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Por un partido de fútbol

No hace mucho tiempo que llegó a vivir al edificio en donde vivo una familia de tres. Un matrimonio y su hijo, un chico de 25 años al que llamaré Esteban para no revelar su nombre.

Cuando me enteré que tenía nuevos vecinos, decidí darles la bienvenida, y pensé que hornearles un rico pastel sería un buen detalle.

Me presenté como su vecina de al lado y ellos amablemente me ofrecieron su casa. Les conté en qué trabajo, que vivo sola, y todo lo demás. Desde entonces trabé una buena amistad con Esteban.

Me contó que tenía un hermano y una hermana, pero que estaban casados y que el aún vivía con sus papás porque no pensaba casarse pronto y no le veía caso irse a vivir el solo.

Los días transcurrían y el parecía interesarse mucho en mí, más de una ocasión salí a tomar algo con el y nos fuimos tomando confianza.

Después de un tiempo, ya nos habíamos contado detalles de nuestras respectivas relaciones. El tenía una novia de familia muy conservadora, buena muchacha, pero no tenían sexo, aún después de un año de andar, ella seguía con la idea de guardarse hasta que se casaran.

El me decía que yo le gustaba mucho, que mi novio era un tonto por no proponerme matrimonio o venirse a vivir conmigo y etcétera etcétera. Cierta ocasión que lo invité a mi departamento a tomar un café, estando sentados en el sofá, se atrevió a besarme mientras platicabamos.

Yo lo retiré y le dije – ¡No!, tengo novio – y el me contestó – Pero no está viéndote, y me gustas mucho – Volvió a besarme pero esta vez puso su mano en mis caderas. El tipo no es muy guapo pero tampoco está mal y yo me dejé llevar por el momento. Estuvimos fajando un tiempo, y el se daba un agasajo sobandome el trasero pon encima de mis ajustados blue jeans hasta que se le ocurrió subir una mano a mis pechos.

Cuando sintió las dimensiones perdió hasta el aliento, y a partir de entonces metió ambas manos por debajo de mi holgada sudadera para amasar mis senos.

Cuando sentí que quería liberar el botón de mis jeans lo detuve y le dije – Es hora de irte –

Esa hazaña la intentó repetir en otra ocasión, pero no se lo permití. Todos los vecinos saben que vivo sola y que tengo novio, y no quería darles de qué hablar al dejarlo entrar a mi departamento estando yo sola. Pero como el insistía le dije que lo pensaría, que tal vez otro día. Tenía que planearlo para que todo saliera bien.

Pasó una semana y honestamente los dos nos habíamos quedado con las ganas. Yo no veía la hora de volver a sentir sus hábiles manos masajeándome. Pero el trabajo y las visitas de mi novio venían a obstaculizarlo todo.

Ya mi novio había notado al nuevo inquilino en el edificio y me preguntó quien era. Le dije que era hijo de mis vecinos de al lado, un chico muy agradable y respetuoso.

Con el pasar de los días coincidíamos muy frecuentemente. Sobre todo porque mi novio dejaba su coche en mi lugar en el estacionamiento. Para mi fortuna se habían caído bien, o al menos eso se veía.

Se saludaban amigablemente y hasta hablaban de fútbol acaloradamente.

Yo estaba en ansias locas de probar a mi vecinito y la ocasión no tardó en presentarse. Cierto sábado iban a transmitir por ESPN un partido de Fútbol americano.

Mi novio me pidió que lo dejara verlo en mi depa para que nadie lo molestara. Yo accedí ya que lo ví muy entusiasmado. Me comentó que había invitado a Esteban a verlo y me preguntó que si no me molestaba.

Ya se imaginarán lo que pasó por mi cabeza. Fué entonces que me entusiasmé yo y le dije como desinteresada: – Cómo quieras amor –

A sabiendas de que Esteban iba a estar ahí. Procuré arreglarme un tanto provocativa para reavivarle las ganas, pero no tanto para que mi novio no sospechara.

Me puse un bra de media copa para realzar mis encantos, encima una blusita de seda casi transparente de color rojo y rematé con una minifalda color negra ajustadísima sin medias.

Me puse mis zapatos de tacón, un perfume suave y me dejé el cabello suelto.

Estábamos mi novio y yo preparando todo cuando sonó el timbre. Fuimos los dos a atender. Era Esteban que había traído suficiente cerveza como para seis partidos.

– Hola tórtolos, ya estoy aquí para ver el juego – Dijo juguetón

– Dirás para ver a tu equipo perder contra el mío ! – Fanfarroneó mi novio

Yo solo atiné a decir un tímido – Hola – y clavé mi mirada en nuestro invitado

– Ya vénganse, está por empezar – Nos apresuró mi novio

– Bueno, y de comer que hay ? – Me preguntó Esteban

A lo que mi novio contestó – Ya ordené pizza, tu no te preocupes. Voy destapando unas cervezas y buscando el canal del juego –

Yo dije que ponía la mesa y Esteban preguntó – Te ayudo ? – Si quieres… contesté.

Me fuí a la cocina y Esteban me siguió, cuando estuvimos solos intercambiamos miradas de complicidad y mi novio me gritó que llevara agua también. Yo le grité que sí, que la llevaría.

Esteban me estaba apretando una nalga por encima de la mini, nos dimos un riquísimo beso francés

y me dijo: – Me encanta como te ves linda –

Tomé la jarra con agua y tres vasos y regresamos. Mi novio estaba en el sofá y Esteban y yo nos sentamos a la mesa

– Pueden ver bien desde ahí ? – Preguntó mi novio

– Perfectamente – Contestó nuestro invitado

En eso sonó el timbre de la puerta principal del edificio.

– Debe ser el de la pizza – dije, y le pedí a mi novio que bajara a abrirle la puerta porque la cerradura electrónica del interfon no servía, mientras yo terminaba en la cocina. Buscó a Esteban y lo vió en el televisor.

– Voy a cambiarle el idioma porque está en inglés y no entiendo ni media palabra – dijo hábilmente mi vecino.

Y cuando mi noviecito se fué a abrir la puerta. Esteban y yo nos dirigimos a la cocina a continuar lo que empezamos. Nos abrazamos y nos besamos ansiosamente.

Esta vez Esteban levantó mi faldita y sobaba mis nalgas, sintiendo mi piel. Pasaba por mis caderas, bajaba a mis muslos y yo con la falda remangada hasta la cintura sentí sus manos entrar bajo la pantaleta.

Excitada como estaba me levanté la blusita y liberé el broche frontal de mi sostén.

Mis pechos quedaron al aire y Esteban de inmediato los ensalivó y les propinó una terapia con ambas manos y con su boca.

Yo me contoneaba del placer al sentir sus hábiles manos recorriendo todo mi cuerpo. Mis pezones se pusieron durísimos y yo toqué su paquete por encima del pantalón.

El tiempo se pasó rapidísimo y mi novio regresó. Cuando sonó el timbre, muy rápidamente nos separamos mi vecino y yo.

El abrió la puerta y yo me quedé para acomodarme la pantaleta, la falda, el sostén y la blusa. Cuando salí de la cocina con servilletas, platos y cubiertos, los dos ya estaban tomando sus lugares.

Estaban los comentaristas parloteando cuando mi novio me pidió que le trajera hielo para su cerveza. Mi reacción fué inmediata:

– Quién me ayuda a buscar las pinzas y la hielera ? – pregunté

– Yo voy contigo – respondió Esteban

Y mientras esperaba a que salieran automáticamente los cubitos del moderno refrigerador, Mi vecino se puso atrás de mí y me restregó su paquete en el trasero, y tomó mis pechos con avidez.

Yo me mordía los labios para no gemir cuando empezó a chuparme el cuello y pasó su lengua por debajo de mi nuca.

Pero no podíamos tardar sin levantar sospechas. Regresamos y mi novio estaba como ido viendo el juego. Como al principio mi novio seguía en el sofá frente al televisor sin perder detalle, y Esteban y yo nos sentamos a la mesa, en sillas contiguas.

Mientras veían el partido y aprovechando que mi novio nos daba la espalda desde el sofá opté por sobarle a nuestro invitado la entrepierna, él a su vez, contraatacó posando una mano en mi pierna, subiendo, subiendo hasta llegar a mi vulva.

Y haciendo de lado la pantaleta hundió dos dedos en mi ya para entonces, mojadísima y palpitante vagina.

Ellos hablaban y discutían el desarrollo del partido como si nada. Esteban aguantando el suplicio en silencio y mi novio totalmente ignorante de lo que pasaba por debajo de la mesa.

Yo apretaba mis piernas aprisionando la mano invasora, con la falda otra vez hasta arriba.

Estábamos en pleno manoseo cuando mi novio me pidió:

– Cielo, podrías preparar un poco de café ? –

– Bueno, espérame un momento – le contesté

Cuando me levanté para preparar el café, noté que mi falda estaba muy arriba, y aprovechando que mi novio estaba super atentísimo al juego y no volteaba, no la bajé.

La dejé así como estaba, subida apenas tapando la mitad de mi flamante trasero. Caminé lenta y sensualmente, como modelo en pasarela, los tacones altos harían ver mis carnosas nalgas aún más firmes y paradas.

El espectáculo que le estaba dando a mi vecino era incomparable, era muy buena oportunidad como para desaprovecharla, y él pensó rápidamente en algo.

– Oye Mireya, me apetece un cigarro, tienes fósforos – Preguntó inocentemente.

– Si aquí tengo en la cocina, ven por ellos estoy ocupada – le contesté

Se levantó y sin prisa vino hasta donde estaba yo. Mi novio seguía sin ponernos atención y yo ponía el café en la cafetera. Mi cómplice y yo sabíamos bien que hacer. Yo me recargué contra la pared y el se arrodilló frente a mí, levantó mi falda y apartó mi pantaleta.

Lo que siguió me hizo gozar a grado tal que se me nubló la visión.

Tomó mis muslos con sus grandes y fuertes manos y con su lengua separó mis labios vaginales para luego hacerme perder la razón. Su lengua iba de arriba a abajo, de un lado a otro y después en círculos.

Cuando tocó mi clítoris yo sentí que gritaba, y para evitarlo lo único que pude hacer fué tomar mi delantal de cocina y morderlo con todas mis fuerzas, logrando apenas ahogar los leves gemidos que no pude contener.

Las piernas me temblaban y ante la morbosa situación de serle infiel a mi novio casi en sus narices, no aguanté más y estallé en un orgasmo tal que las contracciones me hicieron ponerme casi de rodillas.

Esteban se levantó y prendió su cigarrillo y regresó con mi novio a ponerse al tanto del partido.

Yo seguía en la cocina, sentada en el piso con los ojos cerrados. Mis pantaletas estaban empapadísimas y también mis muslos. Tomé una toalla absorbente de la cocina y me sequé bien. Me arreglé la ropa y salí con el café.

Pobre de mi vecinito, yo ya había tenido mi recompensa, pero él seguía al rojo vivo y las manos le temblaban de las ganas. Y para colmo su equipo iba perdiendo. Mi novio jactándose de la ya evidente victoria hacía más miserable su situación.

Yo serví los cafés, y al estar cerca de él le hice señas con los ojos de que fuera al baño. Estaba totalmente decidida a no dejarlo a medias.

– Fué mucha cerveza, puedo pasar al baño ? – le preguntó a mi novio, a lo que éste respondió:

– Si pásale, pero no te tardes que se está poniendo bueno esto. –

Esteban entró al baño y cerró la puerta. Yo me dirigí a mi novio y le dije:

– Amor, quiero ver si ya empezó el programa que me gusta, pero no te quiero interrumpir,

voy a la televisión que está en mi cuarto, no te molesta ? –

– No, no hay problema, nada más termina el partido y es todo tuyo el cable otra vez –

Yo me dirigí a mi recámara, cerré la puerta, prendí muy bajito la televisión y me dirigí a la puerta que desde mi cuarto daba al baño.

Cuando entré, Esteban ya tenía los pantalones hasta abajo y estaba detrás de la puerta principal esperándome. Cuando entré por la otra puerta, el no se lo esperaba y me dijo:

– De dónde saliste ? –

– De mi cuarto tontito, hay dos accesos al baño. –

Me reí coquetamente y cuando bajé la mirada pude ver su pene erectísimo, rojo de la excitación.

Bajé la tapa del WC, me senté en ella y lo atraje hacia mí. Tomando con ambas manos sus nalgas, me tragué hasta donde pude su falo. Chupé y chupé a mi antojo, lamí sus testículos, lo masturbé con movimientos de la mano y lo volví a tragar. Yo lo ví muy excitado y levantando la mirada le pregunté muy suavemente:

– ¿Quieres entrar un momento? –

– Sí…. por favor – contestó con un hilo de voz

Aún sentada me quité las pantaletas, me arrodillé en el piso y al tiempo que levantaba mi minifalda me incliné sobre el WC. El comprendió y se arrodilló detrás mío.

Cuando sentí su pene rozando mis nalgas, con una mano lo acerqué a la entrada de mi vagina y muy suavemente me penetró hasta el fondo.

Comenzó el vaivén y mientras con una mano sobaba mis nalgas y mis piernas, con la otra alcanzó mi cabello.

Me embestía cada vez con más fuerza bufando de placer, me tiraba del cabello queriendo alaciar mis rizos.

A mí me pareció muy cachondo y cuando volví la cabeza a un lado para vernos en la puerta translúcida de la bañera, pude ver nuestras figuras reflejadas.

El movimiento era exquisito y al verme en esa posición, totalmente de nalgas siendo penetrada, me volví a mojar. El se acercó a mí y me dijo:

– Ya no aguanto, pero no quiero terminar así, vamos a cambiar de posición –

Yo asentí con la cabeza y nos separamos. El ahora se sentó en la tapa del WC y me invitó a montarlo. Lo hice y me ensarté en él, viéndolo de frente. Yo subía y bajaba deliciosamente.

El subió mi blusa, desabotonó mi sostén y alcanzó mis pechos. pasó su lengua repetidas veces por mis pezones y recorrió el contorno de mis grandes y oscuras areolas. Estrujaba mis senos mientras con los movimientos de sus caderas revolvía su pene dentro de mí.

Yo con ambas manos junté mis senos y los puse en su cara.

Los beso y los lamió. Después los succionó y encajando sus manos en mi abundante trasero dió la estocada final y quedándose muy quieto exhaló un profundo aaaaaahhhhhhhhh, yo sentí su pene palpitar dentro de mí y como sus jugos tibios me inundaban las entrañas.

Nos quedamos un momentito así, unidos, yo encajada en el. Luego nos separamos y muy satisfecho se volvió a subir los pantalones.

Yo me acomodé la ropa también, regresé a mi cuarto por la puertita y el salió por la principal.

Yo me quedé tendida en mi cama viendo la televisión hasta que terminó el juego. Oí que al despedirse Esteban le dijo a mi novio:

– Me despides de Mireya y agradécele de mi parte sus atenciones por favor –

Cuando se fué entró mi novio a mi cuarto y me encontró viendo la televisión. Fingí estar un poco adormilada y le pregunté:

– Ya se fué ? –

– Si mi vida, ya se fué. Perdió su equipo y como apostamos me debe un dinero, que te parece? –

– Pues ni modo, desafortunado en el juego, afortunado en el amor, ¿o no? – Respondí

El no supo porqué dije eso y se desconcertó, pero no le dió más importancia y me dijo:

– Bueno, al fin solitos mi vida –

Lo que pasó después se los dejo a la imaginación.

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