Intercambio inesperado
La relación que llevo con mi novio siempre ha sido estable, pocas ocasiones peleamos, y cuando lo hacemos siempre nos reconciliamos en la cama.
Nuestra vida sexual es bastante buena y nos gusta experimentar cosas nuevas.
Cierta ocasión que fui a casa de mi novio tuve la oportunidad de saber uno de sus secretos mejor guardados. Resulta que ese sábado habíamos ido muy temprano al gimnasio y regresamos cansados y sudorosos, nos duchamos por turnos, primero el y luego yo.
Cuando salí del baño envuelta en una toalla, lo escuché en la planta baja hablando por teléfono con uno de sus amigos. Yo me dirigí a su recámara para vestirme y me di cuenta que había una extensión ahí.
Parecía que llevaban mucho tiempo hablando y la curiosidad me ganó, quise enterarme de lo que hablaban y muy lenta y cuidadosamente levanté la bocina del teléfono para escuchar.
Hablaba con Javier, uno de sus amigos de años. Lo primero que escuché fue la voz de mi novio que decía:
– Está arriba bañándose, no puede escucharnos.- Por lo cual deduje que no se dieron cuenta cuando levanté la bocina. Lo que oí a continuación me sorprendió. Mi novio le decía a Javier que le gustaba mucho su novia Elizabeth, que le parecía muy atractiva y que le encantaría probarla.
Me resultaba increíble que mi novio fuera capaz de decirle a su amigo algo así, tan normal como si se tratara de su auto y no de su novia.
Pero lo que dijeron después me sacó de onda aún más:
– A mí me pasa también tu novia. Me encantaría tirarme a Mireya, está bien buena y cada que la veo se me pone rígida a más no poder – dijo Javier con una voz lasciva, para luego completar:
– Es más, porque no intercambiamos un día de estos y así nos quitamos la tentación.- A lo que mi novio respondió:
– Está difícil, Mireya es muy conservadora y no aceptaría un intercambio, si le digo terminaría mandándome al diablo – Luego se quedaron un rato en silencio y Javier propuso:
– ¡Ya sé cómo hacerlo!, – Exclamó notablemente emocionado.
– ¿Cómo entonces? – Inquirió mi novio.
– Dejémonos el camino libre con nuestras respectivas novias, yo finjo no darme cuenta que cortejas a Elizabeth y tu haces lo mismo mientras conquisto a Mireya, y veamos quien se lleva a la cama primero a la novia del otro, ¿Qué dices? – Mi novio lo pensó un momento y luego contestó:
– Pues si te quieres arriesgar acepto, Mireya no te va a hacer caso, me es muy fiel y yo me voy a dar el banquetazo con Elizabeth –
– Nada es imposible, lo que quiero es darme la oportunidad de saborear a Mireyita –
– Bueno, en eso quedamos, luego te llamo, voy a ver si ya salió del baño –
Cuando cortaron, rápidamente colgué el teléfono y me dirigí al baño de nuevo, escuché subir a mi novio las escaleras y yo fingí que salía apenas del baño.
– ¿ Por qué tardaste tanto amor ? – me preguntó
– Estaba muy cansada y me quise quedar en la tina un poco más –
Hice un gran esfuerzo por ocultar mis emociones, estaba realmente enojada, la vergüenza, el rencor y los celos se mezclaron en mí en ese instante. Hubiera querido reclamarle ahí mismo, pero algo me decía que ya iba a tener mi oportunidad.
En toda la semana que siguió no pude concentrarme en mi trabajo, solo pensaba en lo sucedido ese día y en la manera de solucionarlo. La ocasión se dió el fin de semana, ya que al parecer decidieron poner en marcha su plan de intercambio.
Mi novio me salió con que su familia iba a visitar a unas amistades a no se que mentado pueblo fuera de la ciudad, que regresarían hasta el domingo ya muy tarde.
– Te invitaría, pero se que no te gusta salir con mi familia – me dijo como resignándose. Me dejó el teléfono de donde iba a estar y me dijo – Diviértete, te cuento el lunes como me fué – Ese mismo día, el viernes, me llamó Javier para «invitarnos» a salir:
– Mi novia no va a estar, sale fuera de la ciudad con una amiga y pensé en invitarlos a pasar el fin de semana juntos – ¿Casualidad?, definitivamente no.
Cuando le dije que mi novio se había ido con su familia, fingió (y fingió muy bien) que le daba sorpresa.
– ¡Qué lástima!, y yo que tenía tantas ganas de que saliéramos juntos – dijo
– Yo también, pero ni modo, ya ves – Aún no se porqué dije eso, pero me salió natural.
– No hay problema Mireya, si no te molesta, podemos salir tu y yo a donde quieras –
Estaba tanteando el terreno para acercarse a mí. Estuve a punto de decirle que no, pero recordé las palabras de mi novio – «Mireya me es muy fiel, no te va a hacer caso…» , y pensé que quizá el y Elizabeth se la pasarían muy bien juntitos, así que me decidí a divertirme yo también. – Ok, ¿ a donde tienes en mente ir ? – le pregunté muy naturalmente.
Se quedó callado un momento, seguramente no pensó que fuera a decir que sí, pero tomó de nuevo aliento y me propuso:
– Pues no preparé nada, esperaba que ustedes sugirieran algo, pero que te parece si vamos al centro comercial y tomamos algo, además hay una película que quiero ver, después ya veremos –
– De acuerdo, a qué hora pasas por mí mañana ? – pregunté de inmediato
– Paso por tí a las cuatro y media ok ? –
El primer paso estaba dado, aunque no tenía pensado serle infiel a mi novio, quería darle una especie de advertencia saliendo con su amigo, el seguramente estaba metiéndole mano a Elizabeth muy confiado de que yo estaba esperándolo en mi casa, y no soporté la sola idea.
El sábado madrugué y me dí un buen baño, me arreglé y preparé mi vestuario para poner a sudar a Javier, elegí una blusa ajustadísima color blanco y una minifalda negra, zapatillas y medias de likra, y para rematar un bikini diminuto con encaje al frente de color blanco que hacía juego con un wonder bra de media copa que resaltaba mis ya de por sí grandes pechos.
Lo escuché llegar en el auto, y cuando tocó el timbre, tomé mi pequeño bolso de mano y bajé las escaleras, me detuve frente al espejo del vestíbulo para mirarme de nuevo y asegurarme de ir impecable.
Al abrir, lo saludé con un beso en la mejilla y noté su turbación al ver mi atuendo. Muy caballerosamente me invitó a subir al coche y yo abordé, permitiéndole ver mis bien torneadas piernas al sentarme.
En el camino hablamos de varias cosas sin importancia, y yo hice como que no me daba cuenta que venía viendo mis piernas, pues por la posición del asiento, mi minifalda se subió un poquito, así que el panorama era de primera.
– Tengo mucho calor, pero no quisiera bajar el cristal mucho, no tienes aire acondicionado ? –
Pregunté y el rápidamente lo accionó, pero no sirvió. Se apresuró a decir:
– Lo siento, es que anda fallando y no he tenido tiempo de llevarlo a arreglar –
– No te preocupes, ya casi llegamos – Y así aproveché que no servía el clima para desabrochar dos botones de mi blusa, dejando ver buena parte de la línea que separa mis pechos.
Llegamos y dejamos el auto en el estacionamiento, al bajar, a propósito me incliné más de la cuenta para que el viera bien las armas que porto. Subimos y comenzamos a recorrer el centro comercial, muchas parejas iban y venían y nosotros veíamos los escaparates.
Veníamos muy despegados, pero como si todo se hubiera puesto de acuerdo para acercarnos, un joven que vendía en una florería se nos acercó y me dió un arreglo artificial: – ¡flores para su novia! – le dijo a Javier, quien después de salir de la sorpresa le preguntó – ¿Cuánto es? – y mientras le pagaba el arreglito, el hábil vendedor dijo:
– ¡ Hacen bonita pareja !, que se diviertan –
– ¿Ya ves? nos dijeron que hacemos buena pareja, imagínate que lo fuéramos – dije riéndome
– Lo dijeron por tí, que vienes muy guapa hoy –
– Gracias, ¿te gusta como me arreglé? – inquirí coquetamente
– Sí, me gustas mucho así, luces super sexy y tus ojitos color miel me fascinan- dijo
– Estás exagerando un poco, pero gracias por decirlo – y tomé su mano como si nada
Fuimos a tomar un helado y platicamos largo y tendido, y al dirigirnos al cine, ya íbamos bien abrazados, muy en confianza, yo con mi brazo derecho alrededor de su cintura y el con el izquierdo suyo sobre mi hombro.
Tenía la mano colgando en mi hombro izquierdo, y se la tomé con la mía jalándola hacia abajo, y entrecruzamos los dedos, yo acerqué su mano para que rozara mi seno izquierdo y se diera cuenta de sus dimensiones.
Para cuando compramos los boletos y nos formamos para entrar, ya iba severamente excitado, pues además de rozarme los pechos al abrazarme, me puse de espaldas a el y permití que me abrazara por la cintura desde atrás. Mi trasero quedó tocando su entrepierna y pude sentir que era cierto lo que le había dicho a mi novio por teléfono, que se le pone durísima conmigo.
Entramos a ocupar nuestros asientos y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, elegimos uno de los lugares más apartados y oscuros de la sala, el estaba a mi derecha.
Aún había luz, y crucé mis piernas, dándole un soberbio espectáculo gracias a la minifalda.
La función comenzó e inmediatamente nos pusimos cómodos. Lo primero que él hizo fue abrazarme acercándome hacia el. Todo iba muy normal, el título de la película no lo recuerdo muy bien, era algo sobre la infidelidad y el protagonista era Richard Gere.
Pasaron algunas escenas un tanto candentes y ambos recibimos el impacto de dichas escenas. Como no había nadie ni atrás de nosotros ni a los lados en muchos asientos, el se animó a iniciar la acción y comenzó acariciando los rizos de mi cabello para luego acariciar suavemente mi cuello, yo con una mano tomé la suya inquieta y la bajé hasta la altura de mis pechos, el de inmediato con la mano abierta comenzó a masajear mi seno izquierdo y yo me acomodé para facilitar las cosas.
El lo hacía muy lentamente, y ambos seguíamos viendo la película. Yo me estaba poniendo cachondísima y cerré los ojos imaginando que era Richard Gere el que me estaba fajando.
Con su mano izquierda atendiendo mis pechos, Javier acercó ahora la derecha a mis piernas cruzadas y las sobó de la rodilla hacia arriba, metiéndose bajo la minifalda hasta mis muslos, de ida y venida. Yo abrí las piernas y con los ojos aún cerrados sentí su aliento muy cerca, y para cuando los abrí sus labios ya estaban pegados a los míos.
De inmediato su lengua se abrió paso dentro de mi boca y comenzamos un largo y silencioso beso francés que duró hasta el intermedio.
Decidimos no terminar de ver la película, no tenía caso, le habíamos perdido la trama. Salimos del cine y más rápido que inmediatamente nos dirigimos al estacionamiento para irnos.
Dentro del coche me volvió a besar y yo desabotoné toda mi blusa, él perdió el aliento al ver mis senos y después de salir de su asombro solo atinó a decir:
– ¡ que tetotas ! ¿Qué talla eres? –
– no sé cuantos centímetros, pero si te sirve de algo soy talla 38C – dije orgullosa
– si sé de tallas, y créeme que se ven más grandes que eso – dijo aún sorprendido
Fué entonces cuando agradecí que alguien haya inventado el wonder bra. De inmediato se acercó y los sopesó con ambas manos, para luego llenarlos de besos y ensalivarlos a lenguetazos.
Yo no aguanté la tentación y sobé su pene por encima de su pantalón, estaba grande y duro, listo para el amor.
No sé cuanto tiempo estuvimos fajando deliciosamente, pero aprovechando un momento que nos escapamos del trance el me dijo:
– Vamos a un hotel ¿si? –
– ajá – fué lo único que salió de mi boca antes de abalanzarme sobre el a besarlo de nuevo.
Se nos hicieron una eternidad los pocos minutos que tardamos en llegar al hotel de paso más próximo.
Cuando llegamos, no pudimos aguantar y nos volvimos a enredar en un faje descomunal en el estacionamiento del hotel, solo que esta vez yo bajé su cierre y tomé su virilidad con mis manos, subiéndolas y bajándolas, masturbándolo mientras el manoseaba a voluntad todo mi cuerpo. Delicadamente tomó con una mano mi cabeza y la empujó levemente hacia abajo, como invitándome a chuparlo.
Obviamente yo acepté la invitación y bajé la cabeza para besar tiernamente la punta de su pene.
Besé y luego pasé a abrir un poco, solo un poco mis labios y probarlo. Mi lengua entonces se asomó y comenzó un recorrido por todo su falo.
El apretujaba mis nalgas con frenesí y yo me decidí a chupárselo en toda su longitud, entraba y salía de mi boca, yo apretaba mis labios lo más que podía para saborearlo mejor; y cuando menos lo esperé el dejó salir un gemido al tiempo que se vaciaba en mi boca. Salió tanto y con tanta fuerza que sentí que me ahogaba y me retiré, provocando que el resto de su semen salpicara mi cuello y mi barbilla.
Tomé un kleenex y me limpié el semen blanco espeso y abundante.
– ¡ Te salió muchísimo ! – exclamé sorprendida
– No te preocupes nena, queda todavía más – aclaró
Nos bajamos del auto decididos a todo, entramos y el pidió el cuarto, subimos hasta el tercer piso y al cerrar la puerta inmediatamente nos volvimos a abrazar y dar de besos.
Ya dentro del cuarto encendimos la luz y vimos que era amplio y bien ordenado. El me apretó juguetonamente una nalga y me dijo:
– ¡ ven que te voy a comer sabrosa ! –
– ¡ ay que rico ! – le respondí emocionada.
Nos abrazamos, me besó, y después me tomó por el trasero, me levantó en el aire y me sentó en el tocador, yo abrí mis piernas y el levantó mi falda, alcanzó mis pantimedias y las bajó, haciendo lo mismo con mi bikini de encaje, mientras yo me zafé como pude los tacones.
Desabrochó su cinturón y quitó sus pantalones hasta el piso, sacó su pene hinchadísimo por el placer y fue ahí que me penetró por primera vez.
Tuvo dificultades para hallar el camino, por lo que tomé su herramienta con las manos y la encaminé a la entrada de mi vagina, yo estaba tan mojada que no le costó trabajo entrar.
Comenzó a bombearme deliciosamente, muy lento y apretadito, mordía mis labios y masajeaba mis senos, cerré los ojos y puse las piernas alrededor de sus caderas, entraba y salía como todo un maestro, yo estaba en el cielo.
Mientras me gozaba, alcanzó mi bra y lo liberó, dejando libres mis pechos, que se movían al compás de la tremenda cogida que me estaba dando.
Los capturó con sus labios y chupó hasta que se cansó mis pezones, éstos se pusieron durísimos y yo alcancé mi primer orgasmo, mis contracciones vaginales se acrecentaron por la postura en la que me encontraba y un grito de placer salió de mi garganta mientras yo empapaba el tocador con mis jugos.
El no tenía para cuando terminar, y cuando se dio cuenta de que yo había tenido un orgasmo salió de mí y me cargó a la cama. Nos desnudamos totalmente y comenzó a lamer mi vagina y acariciar mis piernas.
Ahí, me dijo que quería que hiciéramos un 69, yo de inmediato me acomodé sobre de el y comencé a darle la mamada más fenomenal que he dado en toda mi vida. Su lengua se paseaba por entre mis labios vaginales tocando de vez en vez mi clítoris, que al recibir estímulo, me provocaba una sensación de placer que me latigueaba desde la vagina hasta la espalda.
Yo sentí tanto placer de estar en esa postura tan sensual, que las ganas de ser penetrada me volvieron y me levanté, me di la media vuelta y me ensarté en su mástil dispuesta a cabalgar hasta tener otro orgasmo. En esa posición el me acercaba para besarme, mamar mis senos y con sus manos repasar mi trasero, mientras yo subía y bajaba presa de un placer indescriptible, pues su pene, a pesar de que no era más grande que el de mi novio, si estaba muchísimo más grueso, deliciosamente ancho, llenándome hasta el fondo.
Yo gritaba de placer, gritaba, gemía y casi lloraba de lo rico que sentía, y mi reacción lo excitó a él aún más. En eso estábamos cuando me dijo que quería cambiar de posición. Yo me levanté y lo miré esperando que me indicara como quería hacerme suya ahora.
– Ponte de pompis mireyita, ahora te quiero coger de a perrito – dijo en tono categórico
– Cógeme como quieras – le respondí ansiosa de tenerlo dentro de nuevo.
Yo me acomodé en la posición y levanté mi trasero en el aire, casi de inmediato el tomó mis caderas y acercó su pene peligrosamente a mi ano, rápidamente lo tomé con una mano y nuevamente lo guie a mi húmedo recinto.
Comenzó de nuevo el mete y saca, solo que ahora lo hizo muy fuete y muy rápido, esa posición le encantó.
– ¡ que nalgotas tienes mireyita !, ¡ estás bien rica ! –
A mi novio le excita también esa postura porque tengo caderas muy amplias y mi trasero es abundante y firme.
– Más despacio por favor, me está doliendo un poquito – le dije, y era cierto, con ese pene tan grueso yo ya no sentía lo duro sino lo tupido.
El pareció no escuchar, por el contrario, arreció sus acometidas ahora estrujando mis senos, sentía como sus su cuerpo chocaba con mis nalgas.
Yo me bamboleaba hacia adelante y hacia atrás, y el placer me capturó de nuevo, estaba sintiendo la venida de otro orgasmo y volví a gemir y a gritar como nunca, el también jadeaba y gemía.
Finalmente sucedió lo que tenía que suceder, volví a sentir un orgasmo devastante, mientras el gritaba más fuerte derramándose dentro de mi vagina. Me dejó tanto semen que cuando nos separamos, escurrió abundantemente, manchando la colcha de la cama. Sudorosos y cansados nos quedamos dormidos.
Al despertar, me abrazó y me habló al oído, diciéndome que era muy linda, que me quería mucho y que me agradecía por todo el placer de ese día.
Yo también le manifesté mi satisfacción por lo ocurrido.
Por supuesto nuestra amistad seguiría como si nada, yo con mi novio y el con Elizabeth.
Fué hasta entonces que me pregunté – ¿Qué estarán haciendo mi novio y Elizabeth? –
Antes de irnos nos dimos otro buen faje y cuando me levanté a tomar mi ropa, el sentado en la orilla de la cama, me tomó por las caderas y me atrajo hacia el.
Quedé dándole la espalda y pude sentir su pene duro de nuevo picándome en medio de las nalgas. Me senté en el y dejé que me penetrara de nuevo.
Me dí unos cuantos sentones deliciosos en el hasta que volvió a eyacular, de nuevo dentro de mí. Antes de que le volvieran los ánimos, me vestí y el optó por hacer lo mismo.
Pero no terminó ahí, porque al salir del hotel volvimos a fajar en el coche, y de regreso a mi casa en cada semáforo en rojo, yo aprovechaba para mamársela otra vez.
Me dejó en mi casa, lo invité a pasar, pero era algo tarde y me dijo que tal vez otro día. Cogimos tanto que ninguno de los dos hubiéramos podido continuar.
Lo despedí, busqué algo de comer en el refrigerador, me quité la ropa, me puse mi pijama y me puse a ver la tele. Ese día caí como tronco y dormí hasta muy tarde el domingo.