Acabo de recibir la invitación para la Décima Reunión de Graduados de mi preparatoria. No sé si asistir, pero me hace pensar en los cambios tan increíbles en mi vida de entonces y la de ahora.
Hace diez años después de la graduación empecé a trabajar como secretaria en una fábrica de plásticos de regular tamaño. Era atractiva (rubia, ojos verdes, esbelta), pero muy tímida, medio opaca y virgen. Producto perfecto de doce años de educación en escuela católica.
Compañeros de trabajo, vendedores e incluso algunos clientes coqueteaban conmigo y me invitaban a salir con ellos, pero el hecho de que no cedía a sus requerimientos se propagó y pronto las invitaciones disminuyeron.
La compañía tenía la costumbre de enviar una docena de rosas a las secretarias que cumplían años. El día que cumplí dieciocho años, en noviembre, mis rosas llegaron acompañadas de una invitación a comer con Roberto, un ejecutivo de la compañía, a uno de los restaurantes más finos de la ciudad. Nerviosa pero fácilmente impresionable acepté.
El restaurante estaba en la parte superior de un hotel del centro. Cuando llegábamos antes de entrar a los elevadores, Roberto me sentó en un rincón con sillones de cuero y tomándome suavemente de la mano me miró profundamente a los ojos y dijo:
«Teresa, sabes que me gusta decir las cosas como son así que no me voy a andar con rodeos» Hizo una pausa, me sonrió y continuó: «Verdaderamente me intereso en ti». Empecé a preguntarle qué quería decir, pero él puso su dedo delicadamente sobre mis labios,
«Querida, soy un hombre de negocios y quiero negociar contigo una proposición. Esta proposición viene del hecho que no te he podido sacar de mi mente desde que fuiste contratada y nunca antes había tenido que lidiar con una obsesión así. He reservado una habitación en este hotel y si me permites hacerte el amor hoy y después con cierta regularidad, empezarás el próximo lunes un programa de entrenamiento en Ventas. Tú sabes lo que esto puede significar para tu futuro»
A través de mi sorpresa podía fácilmente hacerme una imagen de lo que eso significaba. Estaba ganando menos de seis mil dólares al año, viviendo con mis padres, llevando mi almuerzo en bolsa de papel y viajando en autobús al trabajo. En Ventas en un año podría tener quizás tres veces mi salario presente. Era muy tentador.
«Sr.___________, me siento muy halagada y es muy tentadora su oferta, pero eso es algo que yo no hago. De hecho aún soy virgen y quiero seguirlo siendo hasta el día que me case» Supe que sonó muy puritano y trillado, además de muy poco convincente.
Roberto sonrió, «Teresa, puedo ser muy gentil. Vamos a comer. Piensa en lo que te dije y puedes aceptar mi proposición u olvidar que tuvimos esta conversación. Si rehúsas eso no afectará tu posición actual ni tu potencial de ascenso. Te doy mi palabra»
Era la comida más cara y mejor que había tenido jamás, pero no probé bocado. Pensaba en hacer carrera en Ventas. En recuento personal, admito que Roberto era muy atractivo, cuarenta y cinco años, más o menos; buena complexión, pelo entrecano, sabía vestir y, como yo ya sabía, todo un caballero. Era ciertamente más atractivo (físico y personalidad) que cualquier otro hombre o muchacho con que hubiera yo salido. También me preguntaba si no estaría yo haciendo mucha alharaca de ser la última virgen del país en su noche de bodas.
Después de la comida asentí con una sonrisa silenciosa a la pregunta de Roberto, nos fuimos a su habitación y jamás me he arrepentido de mi decisión.
Esa tarde Roberto fue, como siempre, atento y gentil. Yo estaba avergonzada y era muy tímida. Él me desnudó lentamente, besándome y acariciándome mientras lo hacía. Una vez que estuve totalmente desnuda, Roberto me devoraba con los ojos, las manos y la lengua. No podía creer lo que estaba pasando. Antes de esa tarde lo más lejos que había llegado habían sido unas especies de luchas con los novios adolescentes en el asiento trasero de un carro.
En pocos minutos Roberto tenía mi cuerpo resplandeciendo como nunca antes y retemblando con cada toque. Después de casi una hora de sus atenciones, él llevó su cabeza hacia mi entrepierna. Casi no se lo permito, pero había disfrutado todo lo que me había hecho hasta ese momento, así que traté de relajarme mientras él abría mis muslos ampliamente.
Pude sentir su nariz en mi vello púbico y enseguida su lengua sobre mis labios vaginales. Me rendí a él completamente cuando tomó mi clítoris entre sus labios y lo chupó diestramente iniciando el primer orgasmo de mi vida, que barrió todo mi ser y estoy segura que casi me desmayé de su intensidad.
Empezaba a ceder el clímax cuando Roberto puso una mano sobre cada uno de mis pechos y apretó los pezones entre sus dedos elevándome a al orgasmo otra vez. Cuando dejé de venirme Roberto me envolvió en una sábana y me acunó en sus brazos mientras yo me dormía.
Roberto sonreía cuando abrí los ojos, «Teresa ahora quiero hacerte el amor»
Él se había desnudado mientras yo dormía y puso mi mano sobre su palpitante miembro. Yo quedé fascinada con su verga desde esa primera vez que la vi y durante la siguiente media hora, más o menos, me instruyó en cómo acariciarlo lamerlo y finalmente chuparlo. Pronto me volví adepta al arte de mamar verga, pero esa primera tarde estaba indecisa e insegura, él fue paciente y apasionado.
Finalmente Roberto me recostó de espaldas y se arrodilló entre mis muslos, «Relájate Querida. Quiero que tú también lo disfrutes.»
Y lo hice. Sentí cuando mis labios vaginales se abrían alrededor de su glande y él lenta y gentilmente lo insertaba, lo sentía grueso, caliente y potente. Entonces sentí la resistencia y él aún despacio continuó empujando hasta que con un dolor rápido y agudo mi virginidad estaba perdida para siempre y yo estaba siendo oficialmente cogida.
El dolor pasó a ser solo una molestia y pronto empecé a disfrutar al sentir su masculinidad entrando y saliendo de mí. Él dejó caer su cara entre mis pechos, succionando mis pezones primero uno y luego el otro con su ardiente boca. Yo empecé a moverme levantando mis caderas a recibir cada uno de sus embates.
Rápidamente volví a acercarme a un orgasmo y Roberto sonriente me dijo: «Esta vez voy a venirme junto contigo querida» Y así lo hizo.
Roberto me llevó a casa aquella primera noche, alrededor de la 10:00pm y desde entonces se convirtió en una parte frecuente pero muy privada de mi vida.
Fiel a su palabra como siempre, el siguiente lunes en la mañana entré al curso intensivo de entrenamiento de Ventas, el prospecto más joven en la historia de la compañía. Era mi destino, soy muy buena vendedora y adoro mi trabajo. He sido muy exitosa para la compañía y para mí (el último año me gané casi cien mil dólares).
Roberto y yo continuamos nuestra relación, encontrándonos en las tardes tres o cuatro veces por semana. Eventualmente él alquiló un departamentito que tenemos lleno de sábanas de seda, juguetes sexuales, disfraces y otras cositas. Roberto también arregla los viajes de negocios y las conferencias y compartimos la habitación tantas veces como nos es posible.
A nadie le he platicado de Roberto y él me dice que es su secretito también. Aceptamos lo que tenemos como es y no tratamos de que sea lo que no puede ser. Estamos encariñados uno con el otro. Es mucho más que sexo y no necesitamos ningún compromiso. Él está casado, es un magnífico amante y seguro, pues se hizo la vasectomía hace muchos años.
¡Y qué maestro! Roberto y yo hemos hecho todo lo que hemos visto u oído. Bondage (Me encanta estar atada), nalgadas (No me preocupa pero a Roberto le encanta a veces), disfraces, vibradores, cremas, videos y desde luego sexo a secas. Yo hago cualquier cosa que él me pida y casi siempre lo disfruto.
Roberto cumplirá pronto 56 años y es una maravilla de vitalidad. Una de sus posiciones favoritas sigue siendo montarme el pecho y llenándome las tetas de aceite o vaselina hacerme una cubana. Él me dice:
«Tengo un orgasmo intenso cuando miro mi esperma salir de mí hacia tu boca abierta y bañar tu linda cara»
Probablemente la parte más difícil de mi relación con Roberto es el hecho de que estoy felizmente casada desde hace cuatro años. Conocí a mi esposo Chip, hace cinco años y casi termino mi relación con Roberto. Pero no pude, no quiero. Significa mucho para mí y no interfiere con ninguna otra parte de mi vida. Es para mí y para Roberto y no puedo renunciar a él. Después de estar preocupada por varias semanas, decidí adoptar la misma posición con Chip que con todos los demás. Mi tiempo con Roberto no existe afuera de nuestro departamento.
Lo más perverso que he hecho jamás fue compartir el día de mi boda con Roberto, porque quería que fuera especial para él también. La ceremonia estaba programada para las 6:00pm así que lo primero que hice en la mañana de mi boda fue llevar mi vestido de novia a nuestro departamento. Llamé a Roberto y le dije que nos viéramos ahí y antes de que él llegara me vestí únicamente con el velo, el vestido y zapatillas de tacón alto. Cuando Roberto abrió la puerta lentamente levanté mi vestido hasta que mi vulva desnuda quedó a la vista. Con un gruñido me empujó a la cama y abriéndose la bragueta y sacando su ya endurecido miembro lo alojó en mí de una estocada. Se vino en pocos segundos.
Mientras recuperaba su aliento me dediqué a lamerle su verga caliente y húmeda hasta dejarla limpia. Él volvió a excitarse y pronto estaba tieso otra vez, entonces me colocó en cuatro patas, todavía con mi vestido, mi velo y zapatillas puestos, subió la falda sobre mi espalda y se arrodilló detrás de mí y empujó suavemente su estaca dentro de mi chorreante vulva.
«Teresa te quiero aún más por este regalo de bodas que me estás dando. He pensado mucho que hacer y he decidido que no quiero que seas virgen de ninguna parte de cuerpo esta noche»
Con estas palabras, sacó su duro garrote de mi concha y presionó la cabeza entre los cachetes de mis nalgas. Nunca habíamos tenido sexo anal, pero sabía que eso era lo que Roberto quería ahora, así que hice lo posible por facilitarle la entrada, pero de todas formas fue una enorme presión la que tuvo que hacer hasta que estuvo completamente adentro de mí. Pronto encontramos nuestro ritmo y disfruté mi primera cogida anal.
Cuando terminamos me puse mis ropas de calle y regresé a casa. Nunca le dije a nadie donde estuve esa mañana, pero me sonreí cuando una de mis tías solteronas convenció al resto de la familia de que lo único lógico es que había llevado mi vestido a bendecir por un cura.
Roberto también me tenía una sorpresa reservada. Mientras me cambiaba para dejar la recepción esa noche, se deslizó al cuarto y nos echamos un rápido. Le limpié con la lengua el pito y nos apuramos a salir. Una hora después cuando Chip me penetraba por primera vez, consideré que era muy apropiado que ya mi concha estuviera llena de la pegajosa esperma de Roberto y que mi boca aún tuviera su sabor.
Excepto por la recepción en la boda y un incidente reciente, Roberto y yo no hemos arriesgado nuestros matrimonios. Limitamos nuestros contactos a la oficina, viajes, nuestro departamento y raramente eventos sociales. Fue en uno de estos eventos que me «extravié» para satisfacción de ambos.
Chip y yo estábamos ofreciendo una barbacoa en nuestra casa y Roberto y su esposa estaban ahí. Como a media tarde le dije a Chip que tenía un problema que quería mostrarle a Roberto para que me ayudara a resolverlo. Llevé a Roberto a la oficina de Chip y cerré la puerta detrás de nosotros.
«¿Cuál es tu problema Teresa?» Dijo Roberto acariciándome las tetas. Me reí y me puse de rodillas, le abrí los bermudas y sacando su estaca me la metí a la boca. En segundos ya estaba listo para el combate y dejé caer mis bermudas y pantaletas y me incliné sobre el escritorio de Chip. Roberto me encajó su estaca en la concha y empezó un vigoroso machacado, yo gruñía con cada empujón y pronto tuve un maravilloso orgasmo, Roberto se vino enseguida y rápidamente nos arreglamos y retornamos a la fiesta.
Chip me besó la mejilla y preguntó si tan rápido había resuelto Roberto mi problema.
Yo reí sintiendo en mi interior la esperma de Roberto, «Cariño, le di a Roberto algo que podía arreglar en pocos minutos, después de todo estamos en una reunión»
No me pregunten qué va a pasar. Chip está planeando tener hijos y Roberto está planeando jubilarse. Y tengo una magnífica oferta de unirme a compañía muy grande. Pero no puedo pensar en pasar mis tardes sin Roberto.