absoluta, para todo lo que se me necesite.

Aquí me miró a los ojos fijamente y se mordió el labio inferior, esta tía quería guerra, pero por desgracia había elegido mal día.

  • Cristina, no te preocupes, antes de que termine la semana tendrás noticias nuestras.
  • Muchas gracias,

Se levantó y me dio dos besos mientras me ofrecía una generosa vista de su canalillo.

  • ¿Señorita Unsinn??
  • Sí señor.
  • Pase por favor. Cierre la puerta. ¿Quiere empezar a trabajar ya?
  • Pues claro, será un placer.
  • Entonces firme el contrato que hay encima de la mesa, léalo bien antes y después me dice.
  • ¿Pero aquí pone que quedaré enteramente a sus servicios en lo laboral y en lo personal?
  • Exacto, eso dice, ¿necesita alguna aclaración?
  • Por supuesto ¿qué es en lo personal?
  • En lo personal es que dependerá de mi para todo, yo le daré permiso para absolutamente todo aquello que quiera hacer y estará incondicionalmente a mis órdenes.
  • ¿Para todo, todo?
  • Si, a cambio la empresa le proporciona un más que suculento sueldo y un alojamiento, si tiene propio, le pagará los gastos.
  • Uff me lo tendría que pensar.
  • Tiene usted cinco minutos.

Lo que le pedían era una disposición incondicional a cambio de un muy buen dinero y de resolver su vida. Total, tenía poco que perder, no tenía nada y mucho que ganar. Su vida quedaba resuelta por el momento y si sabía ahorrar la podía dejar resuelta de por vida. Parece que no es mala oferta, antes de firmar Pablo le dijo.

  • Antes de firmar quítate las bragas y dámelas.

Unsinn lo miró de frente y sin apartar su vista de él se bajó las bragas hasta la rodilla y las dejó caer. Se agachó doblando sus rodillas, las recogió, las estiró y se las dio.

  • ¿Así está bien?
  • Muy bien ya puedes firmar.

En el fondo la situación le había excitado, eso de cumplir órdenes la estaba poniendo, nunca se había sentido así.

  • Muy bien, toma esto y ve haciéndoles pasar por orden.

Unsinn fue llamando a las/los candidatos a la vez que con una sonrisa se dirigía a su nuevo jefe. Las entrevistas terminaron cerca de las nueve y media.

  • Este era el último
  • Perfecto. Ven aquí y chúpame la polla.

Esto le hizo ruborizarse, pero a la vez su coño se encharcó.

Se puso de rodillas, desabrochó mi pantalón y me meneó la polla muy despacio. Lentamente fue acercando su boca. Acercó su lengua al tallo y lo lamió de abajo arriba y luego de arriba abajo, volviendo a repetir la escena unas cuantas veces. Su lengua se entretenía en el frenillo al subir, lo que estaba haciendo que mi polla cada vez estuviera más dura. Por fin decidió meterse todo el capullo en la boca mientras yo gemía, agarrando su cabeza para imponer un ritmo tranquilo. La lengua hacía diabluras con mi polla y conseguía lamer mis huevos cuando entraba hasta el fondo, esa chica tenía una buena boca. No podía aguantar mucho más. Le sujeté con fuerza del pelo y tiré hacia mí a la vez que mis movimientos fueron adquiriendo más fuerza, haciendo que mis huevos chocaran contra su barbilla. Finalmente, un golpe de pelvis introdujo toda mi polla en la boca de Unsinn y sujetando su nuca descargué en su garganta, mientras ella intentaba salir de la presión. Una vez que descargué, la dejé sacar mi polla, para que pudiera tomar aire notando, como en ese momento se mojaban mis zapatos.

  • Me he meado, perdón.
  • Tranquila, me ha encantado. Te invito a cenar. ¿conoces algún sitio?
  • Claro, muchos jajjaj.
  • ¿A cuál te gustaría ir?
  • Al Deliciosa Marta
  • Perfecto, vamos

Antes de ir al restaurante nos dimos un paseo por San Telmo, nos paramos en una terraza y nos tomamos unas cervezas. Unsin me comentó que cuando ella era pequeña sus padres la llevaron a la isla y montaron un negocio. Pero la mala gestión, el alcohol y las tragaperras acabaron con el negocio y con el dinero. Ella había salido a flote por su cuerpo y por qué daba algunas clases de alemán a niños y no tan niños de la isla. Me comentó que no había tenido una vida fácil y que eso le había llevado a probar casi todo y que ya hace unos tres años se había estabilizado y andaba más tranquila. Después de apurar las cervezas, partimos hacia el restaurante. El sitio era muy agradable y la decoración vintage, aún lo hacía más agradable. Nos colocaron en una mesa frente a unas cristaleras que daban a un bonito y bien cuidado jardín.

  • Unsinn la verdad es que ha sido una buena elección, me gusta mucho el sitio.
  • Me alegro mucho señor.

Ese señor me sonó muy raro y a la vez fue como música celestial. ¿y si era sumisa?

Tendría que comprobarlo y la cena sería un buen momento.

Hablamos de sus problemas de adaptación en el colegio y con el clima. En el colegio lo pasó mal, ya que era muy respetuosa con las normas, su educación le impedía transgredir las normas. Esto producía cierto rechazo entre sus compañeros y compañeras. Su adolescencia fue dura y llegó a los dieciocho habiendo forjado un carácter muy reservado. En la universidad se lió con un profesor y este le enseñó un mundo nuevo.

  • ¿Así que te van los maduritos?
  • Tienen claro lo que quieren en la vida. Mírate tú, ordenas y no esperas, si se cumple tu orden bien y sino pues tomas las oportunas medidas. Eso no pasa con gente inestable que no tiene aún forjado su carácter.
  • ¿Me estás diciendo que eres sumisa?
  • Pues sí, soy sumisa y me gusta serlo, ahora llevo una temporada sin amo y la verdad me tengo que azotar yo sola y no es lo mismo.
  • Bueno, luego si quieres vamos a mi casa, tengo una pequeña mazmorra camuflada, donde podemos jugar un poco.

El coño de Unsinn se convirtió en una fuente, hacía tiempo que no tenía una sesión y la verdad es que necesitaba sentirse usada.

La cena estuvo deliciosa, cenaron con mucha alegría y una gran tensión sexual. Una vez terminada la cena fueron hacia la casa donde tendrían una noche movidita. La casa estaba casi en la otra punta de la isla. Tenían casi media hora de coche. Al llegar a la casa, Pablo acompañó a Unsinn a la habitación “mazmorra”.

  • Desnúdate y espérame en posición.
  • Sí señor

Salí de la habitación y fui a cambiarme, me quité la camisa y la cambié por una blanca remangando los puños. Volví a la habitación, donde ella ya estaba en posición, de rodillas con la espalda recta y las palmas de las manos mirando hacia el techo. Me fui hacia la pared y de unas argollas quité unos tiestos que pendían de ellas. Fui hacia Unsinn y la amarré a las argollas estirando sus brazos y sus piernas. Abrí un cajón, encontrando una fusta que pasé por el cuerpo de Unsinn sintiendo como se le erizaban los vellos, mientras un gemido escapó de su boca.

  • Quiero que cuentes.
  • Plas… uno, gracias, señor
  • Plas…dos, gracias, señor
  • Plas… diez, gracias, señor

Unos hilillos de flujo caían por las piernas de Unsinn que mordía sus labios mientras sentía el calor en el culo y en su coño, el dolor se estaba convirtiendo en placer y ella estaba gozosa y feliz. Agarraba con sus manos las argollas para que sus piernas se pudieran sostener.

  • Plas ……diez y seis, gracias, señor

Llevé una mano hasta el coño de Unsinn y pude apreciar la humedad que había en él. Metí dos dedos y la follé con fuerza. No tardó nada en correrse y quedó sostenida de las argollas pues sus piernas ya no la sostenían. La desaté y la llevé a un sofá. Saqué un ungüento y lo fui extendiendo por su culo que tenía un color entre rojo y morado. Lo extendía muy suave mientras Unsinn no paraba de gemir, esta vez de puro placer. Me lavé las manos y me senté cogiendo su cabeza entre mis manos.

  • ¿Estás bien?
  • Sí señor. Muchas gracias, me hacía falta, hacía mucho que no tenía una sesión.
  • Iremos despacio, hay que ir con cuidado. Si hace tiempo que no sesionas, tu piel se habrá vuelto más blanda.

Mientras decía esto, bajé mi mano hasta su clítoris y empecé a acariciarlo muy despacio aprovechando los jugos de su coño para así humedecer mis dedos. Unsinn empezó a gemir y dándose la vuelta me buscó la polla. Mientras me la abrazaba con sus labios, su lengua se entretenía en repasar el frenillo una y otra vez consiguiendo una espectacular rigidez en mi polla. Mis dedos aumentaron el ritmo de las caricias lo que hizo que su boca cada vez subiese y bajase con más rapidez y profundidad, empezando a dar alguna pequeña arcada. Mientras, yo cogiendo su cabeza la apreté en el final de mi polla, a la vez que imprimía más ritmo a mis dedos. La dejaba respirar para volver a introducir su cabeza hasta el fondo. Unsinn abrió la boca haciendo que la polla entrase en su garganta a la vez que un orgasmo le hacía temblar sobre mí.

  • Ahhhhhhh abrió la boca para recoger aire y poder correrse a gusto. En ese momento, saqué mi polla de su boca para rociar con mi semen todo su cuerpo.
  • Si no quieres dormir colgada, procura que nada manche las sábanas.

Bajé, hasta su coño lo devoré, pasando mi lengua por sus muslos, volvía a subir buscando su clítoris, pero si querer encontrarlo, lo pasaba cerca pero no lo tocaba. Así estuve durante casi 20 minutos, Unsinn se retorcía intentando que nada cayese en las sábanas, la estaba volviendo loca. Mi lengua se acercó a su clítoris y con la puntita estuve tocándolo hasta que ella ya no pudo más y cerrando sus piernas se dejó ir en un tremendo orgasmo. Metí mi cabeza entre sus piernas y devoré su clítoris con glotonería mientras me agarraba sus caderas y metía un dedo en su culito. Unsinn se retorcía como una culebra intentando zafarse de su prisión mientras se corría una y otra vez y las sábanas se llenaban de semen y de sus propios jugos.

Al cabo de unos minutos, la solté y noté las sábanas mojadas. La miré, la agarré del pelo y aun temblando, la até a las argollas de la pared.

  • Por favor señor, bájeme, por favor.
  • Qué propones a cambio.
  • Seré suya en cuerpo y alma, seré su más fiel sumisa.
  • Perfecto redactaré el acuerdo.

La solté y mientras la bajaba apreté sus pezones con saña lo que hizo que Unsinn tuviera un orgasmo agarrándose a mi cuello. Estaba sobreexcitada y todo toque le producía mucho placer.  La llevé a la cama y yo me fui a mi cuarto.

Salimos para la oficina después de desayunar. A Unsinn aún le dolía el culo y tuvo que sentarse de lado en el coche. Los poco más de 35 km se le hicieron muy dolorosos. Nada más llegar empezamos de nuevo la selección.

  • Señor, los candidatos elegidos están aquí para la formación.
  • Muy bien gracias Unsinn acompáñalos a la sala de juntas.
Continúa la serie