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El vecino la graba en el balcón tocándose

El vecino la graba en el balcón tocándose

Mi nombre es Andrea, tengo 38 años y no puedo decir que me conserve mal.

Mido 175 cm, mis ojos son negros al igual que mi pelo recortado por los hombros. Peso 65 kilos y estoy bien distribuida empezando por una talla 100 de pecho, una cintura estrecha y terminando por un buen culo.

Aún a esta edad los hombres siguen volviendo la cabeza a mi paso. Estoy casada y tengo una niña de 10 años. Mi esposo viaja mucho y muchas veces está fuera de casa pero solo dos o tres días.

Él es algo celoso pero nunca le he dado motivos para ello y nos llevamos bien. Lo que les voy a contar sucedió hace algunos meses.

Vivimos en un piso muy bonito y algo céntrico de Madrid. Como estamos en un quinto somos el piso más alto. La sala de nuestra casa da a un patio inmenso y a un piso de nuestro mismo edificio.

En esa ocasión mi esposo tuvo que salir de viaje y como pasaba cerca de la casa de sus padres decidió llevarse a la niña con él. Me encontré sola en Madrid y libre de hacer lo que quisiera.

Esa noche al bajar a la calle, Don Francisco, nuestro conserje, me presentó al sobrino de mi vecina de enfrente que llegaba de Barcelona. Un estudiante de informática que estaría allí esa semana cuidando la casa ya que mi vecina se iba de viaje. Tendría unos 18 años y se llamaba Mario. De pelo castaño y ojos oscuros. Era tan alto como yo y de complexión normal. Nos saludamos y hablamos un rato. Era muy agradable y le dije que lo que quisiera que lo pidiera.

Fui a casa de una amiga y salimos a divertirnos un poco. Pasamos la noche contándonos cosas y tomando vino. Llegue a casa a eso de las 12 de la noche. Llame a mi esposo y hablamos del viaje y de cómo estaba la niña.

Estaba algo mareada por la bebida y abrí las puertas del balcón para que pasara el aire fresco y despejarme. Puse la TV y empecé a pasar canales hasta llegar a uno de música. Tenía tanto calor que me despoje de la blusa que llevaba y me quede en sostén y luego tan solo con el sostén y las bragas.

Rumie la idea de un polvo con mi esposo y me pase la mano por los pechos y mi sexo imaginando que era él. De hecho desde que me case era el único hombre con quien había estado. Me acaricié un rato pero sin llegar a masturbarme. Me quede dormida y cuando me desperté eran ya las 4 de la mañana.

Al otro día me tropecé con Mario en el ascensor. Me dijo que como su tía estaba de viaje quería comprar algunas cosas que si le podía indicar dónde hacerlo. Le dije que iba de compras yo también y que lo llevaría.

Fuimos en mi coche a una gran superficie y estuvimos seleccionando cosas. Hablamos mucho ya que era muy amable y seguía bien las conversaciones.

En una hora estábamos en mi casa, se ofreció para ayudarme con los bultos. Tomamos una cerveza en la cocina. Me preguntó por la familia y un montón de cosas. Cuando me vine a dar cuenta llevábamos dos horas hablando. Entre risas le comenté que era el primer hombre que estaba allí sin conocerlo mi marido ya que era muy celoso. Él me respondió que hacía bien ya que yo era una mujer muy hermosa. Agradecí el cumplido y nos despedimos.

Al otro día por la tarde estaba terminando de arreglar la casa cuando sonó el timbre. Era Mario. Me comentó que se aburría solo y que si no era molestia hacer compañía. Le dije que no y lo invite a pasar.

Charlamos un rato. Lo noté nervioso. Como no esperaba compañía mi ropa era un vaquero un poco destrozado y un top blanco cerrado en la espalda que me llegaba al ombligo. De pronto me dijo que quería mostrarme una cosa. Se levantó y saco de la mochila un vídeo y lo puso. Lo que vi me sorprendió.

Era una filmación que me mostraba la noche anterior. Incluso estaba tomada con gran alcance ya que parecía que la cámara estaba dentro de la habitación. Me levanté y le pregunté qué significaba aquello.

El me respondió que yo le gustaba mucho y que me había filmado a oscuras con una cámara digital que poseía. Que tenía otra copia del vídeo y que una de ella podía aparecer cualquier día en el buzón de mi esposo. Al oír aquello la habitación me dio vueltas, aquello era chantaje. Si mi esposo veía aquella cinta no sabría cómo lo interpretaría pero el follón ya quedaría para siempre. Le dije que aquello era una putada. El solo me miraba.

Le pregunte entonces que quería. El trato era sencillo. Durante dos días yo sería de él y me dejaría hacer lo que quisiera. El trato era solo por las noches donde iría a mi casa a partir de las 11 de la noche. Luego a las 4 de mañana se marcharía y no lo vería más. Al final del último día me entregaría las dos cintas de vídeo y volvería a Barcelona. Le dije que tenía que pensarlo. Él se fue y me dijo que tenía hasta las 11 de ese día.

Toda la tarde estuve cavilando en lo que haría. Estaba tan nerviosa que cuando mi esposo me llamó me preguntó que me pasaba y tuve que decirle que me dolía la cabeza y que me acostaría temprano. Estaba rabiosa y confundida. Pensé en que mi esposo era mi única fuente de ingresos y no quería ni pensar en lo que pensaría mi hija. No podía acudir a nadie ya que no me fiaba de lo que pudieran decir. El tiempo transcurrió y llegaron las 11.

Unos segundos más tarde tocaron el timbre. Abrí la puerta y allí estaba Mario. Me preguntó que había decidido. Yo le indique que pasara. No tenía más remedio. Él entró y fue directamente al balcón.

Cerró las puertas y corrió las cortinas. Apagó la luz del salón y encendió solo una lámpara quedándose la habitación en penumbras. Se volvió y me preguntó si tenía que llamar o esperaba a alguien. Le dije que no. Me dijo que apagara todas las luces de la casa como si ya estuviera en la cama y que volviera allí.

Hice lo que me decía. Volví orientándome por la luz que había dejado en el salón. Estaba sentado en el sofá. No sabía qué hacer. Me acerque hasta quedar frente a él. Él se levantó y me hizo dar la vuelta hasta quedar de espaldas.

Me dijo que no me moviera. Sentí como bajaba la cremallera del top. Sus manos acariciaron mis espaldas y subieron a mis hombros quitándome los tirantes. El top cayó a mis pies. Mis pechos quedaron al aire y se me erizaron del frío que sentía. Me volvió a dar la vuelta.

Me tomó los pechos con las manos y me los amasó. Vi que la excitación crecía en sus ojos. “Tienes unas tetas impresionantes”, le oía decir, “las más grandes que he tenido en mi vida”. Cogió uno de los pezones y me lo pellizco varias veces hasta que se puso más grande. “Quítame la camisa”, procedí a hacerlo sin rechistar. Pude ver que su cuerpo era más moreno de lo que parecía. Se entretuvo en pellizcarme los pezones varios minutos hasta que se pusieron rojos. “Ahora dime como te gusta que te los chupen”.

Me quede cortada. Él me recordó que yo haría lo que me pidiera. Le dije que prefería acostada. Abrió el sofá cama de la sala y me llevó allí. Se acostó a mi lado y tomó una de mis tetas. Le dije que chupara y lamiera los pezones con dulzura y que sorbiera de vez en cuando usando la lengua.

Mario se aplicó al instante. Como todo chaval quiso hacerlo todo de golpe, luego se fue calmando y fue con calma. Pasado un rato me sorprendí a mí misma moviéndole la cabeza de un pecho a otro. Me estaba excitando! Estuvo un buen rato mamándome las tetas. Hacía años que no me habían hecho algo así.

Paró y me dijo que si estaba bien. Le conteste que no estaba mal. “Quítate el vaquero”, tratando de ganar tiempo le dije que me gustaría que siguiera chupándome. Sonrío y señalando al reloj me dijo que él emplearía su tiempo en lo que quisiera. No me quedo más remedio y me quite el vaquero quedándome en bragas. Él se bajó del sofá y se quitó el pantalón.

“Ahora te toca a ti”. Sabía lo que quería el muy cabrón. Fui hasta donde estaba. Tenía una polla normal pero gordita. Le quité la piel del prepucio y vi que el glande estaba lleno de líquidos preseminales. Empecé a chupárselo. Me ayudaba con una mano acariciándole todo el tronco.

Quería hacerlo llegar lo más rápido posible esperando que se cansara por aquella noche. Él pareció darse cuenta. Me quitó la mano y me la llevo hasta su culo. Luego con la otra agarro mi cabeza y la empujaba hacia él. “Chúpala bien, zorra, cómetela completa”, me decía.

Me la metí completa entre mis movimientos y los de él. Su miembro creció algo más dentro de mi boca. Estaba duro. Me llegaba a la garganta. “Así,.. Así… chúpala!!”. Su polla vibró en mi boca y empezó a descargar. Aguante un poco tratando de no tragar. Se puso furioso, “Traga…traga… trágala!!”, y me mantuvo la boca con media polla dentro hasta que haciendo un esfuerzo me trague todo su semen. Entonces la sacó.

Mire el reloj y vi que me quedaban aún dos horas con aquel insensato. Me limpié la boca y tomé un trago de whisky para quitarme el sabor. Nunca había hecho esto a mi marido y aquel chico ya me había hecho tomar su leche.

Lo mire. Mario estaba acostado en el sofá. Le di la espalda y me serví otro trago rogando a Dios que aquello terminara pronto. Como si lo hubiera pensado en alta voz Mario me llamó a su lado. Esta vez me quitó las bragas dejando mi coño desnudo. Se colocó encima de mí a la inversa, o sea con la cabeza en mi sexo y el suyo colgando ante mis ojos en posición de 69.

Primero me tocó el sexo con los dedos acariciando los labios vaginales. Lo hacía con extrema delicadeza pero a cada contacto yo me estremecía. Movía el dedo de arriba abajo frotándome toda la vulva. Luego hizo lo mismo con la punta de la lengua. Por instinto me agarre a sus muslos.

Su lengua recorría todos los caminos que veía. Sentí que un calor invadía mi cuerpo. Cuando metió el primer dedo di un respingo pero el roce constante hizo que me adaptara. Lo metía y lo sacaba hasta que casi deje de sentirlo de lo lubricada que estaba. El primer contacto de su lengua en mi clítoris casi me hizo llegar. Empecé a gemir mordiéndome los labios.

Viendo como estaba se lanzó a comerme el coño con frenesí. Agarró mis dos muslos y abrió mis piernas. Metió la cabeza por completo y empezó a chupar y a pasar la lengua por el clítoris. El calentón fue rápido. Quería gritar pero no podía. Entonces atrape su verga con mi boca y comencé a chuparla tratando de aliviar mi excitación. Estuvimos en esa posición hasta que al menos me corrí un par de veces.

De pronto dejo de chuparme y se colocó frente a mí y entre mis piernas. Coloco la punta de su polla, que ya estaba erecta, en la entrada de mi vulva y empezó a penetrarme. De lo húmeda que estaba casi no sentí nada hasta que la tuve completamente dentro. Mario tampoco tenía una gran verga.

Se movía con rapidez intentando darme placer. Yo estaba caliente y me acaricie el clítoris para llegar más rápido. Mario se empezó a poner rojo y a sudar. Supuse que estaba llegando y le pedí que se pusiera un condón. Me respondió que quería hacerlo a pelo que estaba harto de condones.

Aquello se ponía peligroso. Le rogué que no lo hiciera. Me quitó la mano del coño y se echó sobre mí tapándome con su cuerpo. Aceleró sus movimientos. No respondió a mis súplicas y sentí su leche caliente inundar mi sexo.

Se quedó dentro de mí un rato y luego se levantó, se vistió y me dijo que por esa vez habíamos terminado.

Al salir él, corrí al baño y me limpie un buen rato el sexo alternando agua e introduciéndome los dedos sacándome una buena parte de su semen. Me acosté en mi cama tratando de no pensar en lo que había pasado y me quede dormida.

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