Capítulo 5

CAPÍTULO CINCO

ÁNGELES

CHARLINES

Eran las doce de la mañana cuando se levantó de la cama de su vecino. En aquellas horas juntos habían hablado, se habían abrazado y sobre todo habían sentido placer, mucho placer. Ángeles fue al salón y volvió a la habitación con su ropa en la mano. Se vistió mientras él la contemplaba tumbado en la cama.

– Esas bragas blancas son muy bonitas.

– ¿Le gustan? Se ruborizó al entender que él se había dado cuenta de por qué se las había puesto.

–  Te quedan muy bien. A ese señor le encantará verlas.

Pablo se sentía orgulloso de que esa joven, ahora ya estaba siendo capaz de vivir su sexualidad plenamente, aunque sintió un inevitable atisbo de celos. Él ya no tendría el privilegio de ser el único.

– Gracias, eso espero. – separó sus piernas y se puso frente a él – ¿Transparentan mucho?

– Un poco pero así estás mucho más sexy. El color rosado de aquel coño, ahora más vivo, producto del placer que había sentido, destacaba bajo la tela blanca.

– ¿Ya me contarás qué tal ha ido? ¿Vale?

– Claro. Me gusta contarle todo. Se puso el vestido. Hoy quedaré con Estela para decirle que usted está dispuesto a ayudarla.

–  A intentar ayudarla, le corrigió él, que pueda ayudarla o no dependerá de ella.

–  Ojalá todo salga bien.

– Yo también espero que salga bien, se nota que la quieres mucho.

–  Si, Bueno ahora tengo que irme.

–  Vuelve cuando lo desees y me cuentas qué te dijo tu amiga.

–  Vale – se acercó a la cama y le dio un beso en la mejilla, cuando se iba a separar de él acercó su boca al oído de su vecino – Me gustó mucho darle y recibir el desayuno.

–  A mí también, haberlo compartido contigo. Cuando quieras repetimos.

Decidió ir caminando hasta la cafetería del día anterior. Durante el trayecto le envió un mensaje a Estela para quedar con ella cuando saliera de trabajar.

Se puso contenta al recibir la contestación de su amiga y saber que podrían quedar para comer. Tenía una hora para ella sola. Sintió nervios cuando estaba llegando a la cafetería, también algo de vergüenza.

Lo vio allí sentado, en la misma mesa que el día anterior, con su periódico en la mano. Al verla movió la cabeza a modo de saludo, pero ella no fue capaz de devolver el saludo. La mesa donde ella se había sentado la mañana anterior estaba libre y se sentó en ella, en la misma silla, la misma posición. Pidió un café con leche y como un ritual cruzó sus piernas. Y sintió aquella mirada de nuevo en ellas y de nuevo se puso las gafas de sol pues deseaba ver el rostro de ese hombre mientras la miraba.

Ángeles se fijó en que era un hombre elegante y parecía distinguido por su altanero porte. Notó como hoy le miraba con más descaro que el día anterior, como fijaba su mirada entre sus piernas, seguramente buscando el color de sus braguitas

Descruzó las piernas. Su vestido se había subido y le estaba mostrando sus muslos desnudos. Esta vez lo miró directamente, aunque a través de sus gafas de sol. Quería ver la cara de ese señor cuando abriera sus piernas, cuando ese desconocido viera que se había puesto unas bragas blancas para él, para que disfrutara de mirarle las bragas a una joven excitada. Ángeles descruzó sus piernas y lentamente las fue separando, dejando cada vez más porción de su carne al descubierto. Lo vio relamerse y morderse el labio, su vista se fijó con total descaro entre sus piernas Recordó que sus bragas transparentaban y estaba segura de que estaba mirando su coño. Éste escurría flujos y tuvo que morderse el labio también ella, cuando se fijó en el gran bulto que ese hombre mostraba bajo su pantalón del traje. Ángeles estaba henchida de excitación y su sangre corría por sus venas en una carrera sin fin. Tembló de excitación y expectación cuando vio que ese hombre se levantaba y se acercaba a su mesa.

– ¿Hola, puedo? – por el gesto de su mano supo que le estaba pidiendo permiso para sentarse.

–  Lo siento es que estoy casada. Preferiría que no.

–  Comprendo. ¿Quieres que hablemos en un sitio discreto?

–  No sé porque he venido. – Debería haberse marchado en ese momento, pero algo se lo impedía – He quedado con una amiga dentro de cuarenta y cinco minutos.

– Será solo un momento – sacó un papel de su bolsillo y anotó algo en él. – Te espero allí.

El hombre, no le dio opción a despedirse o decir nada. Se alejó de la terraza y lo vio desaparecer. Leyó el papel y en él había una dirección. El camarero cuando fue a pagar le dijo que de nuevo estaba invitada.

La dirección estaba allí cerca, se sentía muy excitada, nerviosa. Aquello era una locura, no sabía cuáles eran las intenciones de aquel desconocido. Una parte de ella le decía que fuera, que se dejara llevar, la otra parte le decía que estaba loca, que era peligroso, que tenía que hablar con Pablo antes de hacer nada de lo que pudiera arrepentirse. Se fue deprisa, casi corriendo, temiendo caer en la tentación de ir a aquella dirección donde estaría ese señor, don Carlos, esperándola excitado.

Al llegar al centro comercial se fue al baño, nuevamente se tuvo que masturbar para calmar aquella excitación. Lo hizo recordando aquella mirada sobre su braga transparente, lo hizo imaginándose en el piso de ese desconocido. Se corrió enseguida, estaba muy excitada.

Estaba lavándose las manos cuando Estela la llamó para decirle que ya había llegado. Subió a la planta de restauración y allí estaba esperándola. Temía que su amiga pudiera notar su agitación pues hacía apenas unos minutos que había tenido aquel orgasmo tan necesitado.

– ¡¡Hola mi niña!! ¡¡Se dieron un abrazo muy fuerte, Pero si vienes preciosa!!!! Cogiendo sus manos se separó de ella para mirar su vestido que tan bien le quedaba.

–  ¡¡Anda que tú!! – Estela llevaba unos leggins negros que se ceñían a sus nalgas como una segunda piel y una blusa blanca que le quedaba muy bien.

– Para estar trabajando estas preciosa cariño.

– Tu que me ves con buenos ojos. ¿Vamos al sitio que te comenté el otro día?

– Ah vale, perfecto.

Cuando entraron al restaurante las dos pudieron comprobar que estaban preciosas porque todos las miraban.

-¡¡Joder tía, que vergüenza!! – Estela estaba algo ruborizada de sentir cómo las habían mirado de arriba abajo.

– A mi antes me daba más corte, ahora creo que me gusta y todo –  sonrieron con picardía.

-Yo antes era más descarada. Desde que me casé hace tres años cambié un montón. Supongo que por mi Andrés.

– Pues muy mal, tú eres tú y no tienes que cambiar. —recordaba las palabras de Pablo, cada consejo suyo—. Una cosa es el matrimonio y otra eres tú.

– ¿Ahora nos saliste filósofa o algo así? Ambas rieron de la frase. Estela escuchaba a su amiga con atención, por lo que dijo, Creo que tienes razón.

¿Sabes el señor este que te comenté ayer, mi vecino?

– ¿El que fue catedrático, ese?

– Si. Como te dije ayer, caminamos juntos y me hace ver cosas que antes ni siquiera me había parado a pensar. Ahora veo la vida de una forma más libre.

–  Pues parece que lo hace bien, nunca te había escuchado hablar así.

–  Es que creo que deberías conocerlo. ¿No querías ir a un terapeuta sexual?

– Si, pero me da vergüenza ir. ¿Cómo será eso de un terapeuta sexual? – Estela hablaba con interés, se notaba que lo único que deseaba era arreglar su matrimonio y su vida sexual. ¿Y ese vecino tuyo es terapeuta?

– Creo que no, pero por ir no pierdes nada, ¿no?

– ¿ Y él estaría dispuesto?

–  Claro, ayer hablando de ti le comenté, está dispuesto a conocerte y ayudarte.

– ¿Le hablaste de mí? ¿Qué le dijiste?

– Solo un poco por encima, le dije que una amiga mía, mi mejor amiga, que consté, estaba pasando un bache en su matrimonio y surgió lo de pedirle que te intentará ayudar.

– ¿Cobra mucho? Ya sabes que últimamente como me bajaron el sueldo, ando más apurada, no quiero que Andrés sepa que voy a ese sitio.

–  ¡Estela! No te va a cobrar nada. Se nota que no lo conoces.

-¡Eres un cielo, gracias! – Habían decidido que en cuanto hablara con su amiga le mandaría un mensaje a Pablo, para saber cuándo podrían quedar. – Yo ahora cojo vacaciones y tendré más tiempo. Andrés está todo el día liado con su trabajo.

– ¡Ah genial! ¿Cuándo las coges?

– Me queda esta tarde y ya mañana las empiezo.

–  ¿Por qué no vienes mañana a comer a casa? ¡¡Sería guay!!

–  Siii. Te echaba mucho de menos Ángeles. Necesitaba estos momentos.

–  ¡Y yo! Pues ya está, mañana comemos en mi casa y pasamos la tarde juntas.

Estela se tuvo que ir a seguir la jornada en la oficina y Ángeles se fue para casa. Al pasar por delante de la casa de su vecino lo vio entretenido escribiendo en su libreta. Pensó si estaría escribiendo sobre ella y le gustó la idea de pensar que podía estar ayudándole a realizar su estudio de los sentidos.

-¡Hola! – lo saludó desde la puerta metálica que daba a la acera.

-Hola joven. ¿Qué tal ha ido? Durante su ausencia pensó mucho en aquella muchacha y cómo habría ido con ese desconocido.

-Puedo pasar? – la mirada de él le hizo entender que esa pregunta sobraba. Ella accedió al jardín.

– La puerta del jardín solo la cierro por las noches. Ven – se levantó de la silla y cerró el cuaderno – Quiero enseñarte una cosa. – ella lo siguió hasta un lateral de la casa y allí había unas plantas muy bien cuidadas. Levantó una de las macetas y bajo un paño de cocina Tania vio que había una llave – Esta llave está siempre aquí, si algún día quieres entrar en casa ya sabes. A través de tu jardín puedes acceder al mío si la puerta de fuera estuviese cerrada.

– Gracias. Es usted muy bueno conmigo. Sin pensarlo lo abrazó apoyando la cara en su pecho y se mantuvo allí. Era agradable estar así.

– Tu también lo eres conmigo cariño. Le gustaba mucho acariciar su suave cabello, sentir su olor.

– Hoy estuve a punto de hacer una locura.

– ¿Qué ha pasado? ¿Quieres contarme?

Como ya sabe, fui a la cita con ese desconocido y me mostré ante él, le mostré mis braguitas todas húmedas por la excitación y noté a la vez como se excitaba. La vergüenza me invadió y estuve a punto de salir corriendo. Pero él se levantó se acercó a mí y me entregó una nota. En ella entre otras cosas estaba su dirección. Yo la leí y me excité, dejé que marchara y al rato me encaminé hacia esa dirección, pero al llegar me asusté y me marché de allí.

– ¿Por qué crees que huiste corriendo?

– Estaba asustada, porque deseaba ir a aquel piso y a la vez tenía miedo. Estaba muy excitada y me tuve que masturbar en el baño del centro comercial.

–  ¿Te gusta ese hombre?

– Nooooo. A mí solo me gusta mi marido, bueno y usted un poco. – decir aquello le sorprendió – Físicamente solo mi marido, pero usted me gusta cómo me trata y me hace sentir y ya sabe, como me excita…

Sabes que debes expresar lo que sientas y nunca dar, por supuesto.

– Es que con mi marido siento orgasmos, pero no son tan fuertes como con usted.

– Es normal cariño, cuando estás aquí te sientes libre, libre de vivir únicamente tu placer y eso me gusta porque llegará el momento, que con tu marido sentirás algo parecido y disfrutarás tu sexualidad de pareja con más intensidad.

– Hoy hablé con mi amiga. Mañana vendrá a comer a casa. Así podrá conocerle.

– ¿Quiere mi ayuda?

– Si. Quiere su ayuda. Pablo vio cómo se levantaba el vestido y le mostraba sus bragas. Y yo también quiero su ayuda ahora.

– Que deseas?

– ¿Tengo que decirlo?

– ¡¡Siempre debes expresar tus deseos, recuérdalo!!

–  Quiero que me chupe entera.

Él se levantó, se acercó a ella y abrió sus piernas, sacó sus blancas bragas por sus pies y se arrodilló frente a su impresionante clítoris. Acercó su nariz y lo olió, absorbió sus olores y se embriagó con ellos. Acercó la lengua a su sexo, lo lamio de abajo arriba, hasta acariciar y envolver su clítoris con sus labios, lo sintió crecer en su boca y lo sorbió, notando como Ángeles se sujetaba con fuerza a los brazos del sillón. Su mano subió hasta la entrada de su sexo y a la vez que lamía y sorbia su clítoris, dos de sus dedos empezaron a follarla. Ángeles estaba muy excitada y en breves momentos explotó llenando la cara de Pablo con sus jugos.

  • Ha sido maravilloso Pablo, pero tengo que irme.

Cuando llegó a su casa, su marido aún no estaba y aprovechó para ducharse y distraerse un poco. Quería follar con su marido esa noche y demostrarle que cada día lo amaba más y para eso necesitaba olvidar, aunque fuera por unas horas, todo lo vivido durante ese día.

Aquella noche fue especialmente intensa con su marido, quizás por lo sensible que le había dejado el sexo su vecino, había tenido más orgasmos de lo normal. ¿Cinco? ¿Seis? No sabía cuántos había tenido, pero le había encantado. ¿Se estaba convirtiendo en una adicta al sexo? ¿Sería eso que llamaban en revistas de chicas una ninfómana? Se avergonzó con aquella idea, pero si así era, le gustaba lo que sentía. Se durmió feliz apretando sus muslos, en su vagina sentía placer al hacerlo. La tenía extremadamente sensible gracias a su marido y a Pablo y también había puesto su granito de arena el señor de la cafetería, su admirador secreto.

Por la mañana, al salir de casa, estaba decidida a ir a casa de su vecino, pero al salir lo vio en la acera esperándola. Estaba con ropa de deporte señal que la esperaba para caminar.

– Buenos días, joven

–  Buenos días, Pablo

– Vayamos a caminar, hace dos días que no vamos.

– Vale – un gesto de decepción se reflejó en su rostro y él se dio cuenta.

–  Cuando algo se convierte en costumbre pierde su interés tarde o temprano.

Ángeles se dio cuenta que echaba de menos caminar al lado de aquel hombre y escuchar sus pensamientos. La emoción de lo inesperado es altamente gratificante.

Caminaron un largo rato, Pablo le había dicho que quería enseñarle un sitio que seguramente no conocía ya que llevaba poco tiempo viviendo en esa zona. Era un sitio de muy difícil acceso y atravesaron por campos y caminos estrechos de tierra. Estaba segura de que si tuviera que volver sola se perdería. Hubo un momento que solo se escuchaba el sonido de los pájaros y a lo lejos se podía percibir el ruido de agua de algún rio cercano. Aquel sitio era precioso, transmitía calma, paz. Cuando traspasaron aquel muro de altos árboles, Ángeles, se quedó boquiabierta de lo que estaba viendo. Vio el río del que provenía el ruido del agua, esa agua caía hacia donde estaban ellos y formaba un precioso embalse natural en el que el agua estaba en calma. Había unas ruinas de lo que debía haber sido un molino fluvial. Solo se escuchaba el agua, los pájaros y sus pasos que se dirigían hacia aquella construcción abandonada.

Pablo le ofreció su mano y ella se agarró a él. La llevó con cuidado y le advertía de cualquier pequeño obstáculo que aparecía para que no se tropezara. Cuando accedieron dentro de las ruinas él le explicó como funcionaban aquellos molinos, le habló de su niñez y ella lo escuchaba fascinada.

Se quedaron quietos mirando alrededor y sorprendida sintió como aquel hombre la agarraba por la cintura y sin ninguna dificultad la levantó y la sentó sobre el hueco de lo que había sido una ventana. Se quedó quieta cuando Pablo le bajó despacio hasta los tobillos el pantalón corto y sintió como su coño se mojaba de inmediato cuando con delicadeza le bajó las bragas.

Antes de empezar a comerle el coño, Pablo le dijo que disfrutara de los sonidos. Absorta estaba en ellos mientras él le comía el coño, tan absorta que de repente sintió como una corriente eléctrica la cruzaba y la llevaba a un tranquilo y silencioso orgasmo.

Se abrazó a él después de correrse. Aquella inesperada situación le había encantado y se lo quiso agradecer de una manera que ella también iba disfrutarla. Miró a Pablo con picardía y le bajó el pantalón y la ropa interior. Aquel miembro estaba totalmente duro y se alegró de saber que a ese hombre le excitaba lamer su sexo. Lentamente se arrodilló ante él, abrió su boca y acogió en ella esa dura polla, la lamió cuatro o cinco veces y después descendió por su tallo hasta llegar a sus huevos, que lamió con ganas. Pablo apretaba su cabeza y gemía, por el placer. Ángeles ascendió lentamente por ese tallo hasta introducir la polla de Pablo en su boca. Movía su cabeza follándose la boca. Sintió como él se tensaba, sujetaba con fuerza su cabeza y llenaba su boca con su esperma caliente que ávidamente tragó en su totalidad. Lentamente la sacó de su boca, dejando ese miembro brillante y limpio.

Volvieron hacia casa al ver la hora. Estela llegaría al cabo de dos horas y quería ducharse y terminar de preparar la comida. De regreso conversaron un poco sobre su amiga, Pablo quería saber algo más sobre esa chica a la que intentaría ayudar.

Quedaron en verse en casa de Pablo a las cuatro. Ella estaría con ellos y si Estela aceptaba quería hablar con ella a solas y que Ángeles los esperara en casa. A Ángeles le pareció buena idea y le dijo que se lo comentaría a su amiga durante la comida. Se despidieron con un tierno beso

Su amiga se presentó puntual con un perrillo que había recogido de la protectora.

  • Es para ti, es precioso.
  • Gracias, pero es una responsabilidad. He quedado con don Pablo a las cuatro, ¿te parece bien? Yo te lo presento y luego os dejo solos, así tendrás más intimidad.
  • No sé, quedarme a solas con él, ¿me puedo fiar, seguro?
  • Tranquila, es un buen hombre
  • ¡¡Vale, si me siento mal no me dejes sola eh!!
  • ¡¡Tranquila!! Ya verás como estas super a gusto.

A las cuatro se fueron para casa de Pablo. Ángeles le presentó a su amiga y estuvieron en el salón hablando de todo un poco. Estela al ver que era un hombre cercano, educado y agradable, se fue sintiendo más cómoda y se sentía relajada. Ángeles tenía razón y era muy interesante la conversación con aquel señor. Había pasado una hora más o menos, el tiempo pasaba muy rápido en compañía de aquel hombre.

– ¿Estela te comentó Ángeles, que me gustaría hablar contigo a solas?

– Si me lo dijo.

– Aquí lo importante es que tú te sientas cómoda. Si una persona está a la defensiva automáticamente se bloquea emocionalmente. Si no te sientes cómoda lo podemos posponer para otro momento. ¿No te sientas obligada a nada, de acuerdo?

– Vale, gracias.

Las dos amigas se despidieron con un beso. Pablo le ofreció otro café o si quería algo y ella aceptó. Aquel señor tenía la cualidad de hacerla sentir cómoda, transmitía confianza y se lo agradecía.

Poco a poco Estela le habló de su marido, de su matrimonio. Le habló de sus anteriores relaciones y se sintió sorprendida de estar contándole a ese hombre que acababa de conocer, cosas más personales, íntimas incluso. Le confesó que se sentía frustrada sexualmente y eso hasta estaba afectando a su carácter. Se sentía bien desahogándose. Cuando se dio cuenta estaba en el sofá de ese hombre descalza y mientras ella se desahogaba ese señor le estaba dando un tierno masaje en los pies. Para su sorpresa, esto no le molestaba ni se sentía incómoda, sino todo lo contrario, en ese inocente masaje sentía la atención que su marido llevaba tiempo sin darle. Y su desatendido cuerpo estaba comenzando a reaccionar y se avergonzó que le pasara eso.

Tras una larga charla sobre sus problemas la sesión terminó y la muchacha se sintió más relajada y porqué no decirlo, algo excitada, ese hombre con su voz y su masaje, le había excitado

Quedaron en verse al día siguiente. Habían acordado que ya que estaba de vacaciones podía aprovechar esos días para hacer la terapia. Iría todos los días a las cuatro.

Cuando salió de la casa se sentía contenta, vio a su amiga en su jardín estudiando.

– ¡¡Estela!! ¿Qué tal ha ido? ¿Estás bien?

– Pero, muy bien, gracias por presentarme a ese señor.

– Puedes quedarte, ¿no? Pensé que cuando terminaras podíamos tomar el sol un rato. ¿Quieres?

–  No traje bikini.

–  Te dejo uno mío.

– ¡¡jajaja Ángeles!! ¿Me quedará enano, no crees? –  Estela era más alta que ella y sobre todo tenía mucho más pecho y culo.

– ¡¡Y qué más da!! Aquí nadie nos ve, bueno solo Pablo, pero es de confianza. Hasta las diez no llegará mi marido.

Se fueron de la mano dentro de la casa. Las dos echaban de menos aquellos momentos juntas. Estela se probó algunos bikinis y se decantó por el que menos enseñaba de su anatomía.

– Uf tía, casi se me ve todo.

– Que va.

– Me da corte.

La parte de arriba apenas tapaba sus pechos y la de abajo le apretaba bastante.

– ¡¡Pero si te queda mejor que a mí!! – al verla no pudo evitar recordar su diminuto pantalón que estaba en el cajón de su vecino.

– ¿Y a ti no te da corte que tu vecino te vea en bikini?

Al principio, pero ahora ya no. Hay confianza y es como una sensación rara.

– ¡¡Ángeles!! ¿Eso es que te gusta que te mire?

– Creo que sí. Es muy respetuoso y educado y eso ayuda.

– Como se entere tu marido te mata jajajaj. Eres la leche.

Salieron riendo, felices. Estuvieron diciendo tonterías, hablando cosas serias, merendaron algo. Estaban boca abajo con las cabezas en sentido opuesto al jardín de su vecino cuando escucharon su saludo.

–  Buenas tardes, señoritas – llevaba su cuaderno en la mano y se estaba sentando en su silla habitual.

–  ¡¡Buenas tardes!! – las dos saludaron al unísono.

–  Veo que estáis aprovechando el buen día que hace. ¡Muy bien! El sol es muy bueno para el cuerpo.

–  Ella ya está casi negra. ¡Es una capulla!

–  Creo que mis padres me debieron adoptar, siempre les digo que debo ser hija de africanos.

–  Pues puede ser, porque tienes culo de negra así tan respingón – aquel comentario acompañado de una palmada en el culo la hizo avergonzarse, por unos momentos se había olvidado de que aquel minúsculo bikini dejaba sus nalgas totalmente al descubierto. – ¿A que tiene un culo bonito? Ella siempre dice que es demasiado llamativo y eso no le gusta.

–  ¡¡Ángeles, tía!! – le estaba sacando los colores con aquellos comentarios.

– Está bien, ya paro.

– Bueno os dejo con lo que estabais. Voy a escribir un poco.

– Vale.

Volvieron a mirar para adelante y Estela la miró con cierto reproche.

–  Me hiciste sonrojar, eres una cabrona.

–  Te fijaste cuando lo dije ¿cómo te miró el culo?

–  Claro que me di cuenta, fue un poco descarado, ¿no?

–  Un poco, pero no te gustó sentir su mirada?

–  Calla que me da vergüenza.

– ¿No somos amigas?

– Ya, pero…

– ¿Entonces te gustó?

–  Si tía, no se explicarlo. ¡¡Pero tú no eres la más indicada eh!! Que antes me dijiste que a ti te gustaba que te mirara

–  Es que mira diferente que los chicos, ¿verdad?

–  Si, es verdad.

Se quedaron calladas y apoyaron sus cabezas en las toallas. Las dos sentían que ese señor les estaba mirando sus culos y ambas sentían un agradable cosquilleo entre sus piernas.

– Que mala eres, a ti se te ve más que a mí, eso es trampa.

Ángeles llevó sus manos hacia su braguita del bikini y lo metió entre las nalgas

– Así estamos iguales.

– ¿Estás loca tía, qué pensará de nosotras?

– ¡Que va a pensar! Que nos gusta que nos vea el culo. ¿Nosotras pensamos mal de él porque le guste mirarnos? Yo no por lo menos

–  Yo tampoco

Estaban excitadas con aquella situación, las dos respiraban agitadamente. Estela deseaba masturbarse, llevaba mucho tiempo sin relaciones y las emociones de ese día le estaban venciendo. Aquel cosquilleo entre las piernas era demasiado agradable. Deseó llegar a casa y poder hacerlo, como cada noche, mientras su Andrés dormía.

Pablo las miraba, se preguntaba si aquella joven que había conocido ese mismo día también se excitaría al ser observada como le pasaba a su amiga. La imagen que tenía ante él era excitante, sensual, era una imagen digna de los más distinguidos museos al que acuden miles de personas para deleitarse con la contemplación de hermosas escenas. Le llamaba la atención el contraste de esas dos hembras, una más morena y la otra más blanca. Una torneada físicamente y la otra sin haber trabajado el cuerpo en su vida. Ambos sexos se exponían ante él y podía admirarlos, casi en su totalidad. El bikini de Ángeles se colaba entre sus labios igual que hacia él de su amiga, ofreciéndole un espectáculo digno de admirar. Esos coños ya los conocía, pero eso no dejaba de excitarle

Se excitó, aún más si es que era posible, cuando su vecina tiró de la braga de su bikini, metiéndolo ya claramente entre sus labios. Le estaba diciendo que deseaba que la mirara y él lo hizo. Sus deseos eran para él casi órdenes. Estaba seguro de que, si estuviera sola, en esos momentos tendría la braga bajada para dejarle ver su hermosa vagina y probablemente entraría en su casa para que le lamiera. Había comprobado que a esa chica le gustaba mucho sentir su boca entre sus piernas y siempre que lo hacía se corría enseguida.

Eran las nueve cuando vio que se levantaban de sus toallas y comenzaban a recoger todo. Al poco tiempo las vio aparecer ya vestidas.

–  Hasta mañana Pablo – Estela se estaba despidiendo de él – ¿Quedamos a las cuatro entonces?

– Si, a las cuatro aquí. Hasta mañana Estela.

Vio como Ángeles se acercó hasta la puerta del jardín y las amigas se despidieron con un fuerte abrazo. Cuando regresó se acercó al pequeño muro que separaba sus jardines.

– ¿Pablo mañana vamos a caminar?

– Haremos lo que desees. ¿Quieres ir a caminar?

– Si, pero podíamos desayunar antes – sus mejillas se pusieron algo coloradas. – Tomar el sol me da apetito.

– A mí también.

Se miraron y sin decir nada sabían lo que deseaban en ese momento. Ángeles miró la hora y aún faltaba media hora para que llegara Rodrigo.

– ¿Me ayuda? – pasó su mano por encima del muro y él la ayudó a superar su altura.

Ángeles se dirigió a la casa y él la siguió. En cuanto estuvieron dentro ella cerró la puerta y se arrodilló. Le bajó la ropa deprisa. Cuando Pablo se dio cuenta, tenía la polla totalmente dura dentro de la boca de esa joven. Lo hizo correrse enseguida. Era ella la que dirigía la situación. En esa casa era libre y así se sentía. Cuando eyaculó en su boca ella se levantó y se bajó sus pantalones y las bragas, con un gesto lo hizo arrodillarse y fue ella misma la que puso su sabroso y abultado clítoris en su boca. Apenas tardó en correrse, cuando se corrió se vistió deprisa y se despidió de su vecino con un beso en la cara.

–  Gracias, lo necesitaba.

Se fue sonriendo, necesitaba calmar su excitación y él lo había conseguido.

Tras cruzar la puerta de casa, Estela observó con agrado que su marido aún no había llegado. Se dirigió a la ducha y bajo el calor del agua recordó las sensaciones de esa tarde. El hablar y desnudarse psíquica y físicamente ante ese hombre. Como le hablaba con esa voz cálida. Como le acarició durante el masaje, masaje que casi le había hecho correrse. Recordó cuando bajó su braga y sus manos fueron directas a su sexo, se masturbó, se masturbó llena de sensaciones.

Continúa la serie