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Más que agradecida

Más que agradecida

Había sido ardua la tarea de Carlos pero había convencido a los directivos de la empresa y obtuvimos uno de los mejores contratos desde que teníamos la consultora de empresas juntos.

Su exposición fue brillante y había deslumbrado a los directivos de la empresa y gracias a ello el trabajo les reportaría una buena suma de dinero a repartir para cada uno.

Muy contentos y sonrientes salimos charlando de cosas triviales rumbo al estacionamiento donde Carlos había dejado su automóvil.

Me sentía muy reconfortada por la labor de mi colega. Siempre lo había admirado por la forma en que se desenvolvía y hoy más que nunca.

Llegamos al lugar apartado de la playa subterránea donde había dejado el Renault y antes de arrancar me propuso celebrar el éxito obtenido yendo a tomar algo juntos.

Le dije que sí, por supuesto y fue cuando Carlos me sorprendió con un beso y unas caricias en mis senos a través de la ajustada blusa que llevaba puesta.

No opuse resistencia. Sabía desde hacía mucho tiempo que Carlos, a quién había conocido en una reunión de amigos, a la que había concurrido con mi actual esposo ya que eran compañeros de trabajo, siempre me había visto con buenos ojos y es más, estuvo a punto de declarárseme según me contó tiempo después mi marido, el que le había ganado de mano en esa oportunidad.

Siempre fue muy halagador para mí saber que en determinado momento dos hombres se disputaron mi corazón, aunque me enteré tiempo después de que había formalizado con uno de ellos.

Igual no se si hubiera cambiado pero siempre lo estimé mucho a Carlos por ello y hasta me puse un poco celosa cuando nos presentó a la mujer que en definitiva se casaría con él. Me parecía que no era para él porque era una mujer muy agria, a pesar de ser bonita y tener buena figura y con el correr del tiempo lo fue demostrando día a día.

Nos seguimos viendo los cuatro pero realmente no la trago y creo que ella a mí tampoco y máxime porque su marido me trata de maravillas cada vez que estamos juntos.

Es celosa y cuando nos reunimos con Carlos por razones de trabajo, suele aparecer de sorpresa, tanto en casa como en la puerta de alguna de las empresas que supervisamos en común. Hasta ahora no tenía motivos pero si se llega a enterar lo que pasó entre nosotros no se qué puede llegar a suceder.

Retomando el hilo del relato les diré que seguimos besándonos dentro del automóvil y de pronto, no se ni cómo, le susurré al oído que quería darle una sorpresa en agradecimiento por todo lo que había hecho y también como recompensa por todo el cariño que siempre me había profesado.

Dirigí mi mano hacia su entrepierna y bajándole el cierre de su pantalón le saqué afuera su miembro, que a esta altura estaba por estallar.

Se lo empecé a acariciar suavemente subiendo y bajando mi mano por el tronco provocando que la piel se deslizara de arriba abajo y dejara al descubierto la rojiza cabeza.

Lo noté muy excitado y entonces me incliné y posando mis labios sus labios sobre esa brasa caliente comencé a succionársela.

Me la introduje toda y empecé a pajearlo con mi boca sin la ayuda de las manos, las que estaban entretenidas en acariciar sus velludos testículos.

Carlos se estremecía todo y parecía que no se iba a aguantar.

Quiso apretar su sexo pero se lo impedí y seguí mamándolo más aceleradamente no obstante que me pedí que no continuara porque no se iba a poder contener.

No me detuve y la descarga fue tremenda. Profusos chorros de semen fueron directos a mi garganta y me tragué toda la leche sin derramar ni una sola gota.

Todavía gimiendo me dio un beso en la boca y me agradeció casi sollozando lo que le había hecho. Dijo que nunca había gozado así con una mujer y que a su esposa le daba asco chupársela y desde que era joven que no le habían dado una mamadita tan buena como esta

Me sentí muy bien y corroboré por sus dichos que su mujer era peor de lo que yo pensaba y que no sabía como tratar y complacer a un hombre

Salimos del estacionamiento sin que nadie de los que circulaban por allí se hubiera dado cuenta de lo acontecido y rumbeamos para mi casa.

Estaba muy contento y yo también.

Al pasar por la zona del Once donde hay varios albergues transitorios, me guiñó un ojo y que me preguntó qué me parecía hacer una escala.

Opuse una leve resistencia pero no la suficiente y como estábamos los dos calientes ingresamos en uno de ellos.

Apenas ingresamos en la habitación nuestras bocas se buscaron y estuvimos un buen rato abrazados. Después nos desvestimos rápidamente y una vez metidos en la cama volví a acariciarle su verga y me dispuse a chupársela, ya que tanto le había gustado.

Carlos me hizo girar y hundió su cara en la ya humedecida conchita y empezó a comerme el clítoris.

Tuve un par de convulsiones y el orgasmo llegó de inmediato.

El sabía cómo manejarme y dos de sus dedos de él, aprovechando la catarata de flujo que se derramaba por mi raya penetraron en mi culo y me hizo estremecer.

Luego subió una de sus manos y me apretó los pechos y comenzó a chupar como un bebé hambriento mis duros, calientes y rosados pezones.

Después de mamársela un buen rato su verga estaba en su plenitud y girando abrí mis piernas y me preparé para montarlo.

Tomando esa pija dura me la apoyé en la concha y la introduje suavemente. Luego empecé con un movimiento acompasado que fue “in crescendo” porque me vino otro orgasmo más fuerte que el anterior.

Le sugerí que me penetrara por detrás y no lo podía creer. Nunca lo había hecho con ninguna mujer y se entusiasmó con la idea. Por supuesto que me contó que su mujer jamás se lo había permitido.

Le lubriqué su pija con saliva y le pedí que me la pusiera suavemente. Cuando empezó a penetrarme lo sentí pero lo insté a continuar. Manejé mis glúteos, apretándolos cuando el miembro entraba y aflojándolos cuando salía para facilitar las cosas. Los movimientos eran coordinados y realizábamos una perfecta conexión y como ya estaba dilatada el miembro entró hasta los testículos.

Cuando Carlos notó que mi concha estaba nuevamente humedecida, aceleró el trámite y ahora sí, acabamos casi simultáneamente.

Quedamos exhaustos tendidos sobre la cama por un buen rato.

Nos duchamos juntos y luego pidió una botella de champagne que nos tomamos mientras nos vestíamos.

Brindamos por el éxito de la reunión en la empresa y por nuestro encuentro furtivo y luego rumbeamos hacia casa, donde seguro me estaría esperando mi marido.

No combinamos ningún otro encuentro y nos despedimos con un beso normal en la puerta de casa.

Estoy segura que este encuentro volverá a repetirse de vez en cuando. La pasamos bien los dos y como nos vemos seguido por nuestro trabajo es más fácil desaparecer por un par de horas sin despertar sospechas en nuestros respectivos cónyuges.

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