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Mi cuñada embarazada

Mi cuñada embarazada

Mi nombre es Eva, tengo veinticinco años.

Todo sucedió hace unos meses.

Era abril. Mi hermano me llamó por teléfono para ver si podía hablar con mi cuñada, que estaba muy deprimida.

Mi cuñada estaba embarazada, de cinco meses.

Hacía quince días que la había visto y entonces no la había visto muy triste.

La verdad es que siempre me he llevado bien con mi cuñada, aunque hacía mucho tiempo que no hablábamos íntimamente.

Mi cuñada se llama Adela. Es una chica morena, muy sensual. No os voy a decir si tenía buen tipo o no.

Podéis imaginarla cuando me abrió la puerta. Con sus veintiséis años, el pelo más ondulado que de costumbre.

Tenía una barriga que le sobresalía del traje.

Estaba muy guapa, con la cara algo hinchada, los labios le aparecían más gordos, los ojos más brillantes.

Era alta, algo más que yo y a pesar del embarazo, no había perdido la graciosa forma de las caderas.

Se le veía un culito respingón al darse la vuelta. Sus pechos me parecían muy crecidos. En fín, las cosas del embarazo.

Yo soy rubia, de pelo lacio con manchas castañas.

Tengo la piel clara y con pecas por todo el cuerpo.

Tengo un cuerpo bastante bonito, de caderas anchas y cintura estrecha, piernas largas, en fin.

Pero la verdad es que siempre he tenido un poco de complejo con Adela.

Nos sentamos en la mesita del salón y me trajo un café. Pobrecita, lo que debía costarle moverse con aquella barriga.

Nos pusimos a hablar de las cosas de la familia de los amigos en común hasta que tras un leve silencio le solté el consiguiente -¿Y tú? ¿Qué tal?.-

-Pues ya me ves, con esta barrigota. Le estoy temiendo al verano. ¡AY que ver que me va a pillar en Julio o Agosto!.-

– Hija es que me ha dicho Jorge que estabas un poco depre.-

Mi cuñada Adela se cayó, no quería hablar, pero al fin me dijo .- Ya, pero es por otra cosa.-
.¡A ver! ¡Cuéntame!.-

– Es que tu hermano, en fin, ¡Hay que ver como es!.-

Me quedé mirándola sonriendo, invitándole a hablar. Al final se decidió.

-Fíjate que en este estado necesitamos muchos mimos y tu hermano ¡Nada de nada!.-

-¡Ay, Adela! Mi hermano siempre ha sido muy cariñoso.-

-No, si cariñoso si que es, lo que pasa es que es eso sólo, cariñoso.-

-¿Qué quieres decir?.-

-Pues que de lo otro, desde que se enteró de que estoy embarazada, nada de nada.-

-Pero ¿Por qué?-

-Por que dice que le vayamos a hacer daño al niño.-

– ¡Pero eso es una tontería!.-

-¡Ya! Díselo tu a Jorge.-

Comencé a mover la mano como diciendo -¡Jorge Jorge!..Bueno, no te preocupes. – Quise cambiar de tema por que la verdad es que el tema se me escapaba de las manos.

Seguimos hablando y en un momento dado le dije.- ¡Ay! ¡Enséñame la barriga.-

Adela se levantó la falda y pude ver la faja que contenía su barrigota.

Adela debió de ver mi cara de decepción por que en seguida me dijo- ¡Espera!.- y rápidamente vi que se quitaba la faja.

Ahora, con la falda levantada veía su barrigota y las bragas enormes.

Se sentó y puse mi mano en su vientre. Nunca lo hubiera hecho si ella no hubiera estado preñada.

AL poner la mano me sorprendió la tersura de aquella piel, la acaricié durante un rato.

Me agradaba.

Sin darme cuenta, la mano a veces bajaba mucho más de lo que debía, pues las bragas habían retrocedido y bajaban hasta la altura de su pubis.

Yo sin darme cuenta toqué pelo alguna vez. Rectificaba en seguida, pero volvía a tocarlo inconscientemente.

Me hacía gracia el ombligo que le salía, lo acaricié varias veces.

Miré entonces a Adela. Me quedé boquiabierta, pues Adela parecía perderse con la mirada entornada. Ya no me atrevía a quitar la mano, aunque me daba cosa seguir acariciándola.

Adela abrió los ojos y me respondió con la voz entre cortada.- Ay… es que me sientan muy bien los masajes.-

-Estás muy cambiada.- Le dije refiriéndome a su físico.

-¡Ah! ¡Y eso no es todo! ¡Mira!.-

Adela se desabrochó los botones del traje.

De verdad que yo me llevaba bien con Adela, pero nunca había tenido esta confianza.

Se quitó el vestido y luego se desabrochó un sujetador enorme y se descubrió dos tetas enormes, comparadas con las que tenía usualmente.

Encima, los pezones me parecieron grandes.

No puedo decir como los tendría antes, pero a mí me parecieron preciosos, como si además, una cera especial les dieran un brillo delicioso.

Al ver a mi cuñada así, no puedo explicar o que me pasó. El caso es que le pregunté.- ¿Me dejas?.-

-¡Ay! ¡Pues claro! ¡No seas tonta!.-

Puse mi mano sobre uno de los pechos de Adela, Era suave, delicioso. Me sentía agradablemente turbada.

Tuve una tentación que no pude vencer.

No lo entiendo, no me había pasado nunca. Rocé el pezón con los dedos.

Vi como se endurecía. Adela no me decía nada, así que me acerqué más y más hasta tener sus pezones entre sus dedos.

Era de un tacto suave, terso y fuerte pero suave. Hubiera deseado comérmelos, pero vencí la tentación y también, poco a poco aparté mis dedos y la mano de los pechos de Adela.

Puse mi cara sobre la barriga de Adela.- ¡Ay! ¡Ay! ¿Qué bonita!.- No se si dije bonita por que me parecía bonita la barriga, el caso es que le di cuatro o cinco besos. Sentí o presentí a Adela sonreír.

-¡Bueno, Te voy a enseñar otros cambios, cuñadita! –

Adela me llamaba cuñadita pro que soy un par de años más joven que ella.

Adela se puso de pié, se cogió las bragas por los bordes superiores y se deshizo de ellas.

Entonces e puso enfrente de mí.

Vi su sexo. Aparecía al final de su barrigota. EL caso es que el pubis se le había estirado y el bello aparecía extendido y poco tupido.

-¡Vamos! ¡Toca, toca!.-

Estiré mi mano y acaricié su pubis, de textura tersa, parecido a un coco, pero infinitamente más suave.

Adela me cogió la mano para que la tocara sin miedo.

Mi mano casi rozó su sexo.

Fueron unos segundos larguísimos hasta que Adela se sentó.

Yo pensaba que se pondría las bragas, pero no, se quedó desnuda, sentada en el sillón, con las piernas abiertas y esa barrigota y los dos melones dulces como la miel.

Me fijé en su entrepierna.

Tal vez no quería vestirse para que apreciara aquel detalle.

Al igual que sus pezones, la piel que rodeaba el sexo estaba más oscura e hinchada. Los labios eran dos colchones.

Tuve de nuevo un impulso irrefrenable y extendí mi mano hacia su sexo.-

-¡Ay que ver como se te ha puesto esto.-

-¿Has visto?.- Me dijo abriendo sus piernas para que pudiera tocar mejor.

Aquello era, no sé como decirlo, era mejor que tocarle los testículos a los hombres.

Era la suavidad, la dulzura.

Mi mano ya no se podía separar del sexo de mi cuñada.

Ella, por otra parte permanecía con las piernas abiertas y comencé a sentirla respirar fuerte.

La miré. Su cara no era precisamente de estar sufriendo.

No pude apartar mi mano, y no sólo eso, sino que me puse a acariciarla a conciencia.

Eva echó la cadera hacia delante y quiso meter la barrigota, pero sin éxito.

Yo entonces me puse a besar de nuevo la barrigota, pero mis besos acabaron en unos lametones largos que recorrían todo su vientre.

Mi lengua pasó un par de veces por encima de su ombligo.

Entonces me acordé del tacto exquisito de su pecho en la palma de mi mano y me dirigí hacia ellos, deslizando poco a poco mis labios por su vientre, hasta encontrar los límites inferiores de su pecho, que transgredí y luego, me dirigí hacia sus sobre abultados pezones.

Tomé sus pezones entre mis labios y entre mis dedos, apreté ambos.

Los sentí crecer exageradamente, al igual que el clítoris, caliente, entre los dedos de mi otra mano.

Me parecía un clítoris enorme y profundo. Adela se iba reclinando sobre el sofá y terminó totalmente tumbada.

No pude por menos que quitarme la camiseta y el sujetador y mostrarle mis pechos pequeños y pecosos, pero que se volvían de un blanco lechoso en el centro y se remataba con unos diminutos pezones marrones oscuros.

Me puse entre sus piernas. Su sexo estaba delante de mí.

Decidí obsequiarla con lo más dulce que tenía y me puse a restregar mis pechos en su barriga.

Mis tetas le caían en medio y sentía el botón saliente del ombligo en la piel de mis senos y luchar con mis pezones.

Luego decidí jugar con mis pechos en su clítoris y en su raja.

Deslizaba mis senos entre sus piernas restregándolos por toda la extensión de su sexo hinchado y alargado.

EL sexo de mi cuñada apenas se lubricaba.

Era debido al embarazo. Yo estaba empapada. Por eso me quité los pantalones y las bragas, quedándome también desnuda.

Intenté alcanzar sus senos para acariciarlos con los míos, pero su barriga me lo impedía.

Desistí, pero entonces busqué su raja con mi boca, no sin antes pasar mi mejilla por su monte de venus, que me pinchaba como la barba de un hombre.

Le abrí las piernas. Su sexo hinchado se me ofrecía. En medio, un clítoris especialmente respingón.

Lo cogí con mis labios, lo apreté como si con ello fuera a sacar de él un rico jugo.

Entonces comencé a lamerlo con la punta de la lengua.

Los lametones se intercalaban con apretones ligeros y suaves tironcitos que mi cuñada me agradecía moviendo sus caderas y gimiendo de placer.

Entonces, separé sus labios con mis dedos y me puse a lamer toda su raja, de un lado a otro, de arriba abajo.

Adela me acarició la espalda y los pelos y yo por mi parte, comencé a acariciarme los pechos, para terminar introduciendo mi dedo en mi coño húmedo.

Ella mientras, alternaba sus caricias sobre mí con manoseos a sus pechos.

Finalmente, Adela abrió sus piernas todo lo que pudo, puso los pies sobre el sofá y comenzó a impulsar su coño contra mi cara y yo, intuyendo la proximidad de su orgasmo, le separé los labios del sexo lo que pude e introduje mi lengua dentro de ella, todo lo que pude, moviendo mi cabeza al ritmo que ella misma deseaba, hasta conseguir arrancarle un orgasmo.

– Lo siento. Esto no me ha pasado nunca.- Me dijo un poco avergonzada.

Me incorporé y mientras ella se sentaba en el sofá le respondí, tras besarla en su cara enrojecida.- Ni a mí, cariño, ni a mí.-

Estaba muy caliente, así que antes de que se sentara, la cogí del brazo y tiré de ella hacia el suelo.- ¡Ven para acá, tonta.-

-¡Ay!¡Cuidado!.- Adela, con cuidado, se sentó en el suelo, y yo, besándola en la boca, la eché contra el suelo, tendiéndonos sobre la alfombra. Nos abrazamos tendidas y por fin sentí el calor de sus senos sobre los míos, aunque su vientre se me clavaba en mi ombligo. Comencé a rozarme con ella y conseguí finalmente meter una pierna entre las suyas. Mi rodilla se clavó en su sexo lo mismo que la suya en el mío. Comenzamos a acariciarnos y a movernos, agarrándonos ambas de las nalgas.

Sentía sus manos en mi trasero y yo, las mías en su culo.

Nuestros pechos se rozaban y nuestros pezones, de distinto tamaño, jugaban a encontrarse, mientras la sensación de su rodilla se me hacía ya casi insoportable.

Hice un hábil movimiento y me senté en el suelo, con una pierna suya debajo, y la otra, entre mis dos piernas.

Así nuestros dos sexos se podían encontrar directamente

Sentí entonces el calor de sus muslos entre mis muslos y el calor y la humedad de su raja en mi raja.

Su pierna más levantada pasaba por delante de mi pecho mientras yo, tenía mi pierna sobre su otra pierna.

Yo estaba algo levantada, mientras ella estaba entre tumbada y puesta de medio lado, así que me correspondía a mí aproximar nuestros coños todo lo que podíamos, sintiendo el calor de nuestras crestas, la humedad de nuestras rajas mezclarse.

Apoyé los dos brazos en el suelo y me puse a moverme contra ella, a restregarme.

Movía mis caderas en sentido circular. Sentía su raja pegada a la mía.

Me sentía follada y follando a la vez. Las dos nos proporcionábamos placer mutuo. Yo estaba excitadísima.

Para colmo, en un momento dado, Adela pasó su pié por delante de mi cara.

Pensarán que soy una cochina, pero me atrajo poderosamente su pié y lo intenté atrapar. Caí sobre su muslo y lo agarré, pasando mi lengua por la planta de su pié y lamiendo los espacios entre cada dedito.

La excitación de Adela debía ir en aumento, pues la oía respirar más aceleradamente.

Yo estaba a punto de correrme, Solté su pié y coloqué mi mano entre las dos, Me acariciaba mi sexo y el suyo a la vez.

Me comencé acariciando yo. No me hizo falda gran cosa para empezar a correrme.

Me metí el dedo corazón mientras me corría y sentía sus labios hinchados en mi mano. Me moví casi violentamente contra ella.

Al mirarla, vi como se movía entera, con su barrigota y sobre todo, sus tetazas.

Entonces, cuando vi que mi orgasmo había finalizado, me atreví a introducir el mismo dedo corazón en su raja.

Lo hice suavemente, pero no paré hasta que el dedo estuvo introducido totalmente, con el dedo índice y anular presionaba sus labios.

Comencé a mover el dedo, no de arriba abajo, sino como un abanico que se cierra y abre.

Mi cuerpo, mi coño empujaba mi mano que se clavaba en el sexo de Adela, que hacía que el dedo se hundiera en la raja de mi cuñada.

Finalmente, Adela comenzó a correrse de nuevo.

Lanzaba unos gemidos casi lastimeros. Mi dedo permaneció hundido hasta que me aseguré que su deseo se hubiera apaciguado.

Me tumbé junto a ella. Nos abrazamos. Estábamos sudorosas. Ella más que yo. Nos besamos durante un rato.

Me puse de rodillas. Ella se intentó incorporar. Estaba torpe. Cuando la ví, la cogí del brazo.

La obligué a ponerse a cuatro patas. Su barriga y sus ubres colgaban. Me puse detrás de ella de rodillas.

No buscaba ya saciar mi deseo ni el suyo. La cogí por detrás. La tomé de la cintura y comencé a darle “puntazos”. Daba un impulso brusco a mis caderas y mi pubis tropezaba con su trasero.

Adela cedió y se puso en posición fetal, sentada sobre sus rodillas, postrada en el suelo.

Yo seguía dándole “puntazos”, un poco más tumbada sobre su espalda, extendí mis brazos y le cogí de nuevo sus pechos, apretándolos. Estuve así un rato largo.

-¿Por qué me haces esto?.-

– Me gustaría tener un pene ahora mismo.- Y le daba otro puntazo.- Eres tan tierna que me gustaría follarte.-

– ¿De verdad no lo has hecho nunca con otra?-

– ¡Nunca! Tú eres la primera y la última.-

-¿Es que no te ha gustado?.-

-Me ha encantado- Y le di otro puntazo.-

Bueno. Al final nos levantamos y nos vestimos e intentamos volver a una normalidad turbada para siempre.

Cuando nos despedimos en la puerta, Adela se me acercó y me dijo en voz baja.

— Por favor, no le digas nada a Jorge.- Me metí de nuevo en el recibidor y la volví a besar tras abrazarla tierna, pero apasionadamente.

He visto a mi cuñada muchas veces desde entonces, pero siempre acompañada.

Intenté ir a verla nuevamente pero no pudo ser.

Llegué a sentirme un poco culpable de lo ocurrido.

Hace dos meses mi cuñada dio a luz una niña preciosa.

La bautizamos la semana pasada y fíjate que mi hermano me ha pedido que vaya a verla más a menudo, aunque él no esté, pro que dice que Adela está un poco deprimida.

Sí, dice que tiene la depresión post-parto.

Seguro que soy capaz de reanimarla.

¿Qué te ha parecido el relato?