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Nuestro buen amigo

Nuestro buen amigo

Me llamo Cristina, aunque todos me llaman Cris, tengo 33 años y estoy casada desde hace 7.

Mi marido, Fernando, tiene 36 años, no está nada mal físicamente, practica mucho deporte y es muy buen amante.

Nuestra relación tanto en el plano afectivo como sexual, va muy bien.

Tenemos una pareja de amigos, Jose y Helena, que llevan 5 años de noviazgo y están preparando para casarse durante las próximas navidades.

La verdad es que los cuatro nos llevamos muy bien, se puede decir que nos tenemos mucho cariño.

La historia es que de un tiempo a esta parte, he notado, que Jose me mira mucho, y muy a menudo, cuando nuestras parejas no están presentes me lanza piropos algo subidos de tono.

Una noche me desperté después de haber soñado que hacía el amor con él, y estaba totalmente empapada. Tuve que masturbarme para poder volver a conciliar el sueño.

El caso es que desde aquella noche, poco a poco, se fue introduciendo en mi cabeza la idea de tener una aventura con Jose.

Me sorprendía a mi misma, nunca antes se me había pasado por la cabeza engañar a mi marido, nunca había tenido motivo, y ahora tampoco lo tenía pero en mi cabeza se empezaba a gestar la idea de tener una aventura extramatrimonial.

Los días pasaron, y mi “calentura” se fue enfriando, hasta que en una fiesta de cumpleaños de un amigo común, durante un baile, después de decirme lo hermosa que era, rozó sus labios por mi cuello.

En cuestión de segundos me sentí muy excitada, y si no fuera por que estábamos rodeados de gente, le hubiera besado apasionadamente.

Después del baile, el se fue a charlar con un grupo de amigos en el que se encontraba mi esposo y yo me fui hacia el jardín a tomar un poco de fresco.

La noche era hermosa y el cielo era estrellado.

Pasado un buen rato, empecé a sentir frío, me dispuse a volver a la casa, justo antes de que pudiera abrir la puerta, alguien tiró de mi brazo, era Jose, sin mediar palabra me besó apasionadamente, cuando quise darme cuenta, nuestras lenguas pugnaban por explorar la boca del otro.

Poco a poco fue bajando sus manos hasta llegar a mi falda, sin dejar de besarme me la subió hasta la cintura, una mano recorría mi culo, luego las dos manos.

Agarraba fuertemente mis nalgas empujándome contra él, de un tirón rompió mis bragas, poco después pude sentir su polla rozarse con mi pubis.

Deseaba verla, tenerla entre mis manos y saborearla en mi boca, pero no podía, Jose no dejaba de besarme y apretarme contra él.

De pronto, tiró de mí hacia arriba, quedando su polla a las puertas de mi sexo, en ese momento dejó de besarme, me miró a los ojos y de un golpe, me penetró.

No pude reprimir un grito de dolor, el se quedó inmóvil.

Su polla me llenaba por completo, le besé dulcemente y al oído le susurré que me follara, él sonrió de satisfacción, me apoyó contra la pared y con mucha delicadeza empezó a mover sus caderas haciendo que su grueso miembro me llevara hasta el cielo.

Era increíble el placer que me estaba dando, mientras devoraba mi cuello no paraba de susurrarle lo mucho que había deseado que llegara este momento, quería sentirme suya.

A cada roce de su polla en mi interior, a cada beso que me daba, mi cuerpo respondía aumentando el deseo.

No sé si era por la situación, y el lugar, pero nunca me había sentido tan excitada.

Le rogué que me follara con fuerza, Jose me complacía en cada petición.

Comenzó a embestirme violenta y profundamente, no podía reprimir mis gemidos, nada me importaba en ese momento, que deseaba que no acabara nunca.

Mis gemidos eran cada vez más audibles, Jose aumento aún más el ritmo, de pronto todo mi cuerpo se tensó y una tras otra me invadieron oleadas de placer que desembocaron en el orgasmo más intenso de mi vida.

Estaba realmente satisfecha, le pedí que me dejara saborear su polla, otra vez me complació.

Me arrodillé ante él, estaba reluciente empapada de mis jugos, era tan gruesa como la había sentido.

Empecé a mamarla con pasión, su sabor era delicioso.

Sentí como se hinchaba en mi boca preludio de su descarga, aceleré la mamada mientras masajeaba sus testículos, hasta que por fin se corrió inundándome la boca de semen, que no dudé en tragar.

Después de esa noche, nunca mas, hemos vuelto a follar.

Creo que en el fondo los dos sentimos que nuestra curiosidad había quedado satisfecha.

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