Capítulo 2
Cuando acabé la enseñanza primaria, se acabó la escuela para mí, tenía 14 años, y ya se me consideraba toda una mujer, así que mi madre me buscó un trabajo en un almacén del campo, el trabajo era duro, pero lo prefería al ambiente opresor de mi casa.
Todo el dinero que ganaba se lo tenía que dar a mi madre, por lo que su actitud conmigo se relajó bastante, claramente había subido un escalón en la pirámide social de mi casa, en la cúspide estaba ella, la reina , después mi padre, como mero consorte, y yo debajo de ellos, y por encima de mis hermanos; siempre estuve por encima por edad, pero ahora al traer dinero a casa había subido un escalón más.
Desde que tenía unos 8 o 10 años, me quedaba a cargo de mis hermanos pequeños, y mi madre siempre me decía que si les tenía que dar algún azote, que lo hiciera, no estando ella, la que mandaba era yo. Ese poder que tenía se vio aumentado con mi nueva posición, y ahí fue donde empecé a disfrutar siendo yo la que la azotaba.
Contaré un hecho que creo que me marcó para posteriores gustos sexuales a lo largo de mi vida. Un día llegué de trabajar muy cansada, era un sábado por la tarde, mis padres se iban a una celebración y me dejaron a cargo de todos mis hermanos, y ese día mi hermano David ( el cuarto en orden descendente) estaba especialmente «tocapelotas».
Yo me acababa de duchar, y me puse un pijama para estar cómoda en casa, mi madre los había dejado a todos cenando, y cuando yo salí del baño, casi todos habían terminado, me senté en la mesa a comer algo, y quedaba David dando guerra, y a medio cenar.
-David, estoy muerta, y esta noche no estoy para tonterías, tienes para terminar, el tiempo que yo tarde en cenar, si cuando yo acabe te queda algo en el plato, prepárate.
-Joliiiiin, que no tengo hambre.
-Ya lo sabes.
Cuando ya me había comido la fruta, mi hermanito no sólo no cenaba sino que se reía y hacía tonterías a mis otros hermanos, que estaban en otra habitación. Mi cabreo iba en aumento pero estaba tan cansada que ni siquiera le decía nada, mis únicas palabras fueron.
-Tu sigue riéndote, que ya llorarás.
A mi hermano se le corto la risa, seguramente me vio mala cara, pero al minuto ya se la había olvidado y siguió haciendo gracietas con mis otros hermanos que estaban en el salón medio chinchándole.
Acabé de cenar, y empecé a quitar la mesa con cara de pocos amigos, miré de reojo a mi hermano, y lo vi que intentaba comerse lo que le quedaba de cena, pero ya era tarde, estaba fría, y entonces vinieron las súplicas.
-Loli caliéntamela porfa, que está fría.
-Cómete lo que te queda ahora mismo!!
-Está fría!!!
No me lo pensé dos veces, estaba harta de tanta risita y de tanta tontería, entonces hice lo que vi hacer a mi madre cientos de veces, con mis hermanos, y por supuesto también conmigo, dí un par de pataditas hacia delante con mi pie derecho hasta que me descalcé, y empezó el baile.
-Noooooooooo, con la zapatilla, noooo.
Y pese a que se levantó para huir, lo tenía muy bien controlado, y lo cacé al vuelo, lo agarré de un brazo, lo apoyé sobre la mesa de la cocina, y empecé a sacudirle zapatillazos, para quitarle la tontería como hubiera dicho mi madre.
Me sentí poderosa por primera vez, no era la primera vez que castigaba a mis hermanos, pero no sé porqué, en aquella ocasión me sentí muy bien sabiéndome en ventaja, me gustó tener el control y he de decirlo, me excité.
Me encantaba ver como cada uno de mis zapatillazos provocaba los alaridos de mi querido hermanito, ¿sentiría lo mismo mi madre cuando nos azotaba? estuve segura de que sí, y por un lado la entendí, pero por el otro lo odié, y esa misma rabia es la que sentí por mí, pero con el agravante de que me llevó a redoblar los azotazos que le estaba propinando al pobre David.
Mi madre me había comprado unas zapatillas como las que ella solía llevar, era una especie de carta blanca para que yo pudiese castigar a mi antojo, eran cerradas de cuadros, mi madre tenía unas azules y las mías eran exactamente iguales, pero más bien rojas, con una suela de goma amarilla que abrasaba los culos, y como hacía mi madre muchas veces, yo también las solía llevar en chancla.
Cabreada por tanto grito, le bajé de un tirón el pijama, pero para su desgracia arrastré también el calzoncillo,y seguí sacudiendo, pero ahora a culo desnudo, menudos alaridos daba mi pobre David, me lo llevé para su cuarto a zapatillazo limpio, y cuando llegué junto a su cama se me escapó de las manos, pero no tardé en engancharlo de un brazo y en una hábil maniobra me lo coloqué con la cabeza entre mis piernas y su culo a mi disposición.
La postura no sólo era perfecta para sacudirle una buena paliza al mocoso de mi hermano, sino que también me provocaba un placer especial, el tener la cabecita de David entre mis piernas y tan cerquita de mi coño me estaba volviendo loca de placer.
Me encantaba la sensación de poder que tenía, volví a apretar las piernas, empecé de nuevo a sacudir, PLASSSSSSSSSSSSSSS y a cada zapatillazo que le daba, más intentaba levantar o sacar la cabeza para escapar del castigo, con lo que el roce se acrecentaba, buf que maravillosa sensación.
Cuando supe que iba a correrme, lo acomodé a mi gusto, volví a apretar las piernas, y le dí tres o cuatro trallazos con mi zapatilla que sonaron como cañonazos, todo ello me llevó a uno de mis primeros orgasmos, y seguramente uno de los mejores.
Tras la paliza, mandé a mi hermano a la cama, y yo me fui como pude al baño, allí me lavé en el bidé con agua y jabón, me cambié de bragas, y me quedé relajada y feliz en la cama, no era la primera vez que azotaba a alguien, pero sí la primera vez que lo disfruté, y no sería la última.
La vida siguió sin muchas novedades, quizá lo más reseñable fue el cambio de actitud de mi madre conmigo, estaba mucho más permisiva, excepto para el tema de los novios, no quería que me echara novio,yo creo que tenía miedo de que dejara de trabajar, el caso es que me lo prohibía terminantemente bajo la amenaza de darme la paliza de mi vida.
Y no sé si por eso, o porque realmente está en mi naturaleza, pero lo cierto es que me empezaron a atraer las mujeres, no las chicas, sino las mujeres, yo era una adolescente y me atraían las maduras, me gustaban severas, duras, y fantaseaba con que me azotaran sobre su regazo como había hecho mi madre en innumerables ocasiones.
Quizá, mi gusto por ese perfil de mujeres no fuera por mi madre, sino por mi jefa en el almacén donde trabajé varios años, se llamaba Mamen, tendría cerca de cuarenta años, rubia el pelo muy largo y muy rizado, ojos verdes, y era soltera.
No era especialmente guapa, pero si que tenía magnetismo, y curvas muy bien formadas, pero lo más destacable era su carácter, llevaba a raya a todo el mundo sin tener que dar un sólo grito, era una mujer que imponía con su sola presencia.
Y aunque alguna vez había fantaseado con ella, yo la veía inaccesible, sin embargo fue ella la que se fijó en mí, la que me eligió. Fue un día en el trabajo, yo tenía ya cerca de los 18 años, y aprovechando un momento en que no había mucha gente, y sin que nadie nos viera, se acercó a mi por detrás, y me clavó uno de sus pechos en mi espalda.
-Quiero hablar contigo Lola, cuando acabes pasa por la oficina.
-¿He hecho algo mal?
-No, todo lo contrario.
Cuando llegué a la oficina estaba no pude evitar sentirme especialmente nerviosa, presentía que allí iba a pasar algo, y no relacionado con el trabajo, me senté como me indicó frente a ella y empezó a hablarme.
-Me gusta mucho como trabajas Lola, eres responsable, eres seria, ayudas a tus compañeras, y sobre todo no te metes en guerras.
-Gracias Mamen, me gusta hacer bien mi trabajo
Entonces se levantó, rodeó la silla donde yo estaba sentada, y me puso las manos sobre los hombros, y siguió hablándome de una forma suave, y yo diría que amorosa.
-Tengo una propuesta para ti.
-Tu me dirás.- dije algo azorada.
-Isabel se retira, y quiero que seas la nueva encargada, sé que eres muy joven, pero te veo muy preparada, y quiero que seas tú.
-¿Yo? pero hay muchas que están más años que yo, y no sé si voy a saber…
-Aquí la que decide soy yo, y ya te digo que estás preparada de sobra, es posible que se te ponga alguna tonta, pero seguro que sabrás manejarla, y si hay algún problema, yo estoy aquí… no hace falta que me contestes ahora mismo, esta tarde te espero en mi casa, y me dices tu respuesta, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
No me quitaba las manos de los hombros, de hecho no dejaba de darme suaves masajes, me sentía muy a gusto con ella, pero por fin, me dio un pequeño apretón, y me dijo.
– A las 8 te espero, sé que no me defraudarás.
Acudí a la cita puntualmente, había algo en aquella mujer que me provocaba desasosiego, así que iba con muchos nervios, pero también con muchas expectativas, y no sólo laborales.
Cuando llegué a su casa y la vi, decepcionó un poco que no se arreglara un poco para mí, yo tardé una hora en decidir qué me ponía, y ella estaba con un pijama granate y zapatillas de casa, es verdad que hacía frío y llovía, y que apetecía ponerse esa ropa, pero mi cabeza calenturienta pensaba que aquello era algo parecido a una cita, de ahí mi decepción.
-¿Quieres una cerveza o te apetece un vino?
-Me da igual.
-Te pondré un vino, que hace frío y así entraremos en calor.
Mientras nos bebíamos el vino hablamos de cosas intrascendentes, chismes de compañeras, de gente del pueblo, todo en plan desenfadado, y entre eso y el vino me sentí mucho más tranquila y relajada, aquella mujer sabía crear climas cómodos, al menos para mí.
-Bueno Lola, dime cosas ¿has decidido ya si vas a aceptar mi propuesta?
-Pues la verdad es que sí, lo decidí en cuanto me lo dijiste, y quiero ser tu encargada.
-Bien, no sabes cuánto me alegro, anda dame un abrazo.
El vino ya hacia efecto en ambas, estábamos más distendidas, mi jefa nunca me hubiera dado un abrazo así de primeras, y ahora no sólo me lo dio, sino que lo mantuvo durante unos cuantos segundos, estábamos sentadas en el sofá, y cada una notó las tetas de la otra presionando las suyas, y no sé si a ella, pero a mí me gustó, y mucho, pero todo acaba, así que se separó y me dijo.
-Bueno, ¿y qué esperas de esta nueva etapa?
-Pues… la verdad es que no lo sé muy bien, yo espero hacerlo bien, y que todo vaya bien, y te prometo que me voy a esforzar mucho, ah y también quería darte las gracias por esta oportunidad, te lo agradezco de verdad Mamen, no te vas a arrepentir.
Ella se giró más hacia mí, me agarró de las manos, y acercándose, me dijo, confío en ti Lola, por eso te doy el puesto, y sé que no me vas a defraudar, y sé que me vas a dar todo lo que te pida, nunca me equivoco, y contigo tampoco, ¿verdad que no?
Yo estuve segura, que no estaba hablando de trabajo, cuando me dijo que le iba a dar todo lo que me pidiera me vi en su cama, y me excitó, ella pareció leerme la mente, porque me apremió a que le contestara y me volvió a decir.
-Dime que no me vas a defraudar.
-Claro que no, nunca.- dije yo totalmente entregada.
Entonces subió sus manos desde las mías hasta mis hombros, y me volvió a apretar contra ella, nuestros pechos volvieron a restregarse, el pinchazo de placer que sentí fue comparable al miedo que me provocaba aquel abismo que suponía el lesbianismo en una sociedad atrasada, rural y paleta como la que me había en mi pueblo en aquellos años.
Mis pulsaciones, ya de por sí altas, volvieron a subir, cuando Mamen me acarició la cara y el pelo con su mano derecha, me perfiló la oreja con su dedo índice, y cuando me tenía en la lona, sólo entonces, me besó, atrajo mi cabeza con su mano y me besó.
No es ningún tópico cuando digo que su boca era almíbar, dulce y fresca, me encantó sentir su lengua explorando mis recovecos, yo también empecé a juguetear con mi lengua, con sus dientes, su paladar… todo era nuevo, y todo era muy muy excitante.
Las caricias pasaron al resto del cuerpo, sentir las firmes manos de mi jefa amasar mi pecho casi hace que me dé un síncope, se me escapó un gemido de placer que nos gustó a ambas, yo también me animé a explorar sus pechos, agradecí que llevara ese pijama tan suave y tan fácil para toquetear toda aquella carne, estábamos empezando a disfrutar de una manera increíble, cuando sonó el teléfono de la manera más inoportuna.
Mamen me apartó con suavidad con esa calma infinita que siempre mostraba, y se desplazó al otro lado del sofá, donde sonaba el teléfono sobre una mesita, al principio lo cogió con disgusto, pero pronto su cara se transformó y se notaba de que se alegraba de hablar con la otra persona.
Yo no sabía muy bien que hacer, entonces Mamen con la mirada y con gestos me mandó a cerrar una ventana por la que entraba mucho aire, me levanté, la cerré, y me puse a curiosear fotos colgadas en la pared mientras ella seguía hablando animadamente.
No llevaba ni un minuto viendo fotos cuando vi de reojo como me llamaba con su dedo índice, su mirada era pícara, ahora escuchaba más que hablaba, pero su cara seguía siendo divertida.
Me acerqué poco a poco, ella me mandaba besitos por el aire, yo estaba muy emocionada, y muy caliente, esa es la verdad, y cuando casi llegaba hasta donde estaba sentada, estiró su pierna y posó su pie, en este caso su zapatilla, por encima de mi falda, sobre mi coño… buf, suspiré de una manera muy sensual, pero nada impostada, muy natural.
Todavía fue peor, bueno en realidad mejor, cuando metió su pie bajo mi falda, un latigazo de placer me sacudió cuando la punta de su zapatilla intentó perforar mi cueva, instintivamente apreté mis piernas, lo que no hizo sino acrecentar el roce, me encantó sentir como la felpa de su calzado se restregaba contra mi coño, abrí la boca porque me faltaba el aire, tal era mi excitación.
Entonces colgó el teléfono, me miró fijamente y siguió jugueteando con su pie bajo mi falda y me agarró de las manos a la vez que seguía follándome con su pie, supe que me iba a correr de inmediato, y parece que ella también lo sabía, porque me apretó las manos y siguió empujando su pie hacia arriba, hasta que su fina zapatilla casi me penetró a través de mis bragas.
Fue una corrida intensa, provocada por aquel roce diabólico, pero también por el morbo de la situación, por la novedad de las sensaciones, estaba pasando todo muy rápido, pero no habíamos acabado ni mucho menos.
El orgasmo fue tan potente que caí derrengada de rodillas frente a ella, me gustó que no me soltara las manos, bueno me soltó una, y con su mano derecha me siguió agarrando la mía izquierda, era como si no me quisiera dejar sola, y se lo agradecí con una tierna sonrisa, pero Mamen no era tan tierna, era morbosa, caliente y voluptuosa, y podía ser tierna, pero también dura y severa, y estaba a punto de comprobarlo.
-¿Me has manchado la zapatilla?
Me lo dijo con voz enfadada, pero impostada, al menos eso creí yo, pero estaba tan seria que ya dudaba de todo, y se me ocurrió decirle.
-Sí, la he manchado por ti.
-Ah muy bien, pues ahora quiero que me la limpies… como una perrita, vamos.
Me quedé parada y con cara de tonta, y no supe que hacer, pero ella me lo aclaró con voz tranquila y mirándome a los ojos.
– Te he dicho que me limpies la zapatilla… con la lengua.
Joder con mi jefa, menuda viciosa, pensé yo, pero la verdad es que aquella orden me puso muy perra, así que arrodillada como estaba me dispuse a cumplir la orden que me habían dado.
Tomé la zapatilla con mis manos y sin sacársela del pie empecé casi a adorarla más que limpiarla, me encantaban esas zapatillas desde que se las vi puestas cuando llegué a su casa, se notaba que eran buenas y elegantes, estaba claro que había dinero, eran granates abiertas por detrás, suela de goma amarillenta, y adornada en el empeine superior con algo parecido a unas estrellitas.
El primer lengüetazo que le dí a aquella felpa granate me supo a gloria, eran mis propios jugos incrustados en la zapatilla de mi jefa, en aquel momento la sentí mi Ama, ni siquiera había pensado en esa palabra, y no existía el BDSM como tal, al menos con esas siglas, pero a mi me invadió un espíritu de sumisión, que me hacía sentir en una nube en aquella posición arrodillada ante ella y limpiando como una perrita mi propia corrida.
¿Podía haber algo más humillante? Sí, lamer la suela, y eso hice, era una suela lisa y me gustó sentir el polvo y la suciedad adheridos a ella, me encendí como una vulgar puta y empecé a salivar, y tan emocionada me vio Mamen, que me susurró acariciándome el pelo
-Shhhh, tranquila perrita mía, tranquila, más tarde lamerás otra cosa, pero ahora tengo que castigarte.
-Castigarme, ¿porqué?, ¿he hecho algo mal?
-No es que hayas hecho algo mal, es que te has corrido sin mi permiso, y encima me has manchado la zapatilla, ¿te parece eso bonito, Lola?
Y arrodillada como estaba y como una tonta dije que no con la cabeza.
-Pues venga, sácame la zapatilla, me la das y te pones aquí encima mía, te pegaré como a una niña mala.
Aquel juego de niña mala que tenía ser corregida en el que me estaba metiendo mi querida jefa me puso muy burra, así que le saqué con mimo su zapatilla, me levanté y me dispuse a ponerme bocabajo sobre su regazo, para que me pegara.
Me colocó su zapatilla sobre mi espalda y empezó a acariciarme las nalgas sobre la falda, después sobre las bragas, poco a poco me las bajó, y me dijo con voz sensual.
-No pensarías que te voy a castigar sobre la ropa, una buena azotaina debe de ser con el culo desnudo, lo sabes, ¿verdad?
Yo como una perrita moví la cabeza diciendo que sí.
Entonces empezó una zurra sin paliativos, me sorprendió que pese a no darme muy fuerte, me dolía una barbaridad cada uno de los azotazos que me propinaba, y eso que estaba acostumbrada a las tundas que me daba mi madre, los chasquidos inundaron el salón, y mi culo se calentó a la velocidad del rayo, y no sólo el culo, también mi coño, uno por el efecto de la tunda y el otro por el efecto del placer que inundaba mi cuerpo, no cabía duda de que estábamos disfrutando, sobre todo ella, lo notaba en el tono excitado de su voz.
-Yo te enseñaré a comportarte PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSS PLASSSSSSSSSS.
-Auuuuuuuuuuuuuuu, lo siento mucho…
-Y más que lo vas a sentir PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSS
-Perdóname Ahhhh, no volverá a suceder.
-De eso me encargo yo, PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS, de que no vuelva a suceder PLASSSSSSSS PLASSSSSSSS
-No me pegues más por fa buaaaaaaaaaaaa
-Las viciosas como tú, necesitan mano dura, y conmigo la vas a tener PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSSS
Finalmente me pegó un palizón de padre y muy señor mío, fue duro, pero también muy muy excitante, la muy bruja sabía como pegarme, y a a vez excitarme, y yo noté como estaba cada vez más cachonda, cada zapatillazo me empujaba hacia el abismo, y estaba segura de que iba a caer.
Noté que no me quedaban mucho azotes para correrme, y no me pude resistir a decírselo.
-Ahhh, me corro
-PLASSSSSSSSSSSSSSSSS serás cochina!!
-Auuuuu siiiiiiiiiiii
-Toma PLASSSSSSSSSS, toma PLASSSSSSS toma PLASSSSSSSSSSSSSS toma PLASSSSSSSSSSSSSSSS toma PLASSSSSSSSSSSS y TOMA PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS.
Parece que sabía cuando me iba a correr, porque lo hice con el último azote que me dio, de mi garganta salió un quejido-gemido-alarido que me delató completamente, y me corrí como una yegua, y sin darme tregua alguna, me colocó en el sofá, se situó detrás de mí, y empezó a besarme el culo y a chuparme el coño.
Me limpió entera, me dio otra paliza pero esta vez de lengua, yo volvía a gemir de placer, y decía cosas inconexas.
-mmmmmmmmm, sí, sigue por favor, más, quiero más, te quiero, te quiero mucho Mamen, ay sí sí sí, sigue por favor, haré lo que me pidas, quiero ser tuya, hazme tuya sí sí siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Y en menos de un minuto me corrí otra vez, aquella mujer era mi Diosa, pero lo bueno no dura siempre, es más, casi siempre dura poco, en este caso muy poco.
Continuará…