La tentación se llama Pam

Me llamo Paloma, pero todos mis amigos me llaman Pam.

No quiero dármelas de creída, pero esto se debe a mi parecido con Pamela Anderson.

Soy bastante parecida a ella, pero yo no he tenido que recurrir al quirófano para ello.

Soy rubia natural, mis hinchados labios no han sido retocados, mi cuerpo ni siquiera ha tenido que pasar por el gimnasio y mis enormes pechos han crecido solos.

Como siempre he tenido tanto éxito con los hombres tengo todo lo que quiero y puedo elegir amante con toda la facilidad del mundo.

No me duran más de dos semanas.

Me aburro de ellos, es mejor probar por todos los lados.

Mis amigos me dicen que como siga así voy a acabar mal, pero bueno, les hago una mamada y se les quitan las ganas de decirme como he de vivir.

Tengo 26 años y salimos juntos desde los 18, cuando entramos en la facultad.

Yo todavía no era la que soy.

No había conocido a Marcos Antonio, un cubano que estuvo conmigo unas semanas hasta que se cansó de mí.

No fue mi primer novio, pero fue el único que me ha dejado a mí y no al revés.

Él me enseñó todo lo que sé. Con él descubrí lo que es disfrutar del sexo.

Pero no quiero entretenerme, que esa no es mi historia.

Decía que somos una pandilla muy numerosa, somos unos dieciséis, más chicos que chicas.

Algunos están emparejados, otros han traído a sus novias o novias al grupo.

He de reconocer que me enrollado con todos ellos, que los he probado alguna vez.

A todos menos a Jorge.

Él desde el principio se enamoró de Silvia y han sido novios desde entonces.

Llevan unos ocho años saliendo y están prometidos, se van a casar cuando le asciendan en la empresa.

Jorge es distinto a todos los demás.

No es que sea guapo ni nada, me refiero a que es el único que no me mira al escote cuando le hablo, sino que me mira a los ojos y no se comporta como los demás tíos que conozco.

No creo que nunca se la haya cascado pensando en mí. Esto me atormentó durante un tiempo. Me daba mucha rabia que una chica como Silvia (guapa, discreta, morena, con un buen tipito, pero no tanto como yo) se llevará a Jorge.

Me lancé sobre él como una posesa y me insinué abiertamente, dejándole claro que podía ser suya, pero él me rechazó y me recriminó que tuviera esa actitud.

Al ver que esa táctica me había fallado, me disculpé cuando le volví a ver (varios meses después, no podía verle a la cara) y decidí comportarme de otro modo.

Le pregunté si se lo había dicho a Silvia y me dijo que sí, así que también me disculpé con ella. Los dos me perdonaron…

Conseguí que él fuera mi confidente. Le decía que estaba arrepentida de la vida que estaba llevando, pero que estaba enganchado al sexo.

Él se creyó que ya sólo buscaba de él una relación de amistad.

El muy ingenuo no sabía que estaba planeando acostarme con él.

No quería tener una relación con él, sólo echarme un polvo con él y demostrarme que consigo a quien quiero.

Ya sé que suena mal, pero tanto tiempo obsesionada con eso hacía que sólo con verle mojara las bragas.

Además me estaba rondando la idea de tener una relación lésbica con Silvia, pero eso ya es otra historia. Me gusta el morbo, simplemente eso.

No pretendo que los dos se separen, sólo que disfruten de lo que no conocen.

Bueno, el verano pasado llegó mi oportunidad: me enteré de que se iban a Castellón y yo iba a veranear por allí.

No se lo dije, sólo les comenté que me apetecería pasarme por allí.

Ellos me invitaron amablemente a su apartamento.

No les confirmé si iría o no, pero ya tenía claro que sí que iría.

Silvia trabaja en una revista y yo conozco a su jefa, me debe un favor y conseguí que el miércoles la hiciera venir a Madrid para hacer un artículo importante.

Sólo estaría la tarde del miércoles y volvería el jueves.

Antes de que mi amiga la hiciera esa llamada, yo me presenté el martes.

Pasamos juntos el día y me entristecí con ellos por la marcha de Silvia. Sobre todo porque yo el jueves tenía que irme.

Para que no se preocupara (aunque no lo iba a hacer), les dije que saldría por ahí, que había conocido un chico y estaría fuera.

Cuando Silvia se fue le pregunté a Jorge si quería salir conmigo.

Como supuse, me dijo que se quedaría en casa leyendo.

Hacia las nueve me preparé para la «cita»: un vestido malva de una pieza bien ceñida, me quedaba algo pequeño pero me venía al pelo, lo había metido en la maleta a propósito y unos zapatos de tacón de aguja.

Si me sentaba con él se me veían las nalgas y me dejaba la mitad de mis tetas fuera.

Por supuesto, no llevaba sujetador y el tanga tenía pensado quitármelo cuando saliera.

Le pregunté a Jorge qué tal estaba.

No se atrevió a reprocharme nada y no quiso mirar más abajo de mis hombros.

Me preguntó si quería que me llevara a algún sitio, pero le dije que me esperaban en el pub de la plaza y que luego nos iríamos por ahí.

No me costó encontrar a alguien que me llevara al pueblo (no está demasiado lejos de la urbanización donde tenían el apartamento, pero hay que ir en coche).

Bebí, provoqué, pero me marché sola y busqué una cabina.

Ya antes, en unos aseos, había dejado el tanga.

Me rasgué el vestido por abajo y rompí la cremallera trasera. Desordené mi cabello y estropeé el maquillaje.

Rompí el tacón por la mitad de uno de mis zapatos y tiré el otro a la basura.

Unas lágrimas de cocodrilo, unos dedos para irritarme un poco por encima la vagina, perfecto, ya podía llamar a Jorge.

Ya era casi la una.

Con la entonación más lastimera que supe fingir le dije que me habían intentado violar y que me había escapado y no sabía que hacer, que estaba en una cabina y que tenía mucho miedo.

Si hubiera habido un jurado, el Óscar hubiera sido para mí. Jorge me dijo que me esperaba, que iba para allá con el coche a buscarme.

Comprobé si mi vestido estaba apropiado y sí, si quitaba la mano de la parte de arriba se caía hasta el vientre.

Remangué un poco más la parte de abajo para que me viera mi coñito depilado sólo con sentarme y esperé. No tardó en llegar Jorge.

Me abracé a él y llorando le dije que nunca iba a cambiar, que no le hacía caso y al final me había pasado lo que tenía que pasar.

Él fue muy cariñoso conmigo y me preguntó qué había pasado.

Le dije que calenté a un inglés y que me quiso violar en la parte de atrás de un local, que me arrancó las bragas, me destrozó el vestido y me metió los dedos abajo, que por suerte una pareja pasó y pude salir corriendo…

– Sube al coche, vámonos.

Subí al coche y me senté en el asiento de al lado.

Fingí estar muy compungida y no me di cuenta de que el vestido apenas me tapaba la entrepierna.

Jorge seguía sin querer mirarme y yo ya estaba cansada de sostenerme el vestido, así que me fingí la dormida y dejé caer los brazos y el vestido.

Mis senos quedaron descubiertos.

Por fin me veía Jorge mis paradas tetas y mis pezones encarnados y duros como un botón dispuestos a ser lamidos. Noté que dio un brusco volantazo.

Notaba que me miraba a la cara y que no podía evitar mirarme de arriba abajo.

Estuvimos a punto de estrellarnos. Cuando llegamos, me movió un poco el hombro, con suavidad.

-Ya hemos llegado.

Al bajar del coche conseguí que la falda me quedara por encima del pubis; luego me tropecé al caminar y caí de rodillas, haciéndome daño en el tobillo.

No podía apenas caminar, así que me subió Jorge en brazos.

Mi coño estaba al rojo vivo, lubricado como nunca, y estaba al aire.

Estaba medio desnuda en brazos de mi hombre. Me dijo que me iba a limpiar las rodillas antes de dejarme en el sofá.

Volvió con un trapo mojado y con agua oxigenada y me tocó un poco el tobillo. Me dijo que si me hacía un masaje y me dejé hacer.

Yo me tapaba la cara con el brazo para permitirle que me siguiera disfrutando.

Me tumbé y él empezó un masaje en mi pie.

Estaba disfrutando de mi coño depilado, por el cual una cantidad enorme de flujos estaba discurriendo.

Le pedí que subiera un poco, que me estaba relajando mucho y él obedeció. Me abrió las piernas y se puso en medio. Mmm…

Por fin llegó a los muslos, aunque no se atrevía mucho a subir. Gemí un poco. Le pregunté si estaba cansado.

– Te has portado genial y yo te debo otro masaje.

Intentó negarse, pero le fue inútil.

Me levanté hacia él (ahora me miraba a la cara) y le dije que se quitara la camiseta.

Me puse detrás de él y pegué mis senos en su espalda. Pude ver que tenía una erección enorme. Le masajeé los hombros.

Ambos estábamos sudados, hacía mucho calor.

No sabía cómo dar el siguiente paso. Estaba excitado, pero si le besaba seguro que me dejaría.

Me moví y me resentí de la lesión.

Caí a un lado gritando y él se dio la vuelta y me recogió. Sin querer le toqué el paquete. Me abrazó. Nuestras caras estaban muy próximas. Ambos jadeábamos.

No aparté la mano de su entrepierna y él bajó su mano por mi costado. Me besó. Primero con dudas, luego al responderle yo con fuerza, abrió su boca y entrelazamos nuestras lenguas.

Le frotaba el pene por encima del pantalón corto y él buscaba mis senos. Los dos nos acariciábamos por todo el cuerpo.

Cada roce con mis pezones o en mi clítoris me hacía gemir. Yo le había bajado el pantalón y vi que su erección era enorme. Su polla no era demasiado grande, pero era muy bonita, tenía un tamaño considerable, me pareció perfecta.

Jorge fue bajando sus besos hasta hacerse con mis pechos. Yo le masturbaba y hacía aparecer y desaparecer su glande colorado. Se lo quería chupar, estaba bien lubricado. Fui hacia su verga e hicimos un 69 fantástico. Ambos nos absorbimos nuestros jugos, pero yo quería más.

– Métemela, Jorge.

Él estaba muy excitado y se dio la vuelta y me la metió de un golpe. Grité y le pedí más. Le busqué su culo y le metí un dedo en su agujero. Le sorprendió mucho y tensó sus glúteos.

Le pedí que me metiera a mi su dedo en mi ano. Le chupé sus dedos y lo hizo. Volví a suspirar.

Desde que empecé a hacerle un dedo su polla se había puesto aún más dura. Entraba y salía con fuerza de mí y también jadeaba. Me decía que me deseaba y yo le decía lo mismo. Y nos besábamos.

Me dijo que iba a terminar. Le metí más el dedo y se corrió dentro de mí. Una corrida fabulosa. Me había hecho gozar mucho.

Como sabía que ése sería nuestro único polvo, me levanté y le limpié la verga con mi lengua, ensalivándola, tragándomela.

Le dije que le quería cabalgar y eso hizo efecto y volvió a empalmarse. Me puse sobre él y empecé a saltar.

Él me agarraba del culo y de las tetas con lujuria, aunque le estaba haciendo un poco de daño con mi brusquedad. Yo gritaba con cada arremetida y decía sí, sí, quiero tu polla bien dentro.

Le pregunté si me quería ver a cuatro patas. Me puse en esa posición y me entró por detrás.

Después de un mete saca frenético le dije que me metiera más dedos en el culo, que quería que me penetrara por ahí.

Por fin sacó su vocabulario grosero y me dijo que tenía el agujero ensanchado, me llamó puta y lo ensalivó. Me metió su lengua y le pregunté si Silvia le había permitido darle por culo. Me dijo que no y me metió el tronco en el culo.

Me dolió bastante. ¿Quieres más rabo? Toma, y me metió más rabo. Grité más y le excité, por lo que volvió a embestirme. Noté sus huevos en mi culo. La sacó de nuevo y la volvió a meter. Una y otra vez.

Me estaba matando y le insultaba, aunque ya me estaba metiendo hasta cuatro dedos en la raja y estaba gozando como nunca.

Conseguí que me dijera que me deseaba más que a Silvia, que deseaba mi cuerpo, mis tetas, mi coño.

Él decía que sí a todo y seguía follándome y me preguntaba si quería más rabo. Yo decía que sí.

Estaba gozando con tanta presión y se corrió por fin. Otra buena ración de leche.

Le dije que nos ducháramos y lo volvimos a hacer, esta vez de pie, yo enroscando mis piernas sobre su cintura y él sujetándome y culeándome.

Nos acostamos y nos quedamos dormidos. Por la mañana me desperté antes que él y vi que ambos estábamos desnudos.

Me excitó verle su pene tan pequeñito, así que empecé a agitarlo, a acariciarle los testículos.

Me lo llevé a la boca y en poco tiempo volvía a estar enorme. Jorge se hacía el dormido.

Me puse sobre él y volví a cabalgarle. Jorge intentó pararme y me decía que me parara.

Yo le dije que era la última vez que podríamos disfrutarnos y me besó los pechos y follamos de nuevo.

Cuando se iba a correr, le dije que me eyaculara en los pechos y en la cara. Se corrió sobre mí y yo me restregué su semen por el cuerpo y por la boca.

No hemos vuelto a follar juntos.

Él me evita siempre que puede y nunca me ha hablado de lo que vivimos juntos.

Con Silvia conseguí una noche de despedida de soltero de una amiga emborracharla y tirármela y hacer que se la follara el streaper de su tranca de 20 centímetros.

La rompió incluso el culo.

Con ella también la excusa de las copas y el juramento de no decirle nada a Jorge funcionó, pero ahora casi nunca les veo.

La última vez fue en su boda.

Ahora son felices, aunque no sé si el hijo que ella espera es de Jorge o del tipo de la verga enorme.

Da igual, ambos se quieren mucho.