Capítulo 7
En el costero pueblo de Benalmádena, al final de la península ibérica, en el sur de Europa. Vivía Germán un intrépido muchacho que ya había cumplido los treinta años y se dedicaba a su gimnasio que, por otra parte, era lo que le daba de comer. Germán es un muchacho fornido de más de uno ochenta y con un cuerpo esculpido en años de gimnasio. En este gimnasio las mujeres eran siete veces más numerosas que los hombres. Las clases de Germán eran las más numerosas y las más ligeras de ropa. Germán les daba buenas palizas a sus chicas, no todas ellas más jóvenes que él. Aquí solía venir una auténtica MILF. Uno setenta y cinco de estatura, cien de pecho, ochenta y nueve de cintura y cien de cadera. Unas impresionantes piernas y una sonrisa angelical que derretía las piedras. Carolina, que así se llamaba la mujer, siempre se ponía en la última fila y aprovechaba cualquier descuido para dar un azote a Germán. Este, como es natural, rondaba con mucha frecuencia la última fila. Ese día, Carolina llevaba unos leggins blancos y casi transparentes, con un top blanco que marcaba sus pronunciados pezones. Estos se veían como una montañita y todo era uno, areola y pezones. Germán no pudo evitar una erección al contemplar como esos pezones sobresalían levantado la finísima tela del top. Carolina lo miraba con los ojos ya abultados al igual que sus labios. Lentamente, la unión de los leggins al final de sus piernas se iba tornando un poco más oscuro. El coño de Carolina destilaba sus jugos y ella no lo podía controlar. Pensaba en los brazos de ese muchacho sujetándola en vuelo mientras la follaba con fuerza contra la pared. Su cara se volvió roja de excitación. Carolina se relamía con sus pensamientos perdiendo el compás de la clase. Germán se acercó a Carolina y sujetando sus caderas le susurró al oído.
- ¿Qué te pasa, que pierdes el paso?
- Estoy pensando en ti cabrón.
Germán, se sonrió ladino y le acarició muy suave el culo. Un escalofrío recorrió la espalda de Carolina.
- Espérame a última hora y te enseñaré a usar algunas máquinas.
En ese momento los leggins de Carolina se transparentaron al quedar empapados de sus jugos. Germán se paseó hasta la parte de delante para ver perfectamente a las quince mujeres que sudaban copiosamente en su clase. Su erecto pene se marcaba desafiante sobre el fino y apretado pantalón, dejando ver perfectamente su largura y su grosor.
Marta descaradamente no quitaba los ojos de esa polla y se relamía constantemente con los labios ya abultados y gracias a su tanga, una pequeña mancha en su entrepierna. Marta es una joven de veinticinco años con unas tetas menuditas, una ochenta más o menos, pero con unos largos pezones que una vez tiesos, como ahora, se marcaban prominentes sobre su top. Marta siempre se situaba cerca de Carolina, pues sabía del interés de esta por Germán. Hoy le había escuchado como le pedía, si quería, que esperase al final. Ella tenía la intención de esperar también y ver qué pasaba.
Germán terminó también sudoroso la clase y dando unas palmadas comunicó su fin a las alumnas. Estas, la mayoría de ellas jadeando y sudando copiosamente, se dirigieron rápido a las duchas. Germán mientras iban saliendo se había situado en la máquina de hombro y ahí esperaba tranquilo que fueran saliendo todas, que se iban acercando para decir adiós.
Cuando calculó que todas se habían ido, Germán se quitó la camiseta, mostrando su torso perfecto y brillante por el sudor.
Carolina salió desnuda sabiendo que ya no quedaba nadie, o eso creía ella. Se acercó a la puerta y cerró con las llaves que estaban en la cerradura. Se acercó muy lento a Germán y lo abrazó desde atrás, apretando sus duros pechos.
- No sueltes el mango de la máquina, como si estuvieras soldado a él.
Carolina dio la vuelta a Germán hasta situarse frente a él. Lo acarició con ambas manos descendiendo muy lentamente por su cuerpo. German temblaba de excitación y gimió cuando carolina acaricio su pene por encima del pantalón.
Carolina lo miró con una sonrisa en la boca, mientras descendía por su cuerpo, lamiendo cada centímetro de este. Se recreó lamiendo sus pezones. Lentamente llegó a su vientre donde lamió y mordió esa parte tan dura de Germán. Sus manos rodearon su culo posándose en la cinta del calzoncillo que, junto con el pantalón de deporte, bajaron hasta sacarlo por sus pies. La polla de Germán totalmente erecta azotó la cara de Carolina, está abrió su boca y sus ojos, alargando su cuello para aceptar el capullo de esa bonita polla hinchada por ella y para ella. La atrapó entre sus labios, la chupó con su lengua rodeando su capullo con pausa. Asida con fuerza a su culo, fue tragando esa polla hasta albergarla entera dentro de su boca. La polla era fina y tenía una largura de unos diecisiete centímetros.
Germán gimió al notar la garganta de Carolina abrazando su polla. Meneó su cadera para entrar aún más y Carolina tuvo una arcada. Esa garganta volvía loco a Germán, pues le follaba con experiencia y con ganas. Germán se sujetaba con fuerza de los brazos de la máquina, subiendo y bajando para aprovechar a mover su cuerpo adelante y atrás. Carolina ya había conseguido tragar la polla entera y ahora disfrutaba acariciando su clítoris, a la vez que se follaba la boca. Germán se estiró, apretó su cuerpo contra la boca de Carolina y descargó su espuma dentro de la garganta. Carolina a la vez dejó fluir sus flujos mientras un orgasmo la recorría por entero abultando al extremo sus pezones.
En este momento apareció Marta, se acercó a Carolina y le dio un impresionante beso en la boca. Ambas mujeres compartieron la salada leche de Germán que empezaba a frotarse las manos.
- Túmbate en el suelo- dijo Carolina
Obediente Germán no lo dudó y se tumbó en el suelo. Las dos mujeres lo lamieron y se dedicaron a su polla hasta volver a ponérsela dura. En ese momento, Carolina se la introdujo con pausa y mirando a Marta, le dijo,
- Ponle el coño en la boca.
Marta así lo hizo e inmediatamente notó, como el calor y la humedad de la boca de Germán le recubrían el sexo.
Mientras Carolina subía y bajaba sobre esa erecta polla, Germán no paraba de chupar el coño de Marta, está gemía y restregaba su coño por la boca de Germán, que totalmente excitado le sujetó con fuerza de su cadera y atacó su clítoris, devorándolo sin pausa. Marta gemía y se retorcía, buscó la boca de Carolina y mientras apretaba sus pechos la besó con pasión. Beso que transmitió la potencia de su orgasmo a Carolina que disfrutó de él botando con más brío sobre la polla de Germán. Este lamía y sorbía del coño de Marta, ahondando con su lengua en él.
Marta pidió a Carolina cambiar el sitio, necesitaba una polla dentro de su coño y la necesitaba ya. Carolina con gusto le cambió el sitio y se sentó sobre la boca de Germán. Este no perdió el tiempo y rápidamente se fue a por su clítoris de igual manera que se lo había comido a Marta. Está botaba sobre su polla apoyada en los hombros de Carolina mientras le comía la boca. Marta a la vez que saltaba sobre Germán se acariciaba el clítoris, buscando un nuevo orgasmo. Orgasmo que le llegó con la boca de Carolina pegada a la suya y sintiendo como está se corría sobre la boca de Germán.
Las dos mujeres se tumbaron a un lado, lo que aprovechó Germán para, poniéndose de pie, masturbarse sobre las dos mujeres, hasta que consiguió repartir su esperma entre las caras y cuerpos de estas dos. Estás ávidas de sexo se restregaron el esperma por el cuerpo y para lamerse lentamente después. Que gran espectáculo verlas lamerse y gemir hasta terminar en un sesenta y nueve fantástico, donde ambas de medio lado se comían con fuerza sus coños hasta quedar hartas una sobre la otra.
Mientras, en un lugar de las landas francesas, Antoine paseaba por la playa en una preciosa mañana de mediados de septiembre. Al fondo de la desierta playa vio una figura, no distinguía bien de quien. El continúo su paseo acercándose a la figura que se veía al fondo. Al llegar cerca de ella, quedó sorprendido. Una mujer de generosas carnes posaba desnuda y boca arriba de cara al sol. Antoine no pudo seguir, ya que aquellos impresionantes pechos, grandes, grandísimos, con sus dos manos no podría abarcarlos. Atónito se quedó mirando a la buena señora, que seguro ya no cumpliría los cincuenta. La mujer a la sombra de Antoine se levantó un poco y le espetó.
- ¿Qué pasa muchacho, nunca viste una mujer?
- Perdón, perdón señora, yo, yo no quería, yo, joder que tetas tiene señora.
La mujer pudo apreciar bajo el fino bañador, la polla erecta de Antoine se relamió viendo su grosor, pues se apreciaba con gran claridad.
- Ven, acércate muchacho.
Antoine se acercó tímido a la mujer, está cuando lo tuvo delante, alzó sus brazos y de un fuerte tirón bajó el pantalón de Antoine. La polla de este apareció erecta y desafiante frente a la cara de la mujer. Está mojó sus labios con la lengua, abrió su boca y sujetando la polla con su mano, se la tragó de una hasta la mitad. La saboreó mirando a Antoine fijamente a los ojos y se la tragó entera, traspasó su garganta y con lágrimas en los ojos, se follo esa preciosa polla. La metía hasta el fondo, para volver a sacarla muy despacio lamiéndola y subiendo lenta por todo su tronco, mientras se recreaba en su gran cabezota que chupaba con deleite. Mientras, Antoine Amasaba con gula esos enormes pechos que le ofrecían a su vez unos grandes pezones, redondos como una cereza. Los apretaba y los acariciaba, mientras notaba como su polla entraba y salía sin ningún problema de esa gran boca. Antoine notaba el calor de esa boca, el roce de los dientes en su polla y la opresión de la garganta que le derretía y le volvía loco. Antoine estaba cercano a explotar y la mujer lo notó, su polla se hinchó aún más y su grosor aumentó. La garganta de la mujer quedó tapada entera y a esta le faltó el aire en el justo momento que Antoine descargaba ingentes cantidades de esperma dentro de su garganta. La mujer movió su cabeza intentando escapar de esa asfixia. Pero Antoine no le dejó apretando con fuerza con sus manos. Cuando hubo descargado, aflojó su presión y la mujer se retiró tosiendo, mientras un reguero de semen y babas cubría sus grandes pechos.
Antoine, que era un muchacho agradecido, lamió y mordió esos gruesos pezones, mientras buscaba con su mano ese coño, grande y peludo que se escondía entre las piernas de la mujer.
Este era de labios grandes y gruesos y su abertura igualmente era grande. Antoine metió dos de sus dedos y viendo que aún sobraba espacio, metió otros dos más. La mujer gemía abierta de piernas en su máxima expresión. Gemía y se retorcía con las caricias del muchacho que estaba alucinado de tremenda cueva.
- Méteme el puño, vamos chaval, métemelo.
Antoine sorprendido se puso de rodillas frente a ese gran coño y acercando su dedo pulgar al sexo de la mujer, procedió con parsimonia a meter con suavidad toda su mano dentro de ese coño. Entró hasta la muñeca en una cueva húmeda donde su mano entraba y salía con presteza.
La mujer gemía y gritaba, pidiendo más energía en la penetración. Antoine le dio con más energía, con más fuerza y vio rápidamente como su mano era inundada de flujo, flujo que desbordó ese coño saliendo como una fuente. Antoine, sorprendido, retiró la mano y la mujer se le echó al cuello.
- Pequeño cabroncete, ahora tendrás que follarme. Mira qué polla tienes, otra vez dura como una piedra, fóllame y si te portas bien te dejaré mi culo.
Antoine se empalmó como un burro al escuchar la palabra culo, él nunca había conseguido perforar ninguno y la curiosidad le tenía intrigado. Por este motivo, puso a la mujer en cuatro y entrando de una empezó un lento vaivén dentro de ella. Apretaba con fuerza sus pezones, sus pechos y por fin, se atrevió a azotar ese enorme culo. La mujer gimió y pidió más y Antoine le dio, le dio hasta tornar ese culo de un rojo intenso. Le dio la vuelta y volvió a entrar en ella a lo misionero, azotó sus pechos y notó como la mujer se corría con los azotes al menos un par de veces. Se salió de ella, ella sola se colocó en cuatro, escupió sobre su mano y extendió la saliva por su culo. Antoine hizo lo mismo sobre su polla. La mujer llevó la polla hasta la entrada de su culo, empujó su cuerpo hacia atrás y de una se tragó la polla de Antoine. Este notó como esas paredes, muchas veces perforadas, aún eran capaces de oprimir su polla y como la mujer lo ordeñaba apretando y relajando su esfínter. No aguantó mucho en esa situación y tras sujetarse a sus caderas con fuerza, le dio con todas sus fuerzas, hasta que terminó blanqueando el intestino de esa mujer.
Antoine estaba realmente satisfecho, su primer culo había sido algo fantástico, algo espectacular y la mujer le había ayudado en gran medida a que así fuera.