Soluciones contra el aburrimiento
Somos Javier y Almudena. Llevábamos casados diez años cuando nos dimos cuenta que entre nosotros la chispa se había agotado y sólo respondíamos a rutinas y hábitos repetitivos.
Si bien no lo quisimos reconocer al principio, puesto que somos una pareja que llevamos juntos desde el instituto, desde los 15, y que nos casamos a los 18 llevando 10 satisfactorios años de casados, sin problemas económicos gracias a que seguimos en los negocios de nuestros padres, el hecho es que empezábamos a flirtear con otras personas.
Yo he de reconocer que con alguna del trabajo o del gimnasio hubiera tenido sexo si me hubiera atrevido a proponérselo.
En cambio, mi mujer me dijo que no podíamos seguir así, que había estado a punto de ponerme los cuernos y que cada vez le costaba más encontrar razones para no acostarse con otros.
Yo a mis 28 (y ahora, 5 años después, lo mismo), soy un tipo bastante normal: 1’72, 78 kilos, castaño, moreno, digamos que más atractivo que guapo, un poco pasado de forma (el gimnasio más bien es excusa para ver mujeres en mallas y licra haciendo aeróbic), simpático, abierto, de fácil conversación y risa cautivadora (eso me han dicho ellas).
Mi mujer, de la misma edad que yo, sin ser una belleza impresionante, cautiva mucho, es muy hermosa de cara, con sus ojos oscuros y su melena parda que se cuida como su mayor tesoro. 1’68 de estatura y unas medidas casi perfectas, ella sí que aprovecha el gimnasio y su tripa lisa y sus músculos duros así lo dicen.
Su culo respingón se bambolea con una sensualidad increíble y sus pechos, sin ser muy grandes, se corresponden a su menudo cuerpo y parecen más de lo que son, gracias en parte a esos pezones sonrosados con una preciosa aureola algo más pálida que ocupan el centro de esas preciosidades firmes y a la vez tersas.
Ella viste atrevida, pero sin caer en lo grosero, insinuando más que enseñando, ¡pero de qué forma!
Hablamos abiertamente y nos convencimos que no podíamos seguir igual, que nos seguíamos queriendo, pero eso no era suficiente.
En la cama sólo funcionábamos con horarios fijos y formas que siempre eran la misma.
El hablar de que no cubríamos las necesidades el uno al otro nos hicieron estar al borde de la separación, pero al final hablamos de ser más abiertos y tolerantes, de introducir terceras personas para añadir más morbo o interés a lo nuestro.
Estábamos en un punto muerto y cualquier solución podía valer.
Almudena me sorprendió cuando, para convencerme, me dijo que leyera esta web de relatos porno, y que atendiera a un tal «javítelavi«.
Me quedé pasmado al ver mi antigua dirección electrónica que creí estaba inutilizada. Mi mujer tenía un variado repertorio de relatos.
Me pasé una tarde entera leyéndolos y cuando llegó por la noche follamos como no habíamos hecho varios años antes.
Luego hemos escrito algún relato conjunto y ha sido muy divertido, tanto a la hora de desarrollar nuestras fantasía como al recibir alguna contestación de personas que los habían leído.
Me contó que había ligado con algunos tíos que querían hacerle las mismas cosas que contaba, que, según ella, eran cosas que le habían sucedido a sus amigas o que le habían contado por correo o fantasías suyas no hechas realidad (todavía).
Le dije que quedara con uno de ellos y ese fue el inicio de nuestra nueva vida.
Aunque no se atrevió a llegar hasta el final con aquel tipo, el mero hecho de salir a cenar, bailar y besarse apasionadamente nos excitó mucho a los dos.
Ya el sexo volvía a ser importante para ambos. Nos contábamos nuestras fantasías y las apuntábamos con el propósito de cumplirlas y hacíamos el amor mientras tanto con mucha pasión.
Los primeros meses teníamos suficiente con hacer volar nuestras fantasías.
Hasta que el tipo con el que había quedado volvió a la carga y mi mujer se lo trajo a casa y dio un paso más, dejándose ver desnuda e intercambiando sexo oral con él mientras yo grababa escondido detrás de las cortinas.
No llegó a atreverse con la penetración, pero no hacía falta.
Cuando él se fue, me dijo que la mamada del tipo aquel le había hecho gozar de lo lindo y yo acabé lo que el otro había empezado.
Yo lo tenía más difícil y fue la propia Almudena la que propició que tuviera algún acercamiento bien con amigas, bien con hermanas o amigas de amigas.
El primer año, sin embargo, a lo máximo que llegué fue a que me hicieran una mamada en el parking de un centro comercial.
Con mi mujer de mirona y acabando con ella en el coche lo que no pude terminar con aquella muchacha que se había ofrecido.
Al año siguiente empezamos a salir por locales de ambiente y a propiciar tríos e intercambios de pareja.
Al principio introducimos una mujer o un hombre y formamos unos tríos espectaculares.
Todo con precauciones y no repitiendo con ninguna persona para no complicarnos la existencia. Me excitaba mucho grabarla mientras follaba con algún tío y a ella lo mismo.
También me excitó mucho el lésbico que hizo una vez con una pelirroja pechugona.
Verlas morrearse, revolcarse, aplastarse las tetas la una a la otra, intercambiar lenguas y sudores, verlas masturbarse la una a la otra, lamerse sus chochos… Uff, me corrí solo de verlas. Lástima que a Almudena le faltase la guinda de la penetración y que se haga de rogar con nuevas experiencias lésbicas…
Una de las situaciones más excitantes se produjo cuando fuimos a un local de salsa y mi mujer se ligó a dos mulatos expertos en mover sus cinturas.
Ellos, aun sabiendo que yo estaba con ella, cada vez se aproximaban más a ella y desde la barra veía cómo la decían cosas mientras hacían un sándwich con ella, que no hacía más que reír.
Al mucho rato de copas y bailes, ella se acercó a mí y me dijo que habían aceptado su propuesta de que yo les acompañara a un hotel. Mi mujer estaba dispuesta a tirarse a los dos mulatos.
Así que yo hice de chófer para los tres, viendo por el retrovisor cómo en el asiento de atrás la metían mano, la besaban, le sacaban las tetas de la camiseta y se la lamían y mordían, cómo le metían los dedos dentro de la falda y apartaban su tanga y la masturbaban…
Y eso sólo fue el aperitivo. En la habitación se desataron. Nunca había visto así a mi mujer, pero supongo que la visión de esos monumentales aparatos le había puesto cachonda como nunca.
Se dejó lamer su concha, luego chupó esas vergas de lo mínimo 18 centímetros de largo y no sé cuántos de grosor, llegando a tragarse su semen, cosa que no había hecho nunca antes, volvió a dejarse acariciar y besar, se la llevaron al baño y fui testigo de cómo le rasuraban el coño con una hoja de afeitar que mi esposa tenía, volvieron a la habitación y uno por delante y otro por detrás la atravesaron, por el coño sin dificultades de lo mojada que estaba, por detrás con la ayuda de cremas y algo de paciencia y pericia para acoplarse…
Los mulatos, al borde del éxtasis, ya no dejaban de mirarme y de decirme: «mira cómo nos follamos a tu mujer, tiene un culo exquisito, has visto cómo chupa pollas grandes?, dile cuánto te gusta nuestras vergas…». Y yo cascándomela como un mono…
Al mes siguiente nos fuimos a un local de streptease y ella misma me buscó las dos mulatas más impresionantes y yo me di el gustazo de repetir el trío que ella había protagonizado, pero cambiando el sexo de los integrantes.
La verdad es que mi mujer tuvo gusto a la hora de elegir: una de poco pecho pero espectacular de caderas y de hermosura, y otra que, aunque era bastante más corpulenta, tenía unos pechos descomunales y unas energías inagotables.
Claro que no es lo mismo pagar por follártelas que habértelos ligado.
En fin, que a partir de nuestro acuerdo nuestra vida sexual es más satisfactoria y variada. Hemos llegado a intercambiar las parejas con algunos amigos.
Bueno, sólo hemos tenido la confianza de hacerlo con dos, pero han sido experiencias muy excitantes, porque eso de estar con personas que conocemos desde hace mucho tiempo, pero viéndolas desnudas y excitadas y viendo a la vez cómo tu pareja está con la suya, es muy sugerente.
Por Internet hemos tenido menos contactos de los que podíamos pensar.
Dejamos de recurrir a los contactos porque de lo que decían a lo que luego eran había mucha diferencia y preferimos ver lo queremos probar.
Si acaso mi mujer ha tenido alguna que otra aventura con algún admirador de sus relatos, aunque la mayoría de ellos ha sido vía chat porque los más atrevidos eran de Sudamérica.
No hemos desistido por ello de intentarlo a través de los comentarios y sugerencias de nuestros lectores, que casi siempre nos hacen propuestas.