Capítulo 2

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GATACOLORADA Y CHARLINES

SIGUE, SIGUE, NO PARES.

Me miro en el espejo. Los ojos negros, la nariz pequeña, ligeramente respingona, la boca golosa, al sonreír dejo ver los dientes blancos un poco de conejita, el pelo negro a la altura de los hombros ya empieza a necesitar tinte para mantener el color. No soy alta, pero tengo buen cuerpo, cinturita estrecha, culete de azote que se mueve con ritmo de samba, patas de yegua, chochito depilado y pechos de 90, vibrantes con areolas oscuras y pezones como tetinas de biberón.

Elijo un corsé negro de cuero que me levanta los senos y los deja al aire. Resalta mis caderas que son cruzadas por las tiras de las ligas que van a sujetar mis medias. Las elijo negras, ahumadas, que contrastan con mi piel bronceada.

Dudo entre stilettos o botines, elijo los zapatos, son más fáciles de quitar y pueden dar más juego.

No perdí el hilo dental a propósito, pero lo que me has hecho al ir a buscarlo me ha vuelto loca, sacando una vena de sumisa que necesito satisfacer. Lo dejé en agua para que tu leche, que habías echado en él, se fuera disolviendo en el líquido, vertí la mezcla en un vaso alto, lo dejé en la heladera y lavé la tanguita con jabón.

Ya está seca, me la pongo, se me mete por el valle de las nalgas, apenas cubre los labios de concha. Me miró, estoy dispuesta. Saco el vaso con el mix de semen y agua y lo bebo, pensando en la leche que voy a tomar dentro de un rato.

Me cubro con un vestido camisero, sin mangas, casi una bata de andar por casa y voy en busca del placer. Llamo a tu puerta y me abres.

– Putita ¿vienes a por más? – me preguntas con una sonrisa de fauno devora niñas.

– Sí, vengo a por más.

Llevas una remera amplia con la lengua de los Rolling, un vaquero viejo azul claro y chanclas. Eres grandón, fuerte, un hombre que se sabe poderoso.

– Pasa- me tomas de la mano y me metes en tu piso. Y cierras la puerta. – ¿De verdad vienes a por más? Estás a tiempo de volver a tu casa.

– Quiero más.

Mientras hablamos cruzamos el salón, donde me usaste el otro día, y abres la puerta del dormitorio

– Si entras, sabes que voy a jugar fuerte contigo. Vas a ser mi putita y soy un poco sátiro.

– Sí, quiero que me uses como tu puta. He venido a eso.

Entramos. A un lado el baño, comunicado por un pequeño pasillo al dormitorio. La cama es grande, tiene esa altura en que el hombre te puede coger cómodo si estás en cuatro. Cabecero y piecero de hierro con dos columnas a cada lado. Un espejo de toda la pared lateral a la cama parece la puerta de un armario.

– ¡Fuera el vestido! – me ordenas. El tono de tu voz se ha vuelto exigente.

Me miro en el espejo mientras me voy soltando los botones y lo abro dejando ver lo que me he puesto para que me disfrutes. Mis tetas son ofrecidas con mis areolas y los pezones tiesos oscuros, grises en mi piel cobriza.

– Zorrita…Estás muy buena- susurras con lujuria, mientras sacas tu pija ya tiesa. Es una polla gorda, venosa, con cipote grande digno del espadón que tienes entre las piernas.

– Chúpala. – me ordenas.

Sé que quieres que me arrodille para hacerlo y lo hago. Tu verga queda a la altura de mi rostro. La agarré con mi mano y lamo el cabezón. Me gusta su sabor. Quiero que te des cuenta que soy una mujer que sabe comer pollas. Por eso me la voy metiendo despacio hasta chocar con mi puño que rodea su base. Vuelvo atrás, apretando con los labios su miembro hasta volver a poder lamer el ciruelo. Lo repito. Sé que quieres más. Y al tercer movimiento me la trago entera, me llega hasta la garganta. Y hacia afuera. Una vez, dos veces, tres.

– ¡Que bien la mamas …puta! – me dices mientras me agarras la cabeza para follarme por la boca.

Y me ocupo de darte placer, cuando está casi fuera la lamo, la mimo. Me dejas que sea yo la que te la chupe. Me concentro en el cabezón y su entorno, sé que te estoy volviendo loco.

– Para, ponte en pie.

Sé por qué no quieres acabar, no tienes 20 años, y te cuesta recuperarte. Y pretendes disfrutar más rato y de todas las formas de tu puta: yo. Ya habrá tiempo para soltarme tu leche en la boca.

A tu lado me veo pequeña, un juguete de tu lujuria. Tus manos van a mis tetas, pasas las palmas haciendo vibrar mis pezones duros, tiesos, necesitados de juego. Y lo haces, les das placer con tus caricias. Se vuelven cada vez más sensibles. Te miro a los ojos. Y veo a una fiera, la fiera que comienza a apretar mis pezones, pasando del mimo al dolor. Te das cuenta de que eso me excita aún más. Y los retuerces. Me muerdo los labios para no gemir.

– Zorra…suéltame el cinto.

Mientras sigues tocando mis tetas, te desabrocho el pantalón, tiro y cae al suelo. Me apartas para sacar los pies. La verga dura, saliendo de la bragueta del bóxer me está llamando, la agarro.

Y me das la primera nalgada. Siento el golpe de tu manaza en la nalga izquierda.

– Nena…las manos quietas. En tus caderas.

Te obedezco y me pongo en jarras. Otro azote, ahora en la derecha. Y tu boca va a mis senos. Estoy empapada, noto mi concha húmeda, ansiosa. Tus labios rodean mis pezones. Chupas, lames, muerdes. Yo estoy quieta, queriendo más y más. Excitada con la mezcla de caricia y dolor.

– Por favor…no puedo más …cógeme- te pido.

– Te joderé cuando yo quiera.

Te ríes lobuno y retiras el hilo a un lado y me metes dos dedos en el coño, violando mi intimidad. Entran fácil, estoy lubricada. Y me das otra nalgada, y otra y otra. Cambias de mano, la que azota, es ahora la que entra en mi chumino, para volver a golpearme. Las noto mojadas por mis flujos que humedecen los globos de mi culete.

No puedo más y empiezo a gemir. No paras de azotarme, de comerme las tetas y meterme los dedos y yo quieta, entregada: tu juguete.

Me va viniendo la ola del orgasmo, estoy en tus manos, dejas los dedos dentro moviendolos y jugando con ellos en mi vagina. Me muerdes el pezón, el dolor potencia mi placer y …

– ¡ AAAHHH!- me vengo desgarrándome en un grito y entonces me das un azote fuerte que me convierte en una catarata que rompe.

– No te he dado permiso para correrte…puta…voy a tener que castigarte… ¿lo sabes?

– Sí, cabrón…haz lo que quieras y méteme esa polla …a eso he venido…a que me folles…cerdo.

– Nena, voy a tener que enseñarte. Dame la tanga. – me ordenas mientras te quitas el calzoncillo. Tienes la verga dura, con un brillo especial en el cipote. Recojo nuestra ropa del suelo y la dejó en el galán de noche junto a la mezcla de silla y sillón de madera y enea.

– Una mujercita ordenada…ven-

Abres la puerta del armario espejo y veo parte de tu colección de juguetes. Sacas unas esposas de cuero con una cadena de unos 30 centímetros.

– Túmbate en la cama.

Te obedezco, me tiendo, sé lo que quieres, te doy una mano, colocas una esposa en la muñeca, tiras hasta llevarla al cabecero, y pasas la cadena por entre los barrotes, la sacas y usas la otra esposa para ponerla en la otra mano y me dejas prisionera, encadenada, un juguete para tu pasión. Quiero excitarte más.

– Cabrón, cógeme…mete esa verga de toro…fóllame.

– Nena, todavía no. Abre esas piernas.

Te obedezco y lo hago, te pones cómodo entre mis muslos y acercas tu boca a mi sexo, me echas el aliento, siento el calor, y pasas la lengua por el canal de mis labios, lames mis jugos más íntimos, y empiezas a comerme, sin prisas, haciendo que cada vez mi flujo sea mayor. Metes dos dedos en mi vagina, tranquilo buscas mi punto G. La boca ha ido a mi clítoris, lo descubres duro. Lo lames, lo chupas, juegas con él entre tus dientes, sin dejar de tocarme ahí…y no puedo más…me muerdo los labios para no chillar, quiero sorprenderte y lo hago: un squirt fuerte, salvaje, me desborda y vos, corres a beberlo.

– Putita… ¿te has meado de gusto? Viciosa…voy a tener que castigarte.

– Cabrón…dame más, quiero tu polla…cógeme.

Te levantas y vas al armario, sacas una fusta y te das dos golpes en la palma de la mano para que oiga como suena. Tiemblo anticipando de la mezcla de dolor y placer que me espera, Me pasas la palmeta de la fusta por el monte de Venus, lo haces muy despacio. Yo abro las piernas para que tenga acceso a mi chocho. Y tú juegas con mis labios íntimos para que yo sepa que soy tu muñeca. Me das un golpe muy suave que me hace levantar mi pubis buscando más. Y me lo das un toque más fuerte, que me vuelve a poner en la carrera. Y me pasas el látigo por los pezones. Tiesos erectos, duros me mandan una descarga de placer a mi sexo, me doy cuenta de que estoy en tus manos y que quiero que me tomes y uses.

– Date la vuelta…zorrita.

Giro, me quedo tumbada, atada, con culo dispuesto para el azote. Y llega el primero. Suave, pero seco. Y viene otro, y otro y, gimo, y vuelvo a sentir el escozor de la fusta en la carne de mis nalgas. Me doy cuenta de que sabes usarla para que pique, duela, pero no deje marca, solo el culo colorado, sabedor que le han castigado.

– Como una perra.

Y te obedezco. La correa que une las esposas me permite ponerme en cuatro. Me miro en el espejo. Estoy hermosa, las medias negras, las ligas que corren por mis muslos, el corsé que me remarca las formas, sumisa, esclava, entregada. Y me azotas fuerte en la zona que cubre el corsé.

– Putita, te has ganado 10 latigazos.

Y me los das contando: Uno ,dos …

Y yo suelto un AAYY cada vez que siento el golpe. El ver en el espejo como me azotas, me excita aún más. Empapada, mis flujos brillan en mi concha. Quiero que me folles ya. Necesito tu verga en mi coño. Y lo sabes. Yo ardo de lujuria. Vas al armario, sacas unas pinzas para los pezones. Me miras malvado, vicioso, amo de una hembra atada azotada, entregada. Me tocas las tetas como si fuera una ovejita a la que ordeñas. Y cuando me oyes gemir de placer, me pones las pinzas. Me aprietan, me duelen, me excitan.

Sin decir nada, dueño de mi placer, haces que me gire, para dejar mi popa al alcance de tu pija. Apoyas el cipote en mi coño, me agarras las caderas y te clavas en mí, llenando mi vagina encharcada. Me das un azote y el PLAS de tu manaza es el comienzo de un mete saca brutal. Hasta dentro, casi fuera, lento, rápido. Empiezo a maullar de placer, me llevas, me traes.

– AAAHHH- me vengo mientras me dejas empotrada en el mástil de tu verga.

– Ya te has vuelto a correr…que puta eres. – me dices mientras la sacas. – Date la vuelta. Y ponte mirándome…gatita.

Te obedezco. Quedó como una perra con la cara casi rozando tu polla dura. Con una mano agarras la cadenita que une las pinzas que aprietan mis pezones y tiras hacia ti. Con la otra te agarras la pija y empiezas a golpearme la cara, junto a mi boca abierta que te espera. Dolor, humillación, placer. Ahora eres tú el que vas a descargar tu semen, te vas a dejar de controlar, lo sé. Dejas la polla quieta, la lamo, la limpio con la lengua, la beso, me meto un poco, juego con mis labios dándote placer.

– Zorra…te vas a tragar toda la leche.

Sin dejar de jugar con la cadena que hace que mis pezones se sientan presos, apretados, usados, con la otra mano me agarras del pelo, y me metes tu tranca hasta que me llega a la garganta y me follas la boca, dominándome con tu hombría. Y por fin te descargas en mí, sujetando mi cara para que tome todo tu semen.

– Ahora te voy a desatar, te vistes y te vas a tu casa. Deja la tanga acá para que sepas …

– Quien me sabe coger. Pero si quieres que vuelva pídemelo.

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