No sabíamos que hacer ya.
La situación económica era francamente mala y a pesar de que ella trabajaba como abogado, no nos llegaba a fin de mes.
Incluso Sofía ya me estaba regañando todo el día, y yo notaba que su admiración por mí ya no existía.
En realidad yo trabajo en las cosas de la casa: Lavo la ropa, preparo la cena, porque ella come normalmente fuera, y tengo todo planchadito y a punto.
Una tarde, me encontré con un amigo que tiene un local con chicas de alterne en un barrio de mi ciudad cercano. Se llama José.
¡Hombre, Antxón! ¿Cómo te va? Me preguntó… ¿Y Sofía?
No pude resistirme a contarle la verdad. Yá sé que José es un elemento peligroso y malencarado, pero yo le necesitaba.
¿Por qué le necesitaba?
Sofía siempre había tenido una fantasía sexual de ser una profesional del sexo; Le encantaba que yo le pagase sus servicios y sentía un morbito especial al pensar en el dinero que podría ganar.
Bueno, pues a mí se me había ocurrido unir éste interés con la posibilidad de que ganase un dinero fácil, con clientes de José, y así recuperar nuestra maltrecha economía.
Al preguntar a José si en su opinión mi mujer podría ganarse a los clientes, y al advertirle de que ella no sabía nada, él me dijo que ya no se acordaba bien de Sofía, y me propuso que nos viéramos todos alguna día.
Le invité a cenar un sábado en mi casa, él me dijo que se haría acompañar por su jefe de local para que la opinión fuera certera y nos despedimos amistosamente.
¡Hasta entonces!
Al llegar por la noche a casa, se lo conté a Sofía. No le dije, sin embargo, el verdadero motivo de la reunión, pero ella se alegró de todos modos… ¡habíamos bromeado muchas veces sobre la posibilidad de que ella trabajara como puta en su local, durante las fantasías sexuales!
El día de la cena llegó. Sofía y yo preparamos una cena abundante, y todo estaba preparado. El timbre sonó.
José venia escoltado por su jefe de local, Arturo y los dos venian sonriendo.¡Hola, Sofia, Hola Antxón! ¡Cuánto tiempo!
La cena transcurria amena y divertida; El vino era aceptable y la conversación giraba en torno al local de José y lo mucho que ganaban las chicas que trabajaban con él.
Sofía estaba impresionada por lo mucho que se podía ganar atendiendo a los clientes, preguntaba y preguntaba todo lo que se le ocurría… ¿Y, se puede dejar cuando una lo quiera? ¿Qué porcentaje se queda cada una?
Yo decidí romper el hielo…y pregunté a José si en su opinión una mujer como Sofía podría también trabajar para él, y cuánto podría ganar.
La respuesta de José sorprendió a Sofía. La cantidad era enorme. ¿Sí? ¿Tanto? Dijo ella.
Sí, pero Sofia, cariño, no sabemos cómo estás aún físicamente. Objetó José.
Y le propuso hacer un streaptease allí mismo, para comprobarlo. Sofía entró al trapo. Me miró, yo asentí, y se fue a la habitación para cambiarse.
Todo iba bien.
Yo mientras, serví el postre y los cafés. José y Arturo se encendieron unos grandes habanos y un poco de cognac cada uno.
Sofía entró con aire ceremonial.
En ropa interior negra, y con el pelo suelto. Una música sonaba. Se desnudó completamente y se paseaba entre nosotros tal cual. Como una reina.
José se la acercó. Le palpó los pechos para ver si estaban aún turgentes. Le tocó los papos del culo, y los muslos por dentro. ¡Sofía, estás en forma! Dijo mientras se la pasaba a Arturo..
Arturo era diferente. No se andaba con miramientos. Tendría unos 40 años, y pinta de haber guerreado en mil batallas infernales.
La hizo apoyarse en la mesa y por detrás le metió la mano agarrando bien su vulva, que ya estaba húmeda.
Le aplaudió el culo con sus manos, manoseó el agujero de su culazo y los grandes pechos se los puso en la boca. Parecia encantado de tener el postre en la mesa.
Bueno, y..¿Qué opináis? Preguntó Sofia. ¿Estoy ó nó estoy como para trabajar?
La respuesta era afirmativa. Podría trabajar para ellos.
Sofía entonces, ya con un albornoz encima se animó mucho. Todo eran preguntas y quería saber cómo empezar.
José nos dijo que lo mejor era que Arturo la pusiera al día.
Entre los dos la iban a enseñar todo lo que hacía falta saber, de forma que no hubiera clientes insatisfechos en su burdel.
A Sofía le pareció bien, aunque me miró para ver si yo lo aprobaba. Entonces los tres se fueron al interior de la casa. Entornaron la puerta y dejé de oírles…
Yo aproveché para fregar los platos, ordenar la vajilla, limpiar todo a Sofía le gustaba todo en su sitio y en ése día tan especial yo quería agradecerle lo que estaba haciendo por mí.
Desde la cocina no oía nada, y cuando terminé me acerqué a la puerta para ver cómo iba todo. Sofía estaba chupando un rabo enorme y tatuado, el de Arturo. José le metía su verga por el culo con aire desganado.
Se veía que lo hacía de forma habitual. Por los muslos de Sofía caía un chorro que venía de arriba y que me probaba que ella iba a disfrutar con su nuevo trabajo.
Practicaron todo lo practicable. Los dos a la vez, uno por delante y otro por detrás y se corrieron en su cara y en su vientre con estrépito.
Al terminar, los tres volvieron al salón. Todo iba como debía ir. Arturo y José, propusieron a Sofía que ésa misma noche pasara por el local, para ir comenzando el trabajo y conocer a las otras chicas.
Se fueron los tres. Antes José me dijo que una exigencia suya era poder venir a mi casa a follarse a Sofia cuando le viniera en gana, como requisito mientras trabajase para él. Era un «pago en especie». Aceptamos también; Era lógico, él era el dueño del establecimiento.
Yo ví la tv y después me fui a dormir, aunque reconozco que me hice una paja grandota antes de dormir…Me había puesto tan bravo!
Sofía llegó de madrugada. Durmió hasta tarde del día siguiente y estaba agotada, aunque encima del aparador de la entrada de la casa había un buen fajo de billetes. Había sido una noche de sábado con mucho trabajo.
Y era feliz, porque yo estaba contento.
Así que ahora todo va mejor.
Yo sigo limpiando y fregando la casa, para que Sofía vea que me esfuerzo como ella lo hace, y ya no tenemos problemas económicos. Sofía me da dinero cuando lo necesito y se lo pido.
José viene de vez en cuando, y se la tira en nuestro cuarto, y lo que me molesta es el olor a tabaco que deja con sus habanos.
El sexo entre nosotros va bien.
Ella suele estar harta de tanto pero me suele dejar que le chupe su vulva, a veces se anima y me da por el culo con un arnés que compramos en una sexshop, y lo que me deja hacer de vez en cuando es que yo vaya al club, y pague por sus servicios.¡Entonce me trata como a un Rey!