Una aclaración antes de empezar: en las líneas que siguen hay momentos que son narrados por Chiara y otros que son narrados por Julio César, trataremos de indicarlo, sin embargo, si se nos pasa alguno, por favor determinen ustedes quien es el que escribe. Recuerden que, por lo vivido, por lo disfrutado, por lo compartido, nosotros somos cómplices.
Eran las seis de la tarde de un miércoles y después de unos días bastante agitados en la oficina de Julio César, tratábamos de relajarnos un poco, por lo que fuimos al Súper a hacer algunas compras: vino, galletitas, quesos, etc. Más que todo lo que queríamos era dar una vuelta por allí.
Terminamos de elegir los productos que compraríamos, nos dirigimos a la caja para efectuar el pago y ¡Vaya Sorpresa! Allí mismo en la fila estaba Laura.
A Julio César casi se le «desorbitan» los ojos de la emoción cuando la vio, recuerden que en la anterior ocasión cuando estuvimos en aquella cena, Julio César estuvo con Patty, por lo que solo vio y sintió muy de cerca de Laura, pero nada más. No dejé de sentir algo de celos al ver a Julio César «babeando» por Laura.
Nos acercamos a ella y le saludamos. Laura respondió con una gran sonrisa y muy emocionada nos saludó, a mí me abrazó, nos dimos un beso en la mejilla, luego saludó a Julio César con un abrazo y un ligero beso en los labios.
Inmediatamente nos dijo que cenáramos juntos a lo cual accedimos y enseguida llamó a Alberto quién según nos contó estaba aún en su oficina. Salimos junto del Súper, ella me dijo que me fuera con ella en su carro y que Julio César nos siguiera. Así lo hicimos.
En el camino, Laura me preguntó cómo nos habíamos pasado la velada anterior, yo me ruboricé un poco ya que como recordarán fue Alberto, su esposo, el que me había dado una tremenda, deliciosa e inolvidable noche de placer. Ella sonrió y sin que yo contestara continuó:
Yo me la pasé muy bien, Jorge estuvo bien, pero para ser sincera me quedé con el deseo de probar a Julio César. Jajaja….
Ante la confianza que estableció Laura, me desinhibí y le respondí
Alberto me atendió muy bien, me la pasé fenómeno y de solo recordar y comentar la experiencia con Julio César, nos excitamos mucho y la pasamos en grande.
Por lo que me ha contado Alberto, la pasó muy bien contigo, de hecho, se ha quedado con las ganas de volver a verte, y bueno, hoy le daremos el gusto, dijo Laura.
Llegamos a casa de Laura y mientras llegaba Alberto brindamos con un Chardonnay por el reencuentro.
El solo hecho de estar en aquella casa, de ver los lugares que ya conocíamos me tenía muy excitada, a Julio césar también se le notaba la excitación y el placer que sentía de estar nuevamente allí, en presencia de una Laura que lucía muy bien, con un vestido flojo hasta debajo de las rodillas pero que a cada movimiento de ella marcaba su figura, era notorio que no llevaba sujetador.
Después de unos veinte minutos y dos copas de vino, llega Alberto quien con una amplia sonrisa nos saluda emotivamente, se acerca a mí, me da un abrazo que oprime mi cuerpo al de él me da un beso en cada mejilla y con voz susurrante me dice al oído: «no he podido dejar de pensar en ti…» automáticamente llega a mi mente la imagen de su cuerpo desnudo en el jardín, su verga apuntando a mi cara moviéndose hacia mí y el recuerdo de mi vagina ampliándose al recibirle dentro de mí en aquella mesa de jardín.
Para que decirles que mi coño estaba humedecido al máximo, vibrante y suplicando por ser atendido.
Laura propone que juguemos «El Salto del Tigre». Ni Julio César ni yo teníamos la más remota idea de que era eso, pero accedimos. Ahora sabíamos que si ellos lo proponían tenía que ser bueno. Subimos a su alcoba. Alfombrada. Con un estéreo y amplio surtido de cd´s. Una cama muy amplia.
Cada cual con su copa en la mano. Alberto lleva unas botellas más de vino. Todos nos descalzamos y nos sentamos en la cama alrededor de un tablero de juego.
Laura designa los turnos para lanzar el dado, primero yo, luego Alberto, luego ella y por último Julio César.
Una forma muy subliminal de indicar algo más. Hago el primer lanzamiento y me toca mover 4 casillas y me toca posar eróticamente, yo vestía jeans y blusa vaquera con broches, a pesar de la vestimenta que no era la más apropiada me las ingenié para posar de la mejor forma y al parecer les gustó.
Luego lanza Alberto, se mueve tres casillas y rompiendo las reglas del juego cumple su penitencia en mí, besándome la espalda, desde el cuello hasta la colita.
Es el turno de Laura y le toca mover cinco casillas teniendo derecho a un nuevo tiro y llega hasta la casilla nueve, y para cumplir su penitencia desabrocha la camisa de mi marido, se acuesta boca abajo apoyada en las piernas de Julio César y le da un beso en el ombligo, un beso interminable, un beso que Julio César disfruta mientras los demás observamos la escena.
Julio César lanza su primer tiro y avanza dos casillas teniendo que mostrar su silueta, lo hace muy bien, mostrando sus bíceps, su pecho que estaba al descubierto ya que la camisa estaba desabrochada y se detuvo por un buen momento mostrando la silueta de su entrepierna, tenía una llamativa erección que tanto yo como Laura gozamos viendo.
El juego continuó e indistintamente «tuvimos» que efectuar algunas penitencias que iban desde narrar una confidencia sexual, contar una fantasía, besar, acariciar, mostrar los pechos, acariciar los pechos, mordisquear las nalgas, etc. Lo fascinante de todo esto es que, al finalizar el juego, ya el preámbulo estaba preparado.
Yo terminé el mismo tan solo en bikini. Laura completamente desnuda. Julio César desnudo. Alberto en calzoncillo.
Y la ganadora del juego fue Laura quien por llegar primero a la última casilla pudo elegir una penitencia y fue así: Durante diez minutos ambos hombres debían recorrer su cuerpo entero utilizando únicamente sus lenguas, mientras yo debía permanecer en un sillón frente a la cama observando la escena.
Ella separó las piernas. Acomodó unas almohadas para que su vista quedará justo hacia mis ojos.
Alberto se concentró los primeros minutos en pasar su lengua por los pies y subir hasta la altura de las rodillas. Julio César inició su faena pasando la lengua por los labios, bajando por el cuello, jugueteando con los rosados pezones hasta llegar al abdomen. Laura contorneaba sus nalgas sobre la cama, como pidiendo que los dos hombres a su servicio se apoderaran de su coño.
Mientras, yo, sentada, sola, acariciaba mis pechos y pasaba los dedos por mi vagina que estaba humectadísima, calientísima, vibrante y desesperada por recibir atención masculina. Esos diez minutos me parecieron eternos. Eternos pero deliciosos.
Viendo como Laura gozaba. Viendo como Julio César memorizaba con su lengua cada rincón del cuerpo de ella. Viendo el siempre delicioso pene de mi hombre se apretaba al cuerpo de ella.
Viendo como Alberto sin dejar de lamer a su fémina me observaba con una mirada que penetraba. Yo moría de ganas de tenerlo entre mis piernas.
Yo moría de ganas por sentir su verga acariciando el clítoris. Yo moría de ganas por sentir sus manos apoderándose de mis pechos. Yo moría de ganas por sentir su peso sobre mi cuerpo.
Yo moría de envidia por esos diez minutos. Yo moría de coraje por no haber sido yo quien ganara el juego.
Por fin los diez minutos más largos de mi vida terminaron.
Y poniéndose de acuerdo sin hablar ambos hombres se levantan del lecho, Alberto se quita los calzoncillos y ante mí, de pie, completamente desnudos dos penes poderosos quedan a mi vista.
Dos penes que deseo acariciar. Dos penes que deseo chupar. Dos penes que deseo dentro de mí. Se van acercando muy, muy, muy lentamente mientras se auto estimulan. Por fin llegan a mí. Por fin tomo un pene con cada mano. Me pongo de pie. Ambos me besan el cuello y acarician todo mi cuerpo.
Me llevan a la cama. Me acuestan a la par de Laura quien me recibe con un ¡Bienvenida! E inmediatamente ambas nos ponemos de lado dándonos las espaldas y dedicándonos a atender y ser atendidas por un hombre que no es el nuestro, por un hombre que arde de deseos, por un hombre que quiere dar lo mejor.
Alberto se apodera de mi pusa y puedo sentir como introduce un dedo y luego otro y abriendo mi calientísimo hoyito mete y saca su lengua, y la pasa por mi dilatado clítoris. Por momentos siento el roce del cuerpo de Laura en mi espalda y nalgas.
Pero no me importa. Yo estoy en lo mío. Me incorporo para devolver el favor a Alberto, me apodero de su pene, que realmente compruebo lo grande que es cuando al tomarlo entre mis manos, no alcanzo a cubrirlo con ambas.
Cuando llevo mis labios hacia su glande puedo ver como Julio César me mira, y en su cara veo placer, veo emoción, veo deseo, veo aprobación.
Sin más, introduzco ese caliente y rojo glande a mi boca, lo succiono y paso mi lengua por todo su contorno, poniendo mayor énfasis en el frenesillo y en su delicioso agujerito, el resto de ese pene tan ansiado lo acaricio con mis manos haciendo un movimiento masturbatorio.
Para ese momento Laura está haciendo lo mismo con mi hombre, solo que ella se introduce en la boca por lo menos la mitad de la verga de mi marido.
Cada una con su propio estilo. Cada una haciendo vibrar a su invitado. Cada una degustando a su manera. Ambos gemían. Ambos se retorcían contra la cama. Alberto rompió el silencio:
Me fascina. Que labios tan deliciosos, pero ya no… no quiero venirme.
Y por supuesto yo tampoco quería que se viniera.
Me pongo en cuatro viendo a la otra pareja y me uno a la mamada de que está siendo objeto Julio César, yo me encargo de sus huevos, Laura de su verga.
Y por detrás, Alberto me chupa la raja, luego ahora a diferencia de la velada anterior, va introduciendo su verga dentro de mi pusa que arde, que se estira y voy sintiendo como ese pene ya no tan extraño va entrando, abriéndose paso, centímetro a centímetro, uhmmmmm… uhmmmm…. uhmmmmm….. va llegando a la profundidad e inicia un entra y sale lento, intenso, que rosa y estira toda mi vagina.
Laura asume la misma posición y Julio César toma su posición detrás de ella, yo viéndolo a él, Laura viendo a su marido. Y ambos machos toman un mismo ritmo. Se mueven dentro de nosotras. La cara de placer de Laura denota que la está pasando bien. Nuestros gemidos se entremezclaban.
Julio César la pone en una de sus poses favoritas, a la orilla de la cama con las piernas de ella sobre los hombros de él, el de pie, y empieza a introducírsela, le hala los pechos, le besa las piernas y no deja de moverse dentro y fuera de ella, los gemidos que para este momento ya eran gritos de placer de Laura, me provocan demasiada excitación y por el movimiento y de Alberto se nota que también a él.
Hacemos lo propio y cambiamos de posición, el sobre mí, introduce la verga, esta vez fuertemente y siento como en cada movimiento brusco su pene me atraviesa y gimo y grito de placer, me fascina. Me dice al oído:
Quiero tu culito, quiero abrirlo, quiero irme en tu culo.
Yo le respondo que no, ya que hasta ese momento lo habíamos intentado varias veces con Julio César, pero aún no me acostumbraba y más que placer me provoca gran dolor.
Caballerosamente, Alberto desiste, pero como forma de castigo ahora saca y mete vigorosamente su dura verga. El placer que siento es máximo.
Cuando denoto que está a punto de venirse le pido que cambiemos.
De estar encima de mí, se sube sobre Laura y en pocos segundos se viene dentro de ella. Por mi parte, Julio César se sube sobre mí, y mete y saca lentamente su verga, esa verga que conozco, esa verga que me hace pasar momentos indescriptibles, esa verga que, aunque comparto es mía, y la gozo y la gozo y la gozo.
Reconociendo los gestos de mi marido y ante la vista de nuestros amigos saco su verga, le pongo de rodillas y le masturbo, compartiendo su vital, caliente y lechoso líquido en mis pechos y los pechos de Laura que encantada lo recibe y esparce por su abdomen.
Definitivamente, está sellado. Es la segunda ocasión que compartimos cama. Es la segunda ocasión en que nos permitimos volar sexualmente.
Es la segunda ocasión en que veo a mi mujer disfrutando y gimiendo de placer con una verga que no es la mía dentro muy dentro de ella.
Pero, ella también ha visto como la verga que le pertenece, entra y sale fascinada de pusas ajenas. Yo lo he disfrutado. Ella lo ha disfrutado.
Ambos hemos disfrutado y al recordarlo en nuestra intimidad, en nuestro propio espacio, hemos tenido las mejores cogidas de nuestra relación.
Y es que, en nuestro espacio, en nuestro «nido» nosotros hacemos el amor. Ahora si es definitivo somos para siempre Cómplices.
El tiempo pasó y nuestras fantasías seguían, nuestros juegos seguían. Y en ocasión del cumpleaños de Chiara, decido darle una sorpresa. Esa noche le doy un Regalo de Cumpleaños que nunca vio, pero que sin duda alguna disfrutó.
¿Les gustaría que les narremos esa «fiesta» de cumpleaños? No dejen de escribirnos y con gusto lo haremos.