Capítulo 5

Hogar dulce hogar V

Y yo tan contento y feliz porque sé que me ama y la prueba de ellos es que me saca a pasear por la playa, por alguna playa nudista, donde me coge de la mano y me pasea por la orilla los dos desnudos, pero yo con mi cinturón de castidad, el CB-2000 que ella me obliga a llevar siempre.

Y de esta guisa paseamos como dos enamorados mientras los demás nos miran y nosotros nos sentimos orgullosos de nuestro amor.

Y cuando alguna pareja se acerca a preguntarnos por qué llevo aquello, el cinturón, ella les contesta orgullosa que es que soy su novio cornudo consentido, que no puedo tener ningún placer sin su consentimiento, mientras que ella puede follar libremente como quiera, cuando quiera y como quiera.

Y prueba de ellos es que a veces, si los que se acercan son dos tíos por ejemplo, después de contestarles e informarles de nuestro amor, a mí me deja en la arena construyendo un castillo de arena, mientras que ella se echa sobre la arena para dejarse magrear por ellos, para chuparles sus pollas y para dejarse follar allí mismo, ante mis ojos, mientras que yo le construyo su castillo de arena y miro cómo me hace cornudo consentido.

Y feliz, sobre todo feliz. Porque antes de que ellos se la meten yo me he de acercar para lamerle el coño, de arriba abajo, excitarla, dejarla jugosa, lamerla bien lamida y luego apartarme para que una vez excitada y a punto, ellos la puedan follar a sus anchas.

Y cuando volvemos a casa ella me demuestra lo mucho que me ama y me da la oportunidad de demostrarle que yo también la amo, por lo que cuando se pone ante el gran espejo vertical que hay en una pared de nuestro cuarto y me pregunta si la amo, yo le contestó en silencio poniéndome a cuatro patas frente al espejo y pegando mi mejilla al suelo.

Y entonces ella ya puede poner su pie desnudo sobre mi nuca y mirarse en el espejo.

Le gusta y excita mirarse así en el espejo, mientras pone su pie sobre mi nuca, porque dice que hacemos un cuadro digno de ser pintado por Tiziano.

Luego me envía a la página web que me hizo abrir hace tiempo y allí me refugio haciendo todo lo que ella me pide.

Porque la quiero con toda mi alma, porque soy suyo y porque soy feliz a su lado ya que gracias a ella he encontrado el equilibrio, el sosiego y la paz espiritual.

Y entonces me voy a donde está ella, me arrodillo entre sus muslos, la beso en los labios de su coño dándole besitos tiernos, la lamo y le digo desde allí, arrodillado entre sus muslazos, que la amo y que soy feliz siendo su cornudo sumiso consentido.

– Porque desde que te conozco todo parece haberse iluminado –le digo arrobado-, por las mañanas me levanto contento, saludo feliz a la gente por la calle y hasta me fijo en los paisajes, de los que antes pasaba de largo.

Sé que te perderé algún día, que desaparecerás y que yo volveré otra vez a la tristeza de siempre, al sinsentido de mi vida, porque gracias a ti le he encontrado sentido a todo esto que antes no lo tenía, gracias a tu dominio me siento en paz, tengo equilibrio emocional y soy feliz.

Le has dado color a mí vida y sobre todo, le has dado sentido y felicidad porque ahora sé que yo he nacido para ser tu cornudo sumiso, tu esclavo fiel, tu criado, tu sumiso esclavo humillado y consentidor.

Mi vida no tiene sentido sin mi esclavitud a ti, sin ser tu esclavo cornudo humillado y por eso sé que cuando me dejes en libertad sufriré y no querré vivir.

Y ella me acaricia la nuca, me dice que me ama y que nunca me dejara, porque si algún día encontrara a un hombre del que se enamorara, a mí me llevaría de mayordomo a su nueva casa, para que pudiera seguir amándola, pero ya en silencio.

Y entonces ella se sienta en el sofá, me arrodilla entre sus muslos y me mira con tanta dulzura, que yo veo en el brillo de sus ojos el placer y la felicidad que siente con el poder que consigue con mi humillación. Se le ve que goza con ese poder que obtiene a través de mí.

– Me amas?

– Sí, mucho, con toda mi alma

– ¿Vas a amarme más?

– Sí, sin límite

– ¿Aunque sepas que ese amor llevar aparejado el humillarte, el hacerte cornudo?

– Sí, lo acepto

– Que aceptas, ¿qué?

– Que para gozar te sea imprescindible humillarme como cornudo.

Y entonces me lleva la cabeza a su sexo, me acaricia la nuca y me empuja la cabeza contra él.

– Lámeme y repite qué es lo que aceptas

– Acepto que para gozar te sea imprescindible humillarme como cornudo porque re corres al sentir el poder que sientes sobre mí.

– No te oigo, lame primero, luego di una frase, luego lame y así, para que te entienda.

– Sí, amor mío, te amo tanto que quiero que sientas planamente el poder de humillarme, que lo saborees y lo goces completamente, y sin límite, al saber que tienes a un hombre que te ama humillado por ti, porque él es feliz al ver que disfrutas al sentir el poder, al humillarlo. Quiero que sientas ese poder sin límites hasta que te corras con solo pensar que lo tienes, que puedes hacer uso de él.

Y ella me sube a su lado, lleva mi cabeza a su pecho y la deja allí apoya porque dice que le gusta tenerme allí, junto a su pecho, mientras ve la televisión o descansa en el sofá.

Y allí, mientras yo apoyo mis mejillas sobre sus tetas, y ella me acaricia la nuca, vemos la televisión, procurando no comentarle a ella si aparece alguna chica guapa en la tele, porque después de oír mi comentario ella, inexcusablemente, se enfurece, me dobla sobre sus muslos, me bajas las braguitas tanga y me azota el culo con su zapatilla, mientras me amonesta diciéndome que no quiere que mire a ninguna otra mujer, que no me roce con otra, que no hable con ninguna otra.

Y cuando me porto bien me premia como el otro día, cuando suspendió nuestro contrato, según la potestad que ella tiene, y nos comportamos como un pareja normal, salimos a una terraza a tomar algo, luego al cine, a pasear cogidos de la mano como dos novios normales porque ella me besaba en los labios con ternura, me decía que me quería y me comía la cara a besos.

Y así anduvimos algunas horas por la calle, paseando, besándonos y amándonos, hasta que al anochecer ella volvió a tomar las riendas de nuevo, según consta también el contrato que puede hacer a su arbitrio, volvió a poner el contrato en vigor con solo decírmelo, y entonces me cogió de la mano, me llevo al piso, me desnudó, me ató a una argolla que tenemos en el techo de la habitación y me azotó el culo fuerte, muy fuerte, para que no me acostumbrara a lo otro, a la relación normal hombre/mujer, según me decía, mientras me lo azotaba, y me hacía repetir, tras cada latigazo, que sí, que si deseaba seguir siendo su cornudo consentido y sumiso.

– No te oigo –me decía, mientras te arreaba un correazo en el culo.

– Sí, quiero

– ¿Sí quieres qué? –me volvía preguntar, mientras me atizaba otro correazo.

– Si quiero ser tu cornudo sumiso.

– Suplícamelo –me decía, mientras me daba otro correazo en el culo.

– Te lo suplico

. ¿Me suplicas qué? – volvía a preguntarme antes de darme otro correazo.

– Te suplico que me dejes ser tu cornudo sumiso.

Y cuando hubo conseguido que se lo suplicara unas cuantas veces que sí, que quería seguir siendo su cornudo esclavo, llamó a su amante y se pusieron a follar en mi cama, mientras yo permanecía arrodillado, como siempre, con mi delantal de doncella, pendiente por si se me requería para algo.

Y cuando se cansaron de follar, se abrazaron y pasaron así la noche mientras que yo dormí en mi sitio, el suelo, en la alfombra, por si me requerían para llevarles un vaso de agua o para lamerla a ella y excitarla a fin de que pudieran volver a follar, a hacerme cornudo.

Aunque otras veces, después de suspender el contrato y de darme cariño, tras llegar a casa, me quita el cinturón de castidad CB-2000 que siempre llevo puesto, me pone a cuatro patas y me folla con un strampon dildo que se coloca a la cintura mientras me llama putita, me pellizca los pezones, me dice que tengo un culo de puta precioso y me hace una pregunta que siempre me cuesta trabajo contestar.

– Qué es un hombre que se deja follar por su mujer antes de que ella llame a su amante.

– Un cornudo –le respondo yo convencido.

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