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Conoce a una mujer mayor, se acuestan y lo hacen con mucha dedicación

Todo comenzó cuando había cumplido los 17, un lunes por la tarde, ni siquiera me acuerdo que día era, había llegado de clases y quería salir.

Me acuerdo que debía participar en una convivencia de mi curso en el colegio, era una especie de reunión entre padres e hijos.

La cosa estaba buena, había bastante que comer y poco que tomar, solo bebidas y una que otra cerveza que se había escondido por ahí. Pedro, mi mejor amigo, se acercó y dijo que quería presentarme a su madre, a lo cual accedí, pensando en que me presentaría a una vieja desabrida y feúcha.

Mamá, le dijo, él es Carlos. Grande fue mi sorpresa, era una mujer muy linda, con pechos grandes, bonita sonrisa: Hola, me dijo. De ahí en adelante nos quedamos conversando un buen rato, parecía una mujer muy entretenida, hablamos de esto y lo otro, de repente le miraba sus pechos y me imaginaba con ella.

Creo que me gustó a primera vista y no podía quitarle los ojos de encima.

Luego de un rato, me dijo que se tenían que ir, que en otra oportunidad nos podríamos ver. Me pareció la mujer más divina que haya conocido, bien formada, de linda caderas, de manos suaves y tersas: un manjar. Traté varias veces de hablar con Pedro para que me invitara a su casa, a estudiar, pero parece que no le gustaba.

Un día tomé el teléfono y la llame con el pretexto de hablar con Pedro. Me dijo inmediatamente que no estaba, que se había ido a la playa con unos amigos y que no volvería sino dentro de una semana. Yo solo quería verla.

Le dije que Pedro tenía un saco de dormir que yo le había prestado y que debía ocuparlo para salir a acampar. Me dijo que si quería yo podía ir a su casa y ver si lo encontraba. A lo que inmediatamente dije que sí.

Llegué al departamento, toqué el citófono y me habló su dulce voz.

Cuando me abrió la puerta, en el segundo piso, quise besarla en la boca, pero me contuve, tal vez nunca pasaría nada.

Me invitó a almorzar, no le gustaba comer sola, Pedro era su única compañía, ya que había sido mama soltera y nunca quiso casarse.

Me sirvió un vaso de cerveza y comimos mientras conversábamos.

Yo solo tenía en la cabeza esa idea loca de culiarla y culiarla por horas. Terminamos de comer y nos sentamos en el living a ver televisión, me acuerdo que estaban dando Sábados Gigantes, y eso no me gustaba.

Ella se sentó en el sillón frente a la TV y yo en el sofá.

Me sirvió Campari con soda, no me gustó y mejor lo cambié por cerveza.

Le dije se cambiara al sofá, pues se veía mucho mejor y a lo cual accedió.

Luego de un rato, le quise dar un beso, pero no se dejó, y lo estuve intentando por horas, hasta que descubrí que le excitaba que le besaran el cuello.

Así lo hice, nos besamos y nos besamos, y mientras lo hacíamos le tocaba las tetas.

Tenía unos labios tan ricos de besar que daban ganas de comérselos, me tenía humedecido entero y solo quería metérselo. Me dijo que nos fuéramos a la cama y así lo hicimos. Llegamos a la cama y continuamos besándonos, le besé los labios, y luego sus tetas grandes de pezones paraditos, luego sus labios, luego sus tetas, así mientras ambos gemíamos por lo que estaba pasando.

Le recorrí el cuerpo con mi lengua, por los costados, por su ombligo.

Le bajé el calzón blanco de encaje, lo tiré lejos, le abría las piernas, me llegó un olor caliente al rostro, ese olor que solo la excitación puede provocar, puse mis manos sobre ese chorito mojado y le abrí los vellos púbicos hacia un lado e inmediatamente hundí mi rostro sobre ese choro caliente, le besé los labios, estaban salados y aun más húmedos, le pasé la lengua por las orillas del clítoris, como rodeándolo, eso la desesperaba y gemía.

Por fin, puse su clítoris entro de mi boca, mis labios lo succionaban y ella pareció volverse loca, estuve mucho rato así hasta que lanzó un gemido, me dijo que había acabado.

La seguí besando, eso me gustaba, la di vuelta, le bese la espalda, lento, llegue a su culito paradito, con ambas manos le abrí las nalgas y puse mi lengua dura en su orificio mientras mi mano le tocaba la vagina aún más húmeda.

Por fin, la di vuelta nuevamente y se lo metí rápidamente, sin esperar a que se diera cuenta. Transpiramos arduamente por el compás de nuestros movimientos, mientras nos poníamos en varias poses.

Vamos, sígueme culiando, me decía

Eso quiero, repetía yo, mientras le hablaba y le hablaba a su oído y eso le gustaba.

Acabe una y otra vez, ella me lo chupaba para que mi pico reaccionara, luego de un rato, volvía a metérselo y nuevamente probábamos nuevas posiciones.

Siempre había querido metérselo a alguien por el detrás, meterle mi gran miembro, mi pico por el hoyo de atrás, se veía tan diminuto tan indefenso.

Me dijo que si, y se puso boca arriba, mirándome, levantó sus piernas, llevándose sus rodillas hacia la cara, dejando por completo descubierto su choro y su hoyo del culo, ambos casi se juntaban, me dijo que echara un poco de saliva sobre el orificio, así lo hice y lentamente lo fui metiendo, ella me miraba como si se mezclara el placer con el dolor, yo, a medida que iba entrando, iba sintiendo un inmenso calor en el pene, parecía que ella se iba a partir, lo empecé a hacer más rápido y más rápido, a ella parecía gustarle pero le dolía, yo ya no podía parar.

Culiamos toda la noche aquella vez, acabé no sé cuántas veces y lo disfrutamos. Aquella noche fue placentera a 100%.

Despertamos por la mañana, nos miramos y nos pusimos a reír.

Me bañe, me besó en la boca, le toque las tetas y el choro y ella el pene en señal de despedida.

Me dijo que me avisaría para cuando nos pudiésemos ver de nuevo.

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