Jorge estaba con su novia Marta en el cine Avenida, un local nuevo que habían inaugurado hacia menos de un mes y que contaba con todos los elementos actuales para ver una buena película.
El edificio había sido construido sobre el patio de un antiguo hospital que decían los más ancianos, que había servido de cementerio. La película estaba en su punto más interesante y Marta se pagaba a Jorge más por miedo que por deseo sexual.
Jorge tenía el brazo puesto por encima del hombro de Marta y la mano descansaba sobre el pecho de la misma.
La otra mano, la tenía metida debajo de la falda y acariciaba el muslo de Marta.
La pantalla presentaba un primer plano de un vampiro chupando el cuello de una bella muchacha, de pronto un grito desgarrador en la pantalla, con un primer plano de la sangre en el cuello de la chica, produjo el efecto de que Marta se montara prácticamente encima de Jorge, este notaba el pezón duro y erecto de su novia y subiendo más la mano, llegó al filo de las braguitas.
Marta, separó un poco las piernas y la experta mano de Jorge, se coló en su intimidad, abriéndose paso entre la poblada melena, un dedo se introdujo en su rajita que estaba bastante mojada.
De pronto la película se interrumpió y las luces se encendieron, produciéndose en el cine un pequeño revuelo de movimientos rápidos para conseguir la normalidad en las butacas. Jorge se levantó y salió camino del bar a comprar algunos frutos secos y palomitas.
Cuando al rato llego, le dijo a Marta que había conocido al dueño del cine y éste un hombre de 50 años y muy simpático, les había invitado a su despacho, ubicado en el primer piso del mismo edificio, para ver unas fotos del antiguo hospital y unas vasijas de metal que habían encontrado mientras hacían la obra.
Rodrigo que así se llamaba el dueño, les invitó a unas copas y en un pequeño ascensor, subieron al despacho. Marta, estaba un poco alegre con las bebidas ya que contenían bastante carga de ron, pero no obstante notó cómo en el pequeño habitáculo, mientras subían, Rodrigo le había puesto un buen rabo, pegándole su miembro tieso y duro a su culo.
El despacho tenía unas buenas dimensiones con una mesa de trabajo, varios sillones y un par de sofás de cuero negro. Vieron las fotos, y mientras tanto, vaciaron una botella de ron. Pasaron a otra habitación más grande y en unas vitrinas perfectamente catalogadas, estaban expuestas cerca de un centenar de pequeñas vasijas de metal y barro. Jorge que sentía pasión por las mismas, pidió permiso para poder observar y tocar, mientras, Rodrigo le dijo que él llevaría a Marta a ver la cabina de proyección.
Marta estaba bastante mareada y se dejaba hacer. Rodrigo la pasó a un cuarto pequeño y bastante oscuro, donde una máquina de cine totalmente automática, funcionaba sin ningún operario. Le dijo que no hiciera ningún ruido y separando una cortina roja, se vio una ventana desde la cual se veía la sala de cine. Rodrigo pegó a Marta a la misma y colocándose detrás, empezó a tocarle los pechos, mientras que le mordía las orejas.
Marta no sabía cómo reaccionar, quizás por la bebida, por la oscuridad o por no dar un escándalo. Rodrigo mientras tanto, le había subido la falda y sacándose el cipote, se lo había metido entre los muslos, le había desabrochado los botones de la blusa y abriéndole la misma le tocaba los pechos por encima del sujetador.
Marta dejaba escapar suspiros de sus labios y cuando notó que Rodrigo intentaba meterle la mano por debajo de las braguitas, se dio media vuelta y poniéndose de frente, intentó separarse de él. Rodrigo sudaba y cogiéndola del pelo, la obligó a estarse quieta, mientras que su boca, mordía los labios de Marta introduciendo la lengua hasta lo más hondo de su garganta. Luego de un tirón le bajó las bragas y con un golpe certero de riñones, le metió todo su cacharro en su chochito.
Marta soltó un gritito y mientras Rodrigo iniciaba una enérgica metisaca, le quitó la camisa y tocaba el pecho peludo de él, pellizcando las tetillas y soltando palabras indecentes. Rodrigo le había quitado el sujetador y los pechos de Marta se movían al compás de las embestidas.
De pronto Marta sintió cómo un torrente de esperma le inundaba su chochito y le corría por los muslos. Rodrigo se tomó un leve respiro y rápidamente sin decir palabra, se agachó y abriéndole las piernas lo más que pudo, empezó a lamerle la raja, dándole suaves mordiscos en el clítoris.
Marta sentía que se corría y dando un suspiro más fuerte, empezó a tener convulsiones que la llenaron de felicidad. Cuando se disponía a vestirse, vio cómo el cipote de Rodrigo había adquirido de nuevo un tamaño enorme y éste la obligó a ponerse de rodillas y abriéndole la boca, le encajó con certera puntería el miembro.
Marta relamía aquel poderoso miembro y chupaba la cabeza con verdadero deleite, después de un buen rato, sintió cómo se tensaba y una nueva descarga, le llenó la garganta nuevamente.
Se vistieron y salieron del cuarto, con dirección al despacho, donde aún se encontraba Jorge, admirando aquellas pequeñas maravillas. Rodrigo tomó una de aquellas figuras y envolviéndola con sumo cuidado, se la regaló a Jorge.
Después de despedirse y dándole las gracias más afectivas, salieron del local y camino del coche, le dijo Jorge a su novia Marta.
-Ha sido LA SORPRESA más grata de toda mi vida-.
-Para mí también ha sido una SORPRESA deliciosa.