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La amiga de mi mujer

La amiga de mi mujer

Un día se presentó mi mujer con una nueva amiga suya. Una chica japonesa.

Me dio una tremenda sorpresa lo que me propuso. Ir los tres al cuarto de baño (como os imaginareis es bastante espacioso); desnudarnos completamente y masturbarnos cada uno en su rincón.

Una especie de juego. Y haber quien se corre antes.

Lógicamente acepte pero dispuesto a ganar la partida, es decir ha no correrme antes que ellas, o por lo menos una de las dos.

Realmente complicado. ¿No os parece?.

Nos metimos en el baño y cuando nos desnudamos ellas comprobaron que yo ya estaba empalmado. La japonesa era una auténtica monada.

Estilizada; de rostro sumamente bello; pechos finos pero exquisitos. Mi mujer en cambio es más robusta como yo.

Nos pusimos cada uno en un lado. Las dos miraban mi falo en toda su erección. No le quitaban el ojo.

– Hay que poner condiciones- dijo mi mujer.

– ¿Cuál?- dije yo.

– No vale pararse. Si se para uno. Pierde. Se puede ir lento.

– ¿Qué más?- insistí.

– Hay que mirar al otro. Es decir no vale mirar al suelo o al otro lado-decía la loca cachonda de mi mujer-.Por ejemplo tu tienes que mirarnos a las dos o a una de las dos y nosotras te miraremos a ti.

– Ok- dije yo.

– Empecemos- dijo esa lujuriosa esposa que tengo.

Yo me la meneaba lentamente. Ellas se acariciaban los clítoris. Yo miraba sus rostros indistintamente pero reconozco que al ver a la japonesita me ponía a mil.

Comenzaban a oírse nuestro jadeos. La verdad es que no se porque estábamos tan callados.

Me decidí a ponerlas desesperadamente cachondas. Empecé a meneármela más rápido.- Y ahora os metéis los dedos.- les dije.

Así con una mano se acariciaban y con la otra se metían uno o dos dedos. Si yo jadeaba apretando los dientes, comencé a oír los suspiros de mi esposa.

Así estuvimos unos diez minutos.

Parecía que en cualquier momento podía correrme pero estaba aguantando como un macho. Hasta que de ponto la nipona cambió su expresión y esbozó una sonrisa que delató su corrida.

Nos mostró su mano pringosa.

Nada más hacer esto solté una gran cantidad de semen.

Una semana después mi esposa nos propuso otro juego. Haber quien se corría mas veces. “Trampa”, pensé yo. “Me vais a ganar”.

– Tenemos de tiempo cada uno media hora – dijo la zorra de mi mujer.- Se que piensas que te ganaremos, pero vamos a hacer una cosa para estimularte. Ella es la que te va a pajear.

A mi se me caía la baba.

Nos desnudamos y la chica oriental puso su suave mano sobre mi polla. Lo hacía muy lentamente y me encantaba. No tarde mucho en correrme. Fue maravilloso como me miraba con sus ojos rasgados.

Esa delicia de terciopelo me volvía loco.

Seguía y seguía. En media hora creo que eyaculé tres veces, como hacía tiempo que no lo hacía. Al final de todo le daría un beso a mi mujer pero me encontraba desmadejado.

Aún así me tocaba trabajármelo a mi pero me llevé una desagradable sorpresa. La japonesa se lanzó a por el coño de mi mujer a toquetearlo.

Con una mano le frotaba vertiginosamente el clítoris y con la otra le metía un dedo.

Mi esposa tenía espasmos, gemía, cerraba los ojos en un éxtasis. Creo que se corría repetidas veces; y hasta llegó a eyacular. En todo el tiempo que llevábamos casados jamás le ocurría eso conmigo. Le salía un líquido espeso y blanco; luego también transparente.

Su cuerpo parecía levantarse del suelo. Se le notaba sobre todo en los muslos. ¡Como se contraían!.

Entonces me dijo de repente:

– Este…Arturo…que soy lesbiana.

Actualmente estamos siguiendo el trámite del divorcio. Ella alega ante el juez que soy un cruel mental.

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